jueves, 31 de diciembre de 2009

"Sin Nada que Temer".en el año 2010

No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. —Isaías 43:1
Horas antes de la llegada del nuevo año, algunos amigos nuestros en otro país estaban a bordo de una embarcación, esperando la llegada del año nuevo, cuando se desató una violenta tormenta. Ellos pudieron enviarnos un mensaje de texto con una nota tranquilizadora que decía: «Nosotros estamos sentados a bordo de este enorme barco y felices de decir que nos encontramos a salvo . . . El viento tiene mucha fuerza y tendremos tormenta. Esperamos que todos ustedes tengan un Feliz y Próspero Año Nuevo».
Este suceso de mis amigos me hace recordar a los discípulos de Jesús, ellos también se enfrentaron a una experiencia tormentosa. Estaban en el Mar de Galilea cuando vivieron esto lo relata Marcos 6:48. La tormenta era tan violenta que, a pesar de ser pescadores experimentados que conocían bien el lago, temieron por sus vidas. Pero Jesús fue caminando hacia ellos y les salvó.
Esto me hace pensar y decirte que nadie puede predecir con certeza cuán tormentoso será el año nuevo. Sabemos, sin embargo, que todos enfrentaremos tormentas. Pero quienes somos de Jesús tenemos nuestro futuro fuertemente amarrado a Él. Jesús, quien no nos falló en el pasado, no nos fallará en el futuro.
Lewis Edgar Jones describió acertadamente nuestra situación en su antiguo himno:


Anclado estoy en Jesús, en las tormentas de la vida valiente seré;
Anclado estoy en Jesús, ni viento ni ola temeré.
Anclado estoy en Jesús, pues Él tiene poder para salvar;
¡Anclado estoy a la Roca de los Siglos!


¿Cómo enfrentar las tormentas del Año Nuevo? Si estás anclado en Jesús, nada tienes que temer. —CPH
Con el Señor Jesús en el timón de nuestras vidas, no tenemos nada que temer.


Dios te bendiga ricamente.


Feliz Año Nuevo.

sábado, 5 de diciembre de 2009

«LA VIDA NO TIENE SENTIDO SIN TI»

«Quiero un pasaje de ida solamente, para Londres.» Así dijo en la agencia de viajes de Melbourne, Australia, Neil Browne, hombre de treinta años de edad.
Cuando tomó el avión y comenzó el vuelo, Neil se mostró sereno. Su rostro no reflejaba ni pena ni alegría, ni angustia ni temor, sino sólo la expresión del que ha tomado una decisión definitiva, la de poner fin a sus días.
Cuando llegó a Gales, punto final de su viaje, Neil cerró herméticamente las puertas de su auto, dejó el motor en marcha y se dejó morir asfixiado por el monóxido de carbono. En las manos tenía las fotografías de él y de su novia, y un mechón de los cabellos de ella. Tres días antes, su novia también se había suicidado, por ser imposible el casamiento de los dos.
He aquí otro caso de «pacto suicida», común entre muchos enamorados desde los tiempos de Romeo y Julieta, y otro doble suicidio de jóvenes que se suma a los miles que se producen semanalmente.
Neil Browne y Susan Pritchard se habían conocido en 1980 en Gales, Inglaterra. Se enamoraron y se juraron amor, eterno. La boda iba a realizarse en 1984, pero por desavenencias familiares, la joven no podía viajar a Australia. Por eso se suicidó arrojándose a las aguas de un río. Neil la siguió en el pacto suicida poco después.
«La vida no tiene sentido sin ti», escribieron los dos enamorados. Para ellos la vida consistía en estar unidos; en vivir siempre juntos, ya fuera como pobres o ricos; en mirarse y escucharse cada día; y en compartir todas las cosas, todos los momentos, todos los sentimientos, todas las ilusiones y todos los pensamientos.
Si eso no se podía realizar, era mejor morir, porque sin eso la vida carecería de importancia, de sentido y de estímulo.
Es precisamente esto último que Cristo demanda de aquellos que desean hacerse sus discípulos: un amor eterno, que no se satisface con nada de este mundo sino con la presencia permanente y la comunión con el Ser amado. Cristo recompensa ese amor, esa devoción y consagración a Él, con la más grande de las bendiciones para las cuales fue creado el hombre: conocerlo, amarlo y servirle como su Señor y Salvador.

FUEGO CONTRA FUEGO

La joven, de veintitrés años de edad, se paró frente a una librería de Minneapolis, Minnesota. Largo rato estuvo contemplando los libros y revistas exhibidos en las vidrieras. Luego, con gesto de sufrida y callada resignación, hizo algo insólito.
Se roció la cabeza y el cuerpo con gasolina y se prendió fuego. Eran las siete de la noche del 10 de julio de 1984. La joven se llamaba Ruth Christenson, y así como la Ruth de la Biblia, tenía firmes convicciones morales. De ese modo protestaba contra la literatura pornográfica que vendía la librería.
He aquí un acto de legítima protesta, que aunque es discutible en su forma, no lo es en manera alguna en su fondo. Ruth Christenson, una joven cristiana, estaba indignada por el auge mundial de la literatura pornográfica, así que quiso hacer algo para detener ese comercio inicuo. Y no encontró mejor forma que prenderse fuego a sí misma.
La pornografía, que es un negocio mundial que obedece a oscuros y siniestros intereses, está pervirtiendo a la juventud y amenazando los hogares. Con el pretexto de que hay libertad de prensa, que todas las ideas son libres, y que un desnudo femenino es arte y no algo obsceno, se produce por millares de toneladas una enorme masa de material indecente.
Son mentes juveniles las que absorben toda esa enorme masa. La compran libremente en kioskos y librerías, y la absorben impensadamente, por ese interés morboso que tiene la indecencia.
Estudiosos serios de varios países —psicólogos, educadores, sociólogos y religiosos— nos dicen continuamente que hay una relación bastante estrecha entre la literatura y el cine pornográficos y la delincuencia juvenil, los asaltos a mujeres, las violaciones y los ultrajes. La pornografía es el disparador que acciona la bomba de las pasiones latentes.
«Con fuego de gasolina puedo contrarrestar simbólicamente ese fuego de la pornografía que abrasa la mente, la moral y los sentimientos de la juventud», pensó la joven Ruth.
Hay algo que nosotros, los padres y las madres conscientes de este vicio, podemos hacer al respecto: podemos examinar detenidamente todo material de lectura de nuestros hijos. Y podemos permitir que Cristo sea el Señor y Maestro de nuestra familia y de nuestro hogar.

lunes, 23 de noviembre de 2009

LAS ESCRITURAS

“Escritura”, como se emplea en 2Timoteo 3:16, se refiere principalmente a los escritos del Antiguo Testamento (3:15). Sin embargo, hay indicios de que cuando Pablo escribió 2 Timoteo ya algunos de los escritos del Nuevo Testamento se consideraban como Escrituras inspiradas y autorizadas.



En la actualidad, la Escritura se refiere a los escritos autorizados del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, es decir, “La Biblia”. Son el mensaje original de Dios para la humanidad y el único testimonio infalible de la actividad salvadora de Dios para las personas.



Pablo afirma que toda la Escritura es “inspirada por Dios” (del griego teopneustos, de dos vocablos griegos: teos, que significa Dios y pneo, que siginifica respirar). La Escritura es la propia vida y Palabra de Dios. Desde las palabras mismas de los manuscritos originales, la Biblia es absolutamente veraz, digna de confianza e infalible. Eso es cierto no sólo cuando trata de la salvación, los valores éticos y la moralidad, sino también en todos los temas que trata, incluso la historia y el cosmos.



Los escritores del Antiguo Testamento estaban conscientes de que lo que le decían al pueblo y lo que escribían era la Palabra de Dios para ellos (Deuteronomio 18:18; 2Samuel 23:2). Vez tras vez, los profetas iniciaban sus advertencias indicando que eran “palabra de Jehová”.



Jesucristo también enseñó que la Escritura es la Palabra inspirada de Dios incluso en los detalles más insignificantes (Mateo 5:18). Afirmó que todo lo que dijo lo recibió del Padre y es verdadero (Juan 5:18, 30-31; 7:16; 8:26). Además de eso se refirió a la revelación que vendría de parte del Espíritu Santo por medio de los apóstoles (Juan 16:13).



Por lo tanto, negar la total inspiración de las Sagradas Escrituras es poner a un lado el testimonio fundamental de Jesucristo (Mateo 5:18; 15:3-6; Lucas 16:7; 25:25-27), al Espíritu Santo (Juan 15:26; 16:13; 1Corintios 2:12-13; 1Timoteo.1) y a los apóstoles (2Timoteo 3:16; 2Pedro 1:20-21). Además, limitar o descartar su infalibilidad es menoscabar su autoridad divina.



En su obra de inspiración por su Espíritu, Dios, sin cambiar la personalidad de los escritores, los dirigió de manera que escribieran sin error (2Timoteo 3:16; 2Pedro 1:20-21).



La Palabra inspirada de Dios es la expresión de la sabiduría y el carácter de Dios, y por eso puede dar sabiduría y vida espiritual mediante la fe en Cristo (Mateo 4:4; Juan 6:63; 2Timoteo 3:15; 1Pedro 2:2).



La Biblia es el testimonio verídico e infalible de Dios de su actividad salvadora por la humanidad en Jesucristo. Por eso la Escritura es incomparable, concluida para siempre y de especial obligatoriedad. No hay palabras humanas ni declaraciones de instituciones religiosas que igualen su autoridad.



Todos los comentarios, las doctrinas, las interpretaciones, las explicaciones y las tradiciones deben juzgarse y legitimarse mediante las palabras y el mensaje de las Escrituras (Deuteronomio 13:3).



La Palabra de Dios se debe recibir, creer y obedecer como la autoridad última de todas las cosas relacionadas con la vida y la piedad (Mateo 5:17-19; Juan 14:21; 15:10). Debe usarse en la iglesia como la autoridad definitiva en todos los asuntos para enseñar, redargüir, corregir e instruir en justicia (2Timoteo 3:16-17). Nadie puede someterse al señorío de Cristo sin someterse a Dios y a su Palabra como la máxima autoridad (Juan 8:31-32, 37).



Se puede entender la Biblia sólo cuando se está en buena relación con el Espíritu Santo, Él es quien abre el entendimiento para comprender su significado y da el testimonio interior de su autoridad.



Se debe usar la Palabra inspirada de Dios para vencer el poder del pecado, a Satanás y al mundo en la vida (Mateo 4:4; Efesios 6:12, 17; Santiago 1:21).



Todos los miembros de la iglesia consideran las Escrituras como la única verdad de Dios para un mundo perdido y agonizante, deben amarlas, atesorarlas y protegerlas. Hay que proteger sus doctrinas manteniéndose fiel a sus enseñanzas, proclamando su Mensaje salvador, confiándola a personas dignas de confianza y defendiéndola de todos los que desfiguran o tratan de destruir sus verdades eternas (Filipenses 1:16; 2Timoteo 1:13-14). Nadie tiene la autoridad de agregar algo a las Escrituras ni tampoco de quitar algo (Apocalipsis 22:19).



Por último, se debe observar que la inspiración infalible se aplica sólo a la escritura original de los libros bíblicos. Por eso, cuando se encuentre en las Escrituras algo que parezca erróneo, en vez de suponer que el escritor cometió un error, vale recordar que hay tres posibilidades al respecto: a) las copias que existen del manuscrito original tal vez no sean del todo precisas; b) la traducción actual de los textos bíblicos hebreos o griegos pudiera ser defectuosa; o c) La comprensión o interpretación del texto bíblico pudiera ser deficiente o incorrecta.

LO QUE TODO CABALLERO DEBE TENER

Todos los miembros de la iglesia consideran las Escrituras como la única verdad de Dios para un mundo perdido y agonizante, deben amarlas, atesorarlas y protegerlas...

EL AMOR

Entre todas las cosas que se han escrito sobre el tema, encontramos la mas excelente y sublime definición que jamás podrá ser igualada, simplemente porque fue inspirada por Dios mismo...
LA PREEMINENCIA DEL AMOR


Mucho se ha escrito y hablado sobre el amor; los mas inspirados profetas lo han tomado como base para desarrollar sus versos.


El enamorado habla de el como si fuera algo sublime y que nunca pasará; el amor en este tiempo pareciera ser una cosa cotidiana y que cobra mas y mas fuerza, o por lo menos así lo quieren hacer ver algunos.

Pero la realidad es que el amor que predica el hombre, es un amor vano, ilusorio, poco prometedor; se trata de un amor que no satisface las verdaderas necesidades humanas.

Entre todas las cosas que se han escrito sobre el tema, encontramos la mas excelente y sublime definición que jamás podrá ser igualada, simplemente porque fue inspirada por Dios mismo; si, se encuentra en la Biblia, Dios, siendo amor, dejó para el hombre el dato mas preciso de lo que significa el amor, y lo encontramos allí en 1 Corintios 13:1-7 que dice: “Si yo hablase en lenguas humanas y angélica, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer….”

Vemos en la Biblia que el amor es mas profundo de lo que simplemente un enamorado en medio de su emoción dice a su pareja, el amor trasciende todos los prejuicios, los beneficios propios; es mayor que cualquier otra cosa que el hombre desee tener.

Una de las grandes causas de la condición actual del hombre es que no se cuente con ese verdadero amor, el que Dios da. Aunque se habla mucho de amor, cada vez encontramos un mundo más y más egoísta, ensimismado, celoso solo de lo suyo propio; cada vez importa menos lo de los demás.

Pero Dios nos ha mostrado la mas sublime enseñanza de qué y cómo debe ser el amor, y está en este pasaje que hemos leído, pero no solo se quedó ahí, ya lo había demostrado al enviar a su Hijo a morir en Calvario, lo relata San Juan 3:16, un texto quizá conocido por muchos, dice “Porque de tal manera AMO Dios al mundo que…”

Él entrego lo que mas amaba por usted y por mí, esa fue la más perfecta demostración de lo que es el amor y de cómo debe manifestarse, y no quiero decir que debe usted enviar a la muerte sus hijos ni nada por el estilo, me refiero a que el amor muchas veces implica en desprendernos de lo que mas queremos o nos gusta, implica que en ocasiones debemos dejar de ser el centro de nuestro mundo y darle paso a los otros en nuestra vida y abrirnos paso en la suya; esto solo se consigue con amor.

Dios, después de haber hecho su sublime demostración, ahora solo demanda del hombre que entienda que un amor mayor no podrá encontrar, y que sólo hay una forma en la cual el hombre puede retribuir, si cabe la expresión, ese amor al Señor: Entregándole su corazón.

Permita hoy que Dios entre en su corazón y le haga sentir lo mas maravilloso de la vida, EL AMOR; no piense en religiones, ni en sectas, ni en doctrinas de hombres, piense en su necesidad, en lo que ha estado buscando hace ya tanto tiempo y no ha podido encontrar, piense en que Dios es la perfecta respuesta y solución a sus problemas, esos que nadie conoce pero que cada día son su perturbación; Dios los conoce y quiere darle descanso.

Isaías 26:3 dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”.

Aplicación

La mayoría de los alumnos en la clase de adultos tienen un papel qué desempeñar en el hogar. Puede ser un hijo que cuida de un padre anciano; puede ser un padre y una madre que están criando a sus hijos en el temor Dios; puede ser un padre o una madre que vive solo criando a sus hijos para que sirvan al Señor; puede ser una pareja anciana que tienen hijos que tienen sus propias familias. En cada caso, Cristo desea que exista armonía entre sus miembros. Las tensiones en una relación -entre padre e hijo, entre cónyuges, entre hermanos- pueden causar que otras amistades y relaciones se desintegren.

Tener paz con Dios es el primer requisito para cada individuo en el hogar. Cuando la dedicación espiritual de un miembro empieza a menguar, pronto habrá conflictos. Cada miembro debe guardar su relación personal con Cristo y a la vez permitir que el Espíritu Santo cultive en él el fruto del Espíritu. El amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza... todo este fruto es esencial para que uno se lleve bien con los demás.

Sin excepción, no existe un hogar donde no haya conflictos y tensiones. Aún somos humanos y sujetos a los fracasos. Pero el Espíritu está presente para ayudar a los miembros del hogar que desean tener esa armonía sobrenatural.

¿Es correcto usar este pasaje de esta manera?: ¿Existen circunstancias en que Dios se complace del divorcio? ¿Qué puede hacer la Iglesia para combatir la actitud irresponsable que el mundo tiene hacia el matrimonio? ¿Qué papel desempeña el marido en un matrimonio cristiano?: ¿Cuáles son los principios fundamentales de las relaciones entre cristianos?.

III. Relaciones entre padres e hijos Efesios 6:1-4

A. Obedecer y Honrar

La instrucción de obedecer a los padres por lo general se aplica a los niños más pequeños. Pero ¿qué de los hijos ya crecidos? La obediencia es el concepto más apropiado para los hijos más pequeños. La honra es el concepto más apropiado para los hijos crecidos.

Vemos ambos términos en Efesios 6:1,2. El concepto de la honra incluye obedecer cuando la obediencia se pide en forma correcta. Puede ser difícil para un niño pequeño entender el concepto de honrar; a él le resultará más fácil comprender la obediencia. Aprender a obedecer es el primer paso hacia el principio de honrar a los padres.

La referencia de Pablo acerca de los Diez Mandamientos (Éxodo 20) muestra que fue Dios quien estableció la autoridad de los padres. Como Pablo les recordó a los efesios en el versículo 3, el mandamiento de obedecer va junto con la promesa de las bendiciones de la obediencia. Si uno aprende y obedece el mandamiento de honrar al padre y a la madre, tendrá relaciones correctas en el hogar y en la sociedad. Obedecer la autoridad de los padres prepara a los hijos para obedecer otras formas de autoridad, ya sean terrenales o divinas.

B. Velando por las almas de los niños

No todos los adultos son padres, pero cada adulto debe preocuparse de esta generación de niños que pronto serán los líderes morales y espirituales de nuestra sociedad.

Se dice con frecuencia que los padres deben pasar tiempo con sus hijos, pero a la vez, uno debe, como padre, estar atento a lo que sus hijos dicen. Cuando los hijos reciben corrección y disciplina de sus padres, este es un momento en que los padres les prestan atención. Pero si este es el único tiempo en que los padres les prestan atención a sus hijos, es probable que los hijos identifiquen este tiempo con sus padres como un tiempo de disciplina y corrección. En tales casos carecerán de la atención positiva que es tan esencial para el desarrollo completo.

Efesios 6:4 da un resumen de verdades que sirven para criar una familia. La primera parte del versículo, en términos generales, les dice a los padres que no exijan demasiado de sus hijos. Los niños son sensibles y tiernos de espíritu. Los padres deben tratarlos con consideración, sin esperar que respondan como si fueran adultos.

Esto no es una apelación a que los padres no disciplinen a sus hijos o de que tomen la posición de "no tocarlos". La segunda parte de Efesios 6:4 exige pasos muy positivos y activos para influenciar a los hijos para Dios. Es una tarea que dura todos los años de la niñez de los hijos, y que abarca cada aspecto de la interacción entre padres e hijos.

II. La santidad del matrimonio 1 Corintios 7:10-16

A. Una institución santa y de por vida

El matrimonio no es sólo para tener compañerismo, para disfrutar del placer físico, o para la procreación de los hijos. El matrimonio es una institución divinamente ordenada en que "dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne" (Génesis 2:24). "Una sola carne" implica una relación o comunión en que el cuerpo sirve como vínculo físico en la unión total.

El matrimonio es una relación exclusiva entre el hombre y la mujer: física, emocional, intelectual y espiritual. Tal relación no es posible con más de una persona a la vez. El matrimonio tiene la finalidad de durar mientras ambos cónyuges vivan.

La promiscuidad no refleja la dedicación total de un matrimonio, y por lo tanto, se denuncia como pecado, ya sea el pecado de fornicación o adulterio. La unión conyugal simboliza la unión de Cristo a la Iglesia, así como la relación entre Cristo y la Iglesia es el ejemplo para un matrimonio ideal.

Pregunta:

Un matrimonio cristiano requiere una dedicación total. Los votos tomados en una ceremonia matrimonial cristiana, "hasta que la muerte nos separe", tienen un sentido de permanencia. Las Escrituras, en las palabras de Jesús, están de acuerdo: "Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre" (Marcos 10:9).

El mundo ha adoptado normas diferentes para el matrimonio. El mundo dice: "La dedicación total del uno hacia el otro está bien, pero no es necesaria. Si uno desea vivir con un cónyuge por toda su vida, está bien; pero ¿qué hay de malo en divorciarse y casarse con otro u otra si es lo que quiere?" Lamentablemente, muy a menudo las normas del mundo llegan a ser las normas adoptadas por la iglesia.

Pregunta

Podemos discutir mucho de si las Escrituras le permiten al cristiano divorciarse. Pero uno siempre debe recordar que el divorcio en sí nunca ha agradado a Dios. Pueden existir situaciones (tales como las que Cristo menciona) en que un creyente resulte víctima del pecado de su cónyuge, que luego terminan en divorcio. Pero la Biblia siempre .ve esto como una tragedia. Lo cierto es que Dios estableció el matrimonio para ser una unión permanente. Pablo nunca vacila en su presentación del matrimonio cuando se trata de la importancia de preservar esa unión.

B. Aun con -un cónyuge incrédulo

La mente humana puede buscar toda forma de justificación para el divorcio. Podría parecer que una de las mejores justificaciones desde un punto de vista bíblico podría ser: "No es un cónyuge cristiano." Después de todo, la Palabra de Dios dice: "No os unáis en yugo desigual con los incrédulos" (2 Corintios 6:14).

Pregunta:

La verdad que se presenta aquí se relaciona con la decisión de casarse o no con una persona inconversa. En 1 Corintios 7:10-16 vemos que una vez que se establece el matrimonio, no se encuentra nada en la Biblia para apoyar la decisión de terminar con ese matrimonio.

El matrimonio es tan sagrado ante los ojos de Dios, y las consecuencias sociales del divorcio tan devastadoras, que Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, exhortó a los creyentes a esforzarse para mantener el matrimonio intacto. La esposa o el marido de un cónyuge inconverso debe vivir en completa armonía con ese cónyuge. Como se expresa en el versículo 16, seguir en unión con esa persona puede resultar en la salvación de la misma.

Si la Biblia muestra tanto interés en que permanezca esa relación con un cónyuge inconverso, es obvio que el mensaje será aun más fuerte para una pareja en que los dos son cristianos. Deben trabajar con la misma diligencia en cuanto al entendimiento y la reconciliación. Además, en un matrimonio cristiano, ambos cónyuges pueden acudir al Señor y recibir su ayuda.

Lo que dice Pablo de permanecer con un cónyuge inconverso también se aplica a los cónyuges cristianos que observan entre sí actitudes o acciones que no son cristianas. El esposo no siempre es tan cariñoso y la esposa no siempre tan sumisa como las Escrituras instruyen. Y por supuesto, cada cónyuge puede tener actitudes no cristianas en muchas otras áreas. Dios espera que las parejas sigan procurando la armonía en el matrimonio. A medida que los esposos y las esposas sometan sus vidas y matrimonios a Dios, se puede restaurar esa armonía.

I. La relación entre esposo y esposa Efesios 5:21-25, 28,29

A. La sumisión: un mandamiento

Pregunta

La humildad y sumisión deben ser la base para toda relación entre miembros del Cuerpo de Cristo. Los conflictos y la desintegración de la familia vienen cuando uno, ya sea hombre o mujer, no sabe cómo someterse a otros. El creyente que está lleno del Espíritu busca la posición más humilde (servir a otros) mas bien que la más elevada (ser servido).

Lamentablemente, partes de este pasaje en Efesios se han usado para justificar actitudes y conductas que no son cristianas. Exigirle a la esposa o a cualquier hermano en Cristo a que se someta como dicen las Escrituras no es una actitud cristiana o bíblica. Cristo nos anima a someternos unos a otros, amándonos y dándonos por otros así como El se dio por la Iglesia.

Algunas personas ponen un punto después de "El marido es cabeza de la mujer" sin leer lo que sigue. Pero el modelo para la sumisión de la esposa es tan importante como el mandato:'"así como Cristo es cabeza de la iglesia" (v. 23). Cristo no es dictador o tirano. El esposo que busca demostrar el amor y la compasión de Cristo también es el líder de su familia; no amenazará los sentimientos que su esposa tenga de su propia autosuficiencia.

"Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo" (v. 24). La Iglesia está compuesta de miembros imperfectos. Sin embargo, cada verdadero creyente de la iglesia, sean cuáles sean sus faltas, sinceramente desea estar sujeto a Cristo. El espíritu está dispuesto, pero muchas veces la carne es débil (Mateo 26:41). El Espíritu Santo ayuda al creyente a reconocer y obedecer el señorío de Cristo. El también puede ayudar a una esposa a reconocer y responder al santo liderazgo de su esposo.

B. El amor: un mandamiento

Pregunta:

Los maridos deben amar a sus mujeres, "así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella (v. 25). Los versículos 28 y 29 recalcan la unión que trae el matrimonio. Ya que un hombre y una mujer llegan a ser una sola carne en un sentido espiritual y real, el marido debe cuidar de las necesidades de su esposa como si fueran las de él. Sus planes, deseos y preocupaciones deben ser una influencia importante en las decisiones que toma el marido.

Cristo mostró su amor por la iglesia al morir por ella. El sufrió y murió por nosotros por su gran amor. Como resultado, El se compadece de nuestras enfermedades y sufrimientos. El tiene un oído sensible que escucha y responde con compasión a nuestras súplicas de ayuda. En cambio, El pide de nosotros una disposición de sumisión.

Ese es el ejemplo que el marido debe desempeñar en un matrimonio cristiano. Sin embargo, hay una diferencia importante. Cristo es perfecto, en sabiduría, conocimiento y entendimiento. El mejor esposo reconoce sus debilidades al mismo tiempo que reconoce las, responsabilidades de liderazgo que Dios le ha dado.

Cuando sea posible, las decisiones en el hogar deben hacerse en conjunto, con ambos compañeros de acuerdo (para el bien del otro) con un plan de acción. En la vida de cada pareja hay momentos en que suceden desacuerdos. Cuando la pareja no puede llegar a un acuerdo con respecto a una decisión, Dios ha ordenado que el marido sea el que tome la decisión y que la esposa se someta al honrar y respetar esa decisión.

Introducción

Más que nunca, la Iglesia debe preocuparse por el estado del hogar. Cada año millones de parejas prometen amarse, en las buenas o en las malas. Pero sólo en los EE.UU. la mitad de tales matrimonios terminarán en el divorcio. Al creyente le gustarla creer que esa mitad que termina en divorcio es representante de las parejas que no asisten a ninguna iglesia, y creer que la otra mitad que triunfa sobre ese desastre y ataque satánico son cristianos. Pero lamentablemente no es así. Hay discordia en los hogares cristianos, discordia que muy a menudo termina en el divorcio. En las palabras del apóstol Santiago: "No debe ser así." El hogar cristiano debe ser un ejemplo al mundo de cómo el amor de Cristo puede desarrollarse en nuestra vida.

EL HOGAR CRISTIANO

La humildad y sumisión deben ser la base para toda relación entre miembros del Cuerpo de Cristo. Los conflictos y la desintegración de la familia vienen cuando uno, ya sea hombre o mujer, no sabe cómo someterse a otros. El creyente que está lleno del Espíritu busca la posición más humilde ...

sábado, 21 de noviembre de 2009

LA METAMORFOSIS DE CORTÉS FERRUSQUILLA

Primero salió corriendo por las calles, dando furiosos ladridos. Tenía la boca espumosa y los ojos inyectados en sangre. Corrió en cuatro patas lanzando mordiscos a diestra y siniestra, sembrando espanto por toda la colonia.
Encontró en su camino a la niña Priscila Cortés, a la que mordió hasta sacarle sangre. Un agente de policía que quiso apresarlo resultó con el uniforme destrozado por uñas y dientes. Por fin, el enfurecido ser fue reducido por tres fuertes agentes.
Sin embargo, no era un can. Era Enrique Cortés Ferrusquilla, de treinta y tres años, habitante de la colonia Prado Churubusco de la ciudad de México. Una tremenda borrachera había producido en él una verdadera metamorfosis, convirtiéndolo poco menos que en un can atacado de hidrofobia.
¡Qué metamorfosis produce en los seres humanos el vicio del alcohol! Los diarios que comentaban la noticia decían que Cortés Ferrusquilla se convirtió, por el líquido de fuego metido en su sistema, no en una enorme cucaracha, como en la famosa Metamorfosis de Franz Kafka, sino en un perro, que salió en cuatro patas espantando a los tranquilos habitantes de la colonia, con «la boca espumosa y el ojo fatal», como dice Rubén Darío del lobo de Gubbia.
El alcohol se está constituyendo de nuevo en el azote de la sociedad. Su peligro está sobrepasando, si es posible, al de las drogas. Hoy no se concibe ninguna fiesta, ninguna celebración, homenaje o festejo sin que haya copas de licor circulando entre los concurrentes, y efectuando, con su ominoso poder, diversas metamorfosis.
No todos los que beben licor necesariamente van a hacer lo mismo que el embriagado de este caso. Pero siempre, lenta e inexorablemente, el alcohol comenzará a efectuar una metamorfosis en la mente y la conciencia del adicto a él.
No hace falta agregar argumentos médicos para darle más peso a este argumento. El poder destructivo del alcohol lo conoce el propio alcohólico mejor que nadie.
Sin embargo, hay una manera de librarse del alcoholismo. Hay una manera de volver a la sobriedad y al dominio propio, y a conservar bien el equilibrio, no sólo físico sino mental, moral y espiritual. Se logra mediante el poder del evangelio de Jesucristo. Porque Cristo, el Señor viviente y triunfante, tiene poder de sobra para regenerar, cambiar y ennoblecer a todo ser humano.

jueves, 19 de noviembre de 2009

«¿HASTA DÓNDE DEBO LLEGAR POR AMOR A MI FAMILIA?»

«Un día mi esposa, después de seis años de matrimonio, me llamó aparte y me dijo que se quería separar. Dijo que quería su parte de las propiedades. Todo como me lo pidió se lo di. No le importó que al llevarse la mitad de los negocios, yo iba a la ruina. Igual se los entregué.
»Con el tiempo, todo lo perdió... Yo entonces le pedí que volviera a casa. Sé bien que no me quiere. Ella me lo dijo muchas veces. Pero ahora mi hijo es feliz otra vez.
»¿Vale la pena mantener el hogar cuando sólo yo tengo amor en mi corazón? ¿Hasta dónde debo llegar por amor a mi familia...?»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimado amigo:
»Lo felicitamos por ser un hombre con entereza de carácter, más interesado en el bienestar de su hijo que en el suyo. Ese es un rasgo excepcional en estos tiempos en que vivimos. De veras es encomiable que usted esté dispuesto a sacrificar su propia felicidad a fin de que su hijo pueda crecer feliz....
»¿Se ha portado mal su esposa? ¡Claro que sí! De ninguna manera justificamos lo que ella ha hecho. ¿Ha sido esta una terrible experiencia para usted? Sin lugar a dudas. Pero usted ha reconocido sabiamente que su hijo no debe tener que sufrir a causa de los errores de la mamá.
»El carácter que usted ha mostrado al estar dispuesto a perdonar una y otra vez es como el de nuestro Padre celestial. De hecho, hay una historia que forma parte de la Biblia porque Dios quiso enseñarnos lo mucho que está dispuesto a perdonarnos y a darnos otra oportunidad cuando lo hemos herido repetidamente. Es la historia de Oseas, que se casó con una mujer que lo abandonó a él y a sus tres hijos una y otra vez, y hasta le fue infiel. Pero Dios le dijo a Oseas que volviera a mostrarle amor a su esposa,1 y Oseas lo hizo, quizá porque Dios se lo dijo, y quizá porque sabía que era lo mejor para sus hijos.
»Muchos afirman que aman a Dios. Le piden favores y claman a Él cuando están en apuros, pero nunca han sentido devoción por Él. Nunca lo han amado tanto como para que sea parte importante de su vida diaria. Por el contrario, se aprovechan de Él para satisfacer sus propias necesidades, tal como su esposa está haciendo con usted. Y con todo Dios sigue dispuesto a amarlos y a tener una relación personal con ellos. Él les perdonará los pecados cuando se lo pidan, gracias al sacrificio de su Hijo Jesucristo en la cruz.
»Tal vez su esposa no le haya pedido a usted perdón. Y tal vez ella no haya reconocido siquiera que se ha portado mal. Pero cuando usted sigue amándola y mostrándole cariño, le está dando un ejemplo piadoso a su hijo. Y de aquí a que él sea adulto, es posible que esa mujer que es esposa suya y madre de él haya cambiado su actitud y su comportamiento como resultado del amor que usted le ha mostrado.
»¡Le deseamos que sea feliz!
»Linda y Carlos Rey.»
El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, se puede leer si se pulsa el enlace que dice: «Caso 45» dentro del enlace en www.conciencia.net que dice: «Caso de la semana».


1Os 3:1

miércoles, 18 de noviembre de 2009

UNA SIMPLE LEY FÍSICA

Era la fiesta de los Enamorados en Londres. Se celebraba un alegre baile juvenil en un edificio de dos pisos. La noticia de la fiesta se difundió. Los jóvenes fueron llegando en parejas, en grupos de cuatro, de seis, de ocho, de diez. Cuando ya había más de doscientos jóvenes bailando rock, el piso cedió.
Se debió a una simple ley física. Un piso hecho para soportar a cincuenta personas no puede soportar a doscientas. El piso se rompió y los jóvenes cayeron en medio de una espantosa confusión. Dos muertos y sesenta heridos fue el saldo del trágico final de la fiesta.
Hay leyes físicas que no se pueden violar sin pagar las consecuencias. Si se ponen los dedos en el metal caliente, se sentirá la quemadura. Si se toca un cable eléctrico, se sentirá la descarga. Si se deslizan los dedos por el filo del cuchillo, correrá la sangre.
El universo tiene infinidad de leyes físicas que son así porque así las formuló el Creador. No se pueden violar sin sufrir algún percance. Y también el universo, y especialmente la humanidad, poseen una gran cantidad de leyes morales, igualmente firmes, igualmente valiosas, que tampoco se pueden violar con impunidad.
Consideremos el caso de Londres. El piso del edificio no cedió debido a que los jóvenes bailaban música rock, ni porque bebían cerveza, ni porque algunos fumaban marihuana ni porque algunas jóvenes parejas se entregaban a excesivas muestras de cariño. Cedió porque se le puso encima demasiado peso, y nada más; es decir, por una simple ley física.
Así mismo, si sobre una esposa sufrida o un esposo demasiado ingenuo, el otro cónyuge empieza a poner demasiado peso de infidelidad, tarde que temprano habrá un quiebre, una ruptura, un desastre. Es una simple ley moral.
Muchas esposas ceden por el peso de demasiadas burlas del marido, y se rompen como estante de vidrio que deja caer estrepitosamente la excesiva carga de copas que se le ha puesto encima. Y quedan igualmente hechas añicos.
No se puede cargar un puente con demasiada carga ni poner demasiado peso en la bodega de un barco o de un avión. Todo tiene un límite. Pasado ese límite, hay peligro de muerte.
Tampoco se puede cargar el corazón de un ser humano con demasiada pena. Y menos cuando ese corazón es el de la esposa o del esposo. Pidámosle hoy a Cristo sabiduría, comprensión y poder. Él nos ayudará.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

«NINGUNA RAZÓN PARA VIVIR»

El joven matrimonio estaba celebrando el Día del Padre, en junio de 1984. Vivían llenos de felicidad. Después de muchos años de espera, la joven señora había, por fin, tenido un hijo, un precioso varón, llamado Josué, que ahora tenía dos años y medio.
En un descuido de los padres, el niño cayó a la piscina de natación y se ahogó. Para Diana y George Mendenall, los jóvenes padres, el golpe fue espantoso. Cayeron en una depresión profunda, y diez días después, no pudiendo soportar la pena, se suicidaron juntos en la sala de la casa.
«Ninguna razón para seguir viviendo», explicaba la lacónica nota que dejaron escrita.
Es cierto que un golpe tal como recibieron esos jóvenes esposos residentes en California es sumamente fuerte. Y es cierto que por años habían pedido a Dios un hijito y que, al fin, el ruego se les había concedido.
Es cierto también que uno llega a querer un hijo con tanta fuerza y corazón que hace un ídolo de él. Y es cierto que la muerte trágica de un pequeño hermoso y amado, por un accidente que pudo haberse evitado fácilmente, es demoledora y destructiva. Todo eso es cierto.
Pero también es cierto que hay motivos más altos y más sublimes en la vida por los que merece ser vivida. Cuando se pierde el sentido de la vida por haberse muerto el objeto más grande del amor y del interés, es porque no se ha adquirido todavía el sentido verdadero que tiene.
¿Para qué fue creado el hombre, y cuál es el objetivo primordial de la existencia humana? Conocer, amar y servir a Dios. Así de sencillo y claro es el verdadero sentido de la vida humana: conocer, amar y servir a Dios.
Cuando se pierde de vista ese objetivo, o cuando se hace a un lado por intereses menores, es natural que no se le halle sentido a la vida cuando esos intereses menores se destruyen, y al parecer nada queda entre las manos.
Más vale que reconozcamos que Cristo es el supremo objetivo de la vida, pues creer en Cristo, amar a Cristo y servir a Cristo es la función suprema del ser humano. Cuando llegamos a ese punto, entonces, sólo entonces, descubrimos el sonoro motivo de la vida.

martes, 10 de noviembre de 2009

LA FURIA

El día se presentaba caluroso y húmedo en Miami, Florida. Era uno de esos días en que la temperatura y la humedad ejercen sobre el ánimo de las personas una influencia nociva. Bob Moore, propietario de una ferretería, estaba atendiendo a sus clientes, tratando de no sudar demasiado.
De pronto se abrió la puerta y entró un hombre. Tenía la mirada extraviada, el rostro congestionado, la camisa abierta y, lo más terrible, un arma automática en la mano. Abrió fuego contra el público, y mató a seis personas.
Después huyó. Montó en una bicicleta y siguió disparando su arma, hiriendo a otras tres personas. Al pasar un semáforo en rojo, lo atropelló un automóvil, y el hombre murió allí mismo, todavía empuñando el arma. «Furia» fue la única palabra que emplearon los diarios para dar la noticia del caso.
He aquí un verdadero caso de furia insana, de furia violenta, destructiva. Furia homicida, furia infernal, furia volcánica, furia que no se aplaca sino hasta después de haber provocado todo el daño posible.
¿Qué es la furia? «La ira es una locura breve», afirmaban los antiguos griegos. «La furia es un estallido nervioso que ocurre cuando se ha soportado mucho tiempo una situación ofensiva, humillante o atemorizante», definen los psicólogos.
La Biblia atribuye la ira y la furia a la acción del diablo, pero también al corazón que no se somete a Dios. Y la furia sólo de vez en cuando toma esas dimensiones trágicas del suceso de Miami. A veces la furia es silenciosa, pero mata el compañerismo y nubla el goce de las relaciones humanas.
Tenemos, por ejemplo, el enojo severo y profundo que suele producirse entre marido y mujer. Quizá nunca llegue a estallar en furia, pero destruye igualmente la armonía y la felicidad. Porque cuando hay enojo, no hay palabras, no hay sonrisas, no hay felicidad.
La Biblia dice: «Refrena tu enojo, abandona la ira; no te irrites, pues esto conduce al mal. Porque los impíos serán exterminados, pero los que esperan en el Señor heredarán la tierra» (Salmos 37:8-9).
Nada mejor, para verse libre de esta breve locura destructiva, que entregar el corazón y la voluntad a Cristo. Porque sólo Él tiene paz, calma y justicia abundantes para darnos.

lunes, 9 de noviembre de 2009

SIETE TIROS CERTEROS

Fueron siete disparos. Siete disparos de pistola automática Browning. Todos dieron en la cabeza de sus víctimas, y todas ellas murieron casi instantáneamente. Cuando Candice Day, de treinta y dos años de edad, llegó a su casa, sólo vio cuerpos muertos y sangre por todos lados.
James Day, su marido, en un rapto de ira, de violencia, de furia insensata, había dado muerte a los seis hijos del matrimonio, y después se había suicidado. Siete tiros certeros habían acabado con casi toda su numerosa familia.
He aquí otra de las tragedias familiares que suelen ensangrentar la página roja de los diarios, adictos a las noticias truculentas. El matrimonio que formaban James y Candice Day, en Evansville, Indiana, Estados Unidos, no era mejor ni peor que la mayoría de los matrimonios que vivían por ahí.
Llevaban una buena vida en lo económico. Sus hijos eran buenos y no les ponían muchos problemas. El matrimonio se llevaba apreciablemente bien. Sólo de vez en cuando discutían un poco, después de lo cual él salía y se emborrachaba.
El día de la tragedia eso fue lo que ocurrió: una discusión. Una típica reyerta entre marido y mujer, y el marido, enojado, salió a beber. Esta vez la dosis de todas las cosas fue un poco mayor que de costumbre. Y de ahí, la tragedia.
La ira y la violencia son como ciertos huracanes. Cobran intensidad a medida que giran. El que se acostumbra a enojarse se enojará cada vez más. Y sin darse cuenta, acumulará en su interior ira concentrada que un día estallará un poco más fuerte que de costumbre.
¿Cómo luchar contra la ira? ¿Cómo mantener sujeto y embridado este potro del alma? Hay que saber educarse a sí mismo en la tolerancia, el juicio y la paciencia. Sobre todo, hay que saber buscar siempre en Cristo esa maravillosa dosis de calma, paz y paciencia que nos pone a cubierto de tempestades familiares.
«La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo» (Juan 14:27), dijo Jesucristo. Esas palabras son el mejor testamento, la mejor herencia, que pueden recibir los que desean cambiar de vida y vivir en paz, en calma y en sobriedad, y tener perfecta y tranquila felicidad. Sólo con Cristo, y en Cristo, es posible lograrlo.

viernes, 6 de noviembre de 2009

CORAZÓN DE NIÑO NEGRO EN NIÑO BLANCO

John Nathan Ford, niño negro del barrio de Harlem, Nueva York, salió a jugar al balcón. Con sólo cuatro años de edad, este niño que tenía el mismo apellido de una de las familias más ricas de los Estados Unidos y de un ex presidente, no se daba cuenta de las diferencias de color, de la ínfima escala social de su familia ni de su tremenda pobreza. Quizá por un mareo o debilidad o descuido, John Nathan se cayó del balcón, desde un sexto piso.
La madre, Dorothy Ford, hizo donación del pequeño corazón de su hijo para que fuera implantado en el pecho de James Preston Lovette, niño blanco y rico, también de cuatro años de edad.
El niño negro, muerto en medio de la miseria, seguiría viviendo, aunque no fuera más que su solo corazón, dentro de un niño blanco, rico y afortunado.
¡Cuántas reflexiones podemos sacar de esta patética noticia! La primera es que no importa de qué color es la piel del individuo —ya sea negra, blanca, amarilla, cobriza o aceitunada—, los corazones siempre son rojos.
La verdad es que debajo de un par de milímetros de piel, todos los seres humanos nos parecemos. Todos tenemos la misma composición molecular y química. Todos tenemos la misma temperatura vital. Todos tenemos los mismos rasgos psicológicos. Todos tenemos las mismas necesidades físicas y las mismas reacciones morales y sentimentales.
La segunda reflexión es: ¿Qué pensará el niño blanco cuando más adelante sepa que lleva en su pecho el corazón de un negro? ¿Se sentirá humillado, menoscabado, acomplejado, deprimido? ¿O será que ese corazón negro que le ayuda a vivir le dará una visión de amor y comprensión universal?
Sea cual sea su reacción cuando conozca el caso, el hecho innegable es que un niño negro tuvo que morir para que él pudiera seguir viviendo. Y sea racista o no sea racista, el hecho permanecerá inalterable: un corazón de negro seguirá bombeando sangre de blanco.
Jesucristo, con piel de judío, murió en una cruz. Su costado fue traspasado por nosotros, y la sangre que bombeaba su corazón, sangre judía, fue derramada íntegramente para redimir a toda la humanidad, de cualquier color, cualquier raza, cualquier nacionalidad y cualquier religión.

viernes, 30 de octubre de 2009

«TENÍA A MI HIJO EN MIS BRAZOS, Y MI ESPOSO ME GOLPEÓ»

«Tengo seis años de casada, una niña de cinco años y un niño de dos. Desde el primer año de matrimonio, mi esposo me ha golpeado por cualquier razón. Una vez lo hizo estando yo embarazada.
»Ya hemos hablado muchas veces de eso. Siempre me dice que va a cambiar, pero vuelve a lo mismo, y siempre mis hijos tienen que ver esto. He pensado dejarlo e irme con los niños, pero él siempre me convence de que va a cambiar. A raíz de esto, siento que ya no lo amo. Ya no quiero estar con él. No sé qué me pasa. Tal vez esto sea fruto de las agresiones que he recibido de su parte.
»Aun estamos juntos, pero nada ha cambiado. La última vez tenía a mi hijo en mis brazos, y me golpeó. Nuevamente prometió cambiar; pero me da miedo que la próxima vez ocurra algo peor. ¿Qué debo hacer?»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
»¡Escogimos su caso esta semana porque su vida corre peligro! Ya no hay tiempo para que usted siga pensando en lo que debe hacer. ¡Es urgente que actúe ahora mismo! Tome a sus hijos y aléjese de ese hombre que ha demostrado una y otra vez que representa un peligro para usted y para ellos. ¡Hágalo hoy! No sabemos qué leyes rigen en su país, pero si es posible, obtenga una orden judicial que prohíba que su esposo se le acerque....
»Luego de explicarnos que ya no siente amor por su esposo, usted nos dijo: “No sé qué me pasa.” ¡Lo cierto es que a usted no le pasa nada! Dios les da a los seres humanos, y hasta a los animales, el instinto de conservación. Lo que usted siente es ese instinto. Y ese instinto le está gritando: “¡Yo no quiero seguir siendo lastimada! ¡Quiero protegerme y proteger a mis hijos indefensos! ¡Este hombre es peligroso!”...
»Estamos seguros de que este consejo la preocupará en cuanto al futuro y a lo que les sucederá a usted y a sus hijos sin su esposo. ¿Ha oído la historia verídica del joven David, que salió a pelear contra el gigante Goliat? Todos los demás tenían miedo de enfrentarse a Goliat, pero David le dijo: “Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor Todopoderoso...”1 David no temía lo que fuera a ocurrir porque tenía una relación personal con Dios y sabía que Dios pelearía en su defensa.
»¿Tiene usted una relación personal con Dios? ¿Le ha pedido en oración que su Hijo Jesucristo entre a vivir en su corazón y sea su Salvador? De hacerlo así, Él no sólo salvará su alma del pecado, sino también la acompañará y peleará en su defensa en todos los momentos difíciles que le esperan. [Dios] quiere ser su mejor amigo, Aquel en quien puede confiar cuando se siente sola o tiene miedo. Quiere darle sabiduría para afrontar las difíciles decisiones que tiene por delante. Él le dará la ayuda y la fuerza necesarias para enfrentarse a los gigantes de su vida.
11S 17:45

miércoles, 28 de octubre de 2009

UNIDOS AL FIN

Las puertas de la sala de emergencia se abrieron de par en par. Una camilla conducida por enfermeros pasó rápidamente. Traían a un hombre de sesenta y un años de edad, llamado Clarence, víctima de un ataque cardíaco. Pero los esfuerzos de los médicos fueron vanos. Clarence murió media hora después.
Acababan de quitar de la sala a Clarence cuando volvieron a abrirse rápidamente las puertas. Esta vez traían en la camilla a otro hombre, de cincuenta y seis años, llamado Charles, también víctima de un ataque cardíaco. De nuevo los esfuerzos de los médicos fueron vanos. Charles murió a la media hora.
En la morgue del hospital los cuerpos de Clarence Atton y Charles Atton yacían uno junto al otro, fríos, inmóviles, silentes. Clarence y Charles eran hermanos que habían estado enemistados durante veinticinco años. No se habían hablado ni una sola vez en ese lapso de tiempo. Los dos murieron el mismo día, casi a la misma hora, de un ataque cardíaco. Y la súbita muerte no les dio tiempo para reconciliarse.
He aquí un caso patético. Los dos hermanos tuvieron una vez una contienda. Se enemistaron seriamente. Ninguno de los dos quiso nunca dar su brazo a torcer. Alimentaron su resentimiento, sin deseos de perdón, durante veinticinco años.
En sólo dos ocasiones cambiaron unas breves palabras: en el funeral de la madre de ambos, y en el funeral de una hermana. Vivían en la misma ciudad: Boston, Estados Unidos. Pero nunca mostraron la voluntad de reconciliarse. Cuando al fin estuvieron uno junto al otro, ya estaban en la morgue, separados para siempre.
¿Cuánto tiempo vamos a esperar nosotros para reconciliarnos con nuestro hermano o nuestra hermana, con nuestro esposo o nuestra esposa, o con cualquiera con quien estamos enemistados? ¿Un día? ¿Un mes? ¿Un año? ¿O esperaremos hasta el día de la muerte, cuando la puerta se haya cerrado para siempre?
La obstinación es uno de los pecados más absurdos del ser humano. Nos herimos a nosotros mismos. Arruinamos nuestra propia vida. Destruimos nuestro propio ser, y todo por el orgullo que no nos deja decir: «Perdóname.»
Lo triste de esta obstinación es que el que sufre es el que no perdona. El que no perdona lleva una vida solitaria. El que no perdona no conoce la paz. El que no perdona sólo conoce amargura. El que no perdona no puede ni perdonarse a sí mismo. Y lo peor de todo es que el que no perdona no puede encontrar el perdón de Dios.
La oración más conocida de todos, el Padrenuestro, dice: «Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores» (Mateo 6:12). Es como decir; «Perdóname, Señor, de la misma manera en que yo perdono.» Y si nosotros, en obstinación, no perdonamos, no podemos obtener el perdón de Dios.
Cristo nos mostró el camino al reconciliarnos con Dios. Perdonemos nosotros, para vivir en paz y para disfrutar del perdón de Dios.

lunes, 26 de octubre de 2009

LA VIOLENTA MUERTE DE COAZINHO

Una multitud encolerizada, con furia compuesta de frustración, abandono, pobreza y ansias de desquite, perseguía a Coazinho. Coazinho, muchacho de diecisiete años, de los arrabales de Río de Janeiro, a su vez corría procurando salvar su vida. Pero lo alcanzaron.
La turba furiosa lo ató a un árbol, le clavó dos hierros en el vientre, puso un cartucho de dinamita entre los hierros y prendió fuego a la mecha. Así fue como Coazinho, apenas un muchachón con historia de robos, asaltos, muertes y violaciones, murió de un modo violento. Esa es una de las muertes más violentas que le puede ocurrir a un hombre: morir dinamitado.
He aquí una historia triste, producida por una sociedad triste, en medio de una época y mundo que poco sabe de alegrías. Coazinho, cuyo verdadero nombre se desconoce, nació y fue criado en medio de la misma violencia que lo mató.
Hijo de una mujer de mala vida que lo dio a luz en un prostíbulo, Coazinho no conoció padre, ni madre, ni hogar, ni escuela ni iglesia. Se crió como pudo, recibiendo golpes, insultos, malos tratos y desprecios. No conoció más escuela que la calle, más iglesia que la taberna, más hogar que el orfanato.
No bien había llegado a la adolescencia cuando salió a vivir por su cuenta. Y vivió rodeado de la violencia y el delito, sumido en la furia y el resentimiento. Falto de educación formal y moral, los bajos instintos del hombre hicieron presa permanente de él.
Un día en que le robó la cartera a un hombre, colmó la copa de sus maldades, según juzgaron los vecinos. Así que lo persiguieron, lo alcanzaron, lo ataron a un árbol y lo dinamitaron por la mitad. A juicio de ellos, una vida que nunca había conocido más que la violencia debía terminar en forma violenta.
Es fácil comentar el caso y emitir palabras cargadas de sentimiento. ¡Pobre Coazinho! ¿Por qué tuvo que terminar de ese modo? Si hubiera sido hijo de la mayoría de nosotros, habría sido otro su destino.
La violencia que tanto perjudica a los niños y a los adolescentes no se encuentra sólo en las calles, en las tabernas, en las casas de vicio. Puede hallarse también en hogares respetables. Por eso mismo nos conviene invitar a Cristo a vivir en nuestro hogar hoy mismo. Porque sólo Cristo puede librarnos de la violencia que marca a los Coazinhos.

sábado, 24 de octubre de 2009

LO MEJOR Y LO PEOR DEL MUNDO

Había una vez un hombre rico que tenía un esclavo muy sabio. Cierto día el hombre envió a su esclavo al mercado para que le comprara la mejor comida que encontrara, ya que tenía varios amigos invitados a comer y quería ofrecerles algo apetitoso. Así que el esclavo fue al mercado y compró lengua, y al volver a casa, la preparó lo mejor que pudo.
Cuando el amo le preguntó a su esclavo por qué había comprado lengua, el esclavo le dijo:
—Porque la lengua es lo mejor del mundo: con la lengua alabamos a Dios, con la lengua cantamos las glorias de la patria, con la lengua le declaramos amor a la mujer amada, y con la lengua le brindamos consejo al mejor amigo.
El amo, reconociendo la sabiduría de su esclavo, le respondió:
—Está bien, pero mañana me traerás lo peor que encuentres en el mercado.
Al día siguiente, el esclavo volvió otra vez con lengua.
—¿Por qué has vuelto a traer lengua? —le preguntó el amo—. ¿No decías ayer que es lo mejor del mundo? ¡Yo te pedí que me trajeras lo peor!
—Es que, sin duda alguna, Señor —contestó el esclavo—, la lengua es también lo peor del mundo, porque con ella mentimos, con ella calumniamos, con ella blasfemamos de Dios, con ella juramos en falso, y con ella insultamos al prójimo.
Esta fábula, atribuida al legendario Esopo, encierra una gran lección. La verdad es que la lengua en sí no es ni buena ni mala; es simplemente el instrumento con que se expresa el corazón. En realidad, es el corazón lo que es malo o bueno. La lengua no hace más que obedecerle. Por eso dijo Jesucristo que «de lo que abunda en el corazón habla la boca».1
De modo que podemos emplear la lengua para hacer el bien o para hacer el mal. El sabio Salomón lo resume en los siguientes proverbios: «Los labios del justo destilan bondad; de la boca del malvado brota perversidad»; «En la lengua hay poder de vida y muerte»: «Fuente de vida es la boca del justo, pero la boca del malvado encubre violencia»; «La lengua que brinda consuelo es árbol de vida; la lengua insidiosa deprime el espíritu»; «El charlatán hiere con la lengua como con una espada, pero la lengua del sabio brinda alivio»; «Con la boca el impío destruye a su prójimo»; «los labios del sabio son su propia protección».2
¡Qué bueno sería que, al igual que Salomón, le pidiéramos a Dios sabiduría por sobre todas las cosas,3 y que, al igual que David su padre, le pidiéramos a Dios que creara en nosotros un corazón limpio!4 De hacerlo así, nuestra lengua, cual fuente de vida, no haría más que destilar bondad y brindar consuelo y alivio.


1Lc 6:45
2Pr 10:32; 18:21; 10:11; 15:4; 12:18; 11:9; 14:3
32Cr 1:7‑12
4Sal 51:10

martes, 20 de octubre de 2009

La ira mata

Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has enojado en gran manera Caín, y por qué ha decaído tu semblante? 
Génesis 4:6

El primer homicidio en la historia de la humanidad, del cual tenemos noticia según la Biblia, es el cometido por el hijo mayor de Adán, Caín, quien mató a su hermano menor, Abel. ¿Será posible imaginar el inmenso dolor de Adán y Eva viendo el cuerpo de su hijo, sin vida? Habrán llorado amargamente y se habrán preguntado muchas veces: “¿Por qué?”

La Biblia cuenta de que Caín tenía problemas con su excesiva rabia . Dios le había preguntado a Caín: ¿Por qué estás enojado?

¿Por qué la ira y el enojo son tan comunes entre familiares y parientes? Encontramos a personas que tienen una pésima auto imagen, viven abatidos, hacen parte de una familia dominada por la ira, la rabia, el enojo y no tienen control emocional.

La Biblia dice: “El amor... no se irrita fácilmente, no guarda rencor”. Este pasaje bíblico, se refiere en primer lugar, al amor de Dios por nosotros. Siempre enfrentamos personas o situaciones que nos provocan. Pero debemos dominar nuestros impulsos recordando la manera como Dios nos trata cuando le ofendemos. Dios es paciente y bondadoso con nosotros. Debemos amar a los demás con el mismo amor que Dios nos ama y mantener sobre control nuestros impulsos. Dominar nuestro temperamento con la ayuda de Dios.



Piensa

Quien controla su temperamento, evita heridas en el corazón de otros y en su propio corazón.

Ora

Perdónanos Señor, por herir y lastimar a muchas personas con nuestra ira, rabia y enojo. A veces entristecemos y hacemos llorar a muchos por no controlarnos. Enséñanos a amar de verdad. Amén.

¿Por qué esa rabia?

Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta... y tú te enseñorearás de él. 
Génesis 4:7


Dios nos alerta que cuando nos airamos, el pecado se convierte en una amenaza. En otras palabras, la ira es como un animal salvaje, listo para atacar a su presa indefensa.

La ira nos puede dominar y aún más, intentar aniquilar lo que está provocando nuestra ira – “... más el espíritu deprimido, quién lo levanta?” (Proverbios 18:14)

¿Cuántos de nosotros ya hemos lastimado a otros porque no supimos controlar nuestra ira y nuestra lengua? El Señor nos advierte: “No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque el enojo reposa en el seno de los necios”. (Eclesiastés 7:9). Cuando estamos dominados por la ira, nos sentimos poderosos, pero en lo íntimo sabemos que solamente escondemos nuestra debilidad.

Vivimos una época de mucho nerviosismo. Vemos gente nerviosa en el tránsito de las grandes ciudades. Las personas dicen palabras groseras e hirientes cuando están enojadas.

EL Dios eterno nos pregunta hoy: ¿Por qué estás enojado? (Génesis 4:6). Dios nos hace esa pregunta, para llevarnos a la raíz del problema. Él quiere sanar las heridas que otros nos causaron. Podemos confiar que Él pondrá límites al pecado que toca a nuestra puerta.





Piensa

Cuando nos provocan a ira, es bueno preguntarnos: “¿Porqué es que estoy tan enojado?”

Ora

Señor, ayúdanos a dominar nuestra ira. Danos paciencia, autocontrol y sabiduría, para saber convivir con los demás, de tal manera que no les causemos sufrimiento o destrucción. En nombre de Jesús. Amén.

Respondiendo como Jesús

Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido?
Génesis 4:7


La ira crea un vacío en nuestras vidas.

Pedro dice a los cristianos: “Por que también Cristo padeció (...) quien cuando le maldecían, no respondía con maldición, cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente”. Debemos imitar a Cristo... Jesús podría haber llamado a legiones de ángeles y barrer de la tierra a sus adversarios, pero respondió con amor y no con ira.

Cuando somos heridos en lo más íntimo, no debemos responder con represalia e ira, porque eso no ayudará ni resolverá en nada. Dios insistió con Caín cuando estaba apunto de matar a su hermano Abel: “¿Si hicieres el bien, no serás enaltecido?. Pero Caín no escuchó el consejo de Dios.

Muchas veces es difícil librarnos de nuestra ira. Parece que las cosas que hacen las personas a nuestro alrededor, la hacen simplemente para irritarnos y ponernos nerviosos. Tal vez sea el esposo, la esposa, un hijo, un colega de trabajo, un vecino o alguien de la iglesia, que con frecuentemente nos irrita. ¿Por qué?

El problema está dentro de nosotros mismos. No es culpa del otro cuando actuamos con ira. En realidad es nuestro problema y nuestra responsabilidad. Necesitamos mansedumbre y la simpatía para lidiar con las faltas de los otros, así como Cristo lidia con nosotros.

Piensa

La culpa de quien tiene ataques de ira, descontrol emocional, no es de los otros, pero sí de quien las tiene.

Ora

Perdónanos Señor, cuando respondemos irritados, con ira y hasta con furia, a las provocaciones y los insultos. Ayúdame, pues no quiero ser un impedimento para que otros te conozcan. Amén.

¿Dónde está tu hermano?

Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano?...
Génesis 4:9


Hace poco, mi esposa y yo estuvimos conversando con una pareja de ancianos, a quienes admiramos mucho. Ellos nos contaron que asumieron el compromiso de apoyar a cuatro mujeres que quedaron viudas. Frecuentemente le hacen visitas y construyen una relación de amistad y compañerismo con cada una de ellas. Mientras compartía su experiencia, pensé: “que Dios los bendiga y les multiplique sus fuerzas”. Recuerdo que mi padre contaba de que cuando mi madre falleció, los amigos nunca más lo visitaron.

Uno de los problemas más grande que existe en el mundo, es la soledad. Muchas familias son inestables, o están divididas por el divorcio. Dios nos dice a todos, que la iglesia es nuestra familia también. La iglesia es un lugar donde personas extrañas pasan a ser hermanos y hermanas, en Cristo.

Las altas secuoyas, son árboles muy altos que viven más de 2.000 años, en California, siempre crecen en grupos. Es difícil encontrar un árbol grande solito, porque las secuoyas no tienen raíces profundas, y solas difícilmente resistirían a la tempestad. Pero un grupo de secuoyas, sí permanecen en pié, porque las raíces se entrelazan entre si.

Podemos decir que lo mismo sucede con una iglesia que vive en comunión.



Piensa

Desde los tiempos remotos de Caín y Abel, Dios ya nos enseñaba a cuidar de nuestros hermanos. 


Ora

Gracias Señor, por aquellos que se interesan por nosotros. Que demostremos interés por los demás y creemos una relación de amor que nos mantenga unidos contra las tempestades. Amén.

Calor humano

Sobrellevad unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.
Gálatas 6:2


Jackie Robinson, el primer jugador negro del beisbol profesional americano, estaba jugando en el estadio de su ciudad natal. Durante el juego el cometió un grave error, comprometedor, y la multitud comenzó a gritar insultos peyorativos y frases racistas. Robinson se quedó paralizado y cabizbajo, severamente humillado. Entonces el jugador Pee Wee Reese, fue junto a Jackie, mientras la multitud continuaba gritando, abrazó a Jackie y enfrentó al público. Al poco tiempo la hinchada se calmó. Tiempos después, Robinson dijo que recibir un abrazo caluroso fue lo que salvó su carrera de jugador.

Conozco lo que sucedió a un grupo de 9 personas que trabajaban en la extracción de mineros y quedaron atrapados por tres días en un pozo lleno de agua. Estar por mucho tiempo dentro del agua helada podría matarlos poco a poco por hipotermia. Sabiendo que eso podría ocurrir, cuando uno de ellos ya no aguantaba el frío, los otros 8 se juntaban a su alrededor para calentarlo. También se amarraron unos a otros para quedarse juntos y apoyarse mutuamente, sabiendo que si morían serían encontrados todos juntos. Finalmente todos salieron vivos.

Estas son dos historias increíbles acerca de como cuidar al otro. Dos ejemplos de cómo una iglesia debe ser y actuar.



Piensa

Un abrazo en un momento crucial de la vida, puede salvar nuestra vida.

Ora

Señor, cuándo nos preguntas: ¿Dónde está tu hermano?, sabemos lo que quieres decir. Que podamos ayudar a nuestro hermano con alegría y amor. En nombre de Cristo Jesús. Amén.

Un nuevo mandamiento

Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. 
Juan 13:34

A veces las personas se confunden cuando Jesús dice que está dando un nuevo mandamiento: “Amaos los unos a los otros”. ¿Es que acaso ese no fue siempre el mandamiento de Dios? Para entender lo que hay de nuevo en ese mandamiento, necesitamos observar que Jesús añade: “como yo os amé, vosotros también debéis amaros los unos a los otros” Jesús nos amó dando su vida en la cruz por nosotros. Jesús nos enseñó que el amor verdadero requiere sacrificio.

¡Qué comunidad maravillosa sería la iglesia, si todos los seguidores de Jesús amasemos como Él nos amó!. En ese bello escenario todos los miembros de la iglesia andarían lado a lado con sus hermanos, hermanas y vecinos, estimulándose mutuamente, ayudándose y apoyándose. El amor cristiano puesto en práctica, estaría dispuesto a ayudar a cualquiera en nombre de Jesús, sin importar las dificultades. Infelizmente no encontramos siempre este tipo de amor dentro de nuestras iglesias, a pesar de eso, el compromiso nuestro debe ser con Jesús, quien nos amó.

Hay tantas personas que necesitan un hermano o hermana que estén a su lado, apoyándolos y amándolos cuando tienen que enfrentar situaciones difíciles en la vida. Muchos, en éste momento, se encuentran solos.

Piensa

Sólo el amor de Cristo es sin límites, pero dentro de nuestras limitaciones debemos amar a nuestro prójimo.


Ora

Señor, te agradecemos por amarnos de una manera totalmente nueva. Que podamos demostrar tu amor de manera auténtica y desinteresada, a las personas que nos rodean. En nombre de Cristo. Amén.

Mi hermano es mi problema

.... Y él respondió: ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?
Génesis 4:9


Veamos nuevamente la pregunta que le hizo Dios a Caín a respecto de su hermano Abel, y la respuesta que él le dio. Caín respondió con otra pregunta: “¿Soy yo responsable por mi hermano?”. Es una respuesta que siempre escuchamos y la empleamos frecuentemente.

La pregunta de Caín revela el sentimientos que manifestamos ante los problemas de los otros: “No puedo ayudar porque tengo mis propios problemas”.

Conocemos a personas que están pasando por angustias, pero preferimos cruzar la calle y tratamos de evitarlas. Vemos noticias en la televisión sobre el hambre en el África y la epidemia del SIDA y damos la espalda, no hacemos caso y olvidamos, nos distraemos con el frenesí de la vida cotidiana. Es cierto que no podemos cargar los problemas del mundo entero, pero tampoco debemos preocuparnos solamente con nosotros mismos, a punto de nunca ayudar a otros.

Con nuestra actitud estamos diciendo a Dios: “¿Acaso soy yo responsable de mi hermano?” Y Dios respondería: “¡Si, tú eres!”.

Dios no nos quitará nunca esa responsabilidad, por que Él nos ve a cada uno de nosotros como responsables por nuestros hermanos y hermanas y por su bienestar. En vez de divulgar sus debilidades, debemos amarles.



Piensa

¿Dónde está tu hermano?

Ora

Padre bondadoso, te damos gracias por que tu no dejas que nos olvidemos de nuestros hermanos y hermanas. Ayúdanos a responder por los que sufren, por los que están en crisis en sus vidas. En nombre de Jesús. Amén.

lunes, 19 de octubre de 2009

LA MANÍA DEL SUICIDIO

La mañana estaba fresca y hermosa: el cielo muy azul, los pájaros cantando, y grupos de chiquillos alegres caminando hacia la escuela. Entre ellos estaba Jackie Johnson, una niñita de seis años de edad.
Tenían que cruzar la vía del tren, en la ciudad de Diana, estado de Florida, así que todos los chicos cruzaron los rieles, excepto Jackie. Ella se quedó quieta, parada entre los rieles como hipnotizada. Alguien la escuchó decir: «Quiero ser ángel para ir a estar con mi mamá» escasos momentos antes que el tren llegó al cruce y arrolló a la chiquilla, dándole muerte instantánea.
«Es la suicida más joven en la historia del estado», anunciaron los diarios. ¡Increíble el caso de esta bella criatura de apenas seis años de edad!
¿Qué pudo haber ocurrido en la vida de esta niñita para que tomara esa determinación tan drástica? Es todo un caso trágico.
Su madre había muerto de cáncer inoperable, y Jackie la había visto sufrir. El dolor del cáncer había sido insoportable y la pobre madre, sin nadie más en la casa que su hijita Jackie, había volcado sobre ella la gravedad de su sufrimiento.
Un día Jackie la escuchó decir: «Me voy al cielo, a estar con los ángeles.» Y Jackie, en su inocencia, pensó que si ella se volvía ángel, seguiría viviendo junto a su mamá.
La niñita se había dado cuenta de que algunos morían al cruzar la vía férrea, y tomó su decisión: «Me pararé en los rieles y dejaré que el tren me arrolle. En un instante me convertiré en ángel.» Insólito razonamiento en una niña de apenas seis años de edad.
Ya se está viviendo la manía del suicidio. La idea de la auto-eliminación, cuando los problemas de la vida se hacen demasiado grandes, la tiene mucha gente. Hasta la televisión reproduce el mismo cuadro.
No es extraño que los niños también piensen en el suicidio. El aumento pavoroso en los suicidios juveniles revela el abaratamiento de la vida humana y el desplome de la fe en Dios. Nos estamos perdiendo y no sabemos qué hacer.
Pero ninguna persona que pone su confianza en Cristo considera el suicidio una opción viable. Con Cristo en nuestro corazón, nos libramos de esa clase de temores. Él desea darnos su cuidado pastoral. Con Él nos sentimos consolados y fortalecidos. Con Él la vida se hace soportable. Con Él siempre hay un amigo a nuestro lado. Con Él estamos eternamente seguros.

martes, 13 de octubre de 2009

EL ÚLTIMO ABISMO

El poema fue creación de un alma juvenil, confundida y traspasada de problemas. «Tinieblas —dice el primer verso—, vengan y llévenme al último abismo, donde el dolor y el odio, y la ira y la guerra, ya no queman más.»
Y siguiendo ese mismo tono, la poesía, compuesta de versos graves y tristes, termina con: «El amor ha llegado a ser mi enemigo; la amistad se ha vuelto burla; y la esperanza, mi prisión.» Así concluyó Elisabeth Garrison, de dieciséis años de edad, su poema. Su dolor, expresado en verso, explica el crimen que acababa de cometer. Elisabeth Garrison acababa de matar a su madre.
El alma del poeta se conmueve con las emociones más extremas. Ve la vida con ojos penetrantes, y reacciona de modo diferente al común entre los mortales.
Elisabeth no se llevaba bien con su madre. Las dos nunca se habían entendido, y a los dieciséis años de edad, en medio de la desesperación, Elisabeth mató a su madre. Inmediatamente después, todavía en su cuarto, la joven compuso esos versos. En ellos pedía que se le llevara al «abismo final, donde el dolor cesa. Porque —¡y qué expresión de una muchacha de apenas dieciséis años de edad!— el amor ha llegado a ser mi enemigo; la amistad se ha vuelto burla; y la esperanza, mi prisión.»
Ante esto nos preguntamos: ¿A qué profundidad de dolor, de desesperanza, habrá llegado la persona que dice que el amor es su enemigo, y que luego mata al ser más querido que tiene? Llegar a ese extremo es lo más desastroso que el ser humano pueda conocer. Y sin embargo hay muchas personas que han caído en ese abismo.
Cuando el dolor se vuelve insoportable, cuando la desesperación nos ahoga, ese es el momento de clamar: «¡Señor, te necesito; por favor, ayúdame!»
El salmista David sufrió, así también, sus momentos de angustia. Escuchemos uno de sus clamores: «¡Sálvame, Señor mi Dios, porque en ti busco refugio! ¡Líbrame de todos mis perseguidores! De lo contrario, me devorarán como leones; me despedazarán, y no habrá quien me libre.» Con esa ansiedad comienza David el Salmo 7, pero concluye con optimismo: «Mi escudo está en Dios, que salva a los de corazón recto... ¡Alabaré al Señor por su justicia! ¡Al nombre del Señor altísimo cantaré salmos!»
Aprendamos del salmista que siempre podemos encontrar refugio en Dios. Cuando todo en esta vida nos consume, siempre queda Dios. Y con tal que lo busquemos con toda sinceridad, Él siempre nos responderá. Pongamos nuestra confianza en Dios. Él jamás nos defraudará.

sábado, 10 de octubre de 2009

UN CORAZÓN COMPAÑERO

Andaba en busca de un corazón, y en esa búsqueda viajó de Honolulu, Hawai, hasta Los Ángeles, California. Buscaba un corazón que fuera afín al suyo, adaptable a su misma sangre. La necesidad era urgente porque su corazón ya no funcionaba como debía. Se trataba de Jason Pacheco, un niño de dos años de edad. El pequeño sufría un mal congénito. El corazón se le moría dentro de él. Y si no se hallaba otro para el trasplante, Jason de seguro fallecería.
Desde aquel primer trasplante de corazón algunas décadas atrás, la ciencia de los trasplantes ha progresado de manera asombrosa. Miles de vidas han sido rescatadas de las fauces de la muerte gracias a un trasplante.
En el caso de Jason, el corazón tenía que ser, más o menos, de su misma edad, es decir, de unos dos años, y tenía que ser de su mismo tipo de sangre. La raza del donante y el color de su piel no importaban, pero sí tenía que ser un corazón compatible, que se adaptara al cuerpo de Jason, y tenía que ser implantado en su pecho a tiempo. Desgraciadamente Jason no resistió la espera.
Al igual que Jason, aunque no en el sentido físico, todos necesitamos un corazón compañero. Un corazón que simpatice con nosotros, que tenga nuestros mismos sentimientos e ideales, y especialmente nuestra misma fe. Un corazón que no sólo sea compatible, sino que nos ame. Que nos ame con un amor eterno.
Permítame, joven, señorita, dirigirme, hoy, específicamente a usted. Quizá usted está, hoy mismo, en busca de un corazón. La primera atracción al sexo opuesto es una atracción física, y esto es completamente normal. Pero en eso, precisamente, consiste el engaño. Es que la atracción física, sola, no es suficiente para asegurar largos años de matrimonio feliz.
Cuando se case, tenga por seguro que hay por lo menos tres elementos necesarios para un largo y feliz matrimonio. Primero, no sólo ame el cuerpo de su cónyuge, sino también su alma, su corazón, su ser entero. Esa clase de amor asegura la absoluta y eterna fidelidad. Segundo, acepte a su pareja tal cual es. No trate de cambiar a su cónyuge. Esa linda persona que es su pareja será como es, por toda la vida.
Tercero, ríndase de modo absoluto, junto con su cónyuge, al señorío de Cristo. El egoísmo, que es el mayor destructor de matrimonios, no prevalece cuando Cristo es Dueño absoluto. Asegure el éxito de su matrimonio comenzando con Cristo en su corazón. La motivación espiritual es el estímulo más fuerte de esta vida.

jueves, 8 de octubre de 2009

«NO HE PODIDO CONTROLAR [LA] POSESIÓN DE DINERO»

En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue:

«Desde hace cuatro años, comencé a trabajar ya recién salido del colegio.... Desde ahí, no he podido controlar el asunto de posesión de dinero... por querer tener desde ya lo que con paciencia pude haber obtenido (hoy ya lo reconozco cuando es tarde). Decidí empezar a sacar préstamos, tarjetas de crédito.... Comencé a comprarme cosas que siempre quise tener por estos medios....

»Hoy en día... estoy endeudado de tal manera que no sé cómo salir de esto... Quisiera que compartan esto con las personas que nunca lo han hecho [para que] tengan cuidado con el asunto del endeudamiento porque, créanme, esto hoy en día me ha robado la paz....»

Este es el consejo que le dimos:

«Estimado amigo:

»Si bien lamentamos mucho que las deudas le hayan robado la paz, nos alegramos de que haya optado por contarnos su caso en medio de su angustia a fin de advertirles a otros que a ellos les pudiera suceder lo mismo.

»Es interesante que no nos haya dicho siquiera lo que compró con el dinero. ¿Acaso compró ropa nueva o una computadora? ¿O tal vez un auto nuevo o hasta una casa? Las cosas que usted no pudo esperar para comprar ni siquiera las menciona ahora debido a las consecuencias que ha sufrido. El gozo que sintió al vestir la ropa nueva o al usar la computadora se ha esfumado, y en su lugar han quedado la desesperanza y la falta de paz. Usted sólo quisiera poder hacer retroceder el tiempo y volver a comenzar, sabiendo lo que sabe ahora: que las posesiones materiales no compensan la miseria que acarrean las deudas.

»Jesucristo contó la historia de un joven que no podía esperar para tener todo lo que quería.1 Convenció a su padre de que le diera su herencia antes de tiempo para poder disfrutar de ella inmediatamente. No quería esperar hasta que muriera su padre o hasta que él mismo tuviera más edad y más sabiduría. Estaba empecinado en lo que quería, ¡y lo quería todo de inmediato! Así que su padre le dio la herencia y, en poco tiempo, la había malgastado por completo. El joven después no tenía con qué comprar nada y tenía tanta hambre que llegó a codiciar hasta la comida que les daba a los cerdos que le tocó cuidar. Más que cualquier otra cosa, él quería poder volver a comenzar, así como quiere usted. Y al igual que usted, no fue sino hasta que ya era demasiado tarde que aprendió que no es prudente ser tan impaciente....

»Por ahora, deshágase de sus tarjetas de crédito y elimine sus cuentas de crédito. Determine que va a vivir gastando menos de lo que gana y a pagar sus deudas poco a poco, aunque le tome mucho tiempo hacerlo. El solo hecho de seguir ese proceso le enseñará a tener paciencia.

»En cuanto a la paz que busca, sólo hallará la verdadera paz cuando le entregue todo a Dios y le pida que dirija su vida. Él lo ayudará en la larga prueba que tiene por delante.

»Le deseamos la paz verdadera,

»Linda y Carlos Rey.»

El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, puede leerse con sólo pulsar el enlace que dice: «Caso 48» dentro del enlace en www.conciencia.net que dice: «Caso de la semana».


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1 Lc 15:11-24

lunes, 28 de septiembre de 2009

MILES Y MILES DE CARTAS

La cantidad fue creciendo y creciendo. Al principio sólo era una cuenta de interés local. Después se hizo de alcance mundial. Eran cartas: cartas y tarjetas que llegaban de todas partes del mundo.
Craig Shergold, niño inglés de diez años de edad, se moría de cáncer. Su caso, cáncer inoperable al cerebro, despertó simpatía a nivel mundial, y como que el mundo entero volcó su interés en favor del niño.
Entre las miles de cartas que recibió había una que decía: «Yo me haré cargo de la operación del niño.» La carta venía de John Kluge, un millonario norteamericano. Él había hablado con Neal Kasell, eminente neurocirujano, y éste se había comprometido a ver al niño.
Todo fue minuciosamente preparado: el vuelo a Inglaterra, el diálogo con el doctor del niño, el examen y la fecha para la cirugía. Por fin llegó la hora, y la operación, sumamente difícil, fue todo un éxito, y el niño recuperó la salud.
Quizá nunca nadie recibió tantas cartas en toda su vida como este chico inglés. Pero fue una sola, la carta de John Kluge, la que le trajo la salud.
Son muchas las cartas que se escriben diariamente en este mundo. Y uno se pregunta: ¿Qué dicen todas esas cartas? ¿Qué cuentan? ¿Qué informan? La respuesta es obvia: cosas y asuntos humanos.
¿Cuántas de esas cartas traerán alivio? ¿Cuántas levantarán el ánimo? ¿Cuántas mitigarán penas y dolores? ¿Cuántas producirán alegría y felicidad?
Cada uno de nosotros puede escribir esa carta que traerá salud al moribundo. Siendo así, escribámosla. Escribamos cartas, pero no de odio ni de resentimiento. Escribamos cartas de ánimo, de alegría, de consuelo. Levantemos el corazón del triste. Infundámosle fuerzas al débil. Calmemos al atormentado. Consolemos al desconsolado. Quizá uno de nosotros sea la única persona que pueda traer esperanza al que ya no quiere vivir.
¿Hay alguna persona en nuestra vida que necesita aliento? Escribámosle, y digámosle que la amamos. Digámosle también que Dios le ama. No tenemos que aconsejarla ni sermonearla. Lo único que tenemos que hacer es amarla. Esa es la medicina que traerá la salud que nuestros conocidos tanto necesitan.
Si nos cuesta trabajo escribir una carta así, pidámosle a Jesucristo que entre en nuestro corazón. El amor de Cristo invadirá nuestra alma y se desbordará en amor hacia aquel amigo que necesita aliento. Escribamos esa carta. Escribámosla hoy mismo.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Encuentro de Caballeros

Orden de día .
A.Saludo y bienvenida .
B.Oración para iniciar la reunión .
C.Tiempo de Alabanza y Adoración .
D.Ministerio de Caballeros .
-Historia
-Antecedentes
-Objetivos
-Invitación a participar
-Página de lectura ó Blog de consulta
E.Oracón especial por el Ministerio de Caballeros
F.Un mensaje especial para hoy
G.Tiempo de refrigerio

miércoles, 23 de septiembre de 2009

«GAMINES», «GOLFOS», «PUNGAS» Y «VAGOS»

La caravana se organizó sola. Nadie la convocó. Nadie la dirigió. De todas las esquinas y plazoletas, de todos los cines y mercados, de todos los barrios de la ciudad, comenzaron a caminar. ¿Quiénes hacían esto? Niños. Decenas de niños. Niños pobres. Niños desamparados. Niños que caminaban solidarios con un rumbo fijo: «La Nueva Jerusalén», uno de los barrios de la gran ciudad.
Iban para asistir al funeral de un compañero muerto, un chico callejero de doce años de edad llamado Wellington Barboza. Lo habían asesinado los narcotraficantes. Uno más, añadido a la lista de víctimas. Era uno de los chicos abandonados, de ocho a doce años de edad, que viven en las calles de Río de Janeiro.
Todas las grandes ciudades tienen sus niños pobres. Son los huérfanos, los desheredados, los corridos de sus casas sin amor y sin cuidado. Irónicamente el niño Wellington Barboza había sido asesinado en un barrio llamado «La Nueva Jerusalén», el nombre que la Biblia da a la eterna ciudad celestial.
Estos niños brasileños, como sus congéneres de todo el mundo, se dedican necesariamente al delito: al robo y al narcotráfico. Y a veces, por la misma vida que llevan, cometen homicidios.
En Bogotá se les llama «gamines», en España, «golfos», en otras ciudades, «pungas» o «vagos», pero todos por igual son víctimas del desamor y la indiferencia. Y su destino es la droga, la agresión, la cárcel y la muerte.
¿Habrá algo que nosotros, los adultos de este tiempo, podemos hacer? Sí, lo hay. En primer lugar, debemos reconocer la honda herida que motiva este comportamiento. Ellos son quienes son, y hacen lo que hacen, porque son víctimas de una sociedad que los ha herido, desamparado y abandonado.
Luego debemos levantar nuestra voz para hacer que tomen conciencia todos —padres, maestros, clérigos, autoridades— de que no hay modo de justificar el abandono de nuestros niños. La realidad es que son nuestros, y su comportamiento refleja el mal que aflige a nuestra sociedad.
Algo más. Padres, cuidemos con amor y atención a los hijos que todavía tenemos en casa. La Biblia dice: «Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor» (Efesios 6:4).
Pidamos de Dios la sabiduría espiritual para librar a nuestros hijos de la ruina moral. Si Cristo es nuestro Señor, hará de nuestro hogar un nido de paz. Invitémosle a que sea el huésped invisible de nuestro hogar. Así aseguraremos a nuestros hijos.

viernes, 18 de septiembre de 2009

«EL DESEO DE SER ALGUIEN IMPORTANTE»

«Tengo veintisiete años. Me casé a los dieciséis. Tengo tres niños, y me siento desesperada porque después de once años de feliz matrimonio, ahora me siento frustrada. Mis planes eran seguir la universidad y ser doctora. Pienso que todavía estoy a tiempo de lograrlo y, aunque tengo un buen esposo respetuoso y fiel, y sé que me ama, él nunca me ha apoyado en las cosas que yo quiero.
»Ahora me gustaría seguir la universidad, pero eso significaría escoger entre las dos cosas, porque tendría que salir de la ciudad y dejar a mi familia. Pero no pienso abandonarlos. Siento que al final el sacrificio será recompensado....
»Tengo una amiga que me aconseja que lo más importante es uno, y alcanzar lo que uno desea en la vida. ¡Por favor, necesito ayuda! No sé qué hacer. Amo a mi familia, pero también el deseo de ser alguien importante ante la sociedad es muy fuerte.»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
»Nos alegra que usted nos haya pedido consejo acerca de su dilema. La felicitamos por considerar a largo plazo todas las implicaciones posibles de esta decisión....
»¿Recuerda lo que sintió antes de casarse? Lo que más le importó fue ser la esposa de ese hombre y estar a su lado para siempre. En ese momento usted tomó una decisión que ya no puede cambiarse. Usted se comprometió con él en aquella ocasión, y ahora que han pasado once años no puede retirar su promesa.
»Es cierto que sus estudios universitarios son importantes. Pero es también importante apoyar con amor a sus tres hijos, enseñándoles y dándoles ejemplo. Esos niños no merecen que usted los abandone o los relegue a un tercer lugar en su vida sólo porque se siente inquieta. Al quedar encinta y luego al dar a luz a cada uno, usted se comprometió tácitamente a amar, a criar y a guiar a esos hijos hasta que crecieran y fueran adultos. Es imposible hacer eso a distancia.
»Con frecuencia recibimos casos como el suyo en que una familia se separa debido al trabajo, a la escuela o a problemas de inmigración. A tales parejas les instamos a que no hagan esto en detrimento de sí mismos y de sus hijos. Casi nunca da buenos resultados.... No hay beneficio económico ni académico que compense la pérdida de ese ser querido al que uno prometió amar para siempre....
»Job, el patriarca bíblico, era un hombre que tenía amigos imprudentes. Ellos le dieron consejos durante los días más difíciles de su vida, pero él tuvo la sabiduría necesaria para no hacerles caso. Jamás debemos permitir que los amigos influyan en nosotros de tal modo que tomemos decisiones dudosas....
»Ponga todo su empeño en formar un hogar maravilloso para sus hijos y su esposo. No hay título universitario alguno que usted pudiera obtener que se compare con el valor que tiene un hogar en el que hay amor, atención y paz.

jueves, 17 de septiembre de 2009

UNA CÁLIDA SEGUNDA LUNA DE MIEL

Estaban celebrando otro aniversario de bodas, el número treinta. Y para darle un tono especial y diferente al evento, Bill y Helen Thayer, de Estocolmo, Suecia, decidieron tener una segunda luna de miel.
No escogieron la Costa Azul de Francia, ni las playas de Tahití ni las costas de Australia. Decidieron, más bien, pasar su segunda luna de miel en el Polo Sur.
¿Qué los hizo escoger esa frígida e inhóspita región? Buscaban —dijeron— algo nuevo, algo diferente, algo que le diera, otra vez, la chispa a su matrimonio que en los primeros años tuvo. Y su comentario, al regresar, fue: «Hemos vuelto de este viaje más amigos que nunca.»
¿Qué podrá inyectar nueva vida en las venas de un matrimonio raquítico? No todos podemos darnos el lujo de celebrar nuestro aniversario de bodas con una luna de miel en el antártico. Además, no hay seguridad de que regresaríamos con nuestra unión rejuvenecida. ¿Qué puede una pareja introducirle a su matrimonio que le devuelva el calor que una vez tuvo?
En primer lugar, deben traer a la memoria ese día mágico en que como novios se pronunciaron esas palabras sagradas de unión: «hasta que la muerte nos separe». Allí no había hipocresía, no había falsedad. Se dijeron que se amarían el uno a la otra y la una al otro para siempre porque se querían de todo corazón. En ese momento encantador el tiempo se detuvo y dos corazones se convirtieron en uno. ¿Cómo se les iba a ocurrir que podría venir el día en que ese amor se enfriaría?
Pero algo pasó. La ilusión se deshizo y la chispa se apagó. ¿Qué hacer en casos como este?
Juntos deben decidir que, pase lo que pase, su matrimonio no se va a destruir. El amor es el producto de una determinación, no de un sentimiento, y cuando los dos determinan que la separación no es, ni nunca será, una opción, esa determinación le dará a su matrimonio nueva esperanza.
En segundo lugar, deben invertir tiempo —tiempo de calidad— en su matrimonio. Eso incluye gozarse juntos, respetarse juntos, favorecerse juntos, pasar noches juntos con el televisor apagado, y compartir confidencias juntos.
Finalmente, deben perseguir las mismas metas espirituales: leer la Biblia juntos, orar juntos, ir a la iglesia juntos y buscar a Dios juntos. Si tienen, de veras, la determinación de salvar su matrimonio, juntos pueden tomar control de esa unión en lugar de abandonarla al azar. Las riendas de ese enlace están en sus manos. Con férrea determinación pueden pedirle a Dios que les ayude a salvarlo.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

VÉRTIGO A TEMPRANA EDAD

Al bebé, de dieciocho meses de edad, lo llevaron al hospital. Estaba en estado comatoso. Presentaba grandes hematomas en la cabeza y golpes en diferentes partes del cuerpo. No pudieron salvarlo. Murió en las manos del médico.
Acto seguido, se dieron a la tarea de hallar al responsable de las heridas. No había duda de que la criatura había sido golpeada. Se trataba de homicidio.
Tras rondar un poco por el barrio de donde venía el bebé, encontraron al padre y a la madre. Los dos eran los culpables. La policía no dio a conocer sus nombres. Eran menores de edad; tenía dieciséis años él, y quince ella.
Aquí tenemos un caso de vértigo, de vertiginoso aturdimiento juvenil. Una pareja de adolescentes hace vida conyugal cuando él tiene sólo catorce y ella apenas trece años de edad. Pasan dos años y tienen un bebé porque, de todos modos, tienen la capacidad biológica para engendrar.
Pero un matrimonio así no puede funcionar sin caer en el vértigo. Las peleas son constantes. Los insultos vuelan como chispas. Y cada dos por tres se van a las manos. El bebé con sus inocentes llantos contribuye a agravar la situación, y en cierto momento, ciego de rabia, el padre agarra un bate de béisbol y le da en la cabeza. Vértigo. Aturdimiento vertiginoso, producto de la impaciencia juvenil.
Todo se ha vuelto locura. Hay violencia por todos lados. Hay frenesí de fiestas. Hay delirio de danzas. Hay furia de drogas. Hay enloquecimiento de pasiones. Hay torrentes de discordias.
Podríamos seguir multiplicando las metáforas, pero la verdad está ahí, y es pasmosa. El mundo está en vértigo y no hay quien lo rescate. ¿Por qué se pusieron a vivir juntos dos adolescentes que recién estaban emplumando? ¿Dónde estaban los padres de estos jóvenes? ¿Quién bendijo esa unión?
El vértigo arrebata a nuestros hijos cada vez más temprano. La adolescencia comienza a los diez años. La juventud se quema a los veinte. A los treinta, hombres y mujeres están hastiados de todo, y a los cuarenta, si sobreviven a las inclinaciones suicidas, se hunden en el remolino de esta loca vida.
Lo que el ser humano necesita es paz. Paz en el alma. Paz en la mente. Y esa paz sólo Dios la da. Cuando permitimos que Cristo sea nuestro Salvador, la vida adquiere un ritmo normal. El corazón se calma, la conciencia descansa, el espíritu se serena, y entonces encontramos la paz. Sólo Cristo puede librarnos del vértigo de la vida. Entreguémosle nuestro corazón. Él quiere darnos su paz.

lunes, 7 de septiembre de 2009

«AMBOS DECIDIMOS NO TENER AL NIÑO»

«Soy un joven que dejó embarazada a su novia, y ambos decidimos no tener al niño. Ella tomó unas pastillas para abortar. Ahora vivimos una condena, y no tengo ganas de vivir. Siento que mi vida se ha derrumbado. No tengo fuerzas por lo que hicimos.
»Mi pregunta es: ¿Recibiré algún día perdón de Dios por lo que hice, o viviré una condena en el infierno para toda mi vida? ¿Qué tengo que hacer ahora?»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimado amigo:
»Hay muchas personas que le dirían a usted que el niño que ustedes abortaron no era más que una masa informe de tejidos, y en realidad no un ser humano. También dirían que no hay consecuencias emocionales para los que optan por el aborto como la solución a su «problemático» embarazo. Pero la experiencia que ha tenido usted demuestra que esas personas están equivocadas. Usted está sufriendo mucho porque en lo profundo de su corazón sabe que destruyó a su propio hijo. Las repercusiones emocionales del aborto son patentes, y sin embargo las ocultan quienes persiguen determinados fines políticos. Todos los días miles de parejas creen las mentiras que se les han dicho, y posteriormente descubren la inquietante verdad tal como le ha sucedido a usted.
»Pero lo que usted quiere saber ahora es si hay alivio alguno para la agonía que siente y si tendrá que pagar consecuencias eternas a causa de sus decisiones. Tenemos una buena noticia y una mala noticia para usted.
»La mala noticia es que usted siempre hará duelo por su hijo que no llegó a nacer. Siempre habrá un dolor, un vacío que sólo pudo haber llenado ese niño....
»Ahora bien, ¿cómo puede usted ser librado de la gran culpa que siente? Aunque su pecado le parece muy grande ahora, la verdad es que todo pecado es una ofensa contra Dios porque nos aparta de Él.... Todo pecado tiene que pagarse antes de que podamos experimentar la presencia de Dios, tanto aquí en este mundo como en el cielo por la eternidad. ¿Entonces cómo puede usted pagar por su pecado? No hay cantidad alguna de buenas obras ni de penitencias que satisfagan. ¡Pero la buena noticia es que Jesucristo tomó su lugar! Él murió por su pecado para que usted pudiera ser librado no sólo de las consecuencias eternas, sino también de la culpa que ahora siente.
»Lo que tiene que hacer usted es pedirle al Padre celestial que lo perdone en el nombre de su Hijo Jesucristo, para que Cristo pueda entrar en su corazón y ser su Señor y Salvador. Una vez que haya hecho eso, ¡sentirá un gran alivio! Sí, recibirá el perdón, pero aun mejor que eso, habrá comenzado a cultivar la relación más importante de su vida.
»¡Pídaselo hoy!

SIETE DÍAS EN UNA CUEVA

La familia la formaban tres personas: Daniel Stolpa, joven de veintiún años de edad; su esposa Jennifer, de veinte años; y el hijito de ambos, Clayton, de cuatro meses.
Andaban juntos de turismo en Canadá. Sin rumbo específico, transitaban por un camino serpenteado hacia las alturas de una montaña. Y era invierno.
Todo iba bien, hasta que el automóvil se dañó. Tuvieron que abandonar el vehículo y andar a pie por la sierra nevada en busca de auxilio. Cuando menos pensaron, se hallaron en medio de una terrible tormenta de nieve.
Daniel halló una cueva en la montaña y pensó pasar esa noche en ella. Pero la tormenta arreció, y aunque estaban sin agua, sin comida y sin más protección que la ropa que traían puesta, no podían moverse de allí.
Pasaron siete días aguantando el intenso frío. Y por fin, Daniel dejó a su esposa y a la criaturita para buscar auxilio. Caminó veinticinco kilómetros hasta hallar asistencia, y al fin todos fueron rescatados. Aunque la baja temperatura congeló parte de sus pies, todos quedaron fuera de peligro.
Durante las interminables horas que Daniel y Jennifer pasaron en la cueva, solos y apretados uno contra otro protegiendo al hijito de cuatro meses, conciliaron todas las diferencias y resolvieron problemas matrimoniales que estaban teniendo. De ahí que declararan: «Tuvimos que estar siete días muy juntos en una cueva, muertos de frío, para que de nuevo brotara el calor del amor entre los dos.»
En efecto, es el calor del amor, ese fuego sagrado hecho por Dios, lo que mantiene unido al matrimonio. Desgraciadamente, la rutina del matrimonio muy pronto lo vuelve insípido, y cuando faltan el estímulo y la determinación de mantener encendido el fuego, éste se apaga.
¿Por qué ocurre esto? Porque por alguna razón, estúpida o ingenua que sea, creemos que nuestro amor, de por sí, se mantendrá para siempre en calor. Eso es imposible. Ningún amor entre dos personas puede mantenerse si esa relación no se nutre con actos de respeto y cariño.
Fortalezcamos nuestro matrimonio. Protejamos esa unión. Nutramos la relación conyugal. Nada en la vida es más importante que la relación con el cónyuge. El matrimonio que se preserva alcanza su más intensa satisfacción con el paso de los años. Cuidemos nuestro matrimonio. Es lo más sagrado que tenemos. Y con el correr del tiempo y la presencia de Dios en el corazón, será más bello aún. Pues si de veras estamos bien con Dios, lo estaremos también con nuestro cónyuge.

SE NECESITA UNA FAMILIA

Criar un niño es una tremenda responsabilidad. El hogar es el lugar en donde los niños aprenden quiénes son, qué pueden hacer, y qué se espera de ellos.

LO QUE LOS NIÑOS NECESITAN

El hogar es el lugar donde un niño desarrolla su sentido de seguridad y autoconfianza. Cuando el amor y los valores son comunicados libre y generosamente, un niño aprende a sentir que es valioso para su familia y, por lo tanto, se valora a sí mismo. Más importante, se siente que es muy valioso para Dios y otros.

Un niño también capta una visión de la vida en su hogar. Por ejemplo, si hay límites, disciplina y normas en el hogar, entonces el niño aprende que él no es la ley en sí mismo. Si no hay respeto por la autoridad dentro del hogar, él crecerá sin respeto por la autoridad fuera del hogar.

Por último, el hogar es en donde él recibe su primer concepto de Dios. Si en el hogar no hay amor, misericordia, gracia e interés por ese niño, entonces su concepto de Dios será distorsionado.

LO QUE OFRECE LA SOCIEDAD

Ha pesar de que he construido un convencedor argumento acerca de la importancia de la familia en la crianza de un niño, me temo que muchos de nosotros hemos permitido que extraños influencien a nuestros hijos. Los llevamos a clases de arte y de música, les animamos para que participen en deportes, clubes y más. Parece que hemos permitido que las mentes de nuestros niños sean moldeadas por toda clase de mensajes en el cine, la biblioteca, la televisión, los letreros publicitarios, ¡y eso sin mencionar la Internet!

Ahora, déjeme añadir rápidamente que no me molesta que los niños se involucren en actividades, o que estén expuestos a medios masivos, aprobados por los padres, pero justamente debemos reconocer el rol de la familia versus el rol de la comunidad ―o del mundo―, en la crianza de nuestros hijos.

Al intentar explicar la importancia de la influencia de los padres y de la sociedad en la vida de un niño, Hillary Clinton [Secretaria de Estado estadounidense] escribió un libro titulado: “It Takes A Village: And Other Lessons Children Teach Us” (Se necesita una villa: Y otras lecciones que los niños nos enseñan). Con todo respeto, estoy en desacuerdo con ella. Se necesita una familia para formar una villa o comunidad. Y se necesita una familia para criar a un niño.


QUÉ DEBEMOS HACER


El primer paso en recuperar nuestras familias de la sociedad y construir familias fuertes para nuestro Señor, es tener fe. Corresponde a los padres criar a los hijos con la verdad y el amor del Salvador. Una forma en que usted puede hacer esto, es comunicando valores acerca de la fe cristiana.

Crea en Dios por su hijo

Como padre o madre, usted debe creer en Dios por su hijo. En Marcos 9 leemos el relato del hombre que trajo a su hijo endemoniado para que Jesús lo liberara. Marcos 9:23 y 24 dice: “Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.”

Dios no puso la carga sobre el hijo para que crea. Dios puso la carga sobre el padre para que crea. El muchacho necesitaba alguien que tuviera fe por él. Él no tenía ningún poder para hacerlo. ¿Creerá usted por su hijo?

Instruya a su hijo en piedad

Es su trabajo divino el instruir a su hijo para que siga el curso de la vida que traerá a Dios la gloria. Proverbios 22:6 dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.”

Instruir es más que enseñar. Invierta algún tiempo cada semana no sólo para hablar con sus hijos acerca de cómo vencer las tentaciones de este mundo, sino también entréneles para que sean vencedores. Si usted no lo hace, alguien más lo hará…o algo más lo hará.

Cuando usted instruye a sus hijos en importantes asuntos de la fe, usted enseña, modela, practica y memoriza la habilidad o lección, de esta forma no importa cuán rebeldes ellos quieran ser, tendrán la destreza, el conocimiento y el carácter para refrenarse a sí mismos. Sobre todo, cuando ellos son salvos, poseen el Espíritu Santo que les da poder contra las tentaciones de Satanás.

Le invito a que venga ante Dios, ahora mismo, y entregue su familia a Él. Preséntele cada necesidad que sus hijos tienen. Confiésele a Dios sus temores y fracasos como padre o madre. Regocíjese en su poder para perdonar y hacer nuevas todas las cosas. Pídale que le dé la clase de fe que necesita para criar a sus hijos en el camino que Él quiere. Ahora, crea que Dios le va a otorgar su petición, si la ha pedido con fe.