viernes, 11 de febrero de 2011

EL SALTO MORTAL DEL MATRIMONIO

Bajo la lona del circo hubo un tenso instante de expectación. Iba a realizarse el número más esperado por los espectadores. Era el momento en que el diestro trapecista, estrella del programa, haría su triple salto mortal. El hombre iba a lanzarse de un trapecio que se balanceaba a doce metros de altura, dar tres vueltas en el aire, y agarrarse de otro trapecio que lanzaría un segundo trapecista.

Gracias a Dios, esta vez no hubo ninguna tragedia. El trapecista realizó su salto mortal, la banda de música comenzó a tocar una alegre marcha, y el público aplaudió admirado y alborozado. Acto seguido, el director de pista anunció: «Y ahora, respetable público, tendremos una boda.»

Fue así como Arturo Gaona y Noemí Rosas García, ambos mexicanos y estrellas del circo, se casaron en lo alto del trapecio. El Reverendo Richard Irving les impartió la bendición.

¡Qué linda debió haber sido la boda de Arturo Gaona y Noemí Rosas! Linda porque toda boda, aunque se celebre en lugares tan informales —si bien espectaculares— como el trapecio de un circo, tiene ese encanto del amor y de la esperanza.

Pero esa boda no fue solamente linda y espectacular. Fue también simbólica, ya que prefiguraba lo que les espera a todos los que contraen matrimonio. Toda pareja que se casa en estos tiempos difíciles tiene que hacer verdaderos malabarismos para poder subsistir felizmente «hasta que la muerte los separe».

No son sólo Arturo y Noemí los que repetidas veces tendrán que hacer un salto mortal en el aire y caer el uno en los brazos del otro. Cada matrimonio tiene experiencias parecidas. Para esas parejas a quienes la vida las ha puesto en trance de tener que dar un salto al vacío, hay tres consejos que podemos sacar precisamente de la profesión del trapecista.

En primer lugar, necesitan la destreza que sólo se obtiene mediante constantes entrenamientos. En segundo lugar, necesitan desarrollar músculos fuertes y ágiles. Y en tercer lugar, necesitan tener fe en su pareja, fe basada en la confianza que sólo inspira el cónyuge fiel que los está esperando para recibirlos al terminar el salto o para pasarles otro trapecio. La fe y la confianza en esa otra mitad que completa la pareja, basadas en su fidelidad y entereza de carácter, son indispensables para el éxito de todo matrimonio.

Por último, todas las parejas que, por cualquier circunstancia adversa, estén a punto de dar un salto mortal, también deben saber que hay otro Compañero fiel y digno de confianza que las espera al otro lado. Se trata de Dios, el que concibió el matrimonio. Él puede, y quiere más que ningún otro, salvaguardarlo. Con toda confianza, pueden poner su matrimonio en las manos seguras del Padre celestial.

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