lunes, 31 de agosto de 2009

el cabeza de familia

En aquella misma hora de la noche el carcelero los tomó y les lavó las heridas;... todos los suyos fueron bautizados.
Hechos 16:33

El trabajo de evangelización con niños es muy importante, especialmente si pensamos en la influencia que se tendrá con la enseñanza, la disciplina y la formación del carácter, el crecimiento en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Sin embargo, el modelo de la plantación de iglesias en el Nuevo Testamento no comienza con los niños y sí con el cabeza de familia. Es sencillo, si el padre se convierte al evangelio, él trae consigo a su esposa e hijos. Cuando el carcelero de Filipos se convirtió, él y su casa fueron bautizados; cuando Cornelio se convirtió, su familia también. Lidia parecía que era la cabeza de su familia, cuando se convirtió, los de su casa vinieron también – “Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habeis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad”. (Hechos 16:15)

Hay congregaciones que comienzan con la evangelización de los niños, los padres no aparecen. Se intenta ganar a los padres por medio de los hijos, pero casi siempre no funciona. Si todo el esfuerzo fuese concentrado para alcanzar al cabeza de familia, con cuatro o cinco conversiones la iglesia estaría formada. Se debe promover la evangelización a los niños, pero sin miedo de comenzar a evangelizar primeramente a los padres.



Piensa

Cuando el cabeza de familia se convierte, todos los de su casa son generalmente bautizados.

Ora

Señor Dios, que podamos seguir el modelo de los evangelistas de la Biblia, que llevaban con valentía el evangelio a los adultos, sin dejar de lado las necesidades de los pequeñitos. En nombre de Cristo Jesús. Amén. 


viernes, 28 de agosto de 2009

Un Padre Transformado por Dios

Ex-JEMER ROJO, ahora evangelico, pide el castigo por sus crimenes



El juicio por los crímenes cometidos en Camboya hace 30 años, durante la dictadura comunista del Jemer Rojo, ha llevado a un confeso y autoinculpado Duch ante el tribunal internacional en Phnom Penh.

Después de escuchar los testimonios de algunas de sus víctimas, Duch, responsable de un centro de detención entre 1975 y 1979, ha reconocido los crímenes cometidos y entre lágrimas pidió al pueblo camboyano que le imponga “el castigo más severo posible”.

El ex-jefe torturador del Jemer Rojo pidió perdón a las familias de los casi 14.000 camboyanos que perdieron la vida en Tuol Sleng. Afirma que nunca perteneció a la cúpula dirigente del Jemer Rojo, y de hecho está considerado por el tribunal como el mando más bajo de los cinco que van a ser juzgados próximamente.

´Duch´ ha cooperado con la justicia después de su conversión al cristianismo, de hecho es el único que así ha procedido, y su testimonio será por ello clave en el juicio de los que fueron sus superiores Kaing Guek Eav, de 66 años, más conocido como ´Duch´, se echó a llorar ante el tribunal internacional que le juzga por crímenes contra la humanidad después de escuchar el testimonio de una mujer que perdió a su marido y cuatro hijos en los campos de exterminio de Choeung Ek a las afueras de la capital. La víspera,

´Duch´ confesó por primera vez en el juicio que torturó personalmente a algunos de los reclusos del centro, tras un careo con un antiguo guarda que afirmó tener pruebas de ello. Sin embargo, dijo que desde su punto de vista el crimen más grave que cometió durante aquellos años fue adoctrinar políticamente a sus subordinados, a los que convenció de que los prisioneros eran enemigos del régimen para que continuasen con su macabra y terrible tarea.

´Duch´ está acusado de crímenes de guerra y contra la humanidad, torturas y haber ordenado la muerte de miles de reclusos, aunque en el caso de ser hallado culpable será condenado -como máximo- a cadena perpetua. Integrado por jueces camboyanos y extranjeros, el panel que le juzga fue establecido en 2006 para hacer justicia con los casi 2 millones de personas que murieron durante el terror del Jemer Rojo y cerrar así una de las páginas más terribles de la historia de Camboya.

EL RÉGIMEN DE TERROR DEL JEMER ROJO

Bajo las órdenes del dictador Pol Pot, el Jemer Rojo provocó un auténtico genocidio en Camboya, entre 1975 y 1979. La guerrilla llegó a exterminar al 25% de la población del país, 1’7 millones de personas, en una brutal purga contra el régimen anterior. Tras avanzar posiciones dentro de la organización terrorista, Kaing Guek Eav se convirtió en el comandante de dos prisiones por las que pasaron entre 14.000 y 16.000 personas. Se le consideraba el torturador jefe, y según se sabe, vivía junto a su mujer e hijos en un casa de dos pisos adjunta al primer centro, Tuol Song.

Allí, como él mismo ha explicado, pasaba jornadas maratonianas aplicando la violencia a los presos para sacar confesiones antirrevolucionarias que implicaran a otros ciudadanos aún libres. Dirigía una máquina perfectamente organizada por la que pasaron ciudadanos, ministros del régimen comunista caídos en desgracia, diplomáticos extranjeros y hasta 2.000 niños.

Los prisioneros eran interrogados, torturados y enviados a un campo de exterminio cercano, donde morían. “Simplemente obedecía”, explica. “Quien llegaba a nuestro centro no tenía ninguna posibilidad de salvarse. Y yo no podía liberar a nadie”, contaba recientemente ´Duch´. El terror se extendió aún más a finales del año 1978, cuando el ejército vietnamita amenazaba ya seriamente con derribar a los Jemeres. Ante la situación de confusión y paranoia, a ´Duch´ se le ordenó acelerar las ejecuciones a un ritmo aún superior, por lo que los presos eran exterminados sin ni siquiera ser interrogados.

HUIDA Y CAMBIO DE IDENTIDAD

El experimento comunista de Pol Pot acabó con la toma de la capital camboyana por el ejército del Vietnam. Kaing y otros muchos guerrilleros del Jemer huyeron de sus puestos y se ocultaron en las junglas de la región oeste de Camboya. Así, dejaron atrás numerosos documentos inculpatorios, que implicaban, especialmente a Duch como uno de los principales responsables de la matanza. Tras huir, Duch pasó un año en China como profesor de lengua; luego volvió a Camboya como profesor de matemáticas y consiguió cambiar su identidad. Bajo un nuevo nombre, incluso cooperó para esclarecer los hechos ocurridos durante el tiempo en el que formó parte del régimen dictatorial.

CONVERSIÓN A JESÚS Y CONFESIÓN

Kaing tiene ahora 66 años, y se convirtió tras la caída del régimen comunista y su huída en un cristiano evangélico claramente convencido y comprometido con su fe. Su experiencia renovadora en Jesús se realizó en 1995, después que su mujer fuera asesinada por un grupo de bandidos (pueden ver aquí un video de la noticia: "Jemer Rojo juzgado sigue ahora a Jesús", video 6 Mb). Finalmente unos periodistas de Far Eastern Economic Review encontraron a Duch en 1999, después de 20 años de desaparición.

Trabajaba como asistente médico en un campo de refugiados del American Refugee Committee en el norte de Camboya. Kang Kek Ieu reconoció -y así se publicó en la revista- haber participado en torturas, asesinatos y crímenes contra la humanidad y que estaba preparado para testificar contra otros líderes. También explicó que se había convertido al cristianismo evangélico, que era un cristiano “nacido de nuevo”.

El propio Kaing ha hablado de su fe en una entrevista que concedió al diario español El País. Explica que dejó el budismo después de conocer en Battambang a misioneros de “la Golden ChristianWest Church”. Una de las cosas que le atrajo era que “estaba convencido de que los cristianos eran una fuerza, y que esa fuerza podía vencer al comunismo”. Se abrió a la fe en Jesús al darse cuenta que su ideología comunista del Jemer rojo no se sostenía: “En la época de la guerrilla yo tenía 25 años, Camboya estaba corrompida, el comunismo estaba lleno de promesas y yo creía en ellas. Sin embargo, ese proyecto fracasó”, dice. Explica que se convirtió mediante “un pastor camboyano”, que había viajado a EEUU para formarse y volvió a su país natal para “ayudar a sus compatriotas a encontrar a Cristo”.

A él, reconoce Kaing, le contó todo su pasado, después de convertirse. Y añade que como él, otros ex Jemeres Rojos, “también han elegido mi camino”, es decir, también se han convertido a Jesús. Y así parece que es. Según un artículo de The Observer, publicado en 2004, al menos 2.000 Jemeres Rojos de todos los rangos se han convertido a Jesús abrazando el mensaje del cristianismo evangélico después de la caída del régimen.

miércoles, 26 de agosto de 2009

VIOLENCIA FAMILIAR

Eran tres niños, hermanitos los tres, de seis, siete y ocho años de edad. Con ojos aterrorizados y temblando de miedo, no podían dejar de mirar. ¿Qué estaban mirando? Veían cómo su padre le daba una paliza brutal a su madre. La escena la describe un diario de América Latina.

El hombre enfurecido, a la vista de sus tres hijitos, golpeaba brutalmente a su esposa. ¿Cuál era la causa? Nadie sabe. Los niños sólo decían: «Papá estaba muy enojado.» Pero una palabra lo describe todo: violencia.

La violencia doméstica, aunque en la vida diaria no es nada nuevo, en las crónicas de los diarios y en los tribunales sí lo es. Es algo que ha recrudecido en las últimas décadas. Y esta crónica nos obliga a tocar dos puntos: la violencia entre padres, y su efecto en los hijos.

Algunos dicen que la violencia familiar la incita la familia misma, pero eso es ver el asunto de una manera superficial. La violencia nace en el corazón. Está adentro de uno como lo estaba en el corazón de Caín, y sólo necesita una muy pequeña provocación para estallar.

Decimos que es culpa de la mujer, o de los hijos, o del jefe o de otro, pero no lo es. Procede del corazón herido y confundido que vierte su frustración sobre los que están más cerca. Cuando el tronco está malo, todo el árbol lo está. Cuando el corazón vive en amargura, la persona en la que late reacciona con violencia.

¿Y qué de los hijos? No hay nada en todo el mundo que frustre y confunda y atemorice más al niño que ver a sus padres peleándose, especialmente cuando son encuentros violentos. Y si la criatura tiene dos, tres o cuatro años de edad, esos disgustos tienen efectos desastrosos que afectan toda su vida. Un sociólogo investigador dijo: «Cuanto más violenta es la pareja, de las que hemos entrevistado, más violentos son los hijos.» Por cierto, la violencia en los padres viene de la violencia en los progenitores de ellos.

¡Cuánto necesitamos paz y tranquilidad en nuestro corazón! ¡Cuánto necesitamos al Príncipe de paz! Y ese Príncipe de paz existe. Es Jesucristo, el Hijo de Dios. Él dijo: «La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden» (Juan 14:27).

Entreguémosle nuestro corazón a Cristo. Si el enojo ha sido nuestra debilidad, hagamos una sincera declaración de humilde arrepentimiento. Cristo conoce nuestra intención y Él quiere ayudarnos. Permitámosle entrar en nuestro corazón. Él nos renovará en lo más profundo de nuestro ser.

«ESTOY MURIENDO DE SIDA»

Era abril en el Parque Central de Nueva York, el inmenso pulmón refrescante de la gigantesca urbe. Y una vez más las ruedas del tiempo trajeron la verde y florida diosa primaveral al parque. Un hombre joven, de menos de treinta años de edad, estaba sentado en un banco: flaco, amarillo, ojeroso, triste.

Sobre su pecho escuálido descansaba un cartel: un cartel humano, un cartel patético, símbolo de la época. El cartel decía: «Estoy muriendo de SIDA. No tengo domicilio. No sé qué hacer. Ayúdenme.» Y los ojos del hombre joven, sin luz, sin vida, sin esperanza, miraban a la nada.

Hace muchos años otro hombre se sentó en ese mismo banco de ese mismo parque, y puso también un cartel sobre su pecho. Aquel cartel decía: «Hoy es primavera, y yo soy ciego.» Conmovía con esto a la gente, que le echaba monedas en el sombrero.

¡Cómo han cambiado los tiempos! Antes la ceguera era la gran calamidad, y aunque lo sigue siendo, ahora ha hecho su aparición el SIDA. Y el SIDA ha copado el gran escenario de las tragedias humanas. Hoy día el SIDA es la nube negra más ominosa que se cierne en el horizonte de la raza humana.

La ceguera, ciertamente, es penosa. Pero hay personas ciegas que se sobreponen a su mal, y llevan una vida abundante y feliz. Leen, estudian, se casan, engendran hijos, hacen negocios, practican profesiones. Fuera de que sus ojos carecen de luz, llevan una vida perfectamente normal y feliz.

La ceguera no mata; el SIDA sí. El enfermo de SIDA, además de estar condenado a muerte, sufre el estigma del mismo mal, la vergüenza de haber contraído una enfermedad que, en la gran mayoría de los casos, a duras penas se mantiene a flote en las aguas sucias del pecado.

¿Cómo se libra nuestra sociedad de este implacable mal? La ciencia médica lo dice: no teniendo relaciones sexuales fuera del matrimonio. Por algo exige Dios obediencia a sus divinos mandamientos morales. No hacerle caso al: «No cometerás adulterio» destruye no sólo el hogar, sino también al individuo.

La homosexualidad, el adulterio, la lujuria, la promiscuidad en todas sus formas, nunca han traído ningún bien al mundo. En cambio, la monogamia, es decir, el sexo sólo dentro del matrimonio, produce la normalidad social que todo ser humano desea. Sólo Cristo puede darnos la fuerza moral necesaria para llevar una vida así. Rindámonos a la voluntad de Dios. Sólo eso nos traerá la verdadera felicidad.

viernes, 21 de agosto de 2009

EL DIÁLOGO SILENCIOSO

Aquel fue un diálogo dramático. Una vida estaba en juego. Fue un diálogo sobrecargado de emoción. Un diálogo en la cornisa de un edificio de Nueva York, a veinte pisos de altura. Fue, sin embargo, un diálogo totalmente silencioso.
Lo sostuvo Lillian Pérez, una señorita hispana de diecisiete años de edad, con Nicole Dean, una niña negra de la misma edad. Nicole había sufrido varios desengaños y, desesperada de la vida, intentaba suicidarse.
Como Nicole era sordomuda, Lillian, que practicaba el lenguaje de gestos, tras dos horas de arduos intentos logró su objetivo. No gritaron en ningún momento. Fue un diálogo de vida o muerte, dramático, serio, pero sin que se emitiera sonido alguno. Al fin las dos bajaron juntas de la cornisa del edificio, salvas y sanas.
Un diálogo, para tener intensidad, no precisa de gritos. Los gritos, más bien, enturbian la comunicación. Si dos personas que quieren dialogar se acaloran, en lugar de dar razones, dan insultos; y en lugar de comunicarse, cierran la puerta.
¿En dónde se ve más esto? En las comunicaciones entre marido y mujer. Si dialogaran sin esa emoción mórbida que añade el grito, y especialmente sin los golpes físicos que a veces acompañan la emoción, lo cual es imperdonable, se entenderían. El diálogo en paz y en armonía traería el provecho que se busca.
Por algo será que San Pablo recomienda que se elimine toda gritería. «Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias», les dice a los efesios (Efesios 4:31). Esas emociones envenenan la comunicación, mientras que las palabras delicadas suavizan toda conversación, y la armonía y el bien surgen de ellas.
¿Cómo hallar calma en medio de la tormenta? En primer lugar, ningún capitán levanta velas cuando ruge la tempestad. Antes de entablar alguna comunicación que pueda ser seria, esperemos que nuestros ánimos estén tranquilos. Ceder, para mantener la paz y por amor al cónyuge, es mil veces más importante y muestra mayor madurez que salir ganando en cualquier altercado.
Además, hablar con calma produce mucho mejor efecto. Así es como Dios habla con nosotros. Por cierto, un diálogo con Cristo les da a todos los demás diálogos de nuestra vida el provecho que buscamos.
Cristo quiere conversar con nosotros. Aceptemos su invitación. Él nos dará la paz que traerá armonía a todas nuestras relaciones. Recibamos la paz de Dios.

jueves, 20 de agosto de 2009

EL DRAMA DE MARÍA

María era una bella niña de dieciséis años de edad que vivía en una de las grandes ciudades de América Latina. Una tarde ella regresó de la escuela a su casa con una honda pena. Sus padres habían salido, pero eso le era un alivio, porque la preocupación que María traía era un embarazo. A esa temprana edad María estaba embarazada y no sabía qué hacer.

Angustiada hasta más no poder, tomó una resolución drástica. Con un alambre retorcido, ella misma se hizo un aborto. Pero sufrió una fuerte hemorragia y tuvo que internarse en el hospital.

¿Qué es esto? Es el drama de cientos de miles de muchachas que como María, en plena edad juvenil —en la edad de los estudios, de los amigos y de los primeros bailes— tienen un tropiezo. Y como la naturaleza no perdona, ese tropiezo se convierte en un embarazo no deseado. Ahí comienza el drama.

¿Cómo detener esa marea creciente de embarazos juveniles? ¿Cómo curar las profundas heridas que produce? ¿Cómo ser un orientador para las jóvenes que enfrentan, todos los días, la insistencia de muchachos que no saben lo que hacen, o las inclinaciones naturales que esas jóvenes no comprenden?

Se ofrecen muchas soluciones, pero ninguna de ellas es, de veras, una solución eficaz. Todas tratan el síntoma y no la causa.

La raíz de esta tragedia es una combinación del despertar de apetitos naturales, y una sociedad dada a la inmoralidad desenfrenada que los padres les pasan a los hijos. Esto explica la degradación de nuestra sociedad.

Si hacemos caso omiso de Dios, no podemos menos que sufrir las consecuencias, y éstas producen desprecio por todo lo moral y lo puro. Por un lado somos víctimas de inclinaciones pecaminosas heredadas de la caída de nuestros primeros padres, y por el otro tenemos la flojera moral de nuestra sociedad, que ofrece un ambiente propicio para vivir en el pecado. Con razón nos estamos hundiendo.

¿Cuál es la solución? Dios. Dios en el corazón. Dios en la vida. Dios en la familia. Dios en la sociedad. El día en que toda la raza humana obedezca los mandamientos morales de Dios, habrá paz en este mundo.

¿Cómo llegamos a conocer a Dios? Por medio de su Hijo Jesucristo. Sólo tenemos que abrirle nuestro corazón y darle entrada. «Mira que estoy a la puerta y llamo —dice el Señor—. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo» (Apocalipsis 3:20). Esa es la única solución.

martes, 18 de agosto de 2009

DIVERSIÓN VIOLENTA

Comenzó temprano en la mañana, cuando los niños se disponían a desayunar. A media mañana, cuando la madre y los abuelos pretendían estar en los quehaceres del hogar, la actividad continuaba. Siguió a lo largo del día, agudizándose cuando los pequeños regresaron de la escuela. Así continuó hasta las diez de la noche cuando, por fin, la familia se acostó.

¿Cuál era esta actividad que hipnotizaba a todos en el hogar? Eran actos de violencia. Actos de violencia provistos a todo color y con efectos de sonido por ese extraordinario aparato, imprescindible en la vida actual, llamado televisor.

En un solo día y en una sola ciudad se registraron, de acuerdo con una encuesta oficial, 1.846 actos de violencia en la pantalla mágica. Y toda esa violencia fue absorbida por la psiquis de miles de niños y de adolescentes.

¿Cómo se define la violencia? Es cualquier acto deliberado que implica fuerza física o el uso de un arma a fin de alcanzar algún objetivo, promover alguna causa, actuar en un impulso de ira, intimidar a otros o defenderse de un ataque. Eso es violencia, y casi nunca sirve un fin justo.

La violencia que diariamente se ve en la televisión, y que comienza en los dibujos animados que los padres desaprensivamente dejan ver a sus pequeños, llega a ser parte de la vida diaria del niño. De esos casi dos mil actos de violencia registrados, nada menos que 471 provenían de los dibujos animados infantiles. Y además de actos de violencia, la televisión provee actos de perfidia, de adulterio, de mentira, de estafa, de infidelidad y de traición.

El apóstol Pablo nos dejó un tesoro escrito de incalculable valor: «... consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio» (Filipenses 4:8). Nuestra mente absorbe, como esponja, todo lo que le introducimos, y tarde o temprano llegamos a ser lo que ha entrado en ella. Por eso San Pablo les exhortó a los romanos a que fueran transformados mediante la renovación de su mente.

Cada uno de nosotros está construyendo vidas. En primer lugar, construimos la vida nuestra; luego, la de nuestros hijos. Ellos no serán lo que les digamos que sean sino lo que nosotros, con el ejemplo, les mostramos. Por eso nos urge adoptar como nuestra norma de vida las enseñanzas de Cristo. Y esto solamente lo conseguimos cuando Cristo mismo es nuestro Señor y Dios. Seamos, pues, verdaderos seguidores de Cristo.

sábado, 15 de agosto de 2009

Restauración

“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre....” 
Gálatas 6:1

Hace algunos años, un compañero de la facultad, que era cristiano, cometió un pecado muy grave. Pensando en el tremendo escándalo que sería. El día en que se supo la noticia, un miembro de la facultad reunió en la capilla y nos contó lo que había sucedido. Después leyó un pasaje de Gálatas: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”.

El camino de Cristo es este, afirma Pablo: arrepentimiento, perdón, aceptación y restauración. Debemos restaurar al hermano que cayó, no con espíritu de condenación, sino con espíritu de humildad. El cristiano no puede abandonar o despreciar al pecador – darle la espalda, sentirse superior, ni apuntarle con el dedo. Por el contrario, debe acercarse y ayudarlo a pararse nuevamente.

Fue eso exactamente lo que el Señor Jesús hizo por nosotros. Él se inclinó y nos extendió la mano, cuando estábamos muertos en delitos y pecados. Nosotros, que somos espirituales, no podemos ser diferentes. Por otro lado, dice Pablo, puede llegar el día que en que nosotros mismos necesitemos ser restaurados... y Dios quiera que en ese momento encontremos personas espiritualmente maduras, que aman.



Piensa

Debemos restaurar al hermano que cayó, no con espíritu de condenación, sino con espíritu de humildad.

Ora

Padre misericordioso, que siempre nos das la mano, mantén encendida la lámpara de la fe, restaura nuestras vidas y haznos instrumentos de amor para con nuestro prójimo. En nombre de Cristo Jesús.Amén.

«PÉGATE UN TIRO»

Fue una conversación muy emotiva entre madre e hijo, una conversación realizada por teléfóno en una de las grandes ciudades del mundo. El hijo, de treinta y siete años de edad, lloraba. Lloraba como cuando era niño.

—¿Qué hago, mamá, qué hago? —decía entre sollozos.

Y la madre, sollozando también, y con el alma partida en dos, sin hallar una palabra de consuelo le dijo:

—Antes que sigas matando gente, hijo, pídele perdón a Dios por lo que has hecho, y pégate un tiro.

A los diez segundos, la madre oyó en su auricular el disparo. Se trataba de Dean Hemrick, hijo de Sara Carpenter. Dean había matado a cuatro personas, y estaba encerrado en su apartamento, rodeado de policías. Había perdido toda esperanza.

He aquí otro drama de pasiones descontroladas. Dean Hemrick, loco de celos, había matado a su esposa y a tres personas más. Luego se había encerrado en su apartamento, y desde allí había llamado desesperadamente a su madre. La anciana, con el corazón desgarrado, no le dio más consejo que: «Pégate un tiro.»

Cuando se ha esfumado toda esperanza, nuestras decisiones nunca son racionales. Cuando hemos perdido la fe, hemos perdido también el rumbo. Sin fe y sin esperanza no sabemos qué hacer. Cuando no tenemos luz ni guía el mundo nos parece un gigantesco laberinto. Todo lo que hacemos y pensamos nos confunde y nos trastorna. Somos como un barco en alta mar sin brújula y sin timón. Esa es la vida del que no tiene esperanza. Esa es la vida del que no tiene fe.

Sin embargo, nadie en este mundo tiene que vivir sin fe. Al contrario, la fe es parte natural del ser humano. Nacimos con fe. Nacimos con la capacidad de confiar. Si así no fuera, ningún bebé sobreviviría. La fe es parte de nuestra herencia divina.

¿Qué es entonces lo que nos ocurre? Que con los años y las traiciones, con las mentiras y los artificios, nos volvemos ariscos. Perdemos la candidez. Se nos va la fe. Le tenemos miedo a todo, y nuestra vida entera es un constante huir.

A Dios gracias que esa no tiene que ser nuestra condición. Ninguno de nosotros tiene por qué vivir así. Para cada uno hay un mejor destino que ese. La venida de Jesucristo a este mundo es la solución de Dios para esa condición desesperada del ser humano. Cristo mismo dijo: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mateo 11:28). Si nuestra vida está llena de desasosiego y confusión, busquemos a Cristo. Él es la solución; Él nos está esperando.

¿DÓNDE ESTABAS TÚ CUANDO YO TE NECESITABA?

Solemne, transcurría el funeral. Yacía en la caja un eminente clérigo que había dedicado toda su vida a servir a la humanidad. Largas filas de personas que habían recibido de él algún consejo sabio, alguna ayuda espiritual, incluso algún beneficio material, testificaban cuándo, cómo y en qué circunstancias el reverendo les había ayudado.

En eso se acercó al ataúd un joven de unos treinta años de edad. Estaba mal vestido, sucio, con barba de una semana y con todas las trazas de alcohólico. Miró detenidamente al cadáver en la caja y, con emociones encontradas como de tristeza mezclada con resentimiento y odio, dijo: «Papá, ahora me doy cuenta dónde estabas tú cuando yo más te necesitaba.»

Esta historia verídica, con profundo sentido humano, de un pastor eminente que dedicó toda su vida a proveer ayuda espiritual y consejo profesional a miles de personas, pero que no tuvo tiempo de prestarle atención a su propia familia, nos deja una tremenda lección.

El proverbista Salomón, entre sus sabias máximas, escribió la siguiente: «Me obligaron a cuidar las viñas; ¡y mi propia viña descuidé!» (Cantares 1:6). Qué fuerte reprensión es ésta a los padres que cuidan de todo y de todos, pero se olvidan de ser amigos, consejeros y verdaderos padres de sus propios hijos.

El pastor de la historia aconsejó a miles, hasta tener en su archivo más de tres mil tarjetas con nombres de personas a quienes había ayudado psicológica y espiritualmente. Pero entre esas tarjetas no aparecía la de su hijo.

¿Quiénes deben tener prioridad en el corazón, en los sentimientos y en el calendario de un esposo y padre? Su esposa y sus hijos. Nadie tiene más derecho que ellos a la atención, al amor, al cuidado y a la protección de ese padre.

A cada uno de los que somos padres nos conviene examinarnos en este sentido. ¿Les hemos dado a nuestros hijos la atención, el tiempo y el interés que ellos tanto necesitan de nosotros? Nuestra responsabilidad primaria es, sin excepción, la familia: esposa e hijos. Nadie ni nada en este mundo debe ser más importante que nuestra familia.

Jesucristo, que es el Señor de la vida, puede hacer de un hombre, desde el más sencillo hasta el más ilustre, un gran padre. Él quiere ayudar a cada uno. Basta con que nos postremos ante Él y le digamos con toda sinceridad: «Señor, me entrego a ti. ¡Ayúdame!»

TREINTA Y SEIS HORAS AL LADO DE LA MUERTE

Fue larga la borrachera de esa noche. Eran jóvenes y tenían pocos años de casados, y sin embargo el licor era su única distracción. Scott Osborn, de veintiocho años de edad, y Diana France, de veintiséis, de Rotherham, Inglaterra, bebieron esa noche como nunca.

Al día siguiente Diana no despertó en todo el día, y Scott siguió con sus tragos. Al tercer día Diana tampoco se movió de la cama, y Scott siguió al lado de ella, sin dejar de beber. Por fin Scott se dio cuenta de que ella estaba muerta. Él había estado acostado al lado de un cadáver durante treinta y seis horas.

¡A qué extremos de horror y tragedia conduce el vicio del alcohol! Esta pareja, ambos licenciados, tenían buenos empleos con buenos salarios. Tenían un apartamento bien amueblado y adornado. Pudieran haber sido felices, con placer sano y normal. Pero escogieron el alcohol como pasatiempo principal. Y el designio franco del alcohol es siempre liquidar a su víctima.

Igual que Scott, toda persona dominada por el alcohol vive al lado de un cadáver. Vive, en primer lugar, al lado del cadáver de su inteligencia y su raciocinio, porque el alcohol liquida las facultades de la razón.

Vive también junto al cadáver de su personalidad. El alcohol destruye su verdadera identidad. Vez tras vez se dice del alcohólico: «Cuando está en su sano juicio es una bella persona, pero cuando bebe unas copas de más, ¡es una fiera»!

Con el alcohol se vive también junto al cadáver de un destino brillante y progresista. Hay millones de hombres talentosos y capaces, con perspectivas deslumbrantes, cuyo futuro el alcohol ha desintegrado. Hombres inteligentes, verdaderos genios que, anulados por el alcohol, se hunden en el fracaso.

Sobre todo, el alcohólico vive junto al cadáver de su conciencia moral, esa elevada facultad que distingue al ser humano de la bestia. Con una conciencia muerta, la persona pierde toda noción de compromiso, de responsabilidad, de honor.

Si hoy usted está en las garras de ese enemigo implacable, en primer lugar, reconózcalo. Admítalo ante todos los suyos, y especialmente ante su cónyuge. Diga abiertamente: «Yo soy un alcohólico.»

Luego busque la ayuda de algún grupo de apoyo. Yo le recomiendo el grupo «Alcohólicos Anónimos». Finalmente, sométase al señorío de Cristo. Alléguese a alguna congregación de personas que sirven de todo corazón al divino Creador. Dios tiene el poder para librar de las garras del alcohol a cualquiera que se lo pida. Él quiere darle una nueva vida. Busque a Dios como quien busca la vida misma.

DIVORCIO DE HIJOS Y PADRES

El juez golpeó la mesa con el martillo, y solemnemente pronunció la sentencia: «Concedida la demanda. Gregory queda divorciado de Raquel.» Pero en este caso se refería al divorcio en sentido figurado, porque quien se divorciaba era un niño de doce años de edad.

El menor había solicitado, en un tribunal de la Florida en los Estados Unidos, divorciarse de su madre Raquel Kinsley para poder ser adoptado legalmente por George y Lizz Russ, la pareja que lo había prohijado. El juez concedió este extraño divorcio porque Raquel, la madre, había abandonado por completo a su hijo prácticamente desde que nació.

En la actualidad los divorcios no son excepcionales, pero este divorcio es singular porque lo solicitó contra su madre un niño de doce años. La madre era drogadicta, mujer de bares y clubes nocturnos, de hombres, de fiestas y de abandono. En los doce años de la vida de Gregory, Raquel nunca fungió como verdadera madre. Fue madre biológica y nada más.

Gregory nunca tuvo cariño, ni educación ni cuidado. En cambio, la otra pareja le dio a Gregory todo lo que un niño necesita: amor, protección, consejos y la palabra mágica «hogar».

Lo cierto es que el hogar y la familia están sufriendo un ataque despiadado por parte de fuerzas enemigas como lo son el desapego de los padres hacia los hijos, la libertad excesiva, los vicios desenfrenados, la inmoralidad desvergonzada, y la irreligiosidad. La antigua institución judeo-cristiana se bambolea: las paredes se resquebrajan, el techo se hunde, los cimientos ceden y la casa se viene abajo.

¿Qué consecuencias trae este derrumbe del hogar, especialmente entre los adolescentes? Drogadicción, pandillaje, relaciones sexuales fuera del matrimonio, embarazos indeseados, delincuencia juvenil. Todos estos males tienen origen en hogares que no son hogares sino sólo casas, cuatro paredes frías sin alma.

¿De dónde proceden todos estos males sociales? De un gran divorcio previo, cuando el hombre se divorció de Dios. Todos los males que hay en el mundo —y la lista es larga— provienen de aquel primer divorcio que Adán y Eva hicieron de Dios su Creador y Padre.

Sin embargo, es posible reconciliarse con Dios y volver a casarse. Hay sanidad en la familia cuando se restablece esta comunión. Sometámonos al señorío de Jesuscristo. Cuando Él es Señor de nuestra vida, de nuestro matrimonio y de nuestro hogar, todo cambia. Él está en este momento tocando a la puerta de nuestro corazón. Abrámosela hoy mismo.

SUS PADRES NUNCA REGRESARON

No había para Francesca edificio más intimidante ni pórtico más amenazador. No había, tampoco, un ambiente más frío ni un sentir más indiferente. Todo producía aprensión. Francesca era una dulce y linda niñita de seis años de edad. El edificio al cual entraban era un asilo para niños con enfermedades mentales. Y quienes la llevaban de la mano eran sus propios padres.

Hablaron largamente con el médico. Después llenaron una buena cantidad de papeles. La niña, con un leve retraso mental, miraba todo con asombro. Cuando terminaron de hablar, le dijeron a Francesca: «Espéranos aquí. Volveremos pronto.» Y diciendo eso, salieron por la misma puerta por donde habían entrado.

La niña quedó sola y confundida en manos de extraños. Y los padres nunca regresaron. La chiquita pasó el tiempo en silencio, sin hablar, sin sonreír, casi sin moverse, esperando inútilmente el regreso de sus padres.

Después de cuatro años, siempre esperando, se ahogó con una semilla de ciruela. No se sabe si fue sin querer o si ella misma lo provocó, pero murió esperando. A pesar de su corta edad, tenía un corazón sensible que nunca pudo comprender por qué la abandonaron sus padres.

¡Qué duros e inhumanos son los corazones de algunas personas! A nosotros nunca se nos ocurriría hacer algo así. Y sin embargo, ¡qué fácil nos es estar totalmente imbuidos en nuestros intereses personales! En el trabajo, en la actividad social, o incluso en la televisión, estamos nosotros también, sin advertirlo, abandonando con indiferencia a los hijos nuestros.

A un clérigo, en su último descanso terrenal, lo estaban velando muchos de su congregación. De repente entró un joven a la sala, con rostro que revelaba indicios de que era alcohólico. Contemplando el cuerpo inerte y viendo en torno suyo toda esa gente de maneras refinadas, dijo: «Ahora sé, padre, dónde estabas tú cuando yo más te necesitaba.»

Parece que aquel clérigo no había comprendido que la primera responsabilidad de todo esposo es su esposa, y que la primera responsabilidad de todo padre son sus hijos. Cuando se altera ese orden, el resultado siempre es la desgracia.

Por eso Cristo dijo: «¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan! Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes» (Mateo 7:9-11,12).

El amor y el matrimonio

El primer vínculo familiar que debemos fortalecer es horizontal: el del matrimonio. De él depende toda la familia. Debemos, pues, acercarnos a nuestro cónyuge, manifestándole amor y comprensión. El esposo debe amar y cuidar a su esposa, y la esposa debe aceptar al esposo como cabeza del hogar. «En todo caso, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo, y que la esposa respete a su esposo» (Efesios 5:33). La armonía conyugal viene cuando determinamos hacer a un lado el egoísmo. Es algo que obtenemos con esfuerzo.
Pero a veces, aunque nos hemos esforzado por tener un buen matrimonio, algo pasa. Perdemos el primer amor que sentimos cuando nos casamos. ¿Qué podrá inyectar nueva vida en las venas de un matrimonio raquítico? ¿Qué puede una pareja introducirle a su matrimonio que le devuelva el calor que una vez tuvo?

Para empezar, deben traer a la memoria aquel día mágico en que como novios se pronun-ciaron esas palabras sagradas de unión eterna. Allí no hubo hipocresía. No hubo falsedad. Se dijeron que se amarían para siempre porque se querían de todo corazón. En ese momento encantador el tiempo se detuvo y dos corazones se convirtieron en uno. ¿Cómo se les iba a ocurrir que podría venir el día en que ese amor se enfriaría? Pero algo pasó. La ilusión se deshizo, y se apagó la chispa. ¿Qué hacer?

Juntos deben decidir que, pase lo que pase, su matrimonio no va a destruirse. El amor es el producto de una determinación, no de un sentimiento, y cuando los dos determinan que la separación no es, ni nunca será, una opción, esa determinación le dará a su matrimonio nueva esperanza.
Uno de los peores males que padecemos en la actualidad es la idea de que el amor es algo que se siente nada más. A eso se debe que haya tantas separaciones y tantos divorcios. Cuando los casados dejan de «sentir» el amor de novios, suele suceder una de dos cosas: o se convencen de que ya se acabó su relación conyugal, o se valen de ese vacío emocional para justificar una relación extramatrimonial en la que sí vuelven a sentir ese amor excitante de antes. ¿Y qué es exactamente lo que sienten? La pasión sensual, que en demasiados casos no tiene relación alguna con el amor genuino.

¿Qué es, entonces, el verdadero amor? Es algo que se practica, como el deporte. Es algo que se ensaya, como la guitarra. Es algo que se mantiene, como el estado físico. Y es algo que se cultiva, como un jardín. ¿Por qué? Porque vale la pena. «Si … me falta el amor —afirma San Pablo—no soy nada.» En cambio, si tengo amor, tengo algo que se reproduce, pues «el amor jamás se extingue» (1 Corintios 13:2,8).
La pareja debe invertir tiempo en su matrimonio y no dejarlo al azar. ¡Pero que sea tiempo bien invertido! Eso incluye gozarse juntos, disfrutar de sanas diversiones juntos, pasar noches juntos con el televisor apagado, y compartir confidencias juntos.

Finalmente, deben perseguir las mismas metas espirituales: leer la Biblia juntos, orar juntos, ir a la iglesia juntos y buscar a Dios juntos. De lo contrario, estarán divididos. «Y si una familia está dividida contra sí misma —asegura Jesucristo—, esa familia no puede mantenerse en pie» (Marcos 3:25). Pero si, como familia espiritual, buscan «primeramente el reino de Dios y su justicia» (Mateo 6:33), Dios se encargará de bendecir su unión tanto en lo material como en lo espiritual.

Para los que se encuentran al borde del fracaso conyugal, es importante que comprendan que nunca es demasiado tarde para empuñar las riendas de su matrimonio a fin de salvarlo. Si le piden a Dios que los ayude, Él lo hará. Después de todo, Dios es el que diseñó el matrimonio, y siempre está dispuesto a repararlo. Pero es imprescindible que lo pongan en sus manos y le permitan hacerlo. Porque si no están dispuestos a cooperar con Él, poniendo de su parte para restablecer la armonía en su matrimonio, es probable que tengan que afrontar las siguientes consecuencias naturales.

El adulterio y el divorcio.
Hay varios factores que llevan a la separación y al divorcio de los matrimonios, y por consiguiente a la desintegración del núcleo familiar. Uno de los más determinantes es el adulterio, es decir, la infidelidad conyugal. En el libro del profeta Malaquías, Dios nos revela que Él odia el divorcio: «Yo aborrezco el divorcio —dice el SEÑOR, Dios de Israel» (2:16). De ahí que deteste tanto el adulterio, que con frecuencia lleva al divorcio. «¿No saben que los malvados no heredarán el reino de Dios? ¡No se dejen engañar! Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni los pervertidos sexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios» (1 Corintios 6:9-10). El adulterio debilita el vínculo matrimonial que Dios estableció; el divorcio lo rompe. A fin de comprender mejor lo que Dios espera de nosotros, vamos a considerar el adulterio y el divorcio en términos de mandamiento, símbolo y voto.
1. El mandamiento: «No cometas adulterio» (Éxodo 20:14). De este mandamiento, que bajo la ley de Moisés tenía graves consecuencias si llegaba a quebrantarse, se hacía caso omiso como si hubiera sido borrado de entre los diez que debían regir la moral del pueblo de Dios. Por eso Cristo, durante su ministerio terrenal, abordó el tema y dejó bien claro que Dios no había cambiado de parecer. Al contrario, Cristo consideró el adulterio como un pecado tan grave que concedió que era la única base aceptable ante Dios para el divorcio (Mateo 19:8-9).

2. El símbolo: la relación entre Cristo y su iglesia (Efesios 5:32). En su Carta a los Efesios el apóstol Pablo nos da a entender que el matrimonio encierra un significado espiritual muy importante, pues es símbolo de la relación entre Cristo y su iglesia. Por lo tanto, cometer adulterio es deshonrar ese símbolo sagrado.

3. El voto: «hasta que la muerte nos separe» (Marcos 10:2-9). «Cumple tus votos —nos exhorta el Maestro de Eclesiastés—. Vale más no hacer votos que hacerlos y no cumplirlos» (5:4,5). Toda persona que comete adulterio no sólo deshonra el símbolo divino sino que también falta a ese voto sagrado que hizo ante Dios y los hombres el día de su boda.

¿Cómo evitar el adulterio?
Nadie está exento de la tentación de cometer adulterio. Dos de las justificaciones o excusas más grandes del cónyuge infiel son que ama a otra persona y no puede controlar sus impulsos. Sin embargo, sabemos que la realidad es otra, puesto que hay muchos que han permanecido fieles a su cónyuge, durante muchos años, hasta la muerte. Hay dos cosas que necesitamos comprender para no caer en la trampa del adulterio:

1. El amor es una decisión, un compromiso que cumplimos, y no un simple sentimiento. Por lo tanto, podemos controlarlo con la ayuda de Dios. No confundamos el amor con la atracción física. De hacerlo así, el enemigo de nuestra alma usará el tal amor para tentarnos. En lugar de entregarnos a una atracción fatal con otra persona, huyamos de ella y mantengámonos alejados.

2. No es biológicamente imposible tener una sola mujer o un solo hombre, ni se requieren poderes sobrenaturales para serle fiel al cónyuge. De ser así, las Sagradas Escrituras no nos exhortarían a tal fidelidad. Lo cierto es que Dios nuestro Creador, que nos conoce a fondo, sabe que la fidelidad conyugal no sólo es posible sino mil veces preferible. Fue Él quien dispuso que cada uno le fuéramos fiel a nuestro cónyuge, porque sabía que nos conviene. Por algo dice la Biblia: «Tengan todos en alta estima el matrimonio y la fidelidad conyugal, porque Dios juzgará a los adúlteros y a todos los que cometen inmoralidades sexuales» (Hebreos 13:4). Para evitar ese juicio, sólo hace falta determinar que, con la ayuda de Dios, no vamos a violar nuestro voto sagrado.

El maltrato físico y verbal.
Otro de los factores lamentables que conducen a la desintegración familiar es el maltrato físico o verbal del cónyuge o de los hijos. Según el libro de Génesis, el matrimonio es tan singular que cuando dos personas se casan, «se funden en un solo ser» (2:24). En otras palabras, llegan a ser un solo cuerpo. Por eso San Pablo, al citar ese pasaje, dice que «el esposo debe amar a su esposa como ama a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo», explica el apóstol, pues nadie que está en sus cabales odia a su propio cuerpo, sino que lo cuida (Efesios 5:25-33). De ahí que golpear a su esposa es como golpearse a sí mismo.

Así mismo, el que maltrata a sus hijos maltrata a la herencia que Dios le ha dado. «Los hijos son una herencia del SEÑOR, los frutos del vientre son una recompensa» (Salmo 127:3). Si vamos a seguir a Cristo, es imprescindible que dejemos de maltratarnos y que nos amemos más bien, tal y como Él nos amó a nosotros. Él se dejó maltratar para que dejáramos de maltratarnos unos a otros, y entregó su vida para que entregáramos la nuestra, hasta la muerte, por amor (1 Juan 4:7-11).

Es sumamente importante que la familia que padece de tal abuso busque ayuda antes de que suceda una desgracia, incluso la desintegración del hogar. Tanto las personas maltratadas como los agresores sufren a raíz de la violencia perpetrada, y por lo tanto necesitan buscar ayuda como familia. Sin embargo, cuando el agresor no está dispuesto a buscar la ayuda que necesita, el cónyuge y los hijos deben alejarse de él para estar libres del peligro. Es, desde luego, mucho más factible recibir la ayuda apropiada si uno vive en un lugar que tiene recursos dedicados a prestarla. Sin embargo, el que no tenga a su alcance ayuda profesional puede acudir a una iglesia en busca de ayuda. Dios está en todo lugar; si clamamos a Él, podemos tener la seguridad de que Él vendrá en nuestro auxilio de alguna forma u otra (Salmo 46:1). El Juez de toda la tierra nunca es partidario de la injusticia, tal como el abuso o maltrato de cualquier ser humano creado a su imagen y semejanza (Génesis 1:26,27; 9:6; 18:25; 2 Crónicas 19:7).

Qué hacer frente al adulterio y al maltrato.
Si usted se encuentra en la triste y desagradable situación que producen tanto el adulterio como el maltrato, ante todo busque a Dios. Él le ama tanto a usted como a su cónyuge, y no desea la destrucción de su vida ni la de su pareja, y menos la de su hogar. Para Dios no hay nada imposible (Lucas 1:37). Él puede mover mundos enteros, si es necesario, para restaurar su relación conyugal y así restablecer su matrimonio. Y quiere sanar las heridas más profundas de su alma. No permita que su vida se hunda en la miseria causada por el pecado, la amargura y el dolor. Extienda la mano hacia Dios para que Él lo saque de las arenas movedizas de la infidelidad y el maltrato, y si no lo ha hecho antes, tome los siguientes pasos:

Confiese que es pecador y pídale perdón a Dios por haberlo ofendido.
Crea que Jesucristo, el Hijo de Dios, murió por sus pecados y resucitó al tercer día a fin de ofrecerle la salvación.
Declare que Cristo es su Salvador y el Señor de su vida. Pues «si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo» (Romanos 10:9-10).

La desintegración de la familia

La causa mayor de la desintegración social en el mundo es la desintegración de la familia. Lamentablemente se ha hecho más énfasis en el problema y en los culpables que en hallar la respuesta y ayudar a restaurar los hogares quebrantados. Sin embargo, aunque no lo parezca, hay esperanza. La respuesta la tiene Dios nuestro Creador. Como buen Creador que es, Él se encargó de que se produjera un libro en el que incluiría el equivalente a un manual de mantenimiento del ser humano. Ese libro es la Biblia. Dios se empeñó en que ese Manual estuviera al alcance de todos para que cada uno de nosotros, fuera cual fuera nuestra condición en la vida, pudiera acudir a él y encontrar allí la solución. Al consultar el consejo divino sobre la familia —esa institución sagrada que Dios mismo estableció y a la que le da tanta importancia en la Biblia— encontramos algunos factores clave que están causando la desintegración familiar.
La falta de respeto y de comunicación entre padres e hijos.
Uno de los problemas más grandes en la familia de hoy es la falta de respeto y de comunicación que son elementos básicos en cualquier relación exitosa. San Pablo nos aconseja: «Hijos, obedezcan en el Señor a sus padres, porque esto es justo. "Honra a tu padre y a tu madre —que es el primer mandamiento con promesa— para que te vaya bien y disfrutes de una larga vida en la tierra." Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor» (Efesios 6:1-4).

En realidad, tanto los padres como los hijos tienen responsabilidades y deberes que deben cumplir para lograr una buena relación y por lo tanto un ambiente agradable en el hogar. Desde luego, la responsabilidad de los padres es mucho más grande cuando los hijos son pequeños. Pero la responsabilidad de los hijos aumenta a medida que se desa-rrollan física, intelectual y emocionalmente. Si bien es cierto que la adolescencia presenta un gran reto tanto para los hijos como para los padres, las siguientes normas podrían ayudar a mejorar esa relación tan especial e importante para todos los involucrados
Respete. El respeto, que no se demanda sino que se gana, necesita ser mutuo. Los hijos respetarán a los padres que les muestren respeto. Obedecer es reconocer la autoridad. La obediencia conduce directamente al amor y al respeto. A los padres que deseen mejorar la relación que tienen con sus hijos, en vez de señalar constantemente sus errores, faltas e ineptitudes, les conviene estudiar sus dones, talentos, habilidades e intereses a fin de ayudarles a realizar sus sueños.
Escuche. El elemento clave de la buena comunicación es saber escuchar y así ganarse el privilegio de ser escuchado. No es simplemente oír lo que la otra persona dice, sino prestar atención con el deseo de comprenderla.
Diga siempre la verdad, pero con amor, para que sea edificante y no destructiva. Así inspirará confianza que no puede faltar en una buena relación.
Reconozca cuando ha cometido un error, una falta o una ofensa, y pida perdón.
Cuando se trate de buscar un acercamiento, no espere a que la otra persona tome la iniciativa; tómela usted más bien. Lo más probable es que la otra persona no sólo esté esperando sino deseando de todo corazón que usted la busque.
Debido a que el sacrificarnos por los demás no está en nuestra naturaleza, las relaciones humanas se nos hacen difíciles, sobre todo en el hogar. Sin embargo, Dios nos ofrece una respuesta por medio de su Hijo Jesucristo. Él puede y quiere traer la sanidad que nuestra vida y nuestro hogar tanto necesitan. ¡Cristo es la respuesta!

El maltrato físico y verbal en el matrimonio y con los hijos.
Otro de los factores lamentables que conducen a la desintegración familiar es el maltrato físico o verbal del cónyuge o de los hijos. El que maltrata a su cónyuge se maltrata a sí mismo (Efesios 5:28,29), y el que maltrata a sus hijos maltrata a la herencia que Dios le ha dado. «Los hijos son una herencia del SEÑOR, los frutos del vientre son una recompensa» (Salmo 127:3). Si vamos a seguir a Cristo, es imprescindible que dejemos de maltratarnos y que nos amemos más bien, tal y como Él nos amó a nosotros. Él se dejó maltratar para que dejáramos de maltratarnos unos a otros, y entregó su vida para que entregáramos la nuestra, hasta la muerte, por amor (1 Juan 4:7-11).

Es sumamente importante que la familia que padece de tal abuso busque ayuda antes de que suceda una desgracia, incluso la desintegración del hogar. Tanto las personas maltratadas como los agresores sufren a raíz de la violencia perpetrada, y por lo tanto necesitan buscar ayuda como familia. Sin embargo, cuando el agresor no está dispuesto a buscar la ayuda que necesita, el cónyuge y los hijos deben alejarse de él para estar libres del peligro. Es, desde luego, mucho más factible recibir la ayuda apropiada si uno vive en un lugar que tiene recursos dedicados a prestarla. Sin embargo, el que no tenga a su alcance ayuda profesional puede acudir a una iglesia en busca de ayuda. Dios está en todo lugar; si clamamos a Él, podemos tener la seguridad de que Él vendrá en nuestro auxilio de alguna forma u otra (Salmo 46:1). El Juez de toda la tierra nunca es partidario de la injusticia, tal como el abuso o maltrato de cualquier ser humano creado a su imagen y semejanza (Génesis 1:26,27; 9:6; 18:25; 2 Crónicas 19:7).

Cómo fortalecer los vínculos familiares y mantenerlos fuertes...

El primer vínculo familiar que debemos fortalecer es horizontal: el del matri-monio. De él depende toda la familia. Debemos, pues, acercarnos a nuestro cónyuge, manifestándole amor y comprensión. El esposo debe amar y cuidar a su esposa, y la esposa debe aceptar al esposo como cabeza del hogar (Efesios 5:33; Colosenses 3:18-19). La armonía conyugal es algo que obtenemos con esfuerzo. Viene cuando determinamos hacer a un lado el egoísmo.

El segundo vínculo que hay que fortalecer es vertical: el de los hijos. Tenemos que aprender a mostrarles amor y a imponerles disciplina de una manera equilibrada. Nuestros hijos necesitan saber que no los amamos por lo que hacen sino porque son nuestros hijos. Y necesitan aprender que hay que respetar ciertas leyes, y que mamá y papá tienen la responsabilidad de imponer la disciplina, por amor y con amor, cuando lo consideran necesario.

El tercer y último vínculo que nos urge fortalecer por ser el más importante es vertical al igual que el segundo. Se trata del vínculo espiritual, el que establece que en nuestro hogar Dios ocupa el primer lugar. Si fortalecemos este vínculo, nos ayuda a mantener fuertes los otros dos. En cambio, si lo descuidamos, corremos el riesgo de que se debiliten.

La vida espiritual de los hijos...
Nuestros hijos necesitan conocer la Biblia. Deben alimentarse de ella a diario así como se alimentan físicamente, mediante la lectura personal y familiar. De lo contrario, llegan a ser endebles espiritualmente.

Así mismo, nuestros hijos necesitan ejercitarse en la oración. Ésta también forma parte de nuestra dieta espiritual cotidiana. Al igual que la lectura de la Biblia, debe practicarse tanto en privado como en familia.

Por último, nuestros hijos se fortalecen espiritualmente y se mantienen fuertes si combinamos el estudio de la Palabra de Dios con la oración. A esto algunos lo llaman un tiempo devocional, y otros, el altar familiar. Durante estos tiempos espirituales, de ser posible todos los días, la familia entera se reúne unos minutos para leer y comentar un pasaje de la Biblia, seguido de oración en conjunto. No debemos preocuparnos tanto por que estas reuniones sean largas como por ir creando una tradición espiritual en nuestro hogar. Es más, tal vez sea mejor que las abreviemos, no sea que arriesguemos innecesariamente la continuidad de la tradición.

Recordemos que fue Dios quien estableció la magna institución que conocemos como la familia. Si no lo hemos hecho, entreguémosle nuestra vida y nuestro hogar a Él para que nos ayude a contrarrestar la desintegración familiar que está plagando todas las sociedades del mundo. Cristo no sólo quiere ser el Señor y Salvador de nuestra vida, sino que desea posesionarse como Señor y Salvador de nuestra familia y de nuestro hogar (Hechos 16:31). Basta con que le pidamos que lo haga para que suceda, y así reine en nuestro hogar en pro de una familia íntegra.

NO DEJES IR LA VIDA EN COSAS INÚTILES

Reserva tiempo para REÍR,
es la música del alma.

Reserva tiempo para LEER,
es la base de la sabiduría.

Reserva tiempo para PENSAR,
es la fuente del poder.

Reserva tiempo para TRABAJAR,
es el precio del éxito.

Reserva tiempo para DIVERTIRTE,
es el secreto de la juventud eterna.

Reserva tiempo para SER AMIGO,
es el camino de la felicidad.

Reserva tiempo para SOÑAR,
es el medio de encontrar tus objetivos.

Reserva tiempo para AMAR Y SER AMADO,
es el privilegio de los seres humanos.

Reserva tiempo para SER ÚTIL A LOS OTROS,
esta vida es demasiado corta para que seamos egoístas.

Reserva tiempo para ORAR y BENDECIR A OTROS,
siempre estarás en la presencia de Dios

POESIA LA VIDA

La Vida

La vida es una oportunidad, aprovéchala.
La vida es belleza, admírala.
La vida es beatitud, saboréala.
La vida es un sueño, hazlo realidad.

La vida es un reto, afróntalo.
La vida es un juego, juégalo.
La vida es preciosa, cuídala.
La vida es riqueza, consérvala.
La vida es un misterio, descúbrelo.

La vida es promesa, cúmplela.
La vida es amor, gózala.
La vida es tristeza, supérala.
La vida es un himno, cántalo.
La vida es una tragedia, domínala.

La vida es aventura, vívela.
La vida es felicidad, merécela.
La vida es vida, defiéndela.
La vida es Jesucristo acéptalo.

EL MATRIMONIO

El papel de la mujer puede ser equivocado .

«Me casé con quien fue mi novio por casi tres años, profesional, responsable, amoroso, respetuoso.... Nuestro matrimonio cayó en una rutina horrible y yo sentí que no estaba creciendo personalmente, así que decidí separarme.

»Desde entonces, he sido más infeliz aún. He tenido varias parejas que, lejos de llenar mi corazón, lo han marchitado más. Y ahora sólo pienso en el gran hombre que perdí por mi egoísmo, el único que sé que verdaderamente me ha amado....»

»... Su matrimonio fracasó porque usted estaba concentrada en lo que le fuera de beneficio personal. Usted quería que fuera su esposo quien le hiciera sentir satisfacción. Usted quería que fuera la relación conyugal lo que la ayudara a crecer y a progresar en la vida. Tales deseos egoístas, lejos de enriquecer el matrimonio, lo llevan a la ruina. Cuando un hombre y una mujer se casan, deben hacerlo por el amor que pueden darse el uno al otro. Deben amarse a tal grado que su mayor interés es satisfacer a su pareja, siempre dispuestos a poner a un lado sus propias necesidades y deseos.

»El apóstol Pablo describe la relación conyugal en el quinto capítulo de su Carta a los Efesios, donde instruye tanto a los esposos como a las esposas que se entreguen mutuamente de tal modo que lleguen a ser un solo cuerpo.1 “Un solo cuerpo” simboliza una sola mente, de modo que en su manera de pensar y de actuar, tanto para el uno como para la otra, ya no se trata de “yo” sino de “nosotros”.

»No hay ningún hombre que pueda llenar el vacío que usted siente en su ser. Dios ha permitido ese vacío en usted para que reconozca la necesidad de una relación con Él. Todo ser humano nace con ese vacío, y la mayoría se pasa toda la vida tratando de llenarlo con una cosa o con otra. Pero nada les da resultado, y se frustran y se desesperan cada vez más. Muchas veces la voz de la conciencia les dice al oído que necesitan a Dios, pero no pueden imaginarse a un Dios que sea personal y que los ame tanto.

»Usted puede hablar personalmente con Dios ahora mismo. Pídale que le perdone sus pecados en el nombre de Jesucristo. Pídale que llene el vacío y le dé la paz que su alma necesita. Y pídale que le ayude a comenzar a pensar más en las necesidades de otras personas, y menos en las suyas. Cuanto más hable con Él, más podrá cultivar una relación con el Dios que la creó y que desea lo mejor para usted. Y siempre que se comunique con Él, usted podrá ver las cosas desde su perspectiva divina y llegar a ser menos egoísta. Y reconocerá que ningún hombre puede llenar su corazón, ya que Dios es el único que puede realizar esa tarea.

»No espere que ningún hombre haga lo que sólo Dios puede hacer,

DIOS ES UN PADRE RESTAURADOR

EL PADRE, DIRECTOR DE LA ORQUESTA:
Sal. 128
Debe haber armonía en el hogar. Por cierto, todo el hogar debe ser una sinfonía de alabanza. ¿Pero quién es el líder que dirige esta maravillosa música? El padre. El Salmo 128 contiene un menaje especial para los padres. Así que si usted es un padre, me gustaría que note cinco hermosas verdades que le ayudarán a poner música en su hogar.

EL CARÁCTER QUE DEMUESTRA

La mayoría de la gente piensa que la felicidad proviene del matrimonio, del dinero, del éxito o la buena salud. Sin embargo, la Biblia dice que “es el temor a Dios lo que trae felicidad”. ¿Qué significa “el temor a Dios”? A mí me gusta pensar que es, sencillamente, el amor que está de rodillas. Aquel que ama más a Dios, es quien más le teme.

Lo demuestra por la forma en que vive. No hay nada más importante para el hombre que su integridad. Déjeme preguntarle al padre que está leyendo esto: ¿Por qué quiere que le recuerden? ¿Por el trabajo que tuvo? ¿Por cómo cuidó el jardín? ¿Por el dinero que ganó? Yo quiero que mis hijos me recuerden por mi carácter. Quiero que ellos puedan decir: “Mi papá tenía temor de Dios. Mi papá caminó en los caminos de de Dios.”

EL CONTENTAMIENTO QUE APRENDE

El Salmo 128:2 dice: “Cuando comieres el trabajo de tus manos, bienaventurado serás, y te irá bien.” Hay algo realmente maravilloso en el trabajo honesto. Proveer para su familia y regresar al hogar para disfrutar lo que Dios ha dado.

La Biblia dice en 1ª Timoteo 6:6: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento.” ¿Sabe cuál es el problema con muchos padres? Que nunca están contentos. Nunca tienen lo suficiente. Nunca están satisfechos de simplemente venir al hogar y ser feliz con su familia. Están tan ocupados ganado para vivir, que se olvidan precisamente de eso: ¡de vivir!

LA COMPAÑÍA QUE AMA
El Salmo 128:3 explica: “Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa.” La compañera del padre debe ser su fiel esposa, porque ella se aferra a él como una enredadera se aferra a la pared. Y un marido debe ser para su mujer lo que la pared es para la enredadera: su soporte y fortaleza.

El marido anima y edifica a su esposa haciendo evidente su amor y cubriéndola con su afecto. ¿Caracteriza eso a su esposa? ¿Caracteriza eso su rol o papel en el hogar como el proveedor fiel y el amoroso apoyo de su esposa?

LOS HIJOS QUE LIDERA

“Tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa” (Salmo 128:3b). ¿Sabía usted que el olivo es un símbolo bíblico de ser fructífero y justo? Un árbol de olivo, si está bien sembrado y cuidado, puede dar fruto por veinte generaciones.

Quiero preguntar a los padres algo: si su esposa es como una enredadera y sus hijos como plantas de olivo, ¿cuál es su rol? ¡Usted debe cultivarlos! Sabio es el padre que entiende que es su labor y privilegio el cultivar el amor de su esposa y proveer para sus necesidades, y cultivar a sus hijos y proveer para las necesidades de ellos.

LA CONTRIBUCIÓN QUE DEJA

Note ahora el Salmo 128:4-6: “He aquí que así será bendecido el hombre que teme a Jehová. Bendígate Jehová desde Sion, y veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida, y veas a los hijos de tus hijos. Paz sea sobre Israel.”¡Oh, qué bendición es ver a nuestros hijos y nietos sirviendo al Señor!

Yo no sé de qué familia proviene usted, pero probablemente hay algunos que están leyendo esto que fueron abusados siendo niños. Tal vez otros crecieron en un hogar donde hubo alcoholismo, ira incontrolable, abandono o aun la prematura muerte de su padre, antes de que tuviera la oportunidad de llegar a conocerle.

Tal vez se esté diciendo a usted mismo: “Daría cualquier cosa porque mi padre pusiera sus brazos alrededor de mi cuello, y me dijera que me ama.” La más profunda necesidad de su corazón, es por un padre que le abrace y le diga: “Te acepto y te amo.”

Permítame decirle que hay esperanza para usted. Todo hijo de Dios tiene un Padre que le ama incondicional y eternamente. Usted puede sentarse en su regazo cuando quiera y donde quiera, y ser abrazado. Tome esta verdad de la Palabra de Dios y no sólo piense en ella, sino resguárdela en su corazón.

“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:4-7).

Usted no puede hacer nada acerca de sus ancestros, pero ciertamente usted puede hacer algo acerca de sus descendientes.

Un padre dijo: “Si pudiera hacerlo todo de nuevo, esto es lo que haría: amaría más a mi esposa frente a nuestros hijos; reiría más con mis hijos, de nuestros errores y nuestros gozos; les escucharía más, aun a los más pequeños. Sería más honesto acerca de mis propias debilidades, y dejaría de pretender ser perfecto. Oraría diferente por mis hijos. En vez de pensar sólo en mí, me enfocaría en ellos. Haría más cosas con mis hijos. Les daría más ánimo y les alabaría más. Pondría más atención a las cosas pequeñas, acciones y palabras de amor y bondad. Finalmente, si podría hacerlo todo de nuevo, compartiría a Dios más íntimamente con mi familia. Usaría cada cosa ordinaria que sucede en cada día ordinario, para guiarles a Dios.”

Padres, si va a haber música en su hogar, usted va a tener que proveerla, porque Dios le ha hecho a usted el director o conductor de la orquesta.

lunes, 10 de agosto de 2009

MINISTERIO DE HOMBRES.


Mision:
Llevar el varon de la iglesia confraternidad de villaflora a ser santo, fiel al señor y comprometido con su obra.

Vision:
Alcanzar a todos los varones que asisten a la iglesia confraternidad de villaflora a involucrarlos al ministerio como actores activos.

Objetivos:
A. La santidad: Una manifestacion externa de una vida comprometida y entregada a cristo.
B. La fidelidad al señor: En la vida individual, familiar, social, laboral, eclesial con toda su vida y todos sus bienes. "YO Y MI CASA SERVIREMOS AL SEÑOR".
C. El compromiso con la obra: Llevando el evangelio a todos los hogares de villaflora.

METODOLOGIA: 3 pasos.

1. Paso individual:El ministerio iniciara dos procesos:
a. con los hogares para cristo con hombres comprometidos, donde se haran 2 reuniones en hogares por mes con palabra para hombres de nuestro tiempo.
b. trabajo por grupos en la iglesia con temas para hombres; esto busca encontrar lideres comprometidos.
2. Grupos homogeneo: Por edad e intereses, para la lucha contra problemas personales.
-pornografia.
-adulterio.
-fornicacion.
-drogadiccion.
-alcoholismo.
-etc.
3. Proyeccion a la familia con recuperacion de la pareja y del hogar. (ultimo de los pasos). En una busqueda de asuntos que mejoren la relacion y llevar a su hogar a los pies de cristo. El ejemplo cunde.
Se hara enfasis en el pastoreo ministerial; para ello necesitamos lideres entregados a cristo.
4.Material de Apoyo, de Consulta.
-La Biblia
-Un Mensaje a la Conciencia por: El Hermano Pablo,Carlos Rey,La Esposa del Hermano Pablo y la Esposa de Carlos Rey( Linda )
-Otros Documentos.
-El Amor que Vale: Dr.Adrian Roger
A todos ellos damos los más sinceros agradecimientos.
5.Los Lectores, de quienes esperamos sus Comentarios, sugerencias Aportes.
Reciban una Bendición especial de Nuestro Padre Celestial y de Nuestro Señor Jesucristo a Ellos sea la Gloria y la Alabanza por los Siglos de los Siglos.Amén

sábado, 8 de agosto de 2009

BIENVENIDA


Bienvenidos al CENACA.Ministerio Centro de Atencion a Caballeros Iglesia Confraternidad de Villa Flora .
El sabado primero de agosto, se inicio con un retiro de caballeros el ministerio CENACA.
El Señor Jesucristo, el Pastor Gustavo Puerta y la Iglesia dieron via libre al proyecto.Esta es una respuesta a las oraciones del Pastor Cesar Hernandez, lider y organizador del ministerio CENACA.
En el Municipio de Guarne, en un retiro espiritual de dos dias nos reunimos con el Pastor Cesar los hermanos:Jairo Gomez,Ivan Cuervo,Wilmar Rios,Alejandro Bustamante, y Rigoberto Gomez.
Programacion del retiro:
Pastor Gustavo Puerta:Los errores del cristiano Mat 16: 21-24 la vida de Pedro.
Hermano Jairo Gomez: Salmo 90: 1-12 la fidelidad de Dios, la infidelidad del Hombre.
Hermano Rigoberto Gomez:He 11: 1-6 la Fe para caminar con Dios.
Pastor Cesar Hernandez:Hech 22: 14-16.
Hermano Ivan Cuervo: Hab 1: 1-2 La queja del hombre y la respuesta de Dios. hab 3:17-19.
Hermano Alejandro Bustamante: Is 58:11 Dios prepara el terreno.
Hermano Wilmar Rios Dn 1:1-8. Proponiendo y haciendo.

Los compromisos de trabajar con los hermanos de la iglesia se sellaron con la celebracion de la santa cena.
Es nuestra oracion a Dios y a nuestro señor Jesucristo que este ministerio reciba la bendicion y que el Espiritu santo nos acompañe siempre. Amen
Cada uno de los integrantes del ministerio invita a su esposa para participar y acompañarlos en las tareas.