martes, 24 de agosto de 2010

FELIZ DIA!!!

HOLA MI BERTO:

NO CREAS QUE ME OLVIDE DE TU CUMPLE, TE DESEO LO MEJOR DEL MUNDO, QUE EL SEÑOR TE BENDIGA Y CONCEDA TODAS LAS PETICIONES DE TU CORAZON.....
ERES EL MEJOR HOMBRE DE ESTE MUNDO, GRACIAS POR BRINDARME TU AMISTAD Y TODO TU APOYO, TU SABES QUE TE AMO MUCHO Y QUE ERES MUY IMPORTANTE PARA MI....Pastel de cumpleañosRegalo con lazoPastel de cumpleañosRegalo con lazo
Le pido a Dios, que te tenga muchisimos años más con nosotros, que te amamos, Dios te bendiga!!!


Señor eres mi luz y mi salvacion.

sábado, 14 de agosto de 2010

EL HERMANO MELLIZO- Y UN ERROR FATAL

Muchas habían sido las amigas y muchas las copas, demasiadas para una sola cabeza, sobre todo una cabeza que tenía que manejar un auto por calles atestadas de tránsito y de gente. Con todo, y a pesar de la hora, la una de la mañana, José Vegas, vecino de Lisboa, Portugal, tomó el timón de su auto y salió a la calle.

De repente divisó un bulto, como gris, cruzando la calle frente a su automóvil. Pero José no tuvo tiempo ni de frenar ni de virar. Un golpe sordo le hizo saber que había atropellado a una persona. Asustado, y todavía bajo la influencia del alcohol, salió huyendo y no se detuvo hasta llegar a su casa.

Al día siguiente su cuñada lo llamó por teléfono. «Tu hermano murió anoche atropellado por un auto —le dijo—. El conductor huyó.» Entonces José supo que él había sido el culpable, dando muerte a su propio hermano mellizo, Jorge Vegas.

Las noticias frecuentemente nos informan acerca de accidentes de automóvil provocados por conductores borrachos. A pesar de todas las advertencias que se hacen por todos los medios de publicidad, y a pesar de las severas penas que se están aplicando a conductores borrachos, el problema, en vez de disminuir, va en aumento.

Los fines de semana y los días de fiesta son los tiempos más críticos. La gente sale a divertirse y no encuentra otra diversión que entrar en una cantina y beber alcohol hasta intoxicarse. Luego, con los humos del alcohol en el cerebro, se creen invencibles, y desatienden advertencias y razones y consejos. ¿Y cuál es el resultado? Horribles consecuencias, a veces mortales.

El alcohol dentro del cuerpo es un enemigo. Fuera del cuerpo será para fricciones y curación de heridas, pero dentro del cuerpo es un agresor que sube rápido del estómago al cerebro. Allí entorpece todas las mejores facultades del hombre. Nubla la inteligencia, adormece la conciencia y mata el alma.

¿Quién puede librar de este vicio a una persona? Nadie desea ser esclavo del alcohol. Hay Uno que puede librar al adicto de esas cadenas. Es Jesucristo. Con su poder y gracia, Cristo puede librar de su terrible condición al alcohólico.

¿Qué tiene que hacer el adicto? Entregarse de corazón a Cristo, y pedir su ayuda y salvación. Si clama a Cristo, Él acudirá en su auxilio y lo librará del vicio despiadado del alcohol. Cristo salva al que con fe lo busca.

EL COLMO DEL CONSENTIDOR- UN ERROR FATAL

Ocurrió en Siberia un día sábado, 2 de abril. El capitán Yaroslav Kudrinsky, piloto de una línea aérea comercial rusa, volaba sobre esas tierras frías y desoladas que antes formaban parte de la Unión Soviética. Su hijo Vitia, de doce años de edad, era uno de los setenta y cinco pasajeros que estaban a bordo. El avión volaba a diez mil metros de altura.

Desde pequeño, Vitia había sido el consentido de la familia y, sobre todo, el favorito de su padre. Siempre que pudo, Yaroslav dotó a su hijo de todo lo que podría traerle placer. El niño se crió como todo niño mimado: creyendo que era superior a todos los demás y que podía hacer cuanto quisiera.

A medio vuelo su padre le permitió entrar en la cabina de mando y poner manos sobre los controles. El muchacho, ya casi adolescente y pensando que lo sabía todo, movió bruscamente uno de los controles y la aeronave entró en picada. Por más que hiciera, el capitán Kudrinsky no pudo recobrar el control, y el avión se estrelló contra el suelo, matando a todos los que iban a bordo.

Es bueno amar a los hijos y darles toda la atención, el cariño y el cuidado que merecen. Y es bueno enseñarles el oficio del padre, si es que les gusta, y darles toda la enseñanza moral y espiritual que se pueda. Pero darle a un muchacho consentido, de doce años de edad, el manejo de un jet que lleva setenta y cinco pasajeros a bordo no sólo es una infracción de las leyes de la aviación sino también una estupidez alarmante.

La primera impresión que el hijo recién nacido debe recibir es que es amado sobre todas las cosas. A medida que el hijo va creciendo, la segunda impresión que debe recibir es que a los padres se les obedece. El hijo a quien no se le enseña obediencia y respeto crece sin dirección. El libro de Proverbios dice: «La vara de la disciplina imparte sabiduría, pero el hijo malcriado avergüenza a su madre» (Proverbios 29:15).

Lo más importante es que cada uno de los que somos padres y madres de familia nos mantengamos en el camino de Dios. Sólo así podremos inculcar en nuestros hijos los principios morales eternos que serán la brújula que los dirigirá en el camino áspero de esta vida. Porque nuestro peregrinaje con Cristo, que traza el camino por el que andamos con Él, es el mapa que les dará la sana dirección que necesitan.

Determinemos que la educación de nuestros hijos ha de comenzar con la formación espiritual. Si los criamos así, saldrán al mundo con el entendimiento despejado y el corazón limpio, y no podrán menos que vencer.

domingo, 8 de agosto de 2010

«ODIO A ESA MUJER Y A SUS HIJOS»

«Tengo veintiún años de edad [y] tengo una hija de dos meses y medio. [Hace dos años que] vivo [con] el padre de mi hija. Él tiene dos hijos varones con una mujer que aún es su esposa. Él responde económicamente por ellos y los visita una vez por semana. Lo cierto es que yo no quiero a esos niños. Tengo mucho resentimiento en contra de mi pareja y peleamos mucho....

»Él dice que me ama a mí, pero no se divorcia de ella. Yo ya no soporto esta situación. No tengo paz en mi conciencia porque siento que destruí un hogar. Yo le digo a él que odio a esa mujer y a sus hijos, pero no es odio; es una culpa inmensa que no me deja ni dormir. Esto él no lo sabe. Esta culpa me atormenta día y noche, y no sé qué hacer porque lo amo a él. Pero veo su pasado, y eso me hace más grande ese resentimiento.»

Este es el consejo que le dimos:

«Estimada amiga:

»... La conciencia es una fuerza poderosa para nuestro bien en esta vida. Dios la diseñó para que nos ayudara a tomar decisiones acertadas y a aprender de nuestros errores. Sabemos que hombres de la talla del patriarca Abraham y del rey David sufrieron remordimientos de conciencia. Ambos decidieron que, a fin de tener la conciencia tranquila, debían enmendar las cosas indebidas que habían hecho. Nosotros creemos que usted debe hacer lo mismo.

»Usted dice que destruyó un hogar. Su conciencia la atormenta constantemente por lo que usted ha hecho. Los dos hijos varones de su pareja son un recuerdo permanente de que usted tuvo parte de la culpa de que ellos tengan que vivir sin su padre.

»Por supuesto, ese hombre tiene tanta culpa como la que tiene usted. Pero no es él quien nos ha contado su caso. Así que tenemos que darle nuestro consejo a usted y no a él.

»No logramos comprender la razón de que usted haya optado por vivir con un hombre casado. Suponemos que usted no se respeta lo suficiente como para saber que no tiene que compartir un hombre con otra mujer. No importa si él la ama o no a ella, o si quiere o no estar con ella. Al vivir con él, usted se ha hecho cómplice de su culpa.

»Lamentamos mucho que su hijita, en su inocencia, esté en medio de una situación tan difícil. Pero usted debe cortar esta relación malsana con su pareja, aunque su hija sufra las consecuencias cuando sea mayor.

»Cuando usted deje a ese hombre, él seguramente volverá con su esposa. Pero usted debe dejarlo de todos modos, aunque él decidiera no volver con ella. La única manera de tener una conciencia tranquila es cortar toda relación con él. Entonces Dios la perdonará por lo que usted ha hecho si se lo pide.

»No será fácil, pero valdrá la pena,

jueves, 5 de agosto de 2010

EL MACHISMO Y EL SIDA

La mujer apenas podía contener las lágrimas. Estaba contándoles su historia a oficiales del Seguro Social. Era la misma historia de muchas mujeres como ella, una historia que es drama y que es, a la vez, tragedia.
Se llamaba Rosario Servín, y tenía treinta y nueve años de edad. Vivía en una de las grandes capitales de América Latina, era viuda y tenía seis hijos. Su esposo había muerto de SIDA, y ella también estaba infectada. Rosario acababa de perder su casa, que era la única herencia, además de la enfermedad, que le dejó su esposo.
Tales casos representan una epidemia. Miles y miles de mujeres pueden contar la misma historia. Casadas con un hombre machista, deben aguantar pacientemente todo lo que él haga.
El esposo, que tiene todas las mujeres que quiere, vive en completo abandono y se enferma de SIDA. La mujer no se atreve a decir una sola palabra, ni a preguntar cuántas mujeres tiene ni a ensayar la menor protesta. Lo aguanta todo pacientemente, pidiéndole a Dios que su esposo cambie, pero en vez de cambiar él le transmite a ella el virus mortal.
Se cuenta que cuando Hernán Cortes conquistó México, los príncipes aztecas le traían lotes de hasta veinte muchachas vírgenes para que escogiera la que más le gustara, y distribuyera a las restantes entre sus capitanes. Esa es parte de nuestra herencia. Con la proliferación del machismo, de la lujuria y del pisoteo cínico de las normas divinas del sexo y del matrimonio, ¿cómo no van a haber en las Américas millones de casos de SIDA?
Tenemos quinientos años de «civilización» en nuestros países de habla española. ¿Y a qué hemos llegado? Lo que salta a la vista es un enorme desmoronamiento moral, espiritual, económico y político.
¿Qué es lo que falta en nuestra sociedad? Falta algo que la civilización no ha podido darnos. Falta algo que la cultura no ha podido darnos. Incluso, falta algo que la religión tampoco ha podido darnos. Falta Dios introducido en cada fibra de nuestra vida. Falta una relación personal con el Señor Jesucristo.
Cristo puede entrar en nuestra vida desalojando de nosotros todo lo que es malo. Él puede regenerarnos y limpiarnos, y hacer de nosotros —de cada hombre y cada mujer que se entrega a Él— una nueva persona. Cristo, y no la religión, es lo que salva. Dejémoslo entrar en nuestro corazón. Ese será el principio de una nueva vida. Dejemos que entre hoy mismo. Él quiere ser el Señor de nuestra vida.

martes, 3 de agosto de 2010

LA PEOR HUELGA DE TODAS

El primer día fue cuestión de chistes. La ciudad entera se rió del suceso. El segundo día siguieron los chistes, aunque menguaron. El tercer día y el cuarto el asunto comenzó a tomar otro cariz. Al sexto día los chistes dieron lugar al miedo. Y ya para el octavo día la situación era insoportable.

La ciudad de Bilbao, España, sufría una huelga de basureros. Los recolectores de desperdicios no daban su brazo a torcer, y miles de toneladas de basura comenzaban a heder y a difundir gérmenes letales. Parecía que la ciudad se ahogaría antes que surgiera alguna solución. Pero al fin las diferencias se resolvieron y Bilbao quedó limpia y sana otra vez.

Si hay una huelga que en verdad afecta una ciudad, es la huelga de recolectores de basura. Una huelga de choferes de autobuses paraliza por un tiempo la ciudad, pero no la asfixia. Si los obreros de una empresa de periódicos hacen huelga, no hay noticias, pero nadie se ahoga. En cambio, si los encargados de recoger los desperdicios se declaran en huelga, el resultado es desastroso. Recoger y quemar diariamente la basura es una labor imprescindible.

Así mismo sucede con nuestra alma. Si está llena de basura, tarde o temprano nos destruirá. Lo peor del caso es que nuestra alma puede acostumbrarse a la inmundicia a tal grado que ni cuenta se da del mal que en ella hay.

No nos damos cuenta, por ejemplo, del mal destructivo que produce la mentira. Hay personas que mienten con tanta facilidad que lo hacen aun cuando les es más provechoso decir la verdad. Por algo dice la Biblia que los mentirosos no entrarán en el reino de los cielos.

¿Y qué del adulterio? Manchar el matrimonio con el adulterio se ha hecho tan común que hay quien se extraña que eso se considere inmundicia. Pero por algo dice Dios que el adúltero tampoco entrará en el reino de los cielos.

Son muchas las inmundicias que fácilmente dejamos entrar en nuestra vida. La lista es larga, y las manchas, negras. ¿Qué del desfalco? ¿Qué del odio? ¿Qué de la ofensa? ¿Qué de la avaricia? Todo eso es basura que ahoga nuestro bienestar.

Ya es hora de que quememos esa basura. De otro modo nuestra vida entera tendrá un hedor tan fuerte que sólo otro sucio la podrá aguantar. La Biblia dice que la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7). Sólo tenemos que aceptar su sacrificio y someternos a su señorío para ser limpios. Saquemos, pues, la basura de nuestra vida, y dejemos que entre y ocupe su lugar nuestro inmaculado Salvador.