lunes, 30 de abril de 2012

UN MATRIMONIO SÓLIDO COMO LA PIEDRA



Katsusaburo Miyamoto, japonés residente en Argentina, contempló largo rato a su esposa Carmelina. La contempló como sólo puede contemplar a su esposa un hombre muy enamorado de ella. Pero Carmelina no podía contemplarlo ya más a él. Estaba muerta.
Katsusaburo no quería perder a su esposa, así que la embalsamó él mismo, aplicando sus conocimientos científicos como investigador del frigorífico Swift, y la dejó en una sala de su casa. Ni siquiera denunció su muerte. Para él, ella no había muerto. Carmelina aún vivía.
Cuarenta y cinco años después, ya anciano y vuelto a su país natal para morir allí, Katsusaburo dio órdenes de que llevaran el cuerpo de Carmelina, ya petrificado, al Museo de la Facultad de Medicina de Rosario. Allí permanecerá, hasta el fin de todas las cosas.
La Biblia contiene una poderosa descripción del amor conyugal. Dice así: «Fuerte es el amor, como la muerte... Como llama divina es el fuego ardiente del amor» (Cantares 8:6). Para aquel científico japonés, de nombre extraño y ciencia larga, su matrimonio no podía, no tenía que terminar con la muerte. Él debía de alguna manera conservar a su esposa.
Así que la embalsamó. Lo hizo con un procedimiento propio, y conservó el cuerpo en su casa. Renunció a toda otra mujer y se mantuvo fiel a su amada. No le importó que ella fuera de otra raza, otra cultura y otra religión, pues para él, el amor no contempla barreras.
Pocos matrimonios hay como ese, sólidos como la piedra misma en que se convirtió el cuerpo de Carmelina. Otros matrimonios parecen hechos de barro, de arcilla, de loza o de vidrio. Se trizan al primer golpe y se hacen añicos.
¿Qué hay que hacer para tener un matrimonio sólido y estable, que perdure como el granito? ¿Qué hay que hacer para resistir los golpes y las pruebas, las malas rachas de la vida y los vendavales que a veces atacan el matrimonio?
El amor es fundamental. Pero también vale, y vale mucho, la fe religiosa y el sentido del matrimonio que nos inculca. Cuando consideramos al matrimonio algo sagrado, instituido por Dios, que tiene carácter de permanente, entonces hay cimientos para construirlo de modo que sea perdurable.
Hagamos de Cristo nuestro Salvador y nuestro Señor. Entreguémonos a Él de todo corazón y sometamos nuestra vida conyugal a su dirección divina. Esa es la fórmula para el éxito de nuestro matrimonio.

jueves, 26 de abril de 2012

CRUELDAD DEL SIGLO XXI: «TRES HIJOS QUE... PRESENTAN SEÑALES DE ABUSO»


«Estoy con un hombre [que] me lleva trece años.... Tenemos tres hijos que ahora presentan señales de abuso, ya que él es una persona muy agresiva.... [A mí también] me ha pegado.... No se quiere casar conmigo... y no debiéramos estar juntos; pero me duele dejarlo, y no sé qué hacer.
            »¡Me siento desesperada!... Toda la gente que nos conoce me dice que lo deje.... Quiero su consejo, por favor.»
            
            »¿Sabía usted que miles de mujeres se encuentran en una situación idéntica a la suya? A todas ustedes les decimos: Es peligroso quedarse con un hombre que les pega. Tal vez usted esté dispuesta a arriesgar su propia vida, pero ¿de veras está dispuesta a arriesgar la vida de sus hijos? Es más probable que los niños que se crían en un hogar donde hay violencia física se conviertan en agresores ellos mismos, o que se casen con agresores. También es más probable que cometan actos delictivos, y la mayoría de ellos tendrán problemas emocionales que los afectarán incluso en su edad adulta. ¿Es eso lo que usted desea para sus hijos?
            »El abuso físico por parte de la pareja es tan común que pudiera parecer normal, sobre todo a quienes viven en un hogar en el que hay tal violencia. Sin embargo, no es normal. No es algo a lo que debe usted acostumbrarse o debe soportar. Los hombres que les pegan a su esposa y a sus hijos casi nunca dejan de hacerlo a no ser que participen en un extenso programa diseñado especialmente para rehabilitarlos.... [Pero] la mayoría de ellos no aceptan pedir ayuda si su mujer mantiene ocultos los moretones en el cuerpo debido a la vergüenza que siente....
            »Le animamos a que busque hoy mismo un lugar seguro donde usted y sus hijos estén a salvo. Válgase de cualquier protección legal que las leyes de su país le ofrezcan, y pida la ayuda económica que les corresponde a sus hijos de parte del papá de ellos.
            »Hay algunos hombres (y algunas mujeres) que no se vuelven agresores sino hasta después de muchos años, pero la gran mayoría de agresores muestran evidencias de ese tipo de conducta dominante en su adolescencia o antes de cumplir los treinta años. Tal vez se manifieste en berrinches, falta de dominio propio e intimidación física. Esas son señales de peligro. Para quienes estén considerando cultivar una relación con tal persona, ¡aléjense a toda prisa de él o de ella como posible cónyuge, o siquiera para hacerse novios! No justifiquen esa conducta ni le crean cuando diga que nunca más volverá a hacerlo. Y si hay de por medio el consumo de drogas o de alcohol, la situación es aún más peligrosa.
            »Su Padre celestial los ama mucho a usted y a sus hijos. Si confía en Él y le pide su dirección, Él le ayudará a hacer lo que más les conviene a todos. Pero no tarde en hacerlo, ya que es posible que su vida y la de sus hijos dependan de que lo haga.
            »Le deseamos lo mejor,

sábado, 14 de abril de 2012

EL HIJO PRODIGO MODERNO

«NO HE PODIDO CONTROLAR [LA] POSESIÓN DE DINERO»

«Desde hace cuatro años, comencé a trabajar ya recién salido del colegio.... Desde ahí, no he podido controlar el asunto de posesión de dinero... por querer tener desde ya lo que con paciencia pude haber obtenido (hoy ya lo reconozco cuando es tarde). Decidí empezar a sacar préstamos, tarjetas de crédito.... Comencé a comprarme cosas que siempre quise tener por estos medios....
»Hoy en día... estoy endeudado de tal manera que no sé cómo salir de esto... Quisiera que compartan esto con las personas que nunca lo han hecho [para que] tengan cuidado con el asunto del endeudamiento porque, créanme, esto hoy en día me ha robado la paz....»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimado amigo:
»Si bien lamentamos mucho que las deudas le hayan robado la paz, nos alegramos de que haya optado por contarnos su caso en medio de su angustia a fin de advertirles a otros que a ellos les pudiera suceder lo mismo.
»Es interesante que no nos haya dicho siquiera lo que compró con el dinero. ¿Acaso compró ropa nueva o una computadora? ¿O tal vez un auto nuevo o hasta una casa? Las cosas que usted no pudo esperar para comprar ni siquiera las menciona ahora debido a las consecuencias que ha sufrido. El gozo que sintió al vestir la ropa nueva o al usar la computadora se ha esfumado, y en su lugar han quedado la desesperanza y la falta de paz. Usted sólo quisiera poder hacer retroceder el tiempo y volver a comenzar, sabiendo lo que sabe ahora: que las posesiones materiales no compensan la miseria que acarrean las deudas.
»Jesucristo contó la historia de un joven que no podía esperar para tener todo lo que quería.1 Convenció a su padre de que le diera su herencia antes de tiempo para poder disfrutar de ella inmediatamente. No quería esperar hasta que muriera su padre o hasta que él mismo tuviera más edad y más sabiduría. Estaba empecinado en lo que quería, ¡y lo quería todo de inmediato! Así que su padre le dio la herencia y, en poco tiempo, la había malgastado por completo. El joven después no tenía con qué comprar nada y tenía tanta hambre que llegó a codiciar hasta la comida que les daba a los cerdos que le tocó cuidar. Más que cualquier otra cosa, él quería poder volver a comenzar, así como quiere usted. Y al igual que usted, no fue sino hasta que ya era demasiado tarde que aprendió que no es prudente ser tan impaciente....
»Por ahora, deshágase de sus tarjetas de crédito y elimine sus cuentas de crédito. Determine que va a vivir gastando menos de lo que gana y a pagar sus deudas poco a poco, aunque le tome mucho tiempo hacerlo. El solo hecho de seguir ese proceso le enseñará a tener paciencia.
»En cuanto a la paz que busca, sólo hallará la verdadera paz cuando le entregue todo a Dios y le pida que dirija su vida. Él lo ayudará en la larga prueba que tiene por delante.
»Le deseamos la paz verdadera,
1Lc 15:11-24

miércoles, 11 de abril de 2012

«BODAS DE PLATA Y DE LUTO»


Eran unas bodas de plata. Veinticinco años de dichosa vida matrimonial. Un cuarto de siglo de vivir juntos, de vivir unidos, de vivir ligados por estrechos vínculos de amor, de compañerismo, de fidelidad.
Neil y Brenda Janson, de Hayes, Inglaterra, quisieron celebrar sus bodas de plata en la misma capilla donde se habían casado veinticinco años antes, frente al mismo clérigo con los mismos testigos. Pero cuando Neil, el esposo, repitió las palabras del clérigo y renovó así sus votos de amor eterno, sucedió algo que desconcertó a todos. En ese momento sufrió un paro cardíaco que puso fin a sus días. Murió agarrando la mano de su esposa. Los amigos y parientes llamaron a la celebración: «bodas de plata y de luto».
Uno se pregunta: ¿Por qué tiene que morir un hombre todavía joven, precisamente en el día en que celebra sus veinticinco años de casado? Veinticinco años de matrimonio, vividos en amor, fidelidad y compañerismo son una tremenda bendición, y terminar ahí la vida, habiendo gozado de un matrimonio feliz, es un fracaso en el sentido de que es tanto un suceso funesto como un resultado adverso.
Sin embargo, mil veces más fracaso que un paro cardíaco es la destrucción de un hogar, tenga el tiempo que tenga. Consideramos que hubo injusticia divina porque un matrimonio que se llevaba bien, en el que no había peleas y reinaba la paz, se encontró con una súbita separación forzada.
No obstante, eso no es fracaso. Fracaso es no considerar lo sagrado de los votos. Fracaso es no tener paciencia en el matrimonio. Fracaso es ser irreverente y descortés con su pareja. Fracaso es cortar la comunicación y cerrar la puerta del corazón. Fracaso es ser infiel, es engañar al cónyuge, es cometer adulterio y así menospreciar los votos de honor y fidelidad mutuos. Eso es fracaso.
La calidad de nuestra vida no la determinan los años. La felicidad, la paz, el éxito en el matrimonio son el resultado de entrega mutua, de sometimiento recíproco, de sacrificio, de amor. Estas son virtudes que no responden a una emoción pasajera sino a una decisión: la de considerar sagrados nuestros votos y de amar de todo corazón a la persona que Dios nos ha dado hasta que la muerte nos separe.
Con Cristo en nuestra vida y en nuestro matrimonio podemos tener ese premio. Hagamos de Él nuestro dueño y Señor. Él le dará a nuestro matrimonio no sólo largos años de permanencia sino fuertes sentimientos de amor.

martes, 10 de abril de 2012

«ACTA DE LEVANTAMIENTO DE UN CADÁVER»


Sucedió en 1962, en una carretera de la Costa Atlántica de Colombia que une las poblaciones de Mategüadua y Río Loro. Al peluquero del pueblo, que ejercía también el cargo de Inspector de Policía en esa región, le dieron aviso de que en dicha carretera habían encontrado a un muerto, a fin de que procediera con el levantamiento del cadáver y la investigación de rigor. Así que el ingenioso funcionario, que tenía fama de ser un gran aficionado a las Selecciones de Reader’s Digest, juramentó y posesionó a dos peritos para que sirvieran de testigos, y se encaminó con ellos y con el secretario al lugar de los hechos. He aquí algunos apartes del acta que resultó, transcritos con la ortografía y el lenguaje originales:
«Levantamiento de un cadáver que fue allado muerto allí y que fue visto por unos campesinos que pasaban y al verlo que no se movía y que estaba encharcado de sangre lo reconocieron como muerto y avisaron al suscrito inspector....
»Se encuentra sobre una charca de sangre el cadáver de un individuo de sexo masculino de unos 48 años de edad aproximadamente, al parecer casado porque tiene una argolla de matrimonio en el dedo anular de la mano izquierda, de profesión mecánico porque la ropa la tiene untada de grasa quemada, de piel morena tirando a negra, flaco, carepalo y medio canoso, y de unos 1,60 metros de altor, desconociéndose más datos sobre la personalidad del muerto por tratarse de un hombre forastero y sin amistades en la región.
»El cadáver del difunto se encuentra bocarriba, con la boca abierta y los ojos cerrados, con la cabeza medio ladiada como mirando un guanábano en completa producción, con el brazo derecho estirado hacia un lado y como saludando a alguna persona, y el brazo izquierdo en estado de reposo, los pies semicruzados como haciendo el numero 4 (cuatro) y en aptitud totalmente rigida....
»Presenta un machetazo en la cabeza..., otro en la quijada inferior..., otro en el pescueso..., otro en la paleta izquierda que alcanzó a llegar hasta serca del espinazo, otro en la región del nalgatorio que le interesó mayormente la nalga derecha y parte del guesito de la alegría, otro en el cuadril derecho y dos en la canilla derecha.
»Se ve claramente que los autores del asesinato no le pegaron más machetazos al cadáver porque seguramente vieron que el muerto había dejado de existir...»1
¿A qué nos lleva toda esa palabrería? A concluir que ¡sí que no queda duda alguna de que aquel «cadáver del difunto» que «había dejado de existir» estaba «más muerto que nunca»! Si bien en ese caso del siglo veinte no parece haber sido necesario hacer semejante énfasis, en el caso de la muerte de Jesucristo por crucifixión en el primer siglo de la era cristiana sí era importante que se hiciera, ya que algunos posteriormente alegarían que Él en realidad no había muerto. Por eso Juan, en el acta que llega a ser su Evangelio, especifica que los soldados romanos se cercioraron de que Jesús había muerto y que uno de ellos le traspasó el costado con una lanza; y Marcos en el acta suya deja en claro que Pilato constató de parte del centurión romano que Jesús, en efecto, había muerto.2 Es que, luego de la resurrección de Cristo, habría de ser más importante que nunca despejar toda duda de que Él había muerto, de que había sido sepultado y de que al tercer día había resucitado, tal y como Él mismo había predicho que era necesario, a fin de redimirnos del pecado y darnos vida plena y eterna.

1Pablo Mejía Arango, «Verdaderas genialidades», LaPatria.com, Opinión, 2 enero 2011 <http://www.lapatria.com/story/verdaderas-genialidades> En línea 24 agosto 2011; Pablo Mejía Arango <http://www.pablomejiaarango.blogspot.com/> En línea 19 octubre 2011; véanse Rafael Hoyos D., «Acta de levantamiento de cadáver del año 1962 levantada en el municipio de Calamar, Bolívar» <http://www.scribd.com/doc/38664883/Acta-de-Levantamiento-de-Cadaver> En línea 19 octubre 2011; Rafael Hoyos D. <http://ariguanialdia.blogspot.com/2010/08/acta-del-levantamiento-del-cadaver.html> En línea 1 septiembre 2011; y Gustavo A. Villanueva G., «Modelo de acta de levantamiento de cadáver» <http://www.jurimprudencias.com/index.php? option=com_frontpage&Itemid=1&limit=11&limitstart=374> En línea 24 agosto 2011.
2Jn 19:31-37; Mr 15:44-45

«EJEMPLO DE FIDELIDAD»


Durante cinco años y medio estuvo haciendo lo mismo. Cada vez que llegaba el tren a la estación, iba a esperar a los pasajeros. No necesitaba leer los horarios. No le importaba ni el calor tórrido del verano ni el frío gélido del invierno. Cuatro veces al día, con cada tren que llegaba, ya fuera del norte o del sur, iba y esperaba pacientemente en el andén. Era un perro, un perro pastor alemán.
Tiempo atrás se habían llevado, en tren, el cadáver de su amo, y desde entonces Shep, que era el nombre del perro, había ido a esperarlo a la estación a ver si volvía. Viejo ya, un día calculó mal sus pasos y lo arrolló un tren. Esto ocurrió en un pequeño pueblo de Canadá en 1942. Muchos años después, el pueblo aún celebraba al perro pastor alemán, Shep. Lo llamaban «ejemplo de fidelidad.»
La fidelidad no sólo es una gran virtud, sino que es además indispensable para el desenvolvimiento correcto de la vida diaria.
Supongamos que el reloj despertador no nos es fiel, y en vez de llamarnos a las seis de la mañana nos deja dormir hasta las nueve, y perdemos un importante negocio. ¿Qué si la pastilla de aspirina, el gran remedio universal, no nos es fiel, y en vez de quitarnos el dolor de cabeza nos provoca fuerte hemorragia gástrica? ¿O qué si nuestro banquero no nos es fiel, y de repente desaparece con todo el dinero que tenemos en el banco?
Desgracias indecibles ocurren cuando hay falta de fidelidad. Un ejemplo clásico se da cuando el marido le es infiel a la esposa, o cuando la esposa le es infiel al marido. Todo el hogar se hunde en la desgracia. Los dolores más grandes del corazón los provoca la infidelidad conyugal. Lo cierto es que la sociedad entera depende de que haya fidelidad en todo.
¿Y qué de lo espiritual? ¿Qué sería de este mundo si el hombre no le fuera fiel a su Dios? La respuesta es muy evidente. La desgracia de familias destruidas, de esposos y esposas infieles, de hijos abandonados y de vidas deshechas es prueba suficiente de lo que es este mundo cuando el hombre no le es fiel a su Dios.
Sin embargo, la Biblia nos dice acerca de Dios que «si somos infieles, él sigue siendo fiel, ya que no puede negarse a sí mismo» (2 Timoteo 2:13). Cristo es fiel aun cuando nosotros no lo somos. En Él podemos encontrar un seguro y fiel Salvador, Uno que no falla, que no engaña, que no desilusiona y que no fracasa. Él es el Salvador que todos necesitamos en estos tiempos de cruda infidelidad.