«DEL VIEJO, EL CONSEJO»
(Día Internacional de las Personas de Edad)
«Recuerde en todo momento que el dinero que usted guarda no es suyo. Lo único que importa es salvar el pellejo. Si se le ocurre hacerse el héroe, ya sabe lo que le espera.» Quien así hablaba era José Shapiro, dando clases en un Instituto de Formación de Empleados Bancarios.
Shapiro sabía lo que estaba diciendo. Era un veterano asaltante de bancos, y había estado en la cárcel varias veces. Ahora, rehabilitado y regenerado, dedicaba su tiempo a asesorar a empleados bancarios cómo proceder en caso de un asalto. «El cajero debe incluso sonreírle al ladrón —recomendaba Shapiro—, porque así puede pescar algún detalle especial, tal como un diente de oro, que sirva para identificar al maleante, si éste sonríe también.»
Entre los muchos oficios pintorescos del mundo moderno tenemos el de José Shapiro. Con una larga trayectoria como asaltante, entró por fin en el camino del bien, y como conocía todos los trucos y artimañas del asaltante, les enseñó a los empleados bancarios cómo reaccionar en el momento crítico de enfrentarse al cañón de una pistola.
Hay un refrán que dice: «Del viejo, el consejo», porque el pueblo sabe que los años acumulan, junto con las canas, mucha experiencia. Y como «la experiencia es la mejor maestra», según otro conocido refrán, más vale que aprendamos de ella todo el mal que no debe hacerse, y el bien que puede hacerse y no se hace.
¿Qué pasaría si cada uno, al llegar a los cincuenta años, comenzara a enseñar a los más jóvenes todo lo que no se debe hacer? Quizá las nuevas generaciones, si estuvieran en disposición de aprender, irían perfeccionando su vida moral.
Tal vez el mayor deber de los padres sea advertirles a sus hijos acerca de las cosas que no deben hacerse porque acarrean fracaso, amargura y dolor. «Un padre que da consejos, más que padre, es un amigo», dice el famoso poema Martín Fierro, del argentino José Hernández.
Los jóvenes necesitan escuchar a los mayores para así recibir el beneficio de la experiencia que éstos tienen que ofrecerles. Pero «la experiencia —dijo alguien— no consiste en las cosas que se han visto, sino en aquellas en las que se ha meditado.» Porque vivir sin reflexionar sobre el orden moral de la vida, es poco más que existir.
¿Por qué no reflexionamos sobre los siguientes proverbios afines del sabio Salomón?
«Hijo mío, obedece el mandamiento de tu padre
y no abandones la enseñanza de tu madre....
Cuando camines, te servirán de guía;
cuando duermas, vigilarán tu sueño;
cuando despiertes, hablarán contigo.1
Hijo mío, atiende a mis consejos;
escucha atentamente lo que digo.
No pierdas de vista mis palabras;
guárdalas muy dentro de tu corazón.
Ellas dan vida a quienes las hallan;
son la salud del cuerpo.
Por sobre todas las cosas cuida tu corazón,
porque de él mana la vida.»2
1Pr 6:20,22
2Pr 4:20‑23
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