martes, 26 de febrero de 2013

UNA LECCIÓN DE VIDA: TENER UN CORAZÓN COMPASIVO PARA AYUDAR A NUESTRO VECINO

10:23 Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis; 
10:24 porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.10:25 Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? 
10:26 El le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? 
10:27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
10:28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
10:29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? 
10:30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. 
10:31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. 
10:32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. 
10:33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; 
10:34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. 
10:35 Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. 
10:36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? 
10:37 El dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.

¿QUIÉN ES NUESTRO VECINO?
por el Hermano Pablo

El enorme camión de dieciocho ruedas corría velozmente. De repente la parte trasera del camión rozó un pequeño vehículo, y éste, un furgón liviano, saltó de la carretera y cayó a un barranco de veinticinco metros de profundidad. Dentro del vehículo estaba la dueña, una mujer paralítica que manejaba el coche con aparatos especiales.
La mujer, Linda Myers, trató de pedir auxilio por medio de la radio en su vehículo. Durante horas estuvo haciendo llamadas de emergencia, y aunque muchos escucharon las llamadas, ninguno hizo caso.
Al fin de catorce largas horas, con desesperación ella clamó: «¡Señor, haz que alguien venga a socorrerme!» En ese momento otro camionero, que había oído su llamada, le respondió, y en seguida llamó, también por radio, a la policía. Esa fue su salvación. El camionero y la policía llegaron a su rescate. Linda pudo luego declarar: «Cuando toda comunicación humana falla, siempre queda Dios.»
Este caso está lleno de interrogantes. En primer lugar, ¿cómo pudo ese chofer golpear un automóvil, por pequeño que fuera, sin advertir el accidente? Tampoco se explica el oído sordo de tantos otros choferes que oyeron el clamor de angustia de esa pobre mujer sin hacer caso alguno.
Es una indicación del egoísmo que existe hoy en el mundo. Nadie piensa en los demás. Pensamos sólo en nosotros mismos y en nuestros propios asuntos. Si el vecino, o nuestros familiares, incluso aun nuestros propios padres, sufren angustia, o dolor, o soledad, y buscan en nosotros algún alivio, nuestros quehaceres personales son más importantes que la aflicción de ellos.
Jesucristo cuenta un caso similar. Un hombre, que iba de Jerusalén a Jericó, cayó entre ladrones que lo despojaron de todos sus bienes y lo dejaron herido de muerte. Pasó primero un rabino, y luego un levita, dos hombres de la religión del herido, pero siguieron su camino dejándolo desangrar.
Pasó, entonces, un samaritano. Este era un hombre de negocios. Él atendió al herido, llevándolo consigo y dejándolo al cuidado de un mesonero con estas palabras: «Cuídemelo, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva» (Lucas 10:35).
¿Cuál es la lección? Que todos somos responsables de cuidar al herido. Este puede ser cualquier persona que está, simbólicamente hablando, tirada en el camino. Nuestro llamado debe ser salvar a ese herido junto al camino.
Pidámosle a Dios un corazón compasivo. Nuestras acciones reflejarán lo que hay en nuestro corazón.

jueves, 14 de febrero de 2013

¿CÓMO ES DE IMPORTANTE CONOCER A LAS PERSONAS ?

«SU ACTITUD ME HA ENFRIADO UN POCO»
por Carlos Rey


«Tengo veinticinco años, [y] una relación con una joven de veintiuno. Ella me ama, lo sé; sin embargo, no es buena demostrándolo. Hace cosas que me incomodan bastante. Cuando le reclamo, yo soy siempre el que anda mal. Es [demasiado] orgullosa [como] para humillarse, y siempre espera a que sea yo el que dé el paso. Me reclama porque ya no soy tan detallista con ella. Le he dicho que lo que pasa es que su actitud me ha enfriado un poco.... Ella podría cambiar con el matrimonio; pero, ¿y si no?
»Esto me ha afectado en todas las áreas de mi vida.... Soy una persona superromántica. Siempre se lo he demostrado, pero es casi imposible lograr un detalle de su parte. La amo, pero estoy abrumado y desilusionado...»
Este es el consejo que le dio mi esposa:
«Estimado amigo:
»Es muy importante la pregunta que usted hace: “¿Qué tal que ella no cambie después de casarse?”
»La respuesta es que ella, sin lugar a dudas, cambiará. Durante el noviazgo con usted, ella se ha portado de la mejor manera posible. Después de casarse, ella ya no tendrá que ganarse su aprobación.
»Lo mismo sucede con los hombres. Muchos de ellos son atentos y considerados durante el noviazgo, pero después de casados, son propensos a bajar la guardia. Es posible que ciertas debilidades desagradables y costumbres molestas ya no se sigan ocultando.
»Por eso recomendamos que las parejas lleguen a conocerse por un espacio de tiempo prolongado antes de considerar el matrimonio. Cuando los hábitos o rasgos personales del uno abruman o desilusionan al otro (tal como usted ha descrito), es hora de dar por terminado el noviazgo. No es, de ninguna manera, hora de considerar el matrimonio.
»Todas las parejas tendrán sus desacuerdos, y casi todo el mundo tiene costumbres o rasgos personales que son molestos. Pero cuando esas tendencias tienen un efecto negativo en cada esfera de la vida de su pareja (como usted ha descrito), eso es una señal inequívoca de peligro inminente. Si continúa, será peor.
»Le recomendamos que invite a Jesucristo a que forme parte de su vida y lo ayude a afrontar lo que tenga por delante. Él puede darle la sabiduría para ponerle fin a ese noviazgo de un modo dulce y bondadoso. Puede darle las fuerzas que necesita para encarar la soledad que tal vez le espere. Y puede dirigir su vida de modo que encuentre a una novia que haga que se sienta bien con relación al futuro.
»El apóstol Pablo escribió que el amor “es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor.”1 Cuando contemple un nuevo noviazgo, le recomendamos que se valga de esa descripción como la medida para determinar si lo que usted siente es amor para toda la vida y si el amor de su futura novia cumple con esos mismos requisitos.»

1Co 13:4-5


martes, 12 de febrero de 2013

LAS PERSONAS QUIEREN ESCUCHAR LO QUE PENSAMOS DE ELLAS:" POR FAVOR NO CALLES "

ESCLAVOS DE LO QUE CALLAMOS
por Carlos Rey

«El pícaro egoistón sabía de sobra lo que valía su mujer; pero se cuidaba desesperadamente de decirlo a nadie, y mucho menos a ella misma.
»“Para mí solo —pensaba—: para mí solo esa gracia inefable que fluye de cada uno de sus movimientos, que florece en cada una de sus sonrisas.... Para mí la entonación deliciosa de su voz. Para mí sus cualidades de ama de casa insustituible, y todos sus encantos secretos y todas las armonías ocultas de su cuerpo y de su alma...”
»... Elena sabía... que valía mucho. Pero como jamás [recibía] una alabanza de su marido (a quien adoraba), ni un cumplido de los extraños, a quienes no veía casi...; como Manuel, por otra parte, era el espejo, por excelencia, en que ella se veía, acabó la pobre por dudar de sus encantos y hasta por olvidar que los tenía.
»... Elena cayó enferma, y su enfermedad [se fue] agravando.... Entonces el egoistón aquel se volvió loco.
»¡Perder tamaña maravilla! ¡Ver secarse tan milagroso lirio! ¡Comprender como nadie el valor portentoso de aquel ser... y entregárselo para siempre a la muerte!
»... [Le vino] entonces el tardío, pero por eso mismo, imperioso deseo de hacer justicia, y... se arrodilló a los pies de la cama... [besó con delirio a la enferma] y exclamó:
»—Amor mío, es preciso que vivas para que yo te quiera más que nunca y te mime más que nunca y te diga todo lo que eres, todo lo que has sido para mí, el culto celeste que te rendí siempre en lo [secreto] de mi alma, la estimación sin límites en que tuve tus menores actos...
»”... Nadie te ha amado como yo.... Todas mis horas te bendijeron, amor.... Pero tuve miedo —un miedo espantoso de perderte si te mostraba esta adoración—. Te juzgué capaz de un envanecimiento natural; temblé ante la idea de que me hallases inferior a la excelencia que yo confesaba en ti... y callé, callé cobardemente... ¡Estos labios que tantas veces debieron cantar tus alabanzas, se volvieron de piedra para el elogio...! ¡Perdón, amor, perdón, y vive!... No te vayas, tú, el más alto, el más noble, el más puro e inmerecido galardón de mis días. Vive y yo iré diciendo por todas partes tus loores. Vive y te escribiré un libro; un libro para ti sola; un libro digno —te lo juro— de ti.
»... —Hijito —dijo [ella]...—, no te tortures así. Yo no tenía quizá más encanto que el que me daba tu cariño.... Cuando me haya muerto, escribe, sin embargo, el libro. Yo ya no podré envanecerme de él aunque me fuese dado leerlo, invisiblemente, sobre tu hombro; pero Dios será loado en una de sus criaturas.
»Y no dijo más....»1
En realidad, tampoco hace falta que digamos más nosotros en cuanto a este emotivo cuento titulado «La alabanza», escrito por el romántico poeta mexicano Amado Nervo... a no ser que citemos, a modo de apoyo, las sabias palabras del Maestro del libro de Eclesiastés, que dijo: «[Hay] un tiempo para callar, y un tiempo para hablar.»2 Pues no solamente somos esclavos de lo que decimos, sino también de lo que callamos.

1Amado Nervo, «La alabanza», «El ángel caído» y otros cuentos de Amado Nervo, Selección y prólogo de Vicente Leñero (México, D.F.: Editores Mexicanos Unidos, 2005), pp. 43‑47.
2Ec 3:7

lunes, 11 de febrero de 2013

EXTRAÑO EL ACTO PERO VÁLIDO PARA ESTA SOCIEDAD

UN ALTAR SIMBÓLICO PARA LA NOVIA
por el Hermano Pablo

La boda se realizó conforme a todos los reglamentos del caso. Primero se celebró la ceremonia civil; después, una muy sentida y emotiva ceremonia religiosa. La novia, con vaporoso vestido blanco; el novio, de riguroso jaquet; la música, las flores, las velas, los anillos: todo estaba en perfecto orden.
Lo único que diferenció este matrimonio de otros fue el altar ante el cual se juraron los votos. Georgina y Bruce, una pareja de jóvenes de Virginia, Estados Unidos, solicitaron casarse frente a la sepultura de los padres de ella. «Mis padres estuvieron casados cincuenta y un años en la mayor fidelidad —explicó Georgina—. Yo quiero casarme frente a sus sepulcros para decir con eso que yo también creo en la perdurabilidad del matrimonio.»
A pesar de lo extraño del sitio de la ceremonia, no podemos menos que admirar los ideales de esa pareja. Ya sea que el matrimonio se celebre frente al sepulcro de padres fieles, o en una iglesia, siguiendo la más estricta liturgia eclesiástica, lo que aquí sobresale es ese propósito sano, puro y bíblico de establecer la unión matrimonial hasta que la muerte los separe.
Dios ha diseñado el matrimonio como una unión perdurable. La monogamia y la fidelidad recíprocas son la única base de un hogar dichoso y duradero. La receta divina es ésta: «Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser» (Génesis 2:24). El apartarse de estos principios santos es jugar con el acto humano más sagrado que existe. El divorcio —juego descuidado, rebelde y desobediente— es lo que ha creado una sociedad sin escrúpulos, sin moralidad, sin fe y sin Dios. ¿Cuál tiene que ser el resultado? El caos, un caos horrible, el caos social que predomina en el mundo actual.
No es necesario que ocurra este desbarajuste. Siempre es posible tener un matrimonio como lo predispuso Dios. Sólo hace falta seguir sus enseñanzas. En cualquier lugar donde nos casemos, ya sea en una capilla, o en una playa, o en un restaurante o en un bosque, podemos sentar las bases de una relación conyugal pura y perdurable si ese matrimonio sigue los principios de la Santa Biblia y las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo.
Invitemos a Cristo a nuestra boda, y determinemos vivir con nuestro cónyuge el resto de nuestra vida. Esa es la única manera que vale para entrar en una relación matrimonial, que es la más importante de esta vida. Permitamos que Cristo sea el Guía y el Señor de nuestro destino.

¿ QUÉ TIPO DE AMOR SE NECESITA EN EL MATRIMONIO ?


«NADA QUE ESTÉ PROHIBIDO POR DIOS»
por Carlos Rey

En el año 2006, Muhamad Noor Che Musa, movido por su fe islámica, tomó la importante decisión de casarse. Entre los veintiséis millones de habitantes de Malasia, él era uno de los musulmanes de origen étnico malasio que conformaban más o menos el sesenta por ciento de la población.
Muhamad, ex soldado malasio de treinta y tres años de edad, justificó su matrimonio en estos términos: «Parecerá extraño a los que no nos comprenden, pero he encontrado la paz desde que nos casamos hace dos meses. Sé que la sociedad es cínica, pero no me he casado con mi esposa por su dinero, ya que es pobre.... Sus únicos bienes son sus importantes conocimientos religiosos. Gracias a ella, puedo ampliar mis conocimientos en ese campo.»
A juzgar por sus palabras, no parece que fuera realmente extraña su decisión de casarse. Pero al enterarnos de más detalles del caso, comprendemos por qué adoptó tal actitud Muhamad ante los reporteros que lo entrevistaron. Es que conoció a su esposa mientras se hospedaba en la casa de ella, y se convenció de que era la voluntad de Dios que se enamorara de la tal novia ¡a pesar de que era una anciana que le llevaba setenta y un años!
Antes de conocerla, él nunca se había quedado en ningún lugar por mucho tiempo. Al principio le había dado pena verla tan sola a esa edad avanzada, sin un solo hijo; pero con el paso del tiempo sus sentimientos se habían convertido en amor.
Por su parte, Wook Kundor, la anciana novia de ciento cuatro años de edad, hizo el siguiente comentario religioso acerca de sus nupcias: «Espero que este matrimonio dure. Le pido a la gente que considere nuestro matrimonio como una señal positiva, ya que no hemos hecho nada que esté prohibido por Dios.»
En el diario Harian Metro, de Kuala Lumpur, aparecen fotos de Muhamad con su esposa, mostrando un rostro un poco arrugado pero sonriente. Y como si todo lo anterior fuera poco, el diario proporciona también el pequeño detalle de que era la primera vez que se casaba Muhamad, ¡mientras que para la señora Wook era el matrimonio número veintiuno! De modo que tenía sobrada razón aquella mujer para decir que esperaba que durara este último matrimonio...1
Menos mal que, por mucho que durara, ni ella ni su esposo tendrían razón alguna para preocuparse por lo que, en tales casos, interesaba a los saduceos en los tiempos de Jesucristo. De seguro, si los saduceos hubieran conocido el caso de esta pareja de malasios, le habrían preguntado a Cristo: «Maestro, luego de que esta mujer muera, ¿de cuál de sus veintidós maridos será esposa cuando Dios haga que todos los muertos vuelvan a vivir?»; y Cristo les habría respondido: «Ahora los hombres y las mujeres se casan.... Pero Dios decidirá quiénes merecen volver a vivir, y cuando eso suceda nadie se casará ni morirá.»2
Más vale que todos los que hemos hecho nuestros votos nupciales, incluso Muhamad y Wook, hagamos también nuestros votos celestiales, para que podamos vivir eternamente y disfrutar de amores extrasensoriales como resultado de relaciones sobrenaturales en cuerpos inmortales

UNA HISTORIA DE AMOR QUE TARDÓ PERO LLEGÓ

AMOR APLAZADO
por Carlos Rey

«Concedido —pronunció el juez—. Declaro disuelto el matrimonio de Esteban y Muriel Koch.» Acto seguido, los ex esposos se dieron la mano y, sin decir palabra alguna, salieron del juzgado.
Pasados cuarenta años, los dos se encontraron una vez más en el juzgado. «Los declaro esposo y esposa —dijo el juez—. A los que Dios ha unido, que ningún hombre los separe.» Acto seguido, Esteban y Muriel Koch se miraron, se sonrieron y se besaron. Habían vuelto a unirse en matrimonio.
He aquí una historia de amor aplazado. En sus primeros dos años de casados, Esteban y Muriel habían tenido dos hijos. Pero también habían tenido serios conflictos, por los que habían dado por fracasado su matrimonio. Gracias en parte a su hijo y a su hija, que no dejaron de esforzarse por reconciliarlos, la nueva unión por fin se dio, después de cuatro décadas.
Este sorprendente caso nos lleva a reflexionar sobre tres importantes componentes del matrimonio. El primero es el amor. Cuando hay amor mutuo, producto de un verdadero deseo de amar y de ser amado, ese matrimonio perdura. El amor puede, como ciertos manantiales, sepultarse en tierra y abrir pasajes subterráneos. Y puede tener sus momentos de incomprensión; pero como el manantial subterráneo, a la larga resurge, y vuelve a correr hacia la luz del sol. El amor genuino es perdurable.
El segundo componente del matrimonio es la familia. Lynette y Roberto, los hijos de la pareja divorciada, determinaron rescatar los valores familiares con los que se formó su hogar. Lucharon año tras año, y no se dieron por vencidos hasta conseguir lo que deseaban: unir nuevamente a padre y madre y constituir de nuevo su familia.
El tercer componente del matrimonio es la comunicación. Aunque ésta se cortó cuando Esteban y Muriel se divorciaron, no fue una ruptura permanente. Sus hijos contribuyeron mucho a que se mantuvieran en contacto. Y es que no hay nada que ahogue más rápido un matrimonio que la falta de comunicación. El silencio entre cónyuges destruye el matrimonio. Lo contrario al amor no es el odio; es la indiferencia. La incomunicación y la indiferencia son los mayores enemigos del bienestar conyugal.
A Dios gracias que Él, en calidad de diseñador del matrimonio, quiere que experimentemos en carne propia el fuego de un amor mutuo que perdura, el calor del hogar que es fruto de la unidad familiar, y la pasión de una relación íntima que se nutre con una comunicación constante. Pero conste que Dios no sólo desea que experimentemos una insuperable relación matrimonial con nuestro cónyuge sino también una íntima relación familiar con Él. Así como le prometió a su pueblo Israel en tiempos del profeta Jeremías, Dios nos asegura hoy a nosotros, que somos su pueblo actual: «Con amor eterno te he amado... Haré con[tigo] un pacto eterno: Nunca dejaré de estar con[tigo] para mostrar[te] mi favor.»1

1Jer 31:3; 32:40

FELICIDAD EN EL MATRIMONIO: " NO LO HARÉ"

«MI ESPOSA... ME DESPRECIA... Y ME FINGE AMOR»
por Carlos Rey

En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» en nuestro sitiowww.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que lo citáramos, como sigue:
«He tomado la determinación de suicidarme porque siento que he perdido todo. Tengo treinta años de casado. Trabajé mucho y fui un déspota con mi esposa, pero nunca fui un irresponsable. Logré educar a mis cinco hijos....
»No teníamos ni dos años de casados [cuando] descubrí que mi esposa me [fue infiel] con su jefe de trabajo.... La perdoné, pero ahora ella me desprecia, y siento que me finge amor.... Que Dios me perdone, pero sólo muerto pienso que dejaré de sufrir...»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimado amigo:
»Usted sabe que el suicidio no es la solución, y por eso decidió contarnos su caso. El suicidio deja un estigma y causa una herida emocional en todos los miembros de la familia del suicida. Estamos seguros de que usted no quiere hacerles eso a sus hijos después de tanto esfuerzo que hizo por educarlos. Ni quiere privar a sus nietos de un abuelo que los ama y que tiene mucho que aportar a la vida de cada uno de ellos.
»Nosotros no somos médicos, pero nos parece que sus palabras revelan que es probable que usted esté sufriendo de una depresión clínica. Este tipo de depresión puede deberse a un desequilibrio químico en su cuerpo que normalmente requiere medicamentos y consejería para mejorarse. Le instamos a que consulte a un médico y le diga cómo se siente. No deje de decirle que ha considerado el suicidio....
»Comprendemos que tiene problemas conyugales difíciles, pero la causa de su desesperanza es la depresión. Lo animamos a que lea el libro de Eclesiastés en la Biblia. Se basa en la vida de un rey en Jerusalén, identificado como “el Maestro”, que parece haber sufrido la misma desesperanza que siente usted. Él dice: “¿Qué gana el hombre con todos sus esfuerzos y con tanto preocuparse y afanarse bajo el sol? Todos sus días están plagados de sufrimientos y tareas frustrantes, y ni siquiera de noche descansa su mente. ¡Y también esto es absurdo!”1Pero antes del fin del libro, el Maestro reconoce que una relación con Dios es la solución para encontrar la esperanza que necesita para seguir viviendo. Es Dios quien puede darle sentido a la vida y darnos fuerzas para afrontar las luchas de hoy y de mañana.
»La depresión oculta los aspectos positivos de su vida y resalta los negativos. Usted puede contrarrestar esa fuerza destructiva al hacer una lista de todas las cosas por las que está agradecido y al leerla varias veces al día. Comience la lista anotando los beneficios esenciales de que disfruta, tales como alimentos, vivienda y protección. Muchos en este mundo carecen hasta de esas necesidades básicas. Incluya en la lista el hecho de que usted puede leer y escribir y hasta tiene una ventana al mundo por Internet. Y no olvide anotar en la lista la bendición de tener cinco hijos saludables.
»Le deseamos lo mejor,
»Linda y Carlos Rey.

MATRIMONIO FELIZ: «¡SÍ, LO HARÉ!»



«¡SÍ, LO HARÉ!»
por Carlos Rey

David Anders y Susan Goeppinger, jóvenes actores ambos, tenían el nerviosismo del estreno. Esa noche inauguraban la temporada con una obra titulada «¡Sí, lo haré!» Es una obra que exalta el valor del matrimonio, y cuyo título incorpora la frase que se dicen, novio y novia, al hacerse sus votos. El estreno fue todo un éxito, y el público le dedicó a la pareja de actores un cerrado aplauso.
Inicialmente programada para presentarse seis semanas seguidas, esa obra teatral tiene la distinción de haber batido récord en la historia del teatro estadounidense por haberse representado en el mismo escenario con el mismo elenco estelar un total de 7.645 veces en el transcurso de veintidós años ante más de 650.000 espectadores. Pero los protagonistas principales no sólo la representaron, sino que la vivieron. Pues David Anders y Susan Goeppinger, después de quinientas funciones en las que hacían las veces de esposo y esposa, se casaron en la vida real, convirtiendo también en realidad para ellos la promesa del amor perdurable. Tanto en el escenario del teatro como en la vida real, representaron lo que es un matrimonio estable, feliz y amoroso.
En la obra teatral, cuando el clérigo les preguntaba si estaban dispuestos a renunciar a los demás y a mantenerse fieles el uno al otro «hasta que la muerte los separe», cada uno respondía: «Si, lo haré.» Así también en la vida real se prometieron, y comenzaron a vivir, los mismos votos. Fidelidad en el teatro y fidelidad en la vida real.
Los votos de amor en todo matrimonio deben ser perdurables. Las promesas de cariño deben ser inmutables. El pacto de fidelidad debe ser indestructible. Y el acuerdo «hasta que la muerte nos separe» debe ser sagrado.
Muchos matrimonios, lamentablemente, naufragan a los pocos años. ¿Cuál es el escollo que los hunde? El egoísmo, la rebeldía, el orgullo. Pero también es, tristemente, la infidelidad. Pues la infidelidad es el torpedo que abre una enorme brecha, a veces irreparable, en el casco del matrimonio.
Si bien es cierto que más o menos la mitad de todos los matrimonios se separan o se divorcian, no es porque haya ninguna ley que así lo determine. Al contrario, Jesucristo mismo, el Hijo de Dios, dijo respecto al matrimonio: «Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»1 Los responsables del fracaso de nuestro matrimonio somos nosotros, los que introducimos en él el microbio del orgullo y de la infidelidad, y lo destruimos.
¿Qué podemos hacer para tener un matrimonio feliz? Pedirle a Dios que nos ayude no sólo a serle fiel a Él sino también a nuestro cónyuge, hasta la muerte. Dios quiere y puede ayudarnos a lograrlo, de modo que disfrutemos de la relación conyugal estable y perdurable que diseñó para el bienestar de nuestro hogar.

1Mt 19:6; Mr 10:9