Esta debía ser una boda diferente. Una boda que diera de qué hablar. Una boda para fotografiar, para publicar en los diarios y para salir en televisión. Betty Seaver y Marcos Pastore, ambos del estado de Colorado, Estados Unidos, se propusieron realizar su boda a su gusto.
Junto con el clérigo, se subieron a un gran globo aerostático y, mientras flotaban en el aire, se hicieron los votos nupciales. Cuando llegó el momento de prometerse amor hasta que la muerte los separara, ambos saltaron de la barquilla. Todo estaba bien ensayado. Los dos novios estaban atados a una cuerda elástica de veinticinco metros de largo, y el beso de esposos se lo dieron en el aire, balanceándose al extremo de la cuerda.
No hay duda de que los jóvenes de hoy quieren casarse a su manera. Eso en sí no está mal. Desde la década de 1960 los jóvenes quieren hacer las cosas a su gusto, sin importarles reglas y normas, costumbres y tradiciones. Cada cual se rige por su preferencia, y que los viejos se callen, porque son de otra época.
Pero este joven matrimonio, balanceándose en el vacío, es todo un símbolo de muchos de los matrimonios de la actualidad. Penden de un hilo muy delgado, que en muchos casos se va cortando inexorablemente, hebra tras hebra. Y cuando por fin se divorcian, la causa más común es la incompatibilidad.
Veamos las primeras dos letras de esa palabra: «in». El «in» es prefijo privativo latino que indica supresión o negación, y la incompatibilidad en los matrimonios está compuesta de varios «in»es. Para comenzar, consta de incomprensión. Ninguno de los dos quiere entenderse. Luego abarca intolerancia. Marido y mujer no se aguantan el uno al otro. Encierra inflexibilidad. Es esa obstinación terca de los dos. También incluye infidelidad. Ya no importan el honor y la fidelidad mutua.
La incompatibilidad está compuesta además de intemperancia, especialmente en los gastos, y de insensibilidad. Poco importan los sentimientos del otro. Y sobre todo, la caracteriza la incomunicación: los labios silenciosos y los corazones que tampoco se comunican.
Otro aspecto es la inmoralidad que acaba con la pureza del Hogar.
No permitamos que nuestro matrimonio cuelgue de una débil hebra que se rompe a la menor provocación. En vez de que nuestra unión esté balanceada en el aire, afirmémosla fuertemente sobre una base segura. Esa base es la norma antigua que ofrece el evangelio de Cristo: firme, estable e inamovible. Con Cristo como Maestro y Guía, se salva nuestro matrimonio, y llega a ser duradero,indestructible y feliz.
miércoles, 15 de diciembre de 2010
sábado, 11 de diciembre de 2010
DOS CLASES DE DEMENCIA
El matrimonio de John y Jenny Colomer, de Aspendale, Australia, estaba colmado de felicidad. Los cuatro hijos que les llegaron en rápida sucesión intensificaron aún más esa felicidad. Pero a los ocho años de matrimonio, comenzó una pesadilla. Jenny empezó a tener problemas mentales, y éstos se fueron agravando mes tras mes hasta llegar a ser insoportables.
Un día Jenny, presa de una furia descontrolada, castigaba brutalmente a sus hijos sin ningún motivo. Otro día, la emprendía contra su esposo. Así transcurrieron ocho años de locura, hasta el día en que Jenny atacó y golpeó a su esposo John. Éste la sujetó del cuello y, bajo una ola de locura propia, apretó demasiado fuerte y Jenny murió estrangulada. El juzgado, comprendiendo su tragedia, lo declaró inocente.
Una de las peores pesadillas que quebranta el corazón y destruye la paz ocurre cuando algún miembro de la familia padece perturbaciones mentales, sobre todo si se trata del padre o de la madre. Pero hay una demencia que, a pesar de la aparente contradicción de vocablos, no es mental sino espiritual. Ésa es la que padece el hombre o la mujer, que por más que desea y que busca la paz interna —esa paz del corazón que llega hasta lo profundo del alma—, no la halla. Tiene inteligencia, bienes materiales, buena familia, una posición reconocida y todo lo que el mundo estima valioso, pero no tiene paz. Daría cualquier cosa por tener tranquilidad en el alma, satisfacción, contentamiento y paz, pero nada de eso tiene. Esa es la demencia del corazón, y muchas personas padecen de ella.
Para la demencia mental, hay tratamientos psicológicos y drogas fuertes. Pero, ¿qué hay para la demencia del corazón? ¿Hay alivio para el alma atribulada y para el corazón confundido? ¡Sí lo hay!
Un joven que buscaba la paz se acercó a Jesucristo y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» El Señor, en resumen, le contestó: «Si me sigues de cerca, encontrarás la paz que estás buscando. Y mientras lo hagas, experimentarás paz, gozo y libertad. Pero tienes que dejarlo todo y seguirme» (Lucas 18:18-22).
Esta es la gran verdad: para la demencia espiritual la solución es rendirnos a Cristo y seguir sus pasos. En Él hay verdadera paz.
Un día Jenny, presa de una furia descontrolada, castigaba brutalmente a sus hijos sin ningún motivo. Otro día, la emprendía contra su esposo. Así transcurrieron ocho años de locura, hasta el día en que Jenny atacó y golpeó a su esposo John. Éste la sujetó del cuello y, bajo una ola de locura propia, apretó demasiado fuerte y Jenny murió estrangulada. El juzgado, comprendiendo su tragedia, lo declaró inocente.
Una de las peores pesadillas que quebranta el corazón y destruye la paz ocurre cuando algún miembro de la familia padece perturbaciones mentales, sobre todo si se trata del padre o de la madre. Pero hay una demencia que, a pesar de la aparente contradicción de vocablos, no es mental sino espiritual. Ésa es la que padece el hombre o la mujer, que por más que desea y que busca la paz interna —esa paz del corazón que llega hasta lo profundo del alma—, no la halla. Tiene inteligencia, bienes materiales, buena familia, una posición reconocida y todo lo que el mundo estima valioso, pero no tiene paz. Daría cualquier cosa por tener tranquilidad en el alma, satisfacción, contentamiento y paz, pero nada de eso tiene. Esa es la demencia del corazón, y muchas personas padecen de ella.
Para la demencia mental, hay tratamientos psicológicos y drogas fuertes. Pero, ¿qué hay para la demencia del corazón? ¿Hay alivio para el alma atribulada y para el corazón confundido? ¡Sí lo hay!
Un joven que buscaba la paz se acercó a Jesucristo y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» El Señor, en resumen, le contestó: «Si me sigues de cerca, encontrarás la paz que estás buscando. Y mientras lo hagas, experimentarás paz, gozo y libertad. Pero tienes que dejarlo todo y seguirme» (Lucas 18:18-22).
Esta es la gran verdad: para la demencia espiritual la solución es rendirnos a Cristo y seguir sus pasos. En Él hay verdadera paz.
«DEBE DE HABER SIDO EL LICOR»
Caía una nevada espesa sobre Nuuk, caserío de esquimales en una región de Groenlandia de por sí cubierta de nieve casi todo el año. El viento helado arremolinaba los copos, y sobre los techos de las casas había treinta centímetros de nieve.
Era día de fiesta, por lo que Aavard Maalik y cinco compañeros consumían una enorme cantidad de licor. Afuera la temperatura estaba por debajo de cero grados, pero en el cuerpo de los seis hombres había fuego, fuego del licor que venden los blancos. Había también, en el fusil de Aavard, plomo, plomo del que también venden los blancos. Y nieve y fuego y plomo se unieron para producir la tragedia.
El joven esquimal, de apenas dieciocho años de edad, disparó contra sus compañeros, sin razón aparente, matando a los cinco en un solo instante. «No era más que una fiesta —declaró Lara Heilman, inspector de policía—, y todavía no sabemos las verdaderas causas de la tragedia. Debe de haber sido el licor.»
Se sabe que el alcohol en las venas es siempre fuego. No importa si se bebe en una selva tropical o en las estepas heladas de Siberia. No importa si se toma en una fiesta elegante del gran mundo o en una reunión pueblerina de compadres. El alcohol es siempre fuego cuando se mete en las venas.
¡Qué interesante la forma en que se explica una tragedia causada bajo la influencia del licor! «Fue el licor», dicen; o: «Fue por las muchas botellas de cerveza»; o: «Es que había ingerido mucho alcohol»; o: «Fue el guaro, o la tequila, o la caña.»
No importa el nombre de la bebida ni la clase de fiesta. Donde quiera que se ingiera alcohol, se ingiere fuego. De allí nacen los crímenes pasionales, los accidentes de carretera, las violaciones de niñas (a veces por el propio padre), y todas las locuras y depravaciones del hombre. Lamentan los hombres sus tragedias, pero siempre los acompaña la excusa: «Fue a causa del alcohol.» ¿Hasta cuándo ha de durar esta ignominia?
Difícil es detener el tráfico de alcohol a escala mundial, pero podemos detenerlo en nosotros mismos. No tenemos que tomarlo, ni en las fiestas de oficina, ni en nuestro hogar ni a solas. ¡No tenemos que beberlo! Hagamos de Jesucristo el Señor de nuestro trabajo, de nuestro hogar, de nuestra vida, de nuestro corazón. Él puede y quiere darnos la fuerza para vencer el vicio del alcohol.
Era día de fiesta, por lo que Aavard Maalik y cinco compañeros consumían una enorme cantidad de licor. Afuera la temperatura estaba por debajo de cero grados, pero en el cuerpo de los seis hombres había fuego, fuego del licor que venden los blancos. Había también, en el fusil de Aavard, plomo, plomo del que también venden los blancos. Y nieve y fuego y plomo se unieron para producir la tragedia.
El joven esquimal, de apenas dieciocho años de edad, disparó contra sus compañeros, sin razón aparente, matando a los cinco en un solo instante. «No era más que una fiesta —declaró Lara Heilman, inspector de policía—, y todavía no sabemos las verdaderas causas de la tragedia. Debe de haber sido el licor.»
Se sabe que el alcohol en las venas es siempre fuego. No importa si se bebe en una selva tropical o en las estepas heladas de Siberia. No importa si se toma en una fiesta elegante del gran mundo o en una reunión pueblerina de compadres. El alcohol es siempre fuego cuando se mete en las venas.
¡Qué interesante la forma en que se explica una tragedia causada bajo la influencia del licor! «Fue el licor», dicen; o: «Fue por las muchas botellas de cerveza»; o: «Es que había ingerido mucho alcohol»; o: «Fue el guaro, o la tequila, o la caña.»
No importa el nombre de la bebida ni la clase de fiesta. Donde quiera que se ingiera alcohol, se ingiere fuego. De allí nacen los crímenes pasionales, los accidentes de carretera, las violaciones de niñas (a veces por el propio padre), y todas las locuras y depravaciones del hombre. Lamentan los hombres sus tragedias, pero siempre los acompaña la excusa: «Fue a causa del alcohol.» ¿Hasta cuándo ha de durar esta ignominia?
Difícil es detener el tráfico de alcohol a escala mundial, pero podemos detenerlo en nosotros mismos. No tenemos que tomarlo, ni en las fiestas de oficina, ni en nuestro hogar ni a solas. ¡No tenemos que beberlo! Hagamos de Jesucristo el Señor de nuestro trabajo, de nuestro hogar, de nuestra vida, de nuestro corazón. Él puede y quiere darnos la fuerza para vencer el vicio del alcohol.
«A [ÉL] NO LE GUSTA QUE VENGAN MIS NIETOS»
«Tuve una relación de quince años, con dos hijos..., pero mi esposo me abandonó.... Hace casi cinco años, comencé una nueva relación. Ya tengo cuatro nietos. Resulta que a mi actual pareja no le gusta que vengan mis nietos, y eso me duele mucho. He tratado de hablar con él, pero es inútil; no quiere que ellos se queden en mi casa un sábado por la noche. ¡De verdad estoy muy desesperada; estoy a punto de estallar! No sé qué hacer, si terminar mi relación y vivir yo sola y poder disfrutar de mis nietos cuando yo quiera o pueda.
»Tengo tantas ganas de entregar mi vida a Dios.... Me gustaría un consejo.»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
»Nos alegra que usted nos haya contado su caso, pero lamentablemente no sabemos los pormenores de su situación. Si la casa donde usted vive le perteneció a su pareja antes del comienzo de su relación con él, entonces tal vez él tema que sus nietos maltraten sus pertenencias. Tal vez sufra de alguna afección emocional que dificulta que él esté rodeado de personas. O quizás esté físicamente enfermo y el ruido que hacen los niños le cause cierto malestar. Pero usted no mencionó ninguna razón, así que tenemos que dar por sentado que la única razón es que a él no le gustan los niños. Y usted dijo “mi casa” al referirse al lugar donde vive, así que también daremos por sentado que la casa le pertenece a usted y no a él....
»Si usted ha seguido muchos de nuestros “Casos de la semana”, seguramente habrá notado que creemos firmemente en el matrimonio. Dios diseñó el matrimonio para que hombres y mujeres pudieran entregarse de por vida el uno al otro y formar familias amorosas. Lamentablemente, cuando tratamos de formar familias amorosas sin la entrega que requiere el matrimonio, hay un elemento fundamental que falta. Si no hay una verdadera entrega de parte y parte, hay menos disposición de resolver problemas y menos incentivo de llegar a acuerdos mutuos. ¡Claro que los casados también tienen problemas! Pero los votos que se hicieron cuando se casaron son vínculos muy fuertes que, con la ayuda de Dios, pueden contribuir a sostener la relación mientras afrontan las dificultades.
»Es posible que su pareja quiera casarse con usted si le dice que ya no está dispuesta a vivir con él a menos que se casen. Pero si eso ocurre, tenga el cuidado de asegurarse de llegar a un acuerdo en cuanto a visitas de parte de los nietos antes de casarse con él.
»¡A los nietos debemos amarlos y disfrutar de ellos!
»Con afecto fraternal,
»Tengo tantas ganas de entregar mi vida a Dios.... Me gustaría un consejo.»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
»Nos alegra que usted nos haya contado su caso, pero lamentablemente no sabemos los pormenores de su situación. Si la casa donde usted vive le perteneció a su pareja antes del comienzo de su relación con él, entonces tal vez él tema que sus nietos maltraten sus pertenencias. Tal vez sufra de alguna afección emocional que dificulta que él esté rodeado de personas. O quizás esté físicamente enfermo y el ruido que hacen los niños le cause cierto malestar. Pero usted no mencionó ninguna razón, así que tenemos que dar por sentado que la única razón es que a él no le gustan los niños. Y usted dijo “mi casa” al referirse al lugar donde vive, así que también daremos por sentado que la casa le pertenece a usted y no a él....
»Si usted ha seguido muchos de nuestros “Casos de la semana”, seguramente habrá notado que creemos firmemente en el matrimonio. Dios diseñó el matrimonio para que hombres y mujeres pudieran entregarse de por vida el uno al otro y formar familias amorosas. Lamentablemente, cuando tratamos de formar familias amorosas sin la entrega que requiere el matrimonio, hay un elemento fundamental que falta. Si no hay una verdadera entrega de parte y parte, hay menos disposición de resolver problemas y menos incentivo de llegar a acuerdos mutuos. ¡Claro que los casados también tienen problemas! Pero los votos que se hicieron cuando se casaron son vínculos muy fuertes que, con la ayuda de Dios, pueden contribuir a sostener la relación mientras afrontan las dificultades.
»Es posible que su pareja quiera casarse con usted si le dice que ya no está dispuesta a vivir con él a menos que se casen. Pero si eso ocurre, tenga el cuidado de asegurarse de llegar a un acuerdo en cuanto a visitas de parte de los nietos antes de casarse con él.
»¡A los nietos debemos amarlos y disfrutar de ellos!
»Con afecto fraternal,
miércoles, 8 de diciembre de 2010
«DEBE DE HABER SIDO EL LICOR»
Caía una nevada espesa sobre Nuuk, caserío de esquimales en una región de Groenlandia de por sí cubierta de nieve casi todo el año. El viento helado arremolinaba los copos, y sobre los techos de las casas había treinta centímetros de nieve.
Era día de fiesta, por lo que Aavard Maalik y cinco compañeros consumían una enorme cantidad de licor. Afuera la temperatura estaba por debajo de cero grados, pero en el cuerpo de los seis hombres había fuego, fuego del licor que venden los blancos. Había también, en el fusil de Aavard, plomo, plomo del que también venden los blancos. Y nieve y fuego y plomo se unieron para producir la tragedia.
El joven esquimal, de apenas dieciocho años de edad, disparó contra sus compañeros, sin razón aparente, matando a los cinco en un solo instante. «No era más que una fiesta —declaró Lara Heilman, inspector de policía—, y todavía no sabemos las verdaderas causas de la tragedia. Debe de haber sido el licor.»
Se sabe que el alcohol en las venas es siempre fuego. No importa si se bebe en una selva tropical o en las estepas heladas de Siberia. No importa si se toma en una fiesta elegante del gran mundo o en una reunión pueblerina de compadres. El alcohol es siempre fuego cuando se mete en las venas.
¡Qué interesante la forma en que se explica una tragedia causada bajo la influencia del licor! «Fue el licor», dicen; o: «Fue por las muchas botellas de cerveza»; o: «Es que había ingerido mucho alcohol»; o: «Fue el guaro, o la tequila, o la caña.»
No importa el nombre de la bebida ni la clase de fiesta. Donde quiera que se ingiera alcohol, se ingiere fuego. De allí nacen los crímenes pasionales, los accidentes de carretera, las violaciones de niñas (a veces por el propio padre), y todas las locuras y depravaciones del hombre. Lamentan los hombres sus tragedias, pero siempre los acompaña la excusa: «Fue a causa del alcohol.» ¿Hasta cuándo ha de durar esta ignominia?
Difícil es detener el tráfico de alcohol a escala mundial, pero podemos detenerlo en nosotros mismos. No tenemos que tomarlo, ni en las fiestas de oficina, ni en nuestro hogar ni a solas. ¡No tenemos que beberlo! Hagamos de Jesucristo el Señor de nuestro trabajo, de nuestro hogar, de nuestra vida, de nuestro corazón. Él puede y quiere darnos la fuerza para vencer el vicio del alcohol.
Era día de fiesta, por lo que Aavard Maalik y cinco compañeros consumían una enorme cantidad de licor. Afuera la temperatura estaba por debajo de cero grados, pero en el cuerpo de los seis hombres había fuego, fuego del licor que venden los blancos. Había también, en el fusil de Aavard, plomo, plomo del que también venden los blancos. Y nieve y fuego y plomo se unieron para producir la tragedia.
El joven esquimal, de apenas dieciocho años de edad, disparó contra sus compañeros, sin razón aparente, matando a los cinco en un solo instante. «No era más que una fiesta —declaró Lara Heilman, inspector de policía—, y todavía no sabemos las verdaderas causas de la tragedia. Debe de haber sido el licor.»
Se sabe que el alcohol en las venas es siempre fuego. No importa si se bebe en una selva tropical o en las estepas heladas de Siberia. No importa si se toma en una fiesta elegante del gran mundo o en una reunión pueblerina de compadres. El alcohol es siempre fuego cuando se mete en las venas.
¡Qué interesante la forma en que se explica una tragedia causada bajo la influencia del licor! «Fue el licor», dicen; o: «Fue por las muchas botellas de cerveza»; o: «Es que había ingerido mucho alcohol»; o: «Fue el guaro, o la tequila, o la caña.»
No importa el nombre de la bebida ni la clase de fiesta. Donde quiera que se ingiera alcohol, se ingiere fuego. De allí nacen los crímenes pasionales, los accidentes de carretera, las violaciones de niñas (a veces por el propio padre), y todas las locuras y depravaciones del hombre. Lamentan los hombres sus tragedias, pero siempre los acompaña la excusa: «Fue a causa del alcohol.» ¿Hasta cuándo ha de durar esta ignominia?
Difícil es detener el tráfico de alcohol a escala mundial, pero podemos detenerlo en nosotros mismos. No tenemos que tomarlo, ni en las fiestas de oficina, ni en nuestro hogar ni a solas. ¡No tenemos que beberlo! Hagamos de Jesucristo el Señor de nuestro trabajo, de nuestro hogar, de nuestra vida, de nuestro corazón. Él puede y quiere darnos la fuerza para vencer el vicio del alcohol.
lunes, 22 de noviembre de 2010
EL BESO DE LA MUERTE
Era un caso de vida o muerte, y había que actuar rápido. Si no, el pequeño animal moriría. Así que Paul La Fonte, francés de treinta y siete años de edad y amante de los animales, procedió a hacer la resucitación boca a boca.
Pero el animal moribundo no era un cariñoso gatito. Era una pequeña cobra recién traída de la India. Había sido pisada por un automóvil al sacarla de la jaula, y por no dejarla morir, Paul sopló aliento en los pulmones del ofidio.
La cobra revivió, y lo primero que hizo fue clavar sus colmillos en los labios de su salvador. Los diarios de Avignon, Francia, al comentar el caso, concluyeron: «El beso francés entraña peligros, pero el de este hombre fue el más mortal de todos.»
Este no ha sido el único caso de un beso mortal. En los novelones que se publicaban a principios de siglo era común que dos amantes decepcionados se suicidaran mutuamente bebiendo el mismo veneno, tomándolo el uno de la boca del otro.
Hay otros besos que así mismo hieren, estropean, golpean y matan; por ejemplo, los que empinan la botella de licor porque ya ni los grandes vasos los satisfacen, y sorben con avidez trago tras trago. Ese beso que le dan a la botella resulta ser, para muchos de ellos, un beso mortal.
Los pequeños que, por seguir el ejemplo de los grandes, consiguen un cigarrillo de marihuana y se lo pasan el uno al otro, están también causándose la muerte con el beso que dan en la maldita aspirada.
Lo mismo ocurre con los que se inyectan una jeringa hipodérmica. El beso fatal que se dan con la aguja, no con los labios pero sí con las venas, no sólo los deja endrogados, sino que por la transmisión tan frecuente del virus del SIDA también les resulta ser un beso mortal.
El que besa la boca de la mujer ajena está también dando un beso de muerte. El adulterio es la muerte del matrimonio. Podrá parecer dulce en el momento, pero es un beso mortal.
Las ambiciones deshonestas, así como las pasiones desenfrenadas, son fuego y son veneno. Ceder a ellas es ceder a un beso mortal.
¿Cómo podemos evitar ser víctimas de esta clase de beso mortal? Haciendo de Jesucristo, y de sus leyes morales, el patrón de nuestra vida. Es que si Cristo es nuestro Salvador, si Él es nuestro Señor, si Él es quien motiva todas nuestras acciones, nos veremos entonces libres de toda mala consecuencia. Permitamos que Cristo sea el Señor de nuestra vida. Él nos salvará de todo beso mortal.
Pero el animal moribundo no era un cariñoso gatito. Era una pequeña cobra recién traída de la India. Había sido pisada por un automóvil al sacarla de la jaula, y por no dejarla morir, Paul sopló aliento en los pulmones del ofidio.
La cobra revivió, y lo primero que hizo fue clavar sus colmillos en los labios de su salvador. Los diarios de Avignon, Francia, al comentar el caso, concluyeron: «El beso francés entraña peligros, pero el de este hombre fue el más mortal de todos.»
Este no ha sido el único caso de un beso mortal. En los novelones que se publicaban a principios de siglo era común que dos amantes decepcionados se suicidaran mutuamente bebiendo el mismo veneno, tomándolo el uno de la boca del otro.
Hay otros besos que así mismo hieren, estropean, golpean y matan; por ejemplo, los que empinan la botella de licor porque ya ni los grandes vasos los satisfacen, y sorben con avidez trago tras trago. Ese beso que le dan a la botella resulta ser, para muchos de ellos, un beso mortal.
Los pequeños que, por seguir el ejemplo de los grandes, consiguen un cigarrillo de marihuana y se lo pasan el uno al otro, están también causándose la muerte con el beso que dan en la maldita aspirada.
Lo mismo ocurre con los que se inyectan una jeringa hipodérmica. El beso fatal que se dan con la aguja, no con los labios pero sí con las venas, no sólo los deja endrogados, sino que por la transmisión tan frecuente del virus del SIDA también les resulta ser un beso mortal.
El que besa la boca de la mujer ajena está también dando un beso de muerte. El adulterio es la muerte del matrimonio. Podrá parecer dulce en el momento, pero es un beso mortal.
Las ambiciones deshonestas, así como las pasiones desenfrenadas, son fuego y son veneno. Ceder a ellas es ceder a un beso mortal.
¿Cómo podemos evitar ser víctimas de esta clase de beso mortal? Haciendo de Jesucristo, y de sus leyes morales, el patrón de nuestra vida. Es que si Cristo es nuestro Salvador, si Él es nuestro Señor, si Él es quien motiva todas nuestras acciones, nos veremos entonces libres de toda mala consecuencia. Permitamos que Cristo sea el Señor de nuestra vida. Él nos salvará de todo beso mortal.
sábado, 20 de noviembre de 2010
EJEMPLO DE RECTITUD, INTEGRIDAD Y JUSTICIA
El espectáculo era apasionante, al extremo de ser morboso. Unas cincuenta personas lo contemplaban ávidamente. Se trataba de una joven de dieciséis años de edad, de la ciudad Ho Chi Min, en la antigua Saigón. Ella intentaba suicidarse, arrojándose de un alto puente al río que corría abajo. Las cincuenta personas, sin corazón, le gritaban: «¡Tírate! ¡Tírate!» Y en un momento dado, la adolescente, en efecto, se lanzó al agua.
Nueve personas corrieron al borde del puente para verla caer al agua. El peso acumulado rompió el frágil puente, y las nueve cayeron al abismo. Pero, cosa curiosa, la joven suicida se salvó, pues lograron rescatarla, mientras que los nueve mórbidos curiosos perecieron en las aguas.
A la gente como que le gusta los espectáculos morbosos, truculentos, dramáticos, trágicos; especialmente el espectáculo que dan los presuntos suicidas. Los espectadores no acuden necesariamente para mostrarles cariño y aconsejarles que conserven la vida. Al contrario, ansiosos de sangre y de desgracia ajena, gritan: «¡Tírate! ¡Tírate!»
Dicen que cuando se junta una multitud, el nivel intelectual de la gente desciende al del más bruto. Lo mismo pasa con el sentido moral. Éste también baja de grado conforme aumenta el monto de gente congregada.
«Las multitudes —concluyó Goethe— oyen mejor los gritos que las razones.» Cuanta más gente se reúne en un lugar para vociferar y gritar, más baja el nivel de humanidad, y más sube el nivel de inhumanidad.
¿Será por eso que nuestros jóvenes caen tan fácilmente en la desgracia de la inmoralidad y el materialismo? «Todos lo hacen», es la excusa que ofrecen, y siguiendo el rumbo del montón, se reducen al nivel del menor común denominador.
¿Dónde está el joven recto? ¿Dónde está el líder íntegro? ¿Por qué tiene que ser el perverso, el injurioso, el malo, el que atrae la atención?
Dios ha creado a todo joven como un individuo. Cada uno es un ser único. No hay nada en el mundo entero que lo obligue a ser como los demás. Es un individuo en el sentido más estricto de la palabra. Más vale que no deshonre su individualidad, ni sacrifique su decencia, ni se rebaje al nivel del montón, sino que sea el líder sano, recto y fuerte que este mundo tanto necesita.
Jesucristo establece el dechado para nuestra vida. Él se atrevió a ser diferente de todos los demás, dando ejemplo de rectitud, integridad y justicia. Sigamos su ejemplo. Ser recto en toda causa es mil veces más grato que recibir el aplauso del montón. Atrevámonos a ser personas dignas de confianza.
Nueve personas corrieron al borde del puente para verla caer al agua. El peso acumulado rompió el frágil puente, y las nueve cayeron al abismo. Pero, cosa curiosa, la joven suicida se salvó, pues lograron rescatarla, mientras que los nueve mórbidos curiosos perecieron en las aguas.
A la gente como que le gusta los espectáculos morbosos, truculentos, dramáticos, trágicos; especialmente el espectáculo que dan los presuntos suicidas. Los espectadores no acuden necesariamente para mostrarles cariño y aconsejarles que conserven la vida. Al contrario, ansiosos de sangre y de desgracia ajena, gritan: «¡Tírate! ¡Tírate!»
Dicen que cuando se junta una multitud, el nivel intelectual de la gente desciende al del más bruto. Lo mismo pasa con el sentido moral. Éste también baja de grado conforme aumenta el monto de gente congregada.
«Las multitudes —concluyó Goethe— oyen mejor los gritos que las razones.» Cuanta más gente se reúne en un lugar para vociferar y gritar, más baja el nivel de humanidad, y más sube el nivel de inhumanidad.
¿Será por eso que nuestros jóvenes caen tan fácilmente en la desgracia de la inmoralidad y el materialismo? «Todos lo hacen», es la excusa que ofrecen, y siguiendo el rumbo del montón, se reducen al nivel del menor común denominador.
¿Dónde está el joven recto? ¿Dónde está el líder íntegro? ¿Por qué tiene que ser el perverso, el injurioso, el malo, el que atrae la atención?
Dios ha creado a todo joven como un individuo. Cada uno es un ser único. No hay nada en el mundo entero que lo obligue a ser como los demás. Es un individuo en el sentido más estricto de la palabra. Más vale que no deshonre su individualidad, ni sacrifique su decencia, ni se rebaje al nivel del montón, sino que sea el líder sano, recto y fuerte que este mundo tanto necesita.
Jesucristo establece el dechado para nuestra vida. Él se atrevió a ser diferente de todos los demás, dando ejemplo de rectitud, integridad y justicia. Sigamos su ejemplo. Ser recto en toda causa es mil veces más grato que recibir el aplauso del montón. Atrevámonos a ser personas dignas de confianza.
jueves, 18 de noviembre de 2010
«CREO QUE DEBO... ESTAR MÁS SEGURA... PARA [CASARME]»
«Tengo veinte años, y en contados meses voy a casarme.... Desde hace algunos meses, mi padre ha estado [relacionándose] con otra mujer.... [Yo] amo a mi novio, pero hay algo que [por] momentos me preocupa. He tenido mucha desconfianza de mi novio, y a veces siento rabia con los hombres.
»Siento temor de que me pase lo mismo que le pasa a mi mamá, y creo que debo estar ahora más segura... para dar el paso que he decidido dar. ¿Qué puedo hacer?»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
«... ¿Alguna vez ha visto una luz intermitente que sirve de señal de advertencia? Pudo haberla visto en la calle o en el techo de una ambulancia. Esas luces intermitentes se han diseñado para hacer que prestemos atención y nos percatemos de un peligro inminente. Si aminoramos la marcha y prestamos mucha atención, podemos evitar el peligro. En cambio, si pasamos por alto las luces intermitentes y seguimos sin tener cuidado alguno, entonces los únicos culpables de la tragedia que resulte somos nosotros mismos.
»Cuando leímos su caso, comenzamos a ver señales de advertencia que eran como luces intermitentes. Creemos que si usted insiste en casarse sin antes haber resuelto ese problema de la desconfianza que siente hacia su novio, entonces correrán peligro su futura felicidad y el futuro éxito de la relación entre los dos. A pesar de las consecuencias que resulten de un aplazamiento, le instamos a que aplace su boda.
»Nadie debe casarse si tiene dudas. ¡Nadie! ¡Sin excepción alguna! Hay millones de parejas infelices que quisieran haberle prestado atención a esas señales de advertencia. Quisieran poder volver atrás y tener la oportunidad de comenzar de nuevo. Muchas de ellas ahora admitirían que tuvieron dudas desde el principio, pero que fue más fuerte el temor de cancelar la boda.
»Si usted se casa con alguien en quien no confía plenamente, es como pasar por alto una señal de advertencia y acelerar hasta caer por un precipicio. Si se casa antes de haber calmado la rabia que siente hacia los hombres, está usted condenando a ese hombre a que se le juzgue para siempre por algo que él ni siquiera hizo. Si lo ama, no se case con él hasta que esté el ciento por ciento segura de que puede confiar en él y de que lo juzgará conforme a su propia conducta y no por la conducta de ese padre suyo que le ha sido infiel a su mamá.
»Dios diseñó el matrimonio para que fuera el conjunto armonioso de dos personas en una sola.1 Eso requiere metas, creencias y prioridades en común, así como absoluta confianza mutua. No hay duda de que usted y su prometido aún no están preparados para casarse. Tal vez en uno o dos años más ya estén listos. Pero esa decisión no la tienen que tomar ahora mismo.
»¡No pase por alto las señales de advertencia!
1.Mt 19:5-6: 5 y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? 6 Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
»Siento temor de que me pase lo mismo que le pasa a mi mamá, y creo que debo estar ahora más segura... para dar el paso que he decidido dar. ¿Qué puedo hacer?»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
«... ¿Alguna vez ha visto una luz intermitente que sirve de señal de advertencia? Pudo haberla visto en la calle o en el techo de una ambulancia. Esas luces intermitentes se han diseñado para hacer que prestemos atención y nos percatemos de un peligro inminente. Si aminoramos la marcha y prestamos mucha atención, podemos evitar el peligro. En cambio, si pasamos por alto las luces intermitentes y seguimos sin tener cuidado alguno, entonces los únicos culpables de la tragedia que resulte somos nosotros mismos.
»Cuando leímos su caso, comenzamos a ver señales de advertencia que eran como luces intermitentes. Creemos que si usted insiste en casarse sin antes haber resuelto ese problema de la desconfianza que siente hacia su novio, entonces correrán peligro su futura felicidad y el futuro éxito de la relación entre los dos. A pesar de las consecuencias que resulten de un aplazamiento, le instamos a que aplace su boda.
»Nadie debe casarse si tiene dudas. ¡Nadie! ¡Sin excepción alguna! Hay millones de parejas infelices que quisieran haberle prestado atención a esas señales de advertencia. Quisieran poder volver atrás y tener la oportunidad de comenzar de nuevo. Muchas de ellas ahora admitirían que tuvieron dudas desde el principio, pero que fue más fuerte el temor de cancelar la boda.
»Si usted se casa con alguien en quien no confía plenamente, es como pasar por alto una señal de advertencia y acelerar hasta caer por un precipicio. Si se casa antes de haber calmado la rabia que siente hacia los hombres, está usted condenando a ese hombre a que se le juzgue para siempre por algo que él ni siquiera hizo. Si lo ama, no se case con él hasta que esté el ciento por ciento segura de que puede confiar en él y de que lo juzgará conforme a su propia conducta y no por la conducta de ese padre suyo que le ha sido infiel a su mamá.
»Dios diseñó el matrimonio para que fuera el conjunto armonioso de dos personas en una sola.1 Eso requiere metas, creencias y prioridades en común, así como absoluta confianza mutua. No hay duda de que usted y su prometido aún no están preparados para casarse. Tal vez en uno o dos años más ya estén listos. Pero esa decisión no la tienen que tomar ahora mismo.
»¡No pase por alto las señales de advertencia!
1.Mt 19:5-6: 5 y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? 6 Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
lunes, 15 de noviembre de 2010
«NO PUEDO SER CARIÑOSO CON MI ESPOSA»
«Me casé hace trece años. Desgraciadamente, no me casé enamorado de mi esposa, lo cual me ha provocado muchos problemas durante estos trece años.
»Tengo dos preciosas hijas de doce y cuatro años que para mí son lo más precioso que Dios me ha regalado. Pero no puedo ser cariñoso con mi esposa, y muchas veces me muestro indiferente con ella. ¿Me pueden dar un consejo?»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimado amigo:
»Debido a que usted no lo mencionó, daremos por sentado, en primer lugar, que usted le ha sido fiel a su esposa durante sus trece años de casados, y en segundo lugar, que no está considerando ponerle fin a su matrimonio carente de amor. Lo felicitamos por haber cumplido con los votos que hizo cuando se casó con su esposa. Es usted una persona excepcional en un mundo en el que se le da más importancia a la satisfacción egoísta que a la virtud. Dios ha de honrarlo por su integridad y su perseverancia....
»¿Cuál es... el componente esencial en el matrimonio? Es una decisión que toman dos personas una sola vez para llevar una vida juntos, y luego una decisión que toman a diario para dar pasos positivos a fin de que tenga buenos resultados. Si el sentimiento de amor romántico se desarrolla o continúa, se hace mucho más fácil dar a diario esos pasos positivos, pero la decisión y los pasos diarios no dependen de ese sentimiento.
»¿Qué debe, entonces, hacer usted?... Para comenzar, [pídale a su esposa que] le ayude a hacer una lista [de pasos que debe dar para fortalecer su relación. Cada día] escoja unos dos o tres pasos... en los que va a concentrarse. Le sugerimos que la lista incluya pasos tales como: expresarle aprecio verbal por las maneras en que ella lo cuida a usted y en que es una maravillosa madre para sus hijas; apartar tiempo para conversar los dos y ponerse de acuerdo en cuanto a prioridades y disciplina con relación a sus hijas, así como para hablar acerca de temas que ambos consideran importantes; e invertir tiempo en diversiones que les gusten a todos. Es posible que ella le presente una lista de demandas que usted considera excesiva para anotar en esa lista. Requerirá mucho esfuerzo y mucha paciencia de su parte cumplir con su palabra cada día y mantener una actitud positiva, pero le prometemos que, al dar usted esos pasos positivos, su esposa le pagará con la misma moneda.
»Le recomendamos que, si está a su alcance, busque asesoría profesional para su matrimonio. Le queda mucho trabajo arduo por delante para lograr que su matrimonio tenga éxito, y cualquier apoyo que obtenga le será provechoso. Dios lo ayudará también si acude a Él. Le dará las fuerzas que necesitará a diario para triunfar, así como su sabiduría divina para formar una familia sólida.
»¡Usted puede lograrlo!
»Tengo dos preciosas hijas de doce y cuatro años que para mí son lo más precioso que Dios me ha regalado. Pero no puedo ser cariñoso con mi esposa, y muchas veces me muestro indiferente con ella. ¿Me pueden dar un consejo?»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimado amigo:
»Debido a que usted no lo mencionó, daremos por sentado, en primer lugar, que usted le ha sido fiel a su esposa durante sus trece años de casados, y en segundo lugar, que no está considerando ponerle fin a su matrimonio carente de amor. Lo felicitamos por haber cumplido con los votos que hizo cuando se casó con su esposa. Es usted una persona excepcional en un mundo en el que se le da más importancia a la satisfacción egoísta que a la virtud. Dios ha de honrarlo por su integridad y su perseverancia....
»¿Cuál es... el componente esencial en el matrimonio? Es una decisión que toman dos personas una sola vez para llevar una vida juntos, y luego una decisión que toman a diario para dar pasos positivos a fin de que tenga buenos resultados. Si el sentimiento de amor romántico se desarrolla o continúa, se hace mucho más fácil dar a diario esos pasos positivos, pero la decisión y los pasos diarios no dependen de ese sentimiento.
»¿Qué debe, entonces, hacer usted?... Para comenzar, [pídale a su esposa que] le ayude a hacer una lista [de pasos que debe dar para fortalecer su relación. Cada día] escoja unos dos o tres pasos... en los que va a concentrarse. Le sugerimos que la lista incluya pasos tales como: expresarle aprecio verbal por las maneras en que ella lo cuida a usted y en que es una maravillosa madre para sus hijas; apartar tiempo para conversar los dos y ponerse de acuerdo en cuanto a prioridades y disciplina con relación a sus hijas, así como para hablar acerca de temas que ambos consideran importantes; e invertir tiempo en diversiones que les gusten a todos. Es posible que ella le presente una lista de demandas que usted considera excesiva para anotar en esa lista. Requerirá mucho esfuerzo y mucha paciencia de su parte cumplir con su palabra cada día y mantener una actitud positiva, pero le prometemos que, al dar usted esos pasos positivos, su esposa le pagará con la misma moneda.
»Le recomendamos que, si está a su alcance, busque asesoría profesional para su matrimonio. Le queda mucho trabajo arduo por delante para lograr que su matrimonio tenga éxito, y cualquier apoyo que obtenga le será provechoso. Dios lo ayudará también si acude a Él. Le dará las fuerzas que necesitará a diario para triunfar, así como su sabiduría divina para formar una familia sólida.
»¡Usted puede lograrlo!
jueves, 11 de noviembre de 2010
¿MATORRALES U HOMBRES?
Allí al costado del camino había algo que se movía. Tal vez eran vacas o caballos. O posiblemente eran matorrales o arbustos. Eran las dos de la mañana, y Tony Tropez no veía bien. Había bebido demasiado.
Él y otros dos amigos salieron del vehículo. Tony apuntó su rifle a lo que él pensó que eran arbustos, y sólo por disparar haló el gatillo varias veces.
Después de un par de horas regresó a su casa y se acostó a dormir. A las siete de la mañana lo despertó su madre. «Levántate, hijo —le dijo—. Te busca la policía. Dicen que anoche mataste a dos muchachos.» En efecto, los matorrales a los que había disparado locamente Tony eran Javier Ramírez, joven de dieciocho años de edad, y Rolando Martínez, de diecisiete.
Ésta es una tragedia más, producto del alcohol. En este caso es más doloroso el hecho porque todos eran amigos, estudiantes del mismo colegio.
El homicida era un brillante alumno que nunca había estado en problemas. Pero salió de parranda con sus amigos, bebió demasiado y se armó de un rifle de repetición. Con el arma en la mano y con el alcohol en el cerebro, disparó tiros a la loca. Nunca se imaginó que esas balas fueran para sus amigos.
¿A quién se le puede echar la culpa de esta tragedia tan lamentable? ¿Quién o qué es responsable de este suceso? ¿Cómo pudo ocurrir algo así?
Si en el banquillo de los acusados sentáramos a todos los culpables o presuntos culpables, la lista sería larga. Pondríamos, por una parte, a los fabricantes de armas, y con ellos a los que las venden. Luego pondríamos a los que fabrican y expenden licor.
Acusaríamos también a todas las películas de violencia y homicidio, y a todos los héroes de pistola y de metralleta.
Tendríamos también que acusar a una sociedad que se ha hecho materialista y cínica, y que se pavonea de su libertad, que no es más que libertinaje.
Y no quedaría sin culpa la religión, que a pesar de predicar la vida sana, dando los pasos a seguir, es impotente para transformar y regenerar al hombre, como también impotente para cambiar las costumbres de la sociedad.
¿Quién tiene la solución a un mal que tiene tantos culpables? La respuesta es Jesucristo. Él pone en cada uno un corazón nuevo y cambia por completo el rumbo de su vida. A todo el que quiera cambiar, le ofrece una transformación de su voluntad. Cristo trae paz y no confusión al corazón humano. Entreguémosle nuestro ser. Él nos dará una vida nueva.
Él y otros dos amigos salieron del vehículo. Tony apuntó su rifle a lo que él pensó que eran arbustos, y sólo por disparar haló el gatillo varias veces.
Después de un par de horas regresó a su casa y se acostó a dormir. A las siete de la mañana lo despertó su madre. «Levántate, hijo —le dijo—. Te busca la policía. Dicen que anoche mataste a dos muchachos.» En efecto, los matorrales a los que había disparado locamente Tony eran Javier Ramírez, joven de dieciocho años de edad, y Rolando Martínez, de diecisiete.
Ésta es una tragedia más, producto del alcohol. En este caso es más doloroso el hecho porque todos eran amigos, estudiantes del mismo colegio.
El homicida era un brillante alumno que nunca había estado en problemas. Pero salió de parranda con sus amigos, bebió demasiado y se armó de un rifle de repetición. Con el arma en la mano y con el alcohol en el cerebro, disparó tiros a la loca. Nunca se imaginó que esas balas fueran para sus amigos.
¿A quién se le puede echar la culpa de esta tragedia tan lamentable? ¿Quién o qué es responsable de este suceso? ¿Cómo pudo ocurrir algo así?
Si en el banquillo de los acusados sentáramos a todos los culpables o presuntos culpables, la lista sería larga. Pondríamos, por una parte, a los fabricantes de armas, y con ellos a los que las venden. Luego pondríamos a los que fabrican y expenden licor.
Acusaríamos también a todas las películas de violencia y homicidio, y a todos los héroes de pistola y de metralleta.
Tendríamos también que acusar a una sociedad que se ha hecho materialista y cínica, y que se pavonea de su libertad, que no es más que libertinaje.
Y no quedaría sin culpa la religión, que a pesar de predicar la vida sana, dando los pasos a seguir, es impotente para transformar y regenerar al hombre, como también impotente para cambiar las costumbres de la sociedad.
¿Quién tiene la solución a un mal que tiene tantos culpables? La respuesta es Jesucristo. Él pone en cada uno un corazón nuevo y cambia por completo el rumbo de su vida. A todo el que quiera cambiar, le ofrece una transformación de su voluntad. Cristo trae paz y no confusión al corazón humano. Entreguémosle nuestro ser. Él nos dará una vida nueva.
jueves, 4 de noviembre de 2010
«MI HIJA ME LO RECLAMARÁ... POR HABERLA DEJADO SIN PADRE»
«Tengo una relación amorosa con un hombre [quince años] mayor.... El problema es [que] cuando se enoja, me insulta, me grita, y si le sigo reclamando lo que ha hecho mal, me pega....
»No sé qué hacer. Ya tenemos una hijita de seis años, y él dice que si lo dejo, mi hija me lo reclamará en el futuro por “haberla dejado sin padre”. Tengo miedo porque ya quiso matarse una vez ingiriendo fósforo blanco.»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
»Usted es víctima de un agresor peligroso. Él la maltrata físicamente, y luego verbalmente cuando usted trata de protegerse. Al quedarse en la misma casa con este hombre, usted corre peligro, al igual que su hija. Creemos que debe dejar a este hombre hoy mismo.
»Usted nos ha dado suficiente información como para saber que este hombre tiene graves problemas emocionales. Él ha intentado suicidarse, y ha empleado la amenaza de suicidio como un arma en contra de usted. La manipula para que se quede con él a pesar de que la maltrata física y verbalmente. Sin duda le dice que va a cambiar, y le ruega y le suplica que le dé otra oportunidad, pero luego vuelve a comenzar el ciclo y, sin pensarlo siquiera, la maltrata de nuevo.
»¿Sabía usted que su modo de proceder le está enseñando a su hijita que el maltrato es algo que debe tolerarse?... ¿Qué será de ella si algún día él pierde los estribos y la mata a usted? ¿Qué reclamo tendrá su hijita entonces?
»Seguramente usted siente temor al pensar en lo que él pudiera hacer si lo deja. ¿Se hará daño él mismo, o tratará de hacerle daño a usted? Si usted no tiene a familiares cercanos que la protejan, busque una agencia que se especialice en ayudar a mujeres que se encuentran en su situación. Así recibirá asesoría legal y orientación para tomar las decisiones difíciles que sean necesarias....
»Quisiéramos poder afirmar que las personas religiosas no tienen este problema. Pero lo cierto es que sabemos de muchos casos de agresores que van a la iglesia y dan la impresión de que tienen una relación personal con Dios. Aparentan piedad cuando están en la iglesia, pero luego vuelven a casa y maltratan a su familia. Jesucristo mismo dijo: “No todo el que me dice: `Señor, Señor', entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo.”1 La voluntad del Padre celestial jamás toleraría abuso físico, verbal o emocional. Así que el asistir a la iglesia, cantar e incluso predicar pueden contribuir a que el agresor se sienta mejor, pero esas actividades no le darán la entrada al cielo.
»La instamos a que se lleve a su hija y deje hoy mismo a su agresor.
»Con afecto fraternal,
1.Mt 7:21- 21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
»No sé qué hacer. Ya tenemos una hijita de seis años, y él dice que si lo dejo, mi hija me lo reclamará en el futuro por “haberla dejado sin padre”. Tengo miedo porque ya quiso matarse una vez ingiriendo fósforo blanco.»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
»Usted es víctima de un agresor peligroso. Él la maltrata físicamente, y luego verbalmente cuando usted trata de protegerse. Al quedarse en la misma casa con este hombre, usted corre peligro, al igual que su hija. Creemos que debe dejar a este hombre hoy mismo.
»Usted nos ha dado suficiente información como para saber que este hombre tiene graves problemas emocionales. Él ha intentado suicidarse, y ha empleado la amenaza de suicidio como un arma en contra de usted. La manipula para que se quede con él a pesar de que la maltrata física y verbalmente. Sin duda le dice que va a cambiar, y le ruega y le suplica que le dé otra oportunidad, pero luego vuelve a comenzar el ciclo y, sin pensarlo siquiera, la maltrata de nuevo.
»¿Sabía usted que su modo de proceder le está enseñando a su hijita que el maltrato es algo que debe tolerarse?... ¿Qué será de ella si algún día él pierde los estribos y la mata a usted? ¿Qué reclamo tendrá su hijita entonces?
»Seguramente usted siente temor al pensar en lo que él pudiera hacer si lo deja. ¿Se hará daño él mismo, o tratará de hacerle daño a usted? Si usted no tiene a familiares cercanos que la protejan, busque una agencia que se especialice en ayudar a mujeres que se encuentran en su situación. Así recibirá asesoría legal y orientación para tomar las decisiones difíciles que sean necesarias....
»Quisiéramos poder afirmar que las personas religiosas no tienen este problema. Pero lo cierto es que sabemos de muchos casos de agresores que van a la iglesia y dan la impresión de que tienen una relación personal con Dios. Aparentan piedad cuando están en la iglesia, pero luego vuelven a casa y maltratan a su familia. Jesucristo mismo dijo: “No todo el que me dice: `Señor, Señor', entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo.”1 La voluntad del Padre celestial jamás toleraría abuso físico, verbal o emocional. Así que el asistir a la iglesia, cantar e incluso predicar pueden contribuir a que el agresor se sienta mejor, pero esas actividades no le darán la entrada al cielo.
»La instamos a que se lleve a su hija y deje hoy mismo a su agresor.
»Con afecto fraternal,
1.Mt 7:21- 21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
sábado, 30 de octubre de 2010
¿QUIÉN ES JESÚS PARA EL MUNDO Y QUIÉ ES PARA TI?
¿Quién es Jesús?.
Estimado amigo, estimada amiga, los psicólogos desde hace mucho tiempo han tenido conocimiento de que cada persona tiene un gran anhelo y una gran necesidad interna. El anhelo de ser amado, y la necesidad de amar. Mas cuando las presiones y aflicciones llegan a nuestras vidas, muchos pierden toda esperanza de encontrar algún día el amor.
La tragedia es que frecuentemente buscamos llenar esta profunda necesidad y este profundo anhelo, en los lugares equivocados. Algunos substituyen la lujuria por el amor. Otros persiguen el materialismo o las relaciones superficiales; todo con el inútil intento de llenar el vacío creado por Dios en el corazón humano. ¡Pero le tenemos buenísimas noticias! Existe un amor que vale la pena encontrar y un amor que vale la pena compartir. La Biblia dice: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). Sobre la cruz de Cristo, el poderoso amor de Dios fue revelado y ofrecido incondicionalmente a todo aquel que desee la salvación.
¿Anhela usted conocer este gran amor? Entonces necesito hacerle la pregunta más importante que jamás se le hará: ¿Sabe sin lugar a dudas que Dios le ama, que sus pecados han sido perdonados, y que usted es salvo y va en camino al cielo?
¡La maravillosa noticia es que sí puede saberlo! Permítame compartir con usted cómo descubrir el amor más grande, el amor que vale.
Admita su pecado
Usted debe admitir que es pecador. La Biblia dice: "No hay justo, ni aun uno" (Romanos 3:10). "Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23).
Nuestro pecado es lo que nos separa de Dios y nos impide satisfacer nuestros anhelos y necesidades más íntimas. Según Romanos 6:23, el pecado es un delito contra Dios que conlleva un serio castigo: "Porque la paga del pecado es muerte (eterna separación del amor y misericordia de Dios)".
Abandone sus propios esfuerzos
Usted debe abandonar todo esfuerzo de tratar de salvarse a sí mismo. Si pudiéramos salvarnos a nosotros mismos, ¡la muerte de Jesús habría sido en vano!
Inclusive "el comportarse religiosamente" no lo puede salvar. La Biblia dice que "nos salvó [Dios], no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia" (Tito 3:5). La salvación es por la gracia de Dios, "no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9).
Admita el sacrificio de Cristo
Lo que usted no puede hacer por sí mismo, ¡Jesucristo lo ha hecho por usted! "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8). Él murió en la cruz por usted, y resucitó de entre los muertos para demostrar que su sacrificio o pago fue aceptado por Dios. Pero usted debe reconocer y creer en este hecho. "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo" (Hechos16:31).
Acepte a Jesucristo como su Salvador
La salvación es el regalo de Dios para usted. "La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 6:23). Cuando alguien le ofrece un regalo invaluable, lo más sabio de su parte es ¡aceptarlo! En este mismo instante, usted puede recibir el regalo de la salvación que Cristo le ofrece al orar esta simple oración de corazón:
"Amado Dios. Sé que soy pecador. Sé que Tú me amas y deseas salvarme. Jesús, creo que Tú eres el Hijo de Dios, quien murió en la cruz para pagar por mis pecados. Creo que resucitaste de entre los muertos. Ahora me alejo de mis pecados y por medio de la fe, te recibo como mi Salvador y Señor personal. Entra en mi corazón, perdona mis pecados y sálvame, Señor Jesús. En tu nombre te lo suplico. Amén".
Amigo, si usted no ha tomado aún la decisión de recibir a Cristo, le ruego que lo haga hoy. ¡Usted estará eternamente agradecido de conocer el amor que vale!
Estimado amigo, estimada amiga, los psicólogos desde hace mucho tiempo han tenido conocimiento de que cada persona tiene un gran anhelo y una gran necesidad interna. El anhelo de ser amado, y la necesidad de amar. Mas cuando las presiones y aflicciones llegan a nuestras vidas, muchos pierden toda esperanza de encontrar algún día el amor.
La tragedia es que frecuentemente buscamos llenar esta profunda necesidad y este profundo anhelo, en los lugares equivocados. Algunos substituyen la lujuria por el amor. Otros persiguen el materialismo o las relaciones superficiales; todo con el inútil intento de llenar el vacío creado por Dios en el corazón humano. ¡Pero le tenemos buenísimas noticias! Existe un amor que vale la pena encontrar y un amor que vale la pena compartir. La Biblia dice: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). Sobre la cruz de Cristo, el poderoso amor de Dios fue revelado y ofrecido incondicionalmente a todo aquel que desee la salvación.
¿Anhela usted conocer este gran amor? Entonces necesito hacerle la pregunta más importante que jamás se le hará: ¿Sabe sin lugar a dudas que Dios le ama, que sus pecados han sido perdonados, y que usted es salvo y va en camino al cielo?
¡La maravillosa noticia es que sí puede saberlo! Permítame compartir con usted cómo descubrir el amor más grande, el amor que vale.
Admita su pecado
Usted debe admitir que es pecador. La Biblia dice: "No hay justo, ni aun uno" (Romanos 3:10). "Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23).
Nuestro pecado es lo que nos separa de Dios y nos impide satisfacer nuestros anhelos y necesidades más íntimas. Según Romanos 6:23, el pecado es un delito contra Dios que conlleva un serio castigo: "Porque la paga del pecado es muerte (eterna separación del amor y misericordia de Dios)".
Abandone sus propios esfuerzos
Usted debe abandonar todo esfuerzo de tratar de salvarse a sí mismo. Si pudiéramos salvarnos a nosotros mismos, ¡la muerte de Jesús habría sido en vano!
Inclusive "el comportarse religiosamente" no lo puede salvar. La Biblia dice que "nos salvó [Dios], no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia" (Tito 3:5). La salvación es por la gracia de Dios, "no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9).
Admita el sacrificio de Cristo
Lo que usted no puede hacer por sí mismo, ¡Jesucristo lo ha hecho por usted! "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8). Él murió en la cruz por usted, y resucitó de entre los muertos para demostrar que su sacrificio o pago fue aceptado por Dios. Pero usted debe reconocer y creer en este hecho. "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo" (Hechos16:31).
Acepte a Jesucristo como su Salvador
La salvación es el regalo de Dios para usted. "La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 6:23). Cuando alguien le ofrece un regalo invaluable, lo más sabio de su parte es ¡aceptarlo! En este mismo instante, usted puede recibir el regalo de la salvación que Cristo le ofrece al orar esta simple oración de corazón:
"Amado Dios. Sé que soy pecador. Sé que Tú me amas y deseas salvarme. Jesús, creo que Tú eres el Hijo de Dios, quien murió en la cruz para pagar por mis pecados. Creo que resucitaste de entre los muertos. Ahora me alejo de mis pecados y por medio de la fe, te recibo como mi Salvador y Señor personal. Entra en mi corazón, perdona mis pecados y sálvame, Señor Jesús. En tu nombre te lo suplico. Amén".
Amigo, si usted no ha tomado aún la decisión de recibir a Cristo, le ruego que lo haga hoy. ¡Usted estará eternamente agradecido de conocer el amor que vale!
viernes, 29 de octubre de 2010
¿QUÉ TIPO DE AMIGOS SOMOS ?
¿Qué tipo de amigos somos?
En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia. Proverbios 17:17
Un autor de novelas del oeste, dice que en aquellos días había dos tipos de amigos: los que huían corriendo y los que se quedaban. A la primera señal de problemas, los primeros partían como un rayo, abandonando a su amigo en medio del peligro. Pero había otros que se quedaban y permanecían con su compañero, sin importar las circunstancias. Desafortunádamente, no se podía saber qué clase de amigo se tenía hasta que llegaba el problema. Y entonces, ya era muy tarde, a menos que dicho amigo fuera de los que se quedaban.
Sin embargo, más que estar preocupados con el tipo de amigos que tenemos, debiéramos considerar qué tipo de amigos somos. En sus últimos días, mientras Pablo aguardaba su muerte, algunos de los que habían ministrado con él, huyeron y lo abandonaron para que enfrentara su ejecución solo. En su última carta, él menciona a algunos (como Demas) que habían huido, y luego simplemente declaró: «Sólo Lucas está conmigo» (2 Timoteo 4:11). Lucas era de los que se quedaban. Si bien se sentía decepcionado por aquellos que lo habían abandonado, Pablo sintió un profundo consuelo al saber que no estaba solo.
Los Proverbios nos dicen que «en todo tiempo ama el amigo» (17:17). Durante tiempos de adversidad, necesitamos amigos en quien confiar. Todos necesitamos amigos para compartir nuestras tristezas y alegrías, nuestros tiempos de diversión y los tiempos de profunda aflicción. Pero requiere esfuerzo desarrollar y mantener una amistad así. Una amistad cercana requiere comunicación continua, confianza, apertura y respeto mutuo. La forma en que llevamos nuestras amistades determinará si esas amistades nos ayudan o nos lastiman.
Alguien escribió: “En la medida en que amamos, así servimos. Ningún hombre es inútil si es un amigo”. Cuando las personas que conocemos enfrentan problemas, ¿qué clase de amigos seremos: los que huyen o los que se quedan?
"Un verdadero amigo se queda con nosotros en los tiempos de prueba."
En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia. Proverbios 17:17
Un autor de novelas del oeste, dice que en aquellos días había dos tipos de amigos: los que huían corriendo y los que se quedaban. A la primera señal de problemas, los primeros partían como un rayo, abandonando a su amigo en medio del peligro. Pero había otros que se quedaban y permanecían con su compañero, sin importar las circunstancias. Desafortunádamente, no se podía saber qué clase de amigo se tenía hasta que llegaba el problema. Y entonces, ya era muy tarde, a menos que dicho amigo fuera de los que se quedaban.
Sin embargo, más que estar preocupados con el tipo de amigos que tenemos, debiéramos considerar qué tipo de amigos somos. En sus últimos días, mientras Pablo aguardaba su muerte, algunos de los que habían ministrado con él, huyeron y lo abandonaron para que enfrentara su ejecución solo. En su última carta, él menciona a algunos (como Demas) que habían huido, y luego simplemente declaró: «Sólo Lucas está conmigo» (2 Timoteo 4:11). Lucas era de los que se quedaban. Si bien se sentía decepcionado por aquellos que lo habían abandonado, Pablo sintió un profundo consuelo al saber que no estaba solo.
Los Proverbios nos dicen que «en todo tiempo ama el amigo» (17:17). Durante tiempos de adversidad, necesitamos amigos en quien confiar. Todos necesitamos amigos para compartir nuestras tristezas y alegrías, nuestros tiempos de diversión y los tiempos de profunda aflicción. Pero requiere esfuerzo desarrollar y mantener una amistad así. Una amistad cercana requiere comunicación continua, confianza, apertura y respeto mutuo. La forma en que llevamos nuestras amistades determinará si esas amistades nos ayudan o nos lastiman.
Alguien escribió: “En la medida en que amamos, así servimos. Ningún hombre es inútil si es un amigo”. Cuando las personas que conocemos enfrentan problemas, ¿qué clase de amigos seremos: los que huyen o los que se quedan?
"Un verdadero amigo se queda con nosotros en los tiempos de prueba."
lunes, 25 de octubre de 2010
«YO MATÉ A MI PADRE»
«A pesar de haber terminado su guardia el día antes, Mattos estaba en la comisaría ese domingo cuando Cosme, el hijo del portugués Adelino, pidió permiso para verlo.
»—¿Sabe que mi padre ha muerto?
»—Sí. Lo siento mucho....
»—Usted convenció a mi padre de que confesara que él había matado a aquel hombre del taller. Convenció al fiscal de que lo acusara. Convenció a todo el mundo. Usted es un hombre inteligente.
»—Hice lo que tenía que hacerse. Buscar la verdad. Siento mucho la muerte de tu padre.
»—¿La verdad? ¿Quiere saber la verdad?...
»—Sí, quiero saber la verdad.
»—Yo mismo fui quien mató a aquel hombre.
»—Tu padre confesó.
»—Usted lo obligó a confesar. Y yo, mi madre, mi mujer, todos nosotros acabamos creyendo, influidos por nuestro egoísmo, que era mejor que mi padre dijera que era el culpable porque, siendo viejo, sería absuelto más fácilmente que yo. Lo creímos porque era mejor para nosotros. Así yo podía quedarme al lado de mi hijo y de mi mujer; podía quedar, mejor que él, al frente del taller y del naranjal. Mi padre era un anciano, y los jóvenes pensamos que los viejos no sirven para nada. Ya vivieron todo lo que tenían que vivir. Entonces dejamos que mi padre se sacrificara por mí.
»[Mattos no dijo nada.]
»—Usted mató a mi padre. Yo maté a mi padre. Mi mujer y mi madre mataron a mi padre. Él era un portugués viejo que no sabía fingir ser lo que no era, un asesino, aunque fuera para proteger a su hijo.
»—Ahora es demasiado tarde. Las cosas nunca son como son; así es la vida.
»—Quiero que usted me detenga.
»—El caso está cerrado.
»—Deténgame.
»Mattos agarró a Cosme por los brazos y lo arrastró como a un muñeco por la oficina. El estómago le ardía. Empujó contra la pared el cuerpo frágil y pequeño.
»—Oye... no puedo y no quiero detenerte por ese crimen. No puedo aligerar tu conciencia, ni la de tu mujer, ni la de tu madre. No seas estúpido. No se puede hacer nada más. ¡Lárgate y no vuelvas; no quiero ver tu cara nunca más! Vive con ese horrible recuerdo el resto de tu vida, como yo también tendré que hacer.
»—Doctor...
»—¡Fuera! ¡Fuera!
»Mattos, siempre agarrando a Cosme por los brazos, lo llevó hasta la puerta de la oficina, empujándolo con violencia hacia el pasillo, por donde lo arrastró hasta la puerta de la calle.»1
Así termina de contar el escritor brasileño Rubem Fonseca una historia trágica dentro de otra en su novela histórica titulada Agosto, en la que un padre se sacrifica y muere por su hijo. Prácticamente lo contrario sucede en el caso de nuestra salvación espiritual: es Jesucristo, el Hijo de Dios, quien se sacrifica; pero no muere por el Padre celestial sino con su consentimiento a fin de que se cumpla su plan para salvar de la condenación a la humanidad perdida.2 Más vale que, así como en el caso del hijo de la historia que cuenta Fonseca, reconozcamos que fuimos todos nosotros quienes matamos al Hijo, ya que Él murió por nuestra culpa y por nuestro pecado, y que se lo confesemos a Dios el Padre para que nos perdone y nos limpie de toda maldad.3
1 Rubem Fonseca, Agosto, trad. Manuel de Seabra (Barcelona: Editorial Thassalia, 1995), pp. 281‑82.
2 Jn 3:16-17
3 1Jn 1:9
»—¿Sabe que mi padre ha muerto?
»—Sí. Lo siento mucho....
»—Usted convenció a mi padre de que confesara que él había matado a aquel hombre del taller. Convenció al fiscal de que lo acusara. Convenció a todo el mundo. Usted es un hombre inteligente.
»—Hice lo que tenía que hacerse. Buscar la verdad. Siento mucho la muerte de tu padre.
»—¿La verdad? ¿Quiere saber la verdad?...
»—Sí, quiero saber la verdad.
»—Yo mismo fui quien mató a aquel hombre.
»—Tu padre confesó.
»—Usted lo obligó a confesar. Y yo, mi madre, mi mujer, todos nosotros acabamos creyendo, influidos por nuestro egoísmo, que era mejor que mi padre dijera que era el culpable porque, siendo viejo, sería absuelto más fácilmente que yo. Lo creímos porque era mejor para nosotros. Así yo podía quedarme al lado de mi hijo y de mi mujer; podía quedar, mejor que él, al frente del taller y del naranjal. Mi padre era un anciano, y los jóvenes pensamos que los viejos no sirven para nada. Ya vivieron todo lo que tenían que vivir. Entonces dejamos que mi padre se sacrificara por mí.
»[Mattos no dijo nada.]
»—Usted mató a mi padre. Yo maté a mi padre. Mi mujer y mi madre mataron a mi padre. Él era un portugués viejo que no sabía fingir ser lo que no era, un asesino, aunque fuera para proteger a su hijo.
»—Ahora es demasiado tarde. Las cosas nunca son como son; así es la vida.
»—Quiero que usted me detenga.
»—El caso está cerrado.
»—Deténgame.
»Mattos agarró a Cosme por los brazos y lo arrastró como a un muñeco por la oficina. El estómago le ardía. Empujó contra la pared el cuerpo frágil y pequeño.
»—Oye... no puedo y no quiero detenerte por ese crimen. No puedo aligerar tu conciencia, ni la de tu mujer, ni la de tu madre. No seas estúpido. No se puede hacer nada más. ¡Lárgate y no vuelvas; no quiero ver tu cara nunca más! Vive con ese horrible recuerdo el resto de tu vida, como yo también tendré que hacer.
»—Doctor...
»—¡Fuera! ¡Fuera!
»Mattos, siempre agarrando a Cosme por los brazos, lo llevó hasta la puerta de la oficina, empujándolo con violencia hacia el pasillo, por donde lo arrastró hasta la puerta de la calle.»1
Así termina de contar el escritor brasileño Rubem Fonseca una historia trágica dentro de otra en su novela histórica titulada Agosto, en la que un padre se sacrifica y muere por su hijo. Prácticamente lo contrario sucede en el caso de nuestra salvación espiritual: es Jesucristo, el Hijo de Dios, quien se sacrifica; pero no muere por el Padre celestial sino con su consentimiento a fin de que se cumpla su plan para salvar de la condenación a la humanidad perdida.2 Más vale que, así como en el caso del hijo de la historia que cuenta Fonseca, reconozcamos que fuimos todos nosotros quienes matamos al Hijo, ya que Él murió por nuestra culpa y por nuestro pecado, y que se lo confesemos a Dios el Padre para que nos perdone y nos limpie de toda maldad.3
1 Rubem Fonseca, Agosto, trad. Manuel de Seabra (Barcelona: Editorial Thassalia, 1995), pp. 281‑82.
2 Jn 3:16-17
3 1Jn 1:9
martes, 19 de octubre de 2010
SE REQUIRE UNA FAMILIA FELIZ
SE REQUIRE UNA FAMILIA FELIZ:
INTRODUCCIÓN:
Algunas preguntas sobre asuntos familiares:
“Algunos domingos por la mañana, nuestra familia se despierta y es un día perfecto para un día familiar al aire libre. Puesto que mi familia es mi primer “ministerio”, ¿no es un tiempo con ella un substituto para la iglesia el domingo?”
Bien, usted está parcialmente en lo correcto: su familia es su primer ministerio. Si cada padre creyera esto, tendríamos menos problemas en el mundo. Le advierto, sin embargo, no tomar su “ministerio” a la ligera. Siendo como es el padre, usted es la autoridad en su hogar. Esta responsabilidad no es licencia para gobernar con puño de hierro, sino una admonición para ser el líder espiritual de su hogar.
Cualquier ministerio vibrante necesita estar enfocado primordialmente en el Señor Jesucristo. Un ministerio tiene tres distintas, pero inseparables funciones: proveer para las necesidades físicas, guiar a la gente a Jesús, y ayudar a la gente a crecer en su fe en Jesús (Juan 6:1,1 Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias. 2 Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos.
Mateo 28:19-20). 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.Si su ministerio fracasa en una de estas tres áreas, fracasa en las tres.
¿Cuáles son sus planes para el domingo? ¿Guía a su familia en oración, estudio bíblico y adoración? ¿Ministra a las necesidades de otros? ¿Está guiando a sus hijos y a otros a tener fe en Jesucristo? Es muy difícil hacer estas cosas sin el respaldo del cuerpo de Cristo en una iglesia que cree en la Biblia y que honra a Cristo. Por eso razón no debemos dejar de congregarnos (Hebreos 10:25). 25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.Sencillamente no hay substituto para la adoración corporativa.
No hay nada de malo con un día al aire libre con la familia. Las vacaciones pueden ser una maravillosa oportunidad para crecer con su familia y enseñar a sus hijos. Pero, por favor, no caiga en la trampa de poner a su familia antes que Dios (Éxodo 20:3). 3 No tendrás dioses ajenos delante de mí. Usted amará a su familia mejor, si ama a Dios primero.
Cómo hacer del día de reposo el mejor - Ex. 20:8-11 . 8 Acuérdate del día de reposo para santificarlo. 9 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; 10 mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. 11 Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
La diversión de la familia - Sal. 128 . 1 Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, Que anda en sus caminos. 2 Cuando comieres el trabajo de tus manos, Bienaventurado serás, y te irá bien. 3 Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa; Tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa. 4 He aquí que así será bendecido el hombre Que teme a Jehová. 5 Bendígate Jehová desde Sion, Y veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida, 6 Y veas a los hijos de tus hijos. Paz sea sobre Israel.
“Mi esposo es un hombre piadoso y nuestra familia ha sido bendecida financieramente. El ha trabajado fuerte, mientras yo me he quedado en casa con nuestros dos hijos, de 15 y 11 años. Mi esposo piensa que como nuestros hijos ya son adolescentes, yo debo regresar a trabajar para pagar nuestra casa y estar sin deudas en cinco años. Yo estoy dispuesta a sacrificarme por mi familia, ¿pero no estaré sacrificando a mi familia?”
La supervisión paternal y la temprana guía en la vida de un niño no sólo son importantes, sino que es un asunto de primera importancia. Durante los primeros años de vida dependemos de nuestros padres para todo. Algunos padres creen que porque sus hijos han alcanzado independencia física, su trabajo se ha terminado. Por el contrario, la parte más fuerte recién ha empezado.
El proveer para las necesidades físicas de un bebé puede ser extenuante, pero es simple: darle de comer, cambiarle los pañales, amarle (¡importantísimo!), ponerle a dormir. Sus hijos han crecido más allá de ese periodo, pero sus necesidades son infinitamente más complejas. Ahora tienen que enfrentar la pubertad; sus cuerpos y sus emociones están creciendo mucho más rápido que su sabiduría. Ahora, más que nunca, ellos necesitan su total atención.
En los últimos años se ha puesto mucha atención a los “niños bajo llave”: niños que se quedan solos en casa hasta que sus padres regresen del trabajo. Así que tienen varias horas no supervisadas para experimentar con drogas, sexo y mucho más. Usted puede tener buenos hijos, pero no confíe en ellos más allá de sus años (Proverbios 22:15). 15 La necedad está ligada en el corazón del muchacho; Mas la vara de la corrección la alejará de él.
Además, parece que su familia tiene un plan exitoso: han prosperado con su esposo trabajando y usted quedándose en casa. Puede tomar 10 años, y no 5, el no tener deudas. Pero fije su mirada mucho más alto. Mire más allá de una cómoda vida aquí, y piense en la eternidad (Romanos 8:18).18 Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.
Las finanzas de la familia - 1 Ti. 6:5-10,17. 5 disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales. 6 Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; 7 porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. 8 Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. 9 Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; 10 porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. 17 A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.
La abundancia a la manera de Dios - Pr. 3:5-10. 5 Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. 6 Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas. 7 No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal; 8 Porque será medicina a tu cuerpo, Y refrigerio para tus huesos. 9 Honra a Jehová con tus bienes, Y con las primicias de todos tus frutos; 10 Y serán llenos tus graneros con abundancia, Y tus lagares rebosarán de mosto.
¿Cómo puedo, en forma práctica, impartir la sabiduría de Dios a mis hijos?”
Bien, Dios nos ha dado un libro de sabiduría. Es el libro de Proverbios. En nuestra familia leemos el libro de Proverbios, durante el desayuno, casi toda mañana, especialmente cuando nuestros nietos están presentes. Motivábamos a nuestros hijos y ahora motivamos a nuestros nietos para que escojan un Proverbio (se turnan al hacerlo), y entonces discutimos ese Proverbio.
Siendo que hay 31 capítulos en el libro de Proverbios, hay uno por cada día del mes. Tratamos de escoger un capítulo que correspondiera con el día de la semana. Eso se convirtió en un gran tiempo para enseñar la Biblia y desarrollar carácter.
Cómo criar hijos ejemplares - Pr. 1:7-9. 7 El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza. 8 Oye,hijo mío, la instrucción de tu padre, Y no desprecies la dirección de tu madre; 9 Porque adorno de gracia serán a tu cabeza, Y collares a tu cuello.
Cómo criar hijos devotos - 1 S. 1. 1 Hubo un varón de Ramataim de Zofim, del monte de Efraín, que se llamaba Elcana hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, efrateo. 2 Y tenía él dos mujeres; el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos, mas Ana no los tenía. 3 Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo, donde estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová. 4 Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a todas sus hijas, a cada uno su parte. 5 Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque Jehová no le había concedido tener hijos. 6 Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos. 7 Así hacía cada año; cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía. 8 Y Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras? ¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos? 9 Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Jehová, 10 ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente. 11 E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza. 12 Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella. 13 Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria. 14 Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino. 15 Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. 16 No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora. 17 Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho. 18 Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste. 19 Y levantándose de mañana, adoraron delante de Jehová, y volvieron y fueron a su casa en Ramá. Y Elcana se llegó a Ana su mujer, y Jehová se acordó de ella. 20 Aconteció que al cumplirse el tiempo, después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí a Jehová. 21 Después subió el varón Elcana con toda su familia, para ofrecer a Jehová el sacrificio acostumbrado y su voto. 22 Pero Ana no subió, sino dijo a su marido: Yo no subiré hasta que el niño sea destetado, para que lo lleve y sea presentado delante de Jehová, y se quede allá para siempre. 23 Y Elcana su marido le respondió: Haz lo que bien te parezca; quédate hasta que lo destetes; solamente que cumpla Jehová su palabra. Y se quedó la mujer, y crió a su hijo hasta que lo destetó. 24 Después que lo hubo destetado, lo llevó consigo, con tres becerros, un efa de harina, y una vasija de vino, y lo trajo a la casa de Jehová en Silo; y el niño era pequeño. 25 Y matando el becerro, trajeron el niño a Elí. 26 Y ella dijo: ¡Oh, señor mío! Vive tu alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová. 27 Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. 28 Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová.
INTRODUCCIÓN:
Algunas preguntas sobre asuntos familiares:
“Algunos domingos por la mañana, nuestra familia se despierta y es un día perfecto para un día familiar al aire libre. Puesto que mi familia es mi primer “ministerio”, ¿no es un tiempo con ella un substituto para la iglesia el domingo?”
Bien, usted está parcialmente en lo correcto: su familia es su primer ministerio. Si cada padre creyera esto, tendríamos menos problemas en el mundo. Le advierto, sin embargo, no tomar su “ministerio” a la ligera. Siendo como es el padre, usted es la autoridad en su hogar. Esta responsabilidad no es licencia para gobernar con puño de hierro, sino una admonición para ser el líder espiritual de su hogar.
Cualquier ministerio vibrante necesita estar enfocado primordialmente en el Señor Jesucristo. Un ministerio tiene tres distintas, pero inseparables funciones: proveer para las necesidades físicas, guiar a la gente a Jesús, y ayudar a la gente a crecer en su fe en Jesús (Juan 6:1,1 Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias. 2 Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos.
Mateo 28:19-20). 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.Si su ministerio fracasa en una de estas tres áreas, fracasa en las tres.
¿Cuáles son sus planes para el domingo? ¿Guía a su familia en oración, estudio bíblico y adoración? ¿Ministra a las necesidades de otros? ¿Está guiando a sus hijos y a otros a tener fe en Jesucristo? Es muy difícil hacer estas cosas sin el respaldo del cuerpo de Cristo en una iglesia que cree en la Biblia y que honra a Cristo. Por eso razón no debemos dejar de congregarnos (Hebreos 10:25). 25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.Sencillamente no hay substituto para la adoración corporativa.
No hay nada de malo con un día al aire libre con la familia. Las vacaciones pueden ser una maravillosa oportunidad para crecer con su familia y enseñar a sus hijos. Pero, por favor, no caiga en la trampa de poner a su familia antes que Dios (Éxodo 20:3). 3 No tendrás dioses ajenos delante de mí. Usted amará a su familia mejor, si ama a Dios primero.
Cómo hacer del día de reposo el mejor - Ex. 20:8-11 . 8 Acuérdate del día de reposo para santificarlo. 9 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; 10 mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. 11 Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
La diversión de la familia - Sal. 128 . 1 Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, Que anda en sus caminos. 2 Cuando comieres el trabajo de tus manos, Bienaventurado serás, y te irá bien. 3 Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa; Tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa. 4 He aquí que así será bendecido el hombre Que teme a Jehová. 5 Bendígate Jehová desde Sion, Y veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida, 6 Y veas a los hijos de tus hijos. Paz sea sobre Israel.
“Mi esposo es un hombre piadoso y nuestra familia ha sido bendecida financieramente. El ha trabajado fuerte, mientras yo me he quedado en casa con nuestros dos hijos, de 15 y 11 años. Mi esposo piensa que como nuestros hijos ya son adolescentes, yo debo regresar a trabajar para pagar nuestra casa y estar sin deudas en cinco años. Yo estoy dispuesta a sacrificarme por mi familia, ¿pero no estaré sacrificando a mi familia?”
La supervisión paternal y la temprana guía en la vida de un niño no sólo son importantes, sino que es un asunto de primera importancia. Durante los primeros años de vida dependemos de nuestros padres para todo. Algunos padres creen que porque sus hijos han alcanzado independencia física, su trabajo se ha terminado. Por el contrario, la parte más fuerte recién ha empezado.
El proveer para las necesidades físicas de un bebé puede ser extenuante, pero es simple: darle de comer, cambiarle los pañales, amarle (¡importantísimo!), ponerle a dormir. Sus hijos han crecido más allá de ese periodo, pero sus necesidades son infinitamente más complejas. Ahora tienen que enfrentar la pubertad; sus cuerpos y sus emociones están creciendo mucho más rápido que su sabiduría. Ahora, más que nunca, ellos necesitan su total atención.
En los últimos años se ha puesto mucha atención a los “niños bajo llave”: niños que se quedan solos en casa hasta que sus padres regresen del trabajo. Así que tienen varias horas no supervisadas para experimentar con drogas, sexo y mucho más. Usted puede tener buenos hijos, pero no confíe en ellos más allá de sus años (Proverbios 22:15). 15 La necedad está ligada en el corazón del muchacho; Mas la vara de la corrección la alejará de él.
Además, parece que su familia tiene un plan exitoso: han prosperado con su esposo trabajando y usted quedándose en casa. Puede tomar 10 años, y no 5, el no tener deudas. Pero fije su mirada mucho más alto. Mire más allá de una cómoda vida aquí, y piense en la eternidad (Romanos 8:18).18 Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.
Las finanzas de la familia - 1 Ti. 6:5-10,17. 5 disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales. 6 Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; 7 porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. 8 Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. 9 Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; 10 porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. 17 A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.
La abundancia a la manera de Dios - Pr. 3:5-10. 5 Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. 6 Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas. 7 No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal; 8 Porque será medicina a tu cuerpo, Y refrigerio para tus huesos. 9 Honra a Jehová con tus bienes, Y con las primicias de todos tus frutos; 10 Y serán llenos tus graneros con abundancia, Y tus lagares rebosarán de mosto.
¿Cómo puedo, en forma práctica, impartir la sabiduría de Dios a mis hijos?”
Bien, Dios nos ha dado un libro de sabiduría. Es el libro de Proverbios. En nuestra familia leemos el libro de Proverbios, durante el desayuno, casi toda mañana, especialmente cuando nuestros nietos están presentes. Motivábamos a nuestros hijos y ahora motivamos a nuestros nietos para que escojan un Proverbio (se turnan al hacerlo), y entonces discutimos ese Proverbio.
Siendo que hay 31 capítulos en el libro de Proverbios, hay uno por cada día del mes. Tratamos de escoger un capítulo que correspondiera con el día de la semana. Eso se convirtió en un gran tiempo para enseñar la Biblia y desarrollar carácter.
Cómo criar hijos ejemplares - Pr. 1:7-9. 7 El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza. 8 Oye,hijo mío, la instrucción de tu padre, Y no desprecies la dirección de tu madre; 9 Porque adorno de gracia serán a tu cabeza, Y collares a tu cuello.
Cómo criar hijos devotos - 1 S. 1. 1 Hubo un varón de Ramataim de Zofim, del monte de Efraín, que se llamaba Elcana hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, efrateo. 2 Y tenía él dos mujeres; el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos, mas Ana no los tenía. 3 Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo, donde estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová. 4 Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a todas sus hijas, a cada uno su parte. 5 Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque Jehová no le había concedido tener hijos. 6 Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos. 7 Así hacía cada año; cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía. 8 Y Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras? ¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos? 9 Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Jehová, 10 ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente. 11 E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza. 12 Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella. 13 Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria. 14 Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino. 15 Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. 16 No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora. 17 Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho. 18 Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste. 19 Y levantándose de mañana, adoraron delante de Jehová, y volvieron y fueron a su casa en Ramá. Y Elcana se llegó a Ana su mujer, y Jehová se acordó de ella. 20 Aconteció que al cumplirse el tiempo, después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí a Jehová. 21 Después subió el varón Elcana con toda su familia, para ofrecer a Jehová el sacrificio acostumbrado y su voto. 22 Pero Ana no subió, sino dijo a su marido: Yo no subiré hasta que el niño sea destetado, para que lo lleve y sea presentado delante de Jehová, y se quede allá para siempre. 23 Y Elcana su marido le respondió: Haz lo que bien te parezca; quédate hasta que lo destetes; solamente que cumpla Jehová su palabra. Y se quedó la mujer, y crió a su hijo hasta que lo destetó. 24 Después que lo hubo destetado, lo llevó consigo, con tres becerros, un efa de harina, y una vasija de vino, y lo trajo a la casa de Jehová en Silo; y el niño era pequeño. 25 Y matando el becerro, trajeron el niño a Elí. 26 Y ella dijo: ¡Oh, señor mío! Vive tu alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová. 27 Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. 28 Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová.
jueves, 14 de octubre de 2010
CUANDO LA PAREJA SE DIVORCIA
Fue un momento sumamente emotivo. Los médicos, las enfermeras y el personal de la clínica se hallaban conmovidos. Richard Livingstone, de veintisiete años, estaba donando uno de sus riñones a Jane, su joven esposa, de veintiuno. La operación fue un éxito, y a Jane la salvaron. Algún tiempo después, hubo otro momento conmovedor. Tras siete años de matrimonio, Richard y Jane se estaban divorciando. ¿La causa? Infidelidad de la esposa. El juez, los abogados y los miembros del tribunal estaban asombrados. Richard le estaba reclamando a Jane la devolución de todas las cosas que él tenía desde antes del matrimonio, incluso el riñón que le donó. «Es un caso difícil, que no tiene precedentes», dijo el juez.
Siempre es muy triste la disolución de un matrimonio. Siempre se parece a un naufragio, a un incendio, a un huracán, a un accidente. Un accidente en que se pierden vidas. Siempre es penoso ver cómo esposo y esposa, que una vez se juraron amor eterno, pelean ahora por los bienes materiales: la casa, el automóvil, los muebles, el dinero. Y ahora resulta el caso del hombre que le exige a su ex esposa la devolución de su riñón. Esto nunca se había visto. Bien dice el proverbio cervantino: «Cosas verás, Sancho, que no las creerás.»
¿Por qué tantos matrimonios terminan en divorcio? La historia siempre se parece. No hay comprensión entre ellos. Hay egoísmo; hay mal humor, ira y violencia. Lo raro es que hasta cierto punto todo matrimonio tiene esos elementos. ¿Por qué es entonces que algunos sobreviven y otros no? Por una parte, las expectativas que los recién casados tienen de su cónyuge son ilusorias. Siguiendo esa misma línea, los cónyuges que se acepten mutuamente tal cual son habrán aprendido uno de los secretos fundamentales del matrimonio feliz.
Si se añade a eso la realidad de la presencia de Dios en los dos corazones y en el matrimonio, se habrá encontrado la fórmula eficaz que hace del matrimonio un organismo fuerte, duradero, digno y feliz.
Nuestro matrimonio, nuestro hogar y nuestra familia son los tesoros más grandes que tenemos. No los destruyamos. Cambiando el egoísmo por humildad y la rebelión por comprensión, nuestro matrimonio será feliz. Y eso puede hacerlo solamente Jesucristo reinando en el corazón de los cónyuges, que es el centro mismo del hogar.
Siempre es muy triste la disolución de un matrimonio. Siempre se parece a un naufragio, a un incendio, a un huracán, a un accidente. Un accidente en que se pierden vidas. Siempre es penoso ver cómo esposo y esposa, que una vez se juraron amor eterno, pelean ahora por los bienes materiales: la casa, el automóvil, los muebles, el dinero. Y ahora resulta el caso del hombre que le exige a su ex esposa la devolución de su riñón. Esto nunca se había visto. Bien dice el proverbio cervantino: «Cosas verás, Sancho, que no las creerás.»
¿Por qué tantos matrimonios terminan en divorcio? La historia siempre se parece. No hay comprensión entre ellos. Hay egoísmo; hay mal humor, ira y violencia. Lo raro es que hasta cierto punto todo matrimonio tiene esos elementos. ¿Por qué es entonces que algunos sobreviven y otros no? Por una parte, las expectativas que los recién casados tienen de su cónyuge son ilusorias. Siguiendo esa misma línea, los cónyuges que se acepten mutuamente tal cual son habrán aprendido uno de los secretos fundamentales del matrimonio feliz.
Si se añade a eso la realidad de la presencia de Dios en los dos corazones y en el matrimonio, se habrá encontrado la fórmula eficaz que hace del matrimonio un organismo fuerte, duradero, digno y feliz.
Nuestro matrimonio, nuestro hogar y nuestra familia son los tesoros más grandes que tenemos. No los destruyamos. Cambiando el egoísmo por humildad y la rebelión por comprensión, nuestro matrimonio será feliz. Y eso puede hacerlo solamente Jesucristo reinando en el corazón de los cónyuges, que es el centro mismo del hogar.
martes, 24 de agosto de 2010
FELIZ DIA!!!
HOLA MI BERTO:
NO CREAS QUE ME OLVIDE DE TU CUMPLE, TE DESEO LO MEJOR DEL MUNDO, QUE EL SEÑOR TE BENDIGA Y CONCEDA TODAS LAS PETICIONES DE TU CORAZON.....
ERES EL MEJOR HOMBRE DE ESTE MUNDO, GRACIAS POR BRINDARME TU AMISTAD Y TODO TU APOYO, TU SABES QUE TE AMO MUCHO Y QUE ERES MUY IMPORTANTE PARA MI....Pastel de cumpleañosRegalo con lazoPastel de cumpleañosRegalo con lazo
Le pido a Dios, que te tenga muchisimos años más con nosotros, que te amamos, Dios te bendiga!!!
Señor eres mi luz y mi salvacion.
NO CREAS QUE ME OLVIDE DE TU CUMPLE, TE DESEO LO MEJOR DEL MUNDO, QUE EL SEÑOR TE BENDIGA Y CONCEDA TODAS LAS PETICIONES DE TU CORAZON.....
ERES EL MEJOR HOMBRE DE ESTE MUNDO, GRACIAS POR BRINDARME TU AMISTAD Y TODO TU APOYO, TU SABES QUE TE AMO MUCHO Y QUE ERES MUY IMPORTANTE PARA MI....Pastel de cumpleañosRegalo con lazoPastel de cumpleañosRegalo con lazo
Le pido a Dios, que te tenga muchisimos años más con nosotros, que te amamos, Dios te bendiga!!!
Señor eres mi luz y mi salvacion.
sábado, 14 de agosto de 2010
EL HERMANO MELLIZO- Y UN ERROR FATAL
Muchas habían sido las amigas y muchas las copas, demasiadas para una sola cabeza, sobre todo una cabeza que tenía que manejar un auto por calles atestadas de tránsito y de gente. Con todo, y a pesar de la hora, la una de la mañana, José Vegas, vecino de Lisboa, Portugal, tomó el timón de su auto y salió a la calle.
De repente divisó un bulto, como gris, cruzando la calle frente a su automóvil. Pero José no tuvo tiempo ni de frenar ni de virar. Un golpe sordo le hizo saber que había atropellado a una persona. Asustado, y todavía bajo la influencia del alcohol, salió huyendo y no se detuvo hasta llegar a su casa.
Al día siguiente su cuñada lo llamó por teléfono. «Tu hermano murió anoche atropellado por un auto —le dijo—. El conductor huyó.» Entonces José supo que él había sido el culpable, dando muerte a su propio hermano mellizo, Jorge Vegas.
Las noticias frecuentemente nos informan acerca de accidentes de automóvil provocados por conductores borrachos. A pesar de todas las advertencias que se hacen por todos los medios de publicidad, y a pesar de las severas penas que se están aplicando a conductores borrachos, el problema, en vez de disminuir, va en aumento.
Los fines de semana y los días de fiesta son los tiempos más críticos. La gente sale a divertirse y no encuentra otra diversión que entrar en una cantina y beber alcohol hasta intoxicarse. Luego, con los humos del alcohol en el cerebro, se creen invencibles, y desatienden advertencias y razones y consejos. ¿Y cuál es el resultado? Horribles consecuencias, a veces mortales.
El alcohol dentro del cuerpo es un enemigo. Fuera del cuerpo será para fricciones y curación de heridas, pero dentro del cuerpo es un agresor que sube rápido del estómago al cerebro. Allí entorpece todas las mejores facultades del hombre. Nubla la inteligencia, adormece la conciencia y mata el alma.
¿Quién puede librar de este vicio a una persona? Nadie desea ser esclavo del alcohol. Hay Uno que puede librar al adicto de esas cadenas. Es Jesucristo. Con su poder y gracia, Cristo puede librar de su terrible condición al alcohólico.
¿Qué tiene que hacer el adicto? Entregarse de corazón a Cristo, y pedir su ayuda y salvación. Si clama a Cristo, Él acudirá en su auxilio y lo librará del vicio despiadado del alcohol. Cristo salva al que con fe lo busca.
De repente divisó un bulto, como gris, cruzando la calle frente a su automóvil. Pero José no tuvo tiempo ni de frenar ni de virar. Un golpe sordo le hizo saber que había atropellado a una persona. Asustado, y todavía bajo la influencia del alcohol, salió huyendo y no se detuvo hasta llegar a su casa.
Al día siguiente su cuñada lo llamó por teléfono. «Tu hermano murió anoche atropellado por un auto —le dijo—. El conductor huyó.» Entonces José supo que él había sido el culpable, dando muerte a su propio hermano mellizo, Jorge Vegas.
Las noticias frecuentemente nos informan acerca de accidentes de automóvil provocados por conductores borrachos. A pesar de todas las advertencias que se hacen por todos los medios de publicidad, y a pesar de las severas penas que se están aplicando a conductores borrachos, el problema, en vez de disminuir, va en aumento.
Los fines de semana y los días de fiesta son los tiempos más críticos. La gente sale a divertirse y no encuentra otra diversión que entrar en una cantina y beber alcohol hasta intoxicarse. Luego, con los humos del alcohol en el cerebro, se creen invencibles, y desatienden advertencias y razones y consejos. ¿Y cuál es el resultado? Horribles consecuencias, a veces mortales.
El alcohol dentro del cuerpo es un enemigo. Fuera del cuerpo será para fricciones y curación de heridas, pero dentro del cuerpo es un agresor que sube rápido del estómago al cerebro. Allí entorpece todas las mejores facultades del hombre. Nubla la inteligencia, adormece la conciencia y mata el alma.
¿Quién puede librar de este vicio a una persona? Nadie desea ser esclavo del alcohol. Hay Uno que puede librar al adicto de esas cadenas. Es Jesucristo. Con su poder y gracia, Cristo puede librar de su terrible condición al alcohólico.
¿Qué tiene que hacer el adicto? Entregarse de corazón a Cristo, y pedir su ayuda y salvación. Si clama a Cristo, Él acudirá en su auxilio y lo librará del vicio despiadado del alcohol. Cristo salva al que con fe lo busca.
EL COLMO DEL CONSENTIDOR- UN ERROR FATAL
Ocurrió en Siberia un día sábado, 2 de abril. El capitán Yaroslav Kudrinsky, piloto de una línea aérea comercial rusa, volaba sobre esas tierras frías y desoladas que antes formaban parte de la Unión Soviética. Su hijo Vitia, de doce años de edad, era uno de los setenta y cinco pasajeros que estaban a bordo. El avión volaba a diez mil metros de altura.
Desde pequeño, Vitia había sido el consentido de la familia y, sobre todo, el favorito de su padre. Siempre que pudo, Yaroslav dotó a su hijo de todo lo que podría traerle placer. El niño se crió como todo niño mimado: creyendo que era superior a todos los demás y que podía hacer cuanto quisiera.
A medio vuelo su padre le permitió entrar en la cabina de mando y poner manos sobre los controles. El muchacho, ya casi adolescente y pensando que lo sabía todo, movió bruscamente uno de los controles y la aeronave entró en picada. Por más que hiciera, el capitán Kudrinsky no pudo recobrar el control, y el avión se estrelló contra el suelo, matando a todos los que iban a bordo.
Es bueno amar a los hijos y darles toda la atención, el cariño y el cuidado que merecen. Y es bueno enseñarles el oficio del padre, si es que les gusta, y darles toda la enseñanza moral y espiritual que se pueda. Pero darle a un muchacho consentido, de doce años de edad, el manejo de un jet que lleva setenta y cinco pasajeros a bordo no sólo es una infracción de las leyes de la aviación sino también una estupidez alarmante.
La primera impresión que el hijo recién nacido debe recibir es que es amado sobre todas las cosas. A medida que el hijo va creciendo, la segunda impresión que debe recibir es que a los padres se les obedece. El hijo a quien no se le enseña obediencia y respeto crece sin dirección. El libro de Proverbios dice: «La vara de la disciplina imparte sabiduría, pero el hijo malcriado avergüenza a su madre» (Proverbios 29:15).
Lo más importante es que cada uno de los que somos padres y madres de familia nos mantengamos en el camino de Dios. Sólo así podremos inculcar en nuestros hijos los principios morales eternos que serán la brújula que los dirigirá en el camino áspero de esta vida. Porque nuestro peregrinaje con Cristo, que traza el camino por el que andamos con Él, es el mapa que les dará la sana dirección que necesitan.
Determinemos que la educación de nuestros hijos ha de comenzar con la formación espiritual. Si los criamos así, saldrán al mundo con el entendimiento despejado y el corazón limpio, y no podrán menos que vencer.
Desde pequeño, Vitia había sido el consentido de la familia y, sobre todo, el favorito de su padre. Siempre que pudo, Yaroslav dotó a su hijo de todo lo que podría traerle placer. El niño se crió como todo niño mimado: creyendo que era superior a todos los demás y que podía hacer cuanto quisiera.
A medio vuelo su padre le permitió entrar en la cabina de mando y poner manos sobre los controles. El muchacho, ya casi adolescente y pensando que lo sabía todo, movió bruscamente uno de los controles y la aeronave entró en picada. Por más que hiciera, el capitán Kudrinsky no pudo recobrar el control, y el avión se estrelló contra el suelo, matando a todos los que iban a bordo.
Es bueno amar a los hijos y darles toda la atención, el cariño y el cuidado que merecen. Y es bueno enseñarles el oficio del padre, si es que les gusta, y darles toda la enseñanza moral y espiritual que se pueda. Pero darle a un muchacho consentido, de doce años de edad, el manejo de un jet que lleva setenta y cinco pasajeros a bordo no sólo es una infracción de las leyes de la aviación sino también una estupidez alarmante.
La primera impresión que el hijo recién nacido debe recibir es que es amado sobre todas las cosas. A medida que el hijo va creciendo, la segunda impresión que debe recibir es que a los padres se les obedece. El hijo a quien no se le enseña obediencia y respeto crece sin dirección. El libro de Proverbios dice: «La vara de la disciplina imparte sabiduría, pero el hijo malcriado avergüenza a su madre» (Proverbios 29:15).
Lo más importante es que cada uno de los que somos padres y madres de familia nos mantengamos en el camino de Dios. Sólo así podremos inculcar en nuestros hijos los principios morales eternos que serán la brújula que los dirigirá en el camino áspero de esta vida. Porque nuestro peregrinaje con Cristo, que traza el camino por el que andamos con Él, es el mapa que les dará la sana dirección que necesitan.
Determinemos que la educación de nuestros hijos ha de comenzar con la formación espiritual. Si los criamos así, saldrán al mundo con el entendimiento despejado y el corazón limpio, y no podrán menos que vencer.
domingo, 8 de agosto de 2010
«ODIO A ESA MUJER Y A SUS HIJOS»
«Tengo veintiún años de edad [y] tengo una hija de dos meses y medio. [Hace dos años que] vivo [con] el padre de mi hija. Él tiene dos hijos varones con una mujer que aún es su esposa. Él responde económicamente por ellos y los visita una vez por semana. Lo cierto es que yo no quiero a esos niños. Tengo mucho resentimiento en contra de mi pareja y peleamos mucho....
»Él dice que me ama a mí, pero no se divorcia de ella. Yo ya no soporto esta situación. No tengo paz en mi conciencia porque siento que destruí un hogar. Yo le digo a él que odio a esa mujer y a sus hijos, pero no es odio; es una culpa inmensa que no me deja ni dormir. Esto él no lo sabe. Esta culpa me atormenta día y noche, y no sé qué hacer porque lo amo a él. Pero veo su pasado, y eso me hace más grande ese resentimiento.»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
»... La conciencia es una fuerza poderosa para nuestro bien en esta vida. Dios la diseñó para que nos ayudara a tomar decisiones acertadas y a aprender de nuestros errores. Sabemos que hombres de la talla del patriarca Abraham y del rey David sufrieron remordimientos de conciencia. Ambos decidieron que, a fin de tener la conciencia tranquila, debían enmendar las cosas indebidas que habían hecho. Nosotros creemos que usted debe hacer lo mismo.
»Usted dice que destruyó un hogar. Su conciencia la atormenta constantemente por lo que usted ha hecho. Los dos hijos varones de su pareja son un recuerdo permanente de que usted tuvo parte de la culpa de que ellos tengan que vivir sin su padre.
»Por supuesto, ese hombre tiene tanta culpa como la que tiene usted. Pero no es él quien nos ha contado su caso. Así que tenemos que darle nuestro consejo a usted y no a él.
»No logramos comprender la razón de que usted haya optado por vivir con un hombre casado. Suponemos que usted no se respeta lo suficiente como para saber que no tiene que compartir un hombre con otra mujer. No importa si él la ama o no a ella, o si quiere o no estar con ella. Al vivir con él, usted se ha hecho cómplice de su culpa.
»Lamentamos mucho que su hijita, en su inocencia, esté en medio de una situación tan difícil. Pero usted debe cortar esta relación malsana con su pareja, aunque su hija sufra las consecuencias cuando sea mayor.
»Cuando usted deje a ese hombre, él seguramente volverá con su esposa. Pero usted debe dejarlo de todos modos, aunque él decidiera no volver con ella. La única manera de tener una conciencia tranquila es cortar toda relación con él. Entonces Dios la perdonará por lo que usted ha hecho si se lo pide.
»No será fácil, pero valdrá la pena,
»Él dice que me ama a mí, pero no se divorcia de ella. Yo ya no soporto esta situación. No tengo paz en mi conciencia porque siento que destruí un hogar. Yo le digo a él que odio a esa mujer y a sus hijos, pero no es odio; es una culpa inmensa que no me deja ni dormir. Esto él no lo sabe. Esta culpa me atormenta día y noche, y no sé qué hacer porque lo amo a él. Pero veo su pasado, y eso me hace más grande ese resentimiento.»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
»... La conciencia es una fuerza poderosa para nuestro bien en esta vida. Dios la diseñó para que nos ayudara a tomar decisiones acertadas y a aprender de nuestros errores. Sabemos que hombres de la talla del patriarca Abraham y del rey David sufrieron remordimientos de conciencia. Ambos decidieron que, a fin de tener la conciencia tranquila, debían enmendar las cosas indebidas que habían hecho. Nosotros creemos que usted debe hacer lo mismo.
»Usted dice que destruyó un hogar. Su conciencia la atormenta constantemente por lo que usted ha hecho. Los dos hijos varones de su pareja son un recuerdo permanente de que usted tuvo parte de la culpa de que ellos tengan que vivir sin su padre.
»Por supuesto, ese hombre tiene tanta culpa como la que tiene usted. Pero no es él quien nos ha contado su caso. Así que tenemos que darle nuestro consejo a usted y no a él.
»No logramos comprender la razón de que usted haya optado por vivir con un hombre casado. Suponemos que usted no se respeta lo suficiente como para saber que no tiene que compartir un hombre con otra mujer. No importa si él la ama o no a ella, o si quiere o no estar con ella. Al vivir con él, usted se ha hecho cómplice de su culpa.
»Lamentamos mucho que su hijita, en su inocencia, esté en medio de una situación tan difícil. Pero usted debe cortar esta relación malsana con su pareja, aunque su hija sufra las consecuencias cuando sea mayor.
»Cuando usted deje a ese hombre, él seguramente volverá con su esposa. Pero usted debe dejarlo de todos modos, aunque él decidiera no volver con ella. La única manera de tener una conciencia tranquila es cortar toda relación con él. Entonces Dios la perdonará por lo que usted ha hecho si se lo pide.
»No será fácil, pero valdrá la pena,
jueves, 5 de agosto de 2010
EL MACHISMO Y EL SIDA
La mujer apenas podía contener las lágrimas. Estaba contándoles su historia a oficiales del Seguro Social. Era la misma historia de muchas mujeres como ella, una historia que es drama y que es, a la vez, tragedia.
Se llamaba Rosario Servín, y tenía treinta y nueve años de edad. Vivía en una de las grandes capitales de América Latina, era viuda y tenía seis hijos. Su esposo había muerto de SIDA, y ella también estaba infectada. Rosario acababa de perder su casa, que era la única herencia, además de la enfermedad, que le dejó su esposo.
Tales casos representan una epidemia. Miles y miles de mujeres pueden contar la misma historia. Casadas con un hombre machista, deben aguantar pacientemente todo lo que él haga.
El esposo, que tiene todas las mujeres que quiere, vive en completo abandono y se enferma de SIDA. La mujer no se atreve a decir una sola palabra, ni a preguntar cuántas mujeres tiene ni a ensayar la menor protesta. Lo aguanta todo pacientemente, pidiéndole a Dios que su esposo cambie, pero en vez de cambiar él le transmite a ella el virus mortal.
Se cuenta que cuando Hernán Cortes conquistó México, los príncipes aztecas le traían lotes de hasta veinte muchachas vírgenes para que escogiera la que más le gustara, y distribuyera a las restantes entre sus capitanes. Esa es parte de nuestra herencia. Con la proliferación del machismo, de la lujuria y del pisoteo cínico de las normas divinas del sexo y del matrimonio, ¿cómo no van a haber en las Américas millones de casos de SIDA?
Tenemos quinientos años de «civilización» en nuestros países de habla española. ¿Y a qué hemos llegado? Lo que salta a la vista es un enorme desmoronamiento moral, espiritual, económico y político.
¿Qué es lo que falta en nuestra sociedad? Falta algo que la civilización no ha podido darnos. Falta algo que la cultura no ha podido darnos. Incluso, falta algo que la religión tampoco ha podido darnos. Falta Dios introducido en cada fibra de nuestra vida. Falta una relación personal con el Señor Jesucristo.
Cristo puede entrar en nuestra vida desalojando de nosotros todo lo que es malo. Él puede regenerarnos y limpiarnos, y hacer de nosotros —de cada hombre y cada mujer que se entrega a Él— una nueva persona. Cristo, y no la religión, es lo que salva. Dejémoslo entrar en nuestro corazón. Ese será el principio de una nueva vida. Dejemos que entre hoy mismo. Él quiere ser el Señor de nuestra vida.
Se llamaba Rosario Servín, y tenía treinta y nueve años de edad. Vivía en una de las grandes capitales de América Latina, era viuda y tenía seis hijos. Su esposo había muerto de SIDA, y ella también estaba infectada. Rosario acababa de perder su casa, que era la única herencia, además de la enfermedad, que le dejó su esposo.
Tales casos representan una epidemia. Miles y miles de mujeres pueden contar la misma historia. Casadas con un hombre machista, deben aguantar pacientemente todo lo que él haga.
El esposo, que tiene todas las mujeres que quiere, vive en completo abandono y se enferma de SIDA. La mujer no se atreve a decir una sola palabra, ni a preguntar cuántas mujeres tiene ni a ensayar la menor protesta. Lo aguanta todo pacientemente, pidiéndole a Dios que su esposo cambie, pero en vez de cambiar él le transmite a ella el virus mortal.
Se cuenta que cuando Hernán Cortes conquistó México, los príncipes aztecas le traían lotes de hasta veinte muchachas vírgenes para que escogiera la que más le gustara, y distribuyera a las restantes entre sus capitanes. Esa es parte de nuestra herencia. Con la proliferación del machismo, de la lujuria y del pisoteo cínico de las normas divinas del sexo y del matrimonio, ¿cómo no van a haber en las Américas millones de casos de SIDA?
Tenemos quinientos años de «civilización» en nuestros países de habla española. ¿Y a qué hemos llegado? Lo que salta a la vista es un enorme desmoronamiento moral, espiritual, económico y político.
¿Qué es lo que falta en nuestra sociedad? Falta algo que la civilización no ha podido darnos. Falta algo que la cultura no ha podido darnos. Incluso, falta algo que la religión tampoco ha podido darnos. Falta Dios introducido en cada fibra de nuestra vida. Falta una relación personal con el Señor Jesucristo.
Cristo puede entrar en nuestra vida desalojando de nosotros todo lo que es malo. Él puede regenerarnos y limpiarnos, y hacer de nosotros —de cada hombre y cada mujer que se entrega a Él— una nueva persona. Cristo, y no la religión, es lo que salva. Dejémoslo entrar en nuestro corazón. Ese será el principio de una nueva vida. Dejemos que entre hoy mismo. Él quiere ser el Señor de nuestra vida.
martes, 3 de agosto de 2010
LA PEOR HUELGA DE TODAS
El primer día fue cuestión de chistes. La ciudad entera se rió del suceso. El segundo día siguieron los chistes, aunque menguaron. El tercer día y el cuarto el asunto comenzó a tomar otro cariz. Al sexto día los chistes dieron lugar al miedo. Y ya para el octavo día la situación era insoportable.
La ciudad de Bilbao, España, sufría una huelga de basureros. Los recolectores de desperdicios no daban su brazo a torcer, y miles de toneladas de basura comenzaban a heder y a difundir gérmenes letales. Parecía que la ciudad se ahogaría antes que surgiera alguna solución. Pero al fin las diferencias se resolvieron y Bilbao quedó limpia y sana otra vez.
Si hay una huelga que en verdad afecta una ciudad, es la huelga de recolectores de basura. Una huelga de choferes de autobuses paraliza por un tiempo la ciudad, pero no la asfixia. Si los obreros de una empresa de periódicos hacen huelga, no hay noticias, pero nadie se ahoga. En cambio, si los encargados de recoger los desperdicios se declaran en huelga, el resultado es desastroso. Recoger y quemar diariamente la basura es una labor imprescindible.
Así mismo sucede con nuestra alma. Si está llena de basura, tarde o temprano nos destruirá. Lo peor del caso es que nuestra alma puede acostumbrarse a la inmundicia a tal grado que ni cuenta se da del mal que en ella hay.
No nos damos cuenta, por ejemplo, del mal destructivo que produce la mentira. Hay personas que mienten con tanta facilidad que lo hacen aun cuando les es más provechoso decir la verdad. Por algo dice la Biblia que los mentirosos no entrarán en el reino de los cielos.
¿Y qué del adulterio? Manchar el matrimonio con el adulterio se ha hecho tan común que hay quien se extraña que eso se considere inmundicia. Pero por algo dice Dios que el adúltero tampoco entrará en el reino de los cielos.
Son muchas las inmundicias que fácilmente dejamos entrar en nuestra vida. La lista es larga, y las manchas, negras. ¿Qué del desfalco? ¿Qué del odio? ¿Qué de la ofensa? ¿Qué de la avaricia? Todo eso es basura que ahoga nuestro bienestar.
Ya es hora de que quememos esa basura. De otro modo nuestra vida entera tendrá un hedor tan fuerte que sólo otro sucio la podrá aguantar. La Biblia dice que la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7). Sólo tenemos que aceptar su sacrificio y someternos a su señorío para ser limpios. Saquemos, pues, la basura de nuestra vida, y dejemos que entre y ocupe su lugar nuestro inmaculado Salvador.
La ciudad de Bilbao, España, sufría una huelga de basureros. Los recolectores de desperdicios no daban su brazo a torcer, y miles de toneladas de basura comenzaban a heder y a difundir gérmenes letales. Parecía que la ciudad se ahogaría antes que surgiera alguna solución. Pero al fin las diferencias se resolvieron y Bilbao quedó limpia y sana otra vez.
Si hay una huelga que en verdad afecta una ciudad, es la huelga de recolectores de basura. Una huelga de choferes de autobuses paraliza por un tiempo la ciudad, pero no la asfixia. Si los obreros de una empresa de periódicos hacen huelga, no hay noticias, pero nadie se ahoga. En cambio, si los encargados de recoger los desperdicios se declaran en huelga, el resultado es desastroso. Recoger y quemar diariamente la basura es una labor imprescindible.
Así mismo sucede con nuestra alma. Si está llena de basura, tarde o temprano nos destruirá. Lo peor del caso es que nuestra alma puede acostumbrarse a la inmundicia a tal grado que ni cuenta se da del mal que en ella hay.
No nos damos cuenta, por ejemplo, del mal destructivo que produce la mentira. Hay personas que mienten con tanta facilidad que lo hacen aun cuando les es más provechoso decir la verdad. Por algo dice la Biblia que los mentirosos no entrarán en el reino de los cielos.
¿Y qué del adulterio? Manchar el matrimonio con el adulterio se ha hecho tan común que hay quien se extraña que eso se considere inmundicia. Pero por algo dice Dios que el adúltero tampoco entrará en el reino de los cielos.
Son muchas las inmundicias que fácilmente dejamos entrar en nuestra vida. La lista es larga, y las manchas, negras. ¿Qué del desfalco? ¿Qué del odio? ¿Qué de la ofensa? ¿Qué de la avaricia? Todo eso es basura que ahoga nuestro bienestar.
Ya es hora de que quememos esa basura. De otro modo nuestra vida entera tendrá un hedor tan fuerte que sólo otro sucio la podrá aguantar. La Biblia dice que la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7). Sólo tenemos que aceptar su sacrificio y someternos a su señorío para ser limpios. Saquemos, pues, la basura de nuestra vida, y dejemos que entre y ocupe su lugar nuestro inmaculado Salvador.
miércoles, 28 de julio de 2010
FALLA EN EL SISTEMA DE FRENOS
Altas cumbres de los Andes venezolanos. El camino baja y sube como grisácea serpiente de cemento. Hay curvas, y hay descensos, y hay abismos que se abren a ambos lados del camino, ora a la izquierda, ora a la derecha. Los paisajes son de ensueño, y el tiempo, bueno y plácido.
Un autobús del liceo militar «Jáuregui» corría a excesiva velocidad. Iba cargado de jóvenes estudiantes. Al aproximarse a un puente entre las localidades de La Grita y La Fría, estado de Táchira, el chofer intentó aplicar los frenos. Pero los frenos no respondieron. El autobús falló la entrada al puente y cayó al abismo.
En la caída y en el incendio que siguió, murieron destrozados y quemados treinta y cuatro estudiantes.
Falla de frenos. Eso fue todo.
Muchas tragedias como ésta se registran anualmente en todas partes del mundo. Falla de frenos. Cuando más se necesitan buenos frenos para detener la marcha de un vehículo cargado de pasajeros, es cuando fallan. Y quedarse sin frenos es anticipo de catástrofe y de muerte.
Un auto, un camión, un tren, que se queda sin frenos, es un vehículo que se precipita hacia un desastre inevitable. ¿Y qué del hombre que se queda sin frenos morales? También se precipita hacia desastres, problemas y ruinas.
Un hombre que se queda sin frenos morales dice una palabra hiriente, que quisiera retirar en el acto, pero ya no puede. Y esa palabra hiriente puede traer la ruptura de una vieja amistad.
Un hombre que se queda sin frenos morales puede beber un día hasta rodar por el suelo, y ese puede ser el principio de su ruina total. Porque el alcohol es un inquilino insidioso que, una vez metido dentro, ya no quiere salir.
Un hombre que se queda sin frenos morales puede caer en el adulterio, y ese adulterio quebrar el corazón de la esposa, disolver el hogar, estropear la salud mental de los hijos y hacer naufragar a toda la familia.
Y es que los frenos morales del hombre son muy frágiles. Se descomponen y fallan fácilmente.
Por eso necesitamos de otros frenos, frenos que jamás fallen. Esos frenos de la conducta, las palabras y las acciones sólo los tiene Cristo. Hagamos de Cristo el Señor y Salvador de nuestra vida, y nuestro supremo conductor moral.
Un autobús del liceo militar «Jáuregui» corría a excesiva velocidad. Iba cargado de jóvenes estudiantes. Al aproximarse a un puente entre las localidades de La Grita y La Fría, estado de Táchira, el chofer intentó aplicar los frenos. Pero los frenos no respondieron. El autobús falló la entrada al puente y cayó al abismo.
En la caída y en el incendio que siguió, murieron destrozados y quemados treinta y cuatro estudiantes.
Falla de frenos. Eso fue todo.
Muchas tragedias como ésta se registran anualmente en todas partes del mundo. Falla de frenos. Cuando más se necesitan buenos frenos para detener la marcha de un vehículo cargado de pasajeros, es cuando fallan. Y quedarse sin frenos es anticipo de catástrofe y de muerte.
Un auto, un camión, un tren, que se queda sin frenos, es un vehículo que se precipita hacia un desastre inevitable. ¿Y qué del hombre que se queda sin frenos morales? También se precipita hacia desastres, problemas y ruinas.
Un hombre que se queda sin frenos morales dice una palabra hiriente, que quisiera retirar en el acto, pero ya no puede. Y esa palabra hiriente puede traer la ruptura de una vieja amistad.
Un hombre que se queda sin frenos morales puede beber un día hasta rodar por el suelo, y ese puede ser el principio de su ruina total. Porque el alcohol es un inquilino insidioso que, una vez metido dentro, ya no quiere salir.
Un hombre que se queda sin frenos morales puede caer en el adulterio, y ese adulterio quebrar el corazón de la esposa, disolver el hogar, estropear la salud mental de los hijos y hacer naufragar a toda la familia.
Y es que los frenos morales del hombre son muy frágiles. Se descomponen y fallan fácilmente.
Por eso necesitamos de otros frenos, frenos que jamás fallen. Esos frenos de la conducta, las palabras y las acciones sólo los tiene Cristo. Hagamos de Cristo el Señor y Salvador de nuestra vida, y nuestro supremo conductor moral.
miércoles, 21 de julio de 2010
PARA COMPONER EL MUNDO...
Se cuenta la historia de un muchacho al que se le hacía difícil la geografía. Por más que estudiaba, le costaba trabajo ubicar los continentes, las naciones y las capitales del mundo.
Un día, su padre, a fin de ayudarle, encontró un mapa del mundo en una revista. Arrancó la página y dijo:
—Mira lo que voy a hacer, hijo.
Con una tijera cortó la página en unos cincuenta pedazos, y le dijo al muchacho:
—Ahora quiero que compongas este mapa.
El padre salió, y regresó a los quince minutos. ¡Cual no sería su sorpresa al ver que su hijo había terminado de componer el mapa!
—¿Cómo pudiste terminarlo tan pronto? —le preguntó.
—La verdad es que fue fácil —contestó el hijo—. Recordé que al otro lado de esa página había el retrato de un hombre, así que para componer el mundo, sólo tenía que componer al hombre.
Aquel muchacho tenía razón, no sólo en sentido literal sino también en sentido figurado. Porque no hay duda de que el mundo está descompuesto moral y espiritualmente. Los interminables conflictos nacionales e internacionales nos tienen desmoralizados a todos. Las tensiones políticas en el medio oriente nos tienen los nervios de punta. Bien sabemos que un enfrentamiento bélico pudiera convertirse en la guerra más terrible que el mundo jamás haya visto. Los déficits económicos del mundo nos tienen consternados. Y por si todo eso fuera poco, la deplorable condición moral que impera en el mundo —la deshonestidad, la deslealtad, el descaro y el desenfreno en las pasiones y en los vicios— nos tiene a todos descontrolados. Es innegable que el mundo se encuentra en una condición deplorable. Está descompuesto por fuera y por dentro. ¿Acaso hay alguna forma de componerlo?
Sí, la hay. La forma está en la solución que halló el muchacho de la anécdota: para componer el mundo hay que componer al hombre. El mal no radica en la geografía ni en el medio ambiente sino en el género humano y en su herencia. El hombre heredó su naturaleza pecaminosa de su progenitor Adán. Fue por el pecado de Adán que comenzó a descomponerse el mundo. De ahí que ahora, para que se componga el mundo, es necesario que el hombre permita que Dios lo componga a él individualmente. Tiene que reconciliarse con Dios, pidiéndole perdón por el pecado que practica a raíz de haber heredado esa naturaleza pecaminosa.
Cuando nos reconciliamos con nuestro Creador, Él nos transforma a tal grado que nos hace una nueva creación. Nos compone desde adentro hacia afuera mediante un renacimiento espiritual. No comencemos por nuestro vecino; comencemos, más bien, por nosotros mismos. Invitemos a Jesucristo, el Hijo de Dios, a que tome posesión de nuestro ser. Él compone a todo el que le da la oportunidad de hacerlo.
Un día, su padre, a fin de ayudarle, encontró un mapa del mundo en una revista. Arrancó la página y dijo:
—Mira lo que voy a hacer, hijo.
Con una tijera cortó la página en unos cincuenta pedazos, y le dijo al muchacho:
—Ahora quiero que compongas este mapa.
El padre salió, y regresó a los quince minutos. ¡Cual no sería su sorpresa al ver que su hijo había terminado de componer el mapa!
—¿Cómo pudiste terminarlo tan pronto? —le preguntó.
—La verdad es que fue fácil —contestó el hijo—. Recordé que al otro lado de esa página había el retrato de un hombre, así que para componer el mundo, sólo tenía que componer al hombre.
Aquel muchacho tenía razón, no sólo en sentido literal sino también en sentido figurado. Porque no hay duda de que el mundo está descompuesto moral y espiritualmente. Los interminables conflictos nacionales e internacionales nos tienen desmoralizados a todos. Las tensiones políticas en el medio oriente nos tienen los nervios de punta. Bien sabemos que un enfrentamiento bélico pudiera convertirse en la guerra más terrible que el mundo jamás haya visto. Los déficits económicos del mundo nos tienen consternados. Y por si todo eso fuera poco, la deplorable condición moral que impera en el mundo —la deshonestidad, la deslealtad, el descaro y el desenfreno en las pasiones y en los vicios— nos tiene a todos descontrolados. Es innegable que el mundo se encuentra en una condición deplorable. Está descompuesto por fuera y por dentro. ¿Acaso hay alguna forma de componerlo?
Sí, la hay. La forma está en la solución que halló el muchacho de la anécdota: para componer el mundo hay que componer al hombre. El mal no radica en la geografía ni en el medio ambiente sino en el género humano y en su herencia. El hombre heredó su naturaleza pecaminosa de su progenitor Adán. Fue por el pecado de Adán que comenzó a descomponerse el mundo. De ahí que ahora, para que se componga el mundo, es necesario que el hombre permita que Dios lo componga a él individualmente. Tiene que reconciliarse con Dios, pidiéndole perdón por el pecado que practica a raíz de haber heredado esa naturaleza pecaminosa.
Cuando nos reconciliamos con nuestro Creador, Él nos transforma a tal grado que nos hace una nueva creación. Nos compone desde adentro hacia afuera mediante un renacimiento espiritual. No comencemos por nuestro vecino; comencemos, más bien, por nosotros mismos. Invitemos a Jesucristo, el Hijo de Dios, a que tome posesión de nuestro ser. Él compone a todo el que le da la oportunidad de hacerlo.
martes, 20 de julio de 2010
BAJO VIGILANCIA CONSTANTE: LA CONCIENCIA
La muchacha, bonita y agraciada, primero trató de correr a lo largo de la cuadra. Luego saltó una verja y atravesó un parque. Después subió a un taxi, y dio la vuelta a la manzana. Posteriormente trató de permanecer bajo la lluvia, a pesar de esa molestia. Pero en ningún momento logró desembarazarse de la otra mujer, una policía.
Ese procedimiento fue parte de la nueva táctica que Denise Pereira, de la División de Crímenes en la Calle de la policía de San José, California, tomó contra las prostitutas. Como es imposible arrestarlas a todas, Denise Pereira dispuso ponerles una acompañante que no se despegara de ellas durante todo el día. Como resultado, la prostitución en la ciudad disminuyó un noventa por ciento.
Esto de poner una escolta constante a una mujer que se dedica al amor ilícito fue, al parecer, una idea genial. De todas las prostitutas que había en determinado sector de la ciudad, sólo quedaron cinco. Las demás se vieron obligadas a dejar su oficio o a irse a otra parte. ¡Les era imposible realizar su negocio cuando a medio metro tenían a una mujer policía!
¿Qué tal si se pudiera poner una escolta policial a cada delincuente de los que pululan en las ciudades? ¿Qué tal si cada ladrón, cada asaltante, cada violador, tuviera siempre, las veinticuatro horas del día, un vigilante que no le perdiera pisada?
Sin duda que el crimen descendería mucho en todas partes. ¿Qué tal si cada marido, de esos a quienes les gusta engañar a su esposa, o cada esposa, de aquellas a quienes les gusta hacer lo mismo, tuvieran día y noche un guardia que los tirara de la manga no bien planearan hacer algo feo? ¿Se reduciría con eso el número de infidelidades, y por ende, de hogares destrozados?
Pero es imposible ponerle a cada hombre, a cada mujer, un vigilante sempiterno. ¡Necesitaríamos que la mitad de la población humana vigilara a la otra mitad!
Por eso Dios ha puesto en el ser humano un vigilante interno. Es la conciencia. La conciencia vigila, acusa, advierte, aconseja, habla, grita, clama. Si nos acostumbramos a escuchar la voz de nuestra conciencia, y nuestra conciencia está iluminada por la Palabra de Dios, difícilmente caeremos en el delito.
Ese procedimiento fue parte de la nueva táctica que Denise Pereira, de la División de Crímenes en la Calle de la policía de San José, California, tomó contra las prostitutas. Como es imposible arrestarlas a todas, Denise Pereira dispuso ponerles una acompañante que no se despegara de ellas durante todo el día. Como resultado, la prostitución en la ciudad disminuyó un noventa por ciento.
Esto de poner una escolta constante a una mujer que se dedica al amor ilícito fue, al parecer, una idea genial. De todas las prostitutas que había en determinado sector de la ciudad, sólo quedaron cinco. Las demás se vieron obligadas a dejar su oficio o a irse a otra parte. ¡Les era imposible realizar su negocio cuando a medio metro tenían a una mujer policía!
¿Qué tal si se pudiera poner una escolta policial a cada delincuente de los que pululan en las ciudades? ¿Qué tal si cada ladrón, cada asaltante, cada violador, tuviera siempre, las veinticuatro horas del día, un vigilante que no le perdiera pisada?
Sin duda que el crimen descendería mucho en todas partes. ¿Qué tal si cada marido, de esos a quienes les gusta engañar a su esposa, o cada esposa, de aquellas a quienes les gusta hacer lo mismo, tuvieran día y noche un guardia que los tirara de la manga no bien planearan hacer algo feo? ¿Se reduciría con eso el número de infidelidades, y por ende, de hogares destrozados?
Pero es imposible ponerle a cada hombre, a cada mujer, un vigilante sempiterno. ¡Necesitaríamos que la mitad de la población humana vigilara a la otra mitad!
Por eso Dios ha puesto en el ser humano un vigilante interno. Es la conciencia. La conciencia vigila, acusa, advierte, aconseja, habla, grita, clama. Si nos acostumbramos a escuchar la voz de nuestra conciencia, y nuestra conciencia está iluminada por la Palabra de Dios, difícilmente caeremos en el delito.
lunes, 19 de julio de 2010
«LO CORTÉS NO QUITA LO DELINCUENTE»
Shirley Leddy trabajaba de cajera en un establecimiento comercial en San José, California. Un día entró en el almacén un cliente joven, bien vestido y de finos modales. Al rato, el joven se acercó a la caja, le mostró a Shirley el reluciente cañón de su revólver, y le pidió con toda cortesía:
—Señorita, tenga la bondad de entregarme todo el dinero que hay en la caja.
Shirley contestó con toda calma:
—¿Me permite contar el dinero para poder informarle a la compañía de seguros el monto exacto del robo?
—No se moleste —respondió con diplomacia el asaltante—; yo lo voy a contar de todos modos. Tan pronto como lo cuente, la llamo y le digo la suma por teléfono.
Y cumplió su palabra. Casi una hora después, el ladrón llamó por teléfono a la cajera y le dijo:
—Son 3483 dólares en total.
Acto seguido, se despidió de ella con respeto y colgó el auricular.
Si bien este caso no sirve para ilustrar el refrán que dice: «Lo cortés no quita lo valiente», sí se presta como ilustración si lo modificamos un poco, de modo que diga: «Lo cortés no quita lo delincuente.» Porque el asaltante mostraba suma cortesía, consideración y cultura en todas sus maneras. La ropa que vestía era elegante, de las mejores marcas, y lucía impecable. Su rostro, su peinado y aun la colonia que usaba revelaban su delicadeza y sus buenas costumbres.
Nada en el aspecto exterior de aquel hombre era malo. Lo malo lo tenía en el interior, en el alma, en el corazón. Por fuera era todo un caballero; por dentro, un vulgar delincuente. Lo cortés de sus modales, sus gestos y sus palabras no quitaban que fuera un simple malhechor.
Aunque por lo general no quieran admitirlo, así son muchos de los que conforman la sociedad actual. Han aprendido a hablar, a vestir y a comportarse con corrección y pulcritud en público, pero en privado son corruptos y sucios. Se parecen a los fariseos a quienes Jesucristo tildó de hipócritas «que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre. Así también ustedes —los acusó Cristo—, por fuera dan la impresión de ser justos pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad.»1 Y así como pudo haberse descrito al joven ladrón de San José, California, Cristo dijo que tales fariseos «limpian el exterior del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de robo y de desenfreno».2
La solución que ofrece Cristo es evidente. Hay que limpiar por dentro el vaso y el plato, para que quede limpio también por fuera.3 Gracias a Dios, para apropiarnos de esa solución sólo tenemos que confesarle nuestros pecados para que Él nos los perdone y nos limpie de toda maldad.4
1 Mt 23:27
2 Mt 23:25
3 Mt 23:26
4 1Jn 1:9
—Señorita, tenga la bondad de entregarme todo el dinero que hay en la caja.
Shirley contestó con toda calma:
—¿Me permite contar el dinero para poder informarle a la compañía de seguros el monto exacto del robo?
—No se moleste —respondió con diplomacia el asaltante—; yo lo voy a contar de todos modos. Tan pronto como lo cuente, la llamo y le digo la suma por teléfono.
Y cumplió su palabra. Casi una hora después, el ladrón llamó por teléfono a la cajera y le dijo:
—Son 3483 dólares en total.
Acto seguido, se despidió de ella con respeto y colgó el auricular.
Si bien este caso no sirve para ilustrar el refrán que dice: «Lo cortés no quita lo valiente», sí se presta como ilustración si lo modificamos un poco, de modo que diga: «Lo cortés no quita lo delincuente.» Porque el asaltante mostraba suma cortesía, consideración y cultura en todas sus maneras. La ropa que vestía era elegante, de las mejores marcas, y lucía impecable. Su rostro, su peinado y aun la colonia que usaba revelaban su delicadeza y sus buenas costumbres.
Nada en el aspecto exterior de aquel hombre era malo. Lo malo lo tenía en el interior, en el alma, en el corazón. Por fuera era todo un caballero; por dentro, un vulgar delincuente. Lo cortés de sus modales, sus gestos y sus palabras no quitaban que fuera un simple malhechor.
Aunque por lo general no quieran admitirlo, así son muchos de los que conforman la sociedad actual. Han aprendido a hablar, a vestir y a comportarse con corrección y pulcritud en público, pero en privado son corruptos y sucios. Se parecen a los fariseos a quienes Jesucristo tildó de hipócritas «que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre. Así también ustedes —los acusó Cristo—, por fuera dan la impresión de ser justos pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad.»1 Y así como pudo haberse descrito al joven ladrón de San José, California, Cristo dijo que tales fariseos «limpian el exterior del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de robo y de desenfreno».2
La solución que ofrece Cristo es evidente. Hay que limpiar por dentro el vaso y el plato, para que quede limpio también por fuera.3 Gracias a Dios, para apropiarnos de esa solución sólo tenemos que confesarle nuestros pecados para que Él nos los perdone y nos limpie de toda maldad.4
1 Mt 23:27
2 Mt 23:25
3 Mt 23:26
4 1Jn 1:9
domingo, 18 de julio de 2010
CUANDO EL RÍO SE DESBORDA
El cielo se encapotó sobre Tijuana, México. Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer. Era una tormenta que venía desde el sur, originada en el Pacífico. En pocas horas cayeron 120 milímetros de agua.
El río Tijuana, por lo general tranquilo y de poca agua, se convirtió en un torrente arrollador. Doce personas murieron en el torrente. Un vecino dijo, llorando ante las cámaras de televisión: «Lo he perdido todo: mi casa, mis muebles, mi camión. El río se lo llevó todo.»
¡Qué terrible es la fuerza de un río que se desborda! Esto ocurre en ríos de valles estrechos, cuyas aguas nacen entre montañas. La lluvia que se descarga torrencialmente en el embudo de las montañas corre por el estrecho canal con fuerza arrolladora. Sobrepasando la capacidad del río, el agua se desborda e invade campos y terrenos, casas y pueblos, causando grandes desastres.
Los habitantes de Tijuana se valieron de un recurso. Amarraron una cuerda larga a un lugar en tierra firme, se agarraron de la otra punta, y uno a uno se fueron salvando. Tijuana nunca olvidará esa amarga tragedia.
Si bien la cuerda fue la salvación para muchos en Tijuana, ¿qué cuerda hay para las tormentas de la vida? El padre de familia, cuando todo va bien, es como un río manso que corre lentamente, al lado del cual da gusto vivir. Pero si toma un par de tragos de más, ese alcohol se mete en su cerebro y comienza a correr con la violencia de un río desbordado, causando estragos, destrucción y aun muerte. ¿Y de qué cuerda se agarra la esposa que sufre a causa de él?
El hijo, orgullo y esperanza de sus padres, comienza a faltar a la escuela. Llega muy tarde a la casa. Por momentos, sin motivo alguno, se enloquece y golpea a cuantos están a su lado. Cuando por fin todo sale a la luz, se descubre que es drogadicto, y cuando se quiere detener el mal, es ya un río violento que arrasa con todo lo que tiene por delante. ¿Y de qué cuerda se agarran los confundidos padres?
¿Habrá algún remedio contra el dominio del alcohol o de las drogas? ¿Habrá alguna cuerda que salve al que se hunde en el río de la desesperación?
Sí la hay. Es Jesucristo. Él tiene poder para dominar las fuerzas primitivas que bullen en el corazón humano. Y tiene poder para salvar a todo el que en Él cree. Cristo es la cuerda salvadora. Busquémoslo. Entreguémosle nuestra vida. Él quiere y puede ser nuestro Salvador.
El río Tijuana, por lo general tranquilo y de poca agua, se convirtió en un torrente arrollador. Doce personas murieron en el torrente. Un vecino dijo, llorando ante las cámaras de televisión: «Lo he perdido todo: mi casa, mis muebles, mi camión. El río se lo llevó todo.»
¡Qué terrible es la fuerza de un río que se desborda! Esto ocurre en ríos de valles estrechos, cuyas aguas nacen entre montañas. La lluvia que se descarga torrencialmente en el embudo de las montañas corre por el estrecho canal con fuerza arrolladora. Sobrepasando la capacidad del río, el agua se desborda e invade campos y terrenos, casas y pueblos, causando grandes desastres.
Los habitantes de Tijuana se valieron de un recurso. Amarraron una cuerda larga a un lugar en tierra firme, se agarraron de la otra punta, y uno a uno se fueron salvando. Tijuana nunca olvidará esa amarga tragedia.
Si bien la cuerda fue la salvación para muchos en Tijuana, ¿qué cuerda hay para las tormentas de la vida? El padre de familia, cuando todo va bien, es como un río manso que corre lentamente, al lado del cual da gusto vivir. Pero si toma un par de tragos de más, ese alcohol se mete en su cerebro y comienza a correr con la violencia de un río desbordado, causando estragos, destrucción y aun muerte. ¿Y de qué cuerda se agarra la esposa que sufre a causa de él?
El hijo, orgullo y esperanza de sus padres, comienza a faltar a la escuela. Llega muy tarde a la casa. Por momentos, sin motivo alguno, se enloquece y golpea a cuantos están a su lado. Cuando por fin todo sale a la luz, se descubre que es drogadicto, y cuando se quiere detener el mal, es ya un río violento que arrasa con todo lo que tiene por delante. ¿Y de qué cuerda se agarran los confundidos padres?
¿Habrá algún remedio contra el dominio del alcohol o de las drogas? ¿Habrá alguna cuerda que salve al que se hunde en el río de la desesperación?
Sí la hay. Es Jesucristo. Él tiene poder para dominar las fuerzas primitivas que bullen en el corazón humano. Y tiene poder para salvar a todo el que en Él cree. Cristo es la cuerda salvadora. Busquémoslo. Entreguémosle nuestra vida. Él quiere y puede ser nuestro Salvador.
viernes, 16 de julio de 2010
«CASTIGUÉ A MI HIJA MAYOR CON UN LÁTIGO»
Soy madre de cuatro niñas. Sus edades van de tres [a] quince años. Hace dos semanas castigué a mi hija mayor con un látigo muy fuerte, ya que ella no estaba obedeciendo. [Luego de que] ella [salió], mostrando las marcas [del castigo] en los brazos... me sentí mal. Nunca lo había hecho de esa manera, pero quería que ella reaccionara.
»Mi pregunta es: ¿Hasta qué edad debo corregir a mi hija físicamente? ¿Dice algo sobre esto la Biblia?»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
»Sus preguntas son de interés para muchos padres de familia. La Biblia sí menciona la disciplina física de los hijos varias veces en el libro de los Proverbios. Sin embargo, no dice nada específico en cuanto a la edad apropiada ni a los métodos apropiados para ejercerla....
»Como padres que somos de cinco hijos, nosotros llegamos a la conclusión de que el darle una palmada en la mano a un niño pequeño era un modo eficaz de evitar que tocara una estufa caliente o un tomacorriente. La mayoría de los niños menores de tres años de vez en cuando necesitan que se les dé una palmadita en la mano o en las nalgas para evitar que corran peligro. Sin embargo, tan pronto como nuestros hijos llegaron a la edad en que podían comprender las consecuencias, cambiamos nuestros métodos. De ahí en adelante empleamos alternativas a la disciplina física porque estábamos convencidos de que esas alternativas eran más eficaces.
»Cuando se le aplica la disciplina física a un niño pequeño, es sumamente importante que no se haga con enojo. Muchos padres hacen caso omiso de la desobediencia hasta que el niño hace que se enojen. Entonces la emprenden a golpes contra los hijos, pegándoles en los brazos, en las piernas y hasta en el rostro. Eso nunca es aceptable. El castigo físico apropiado sólo debe aplicarse en la mano o en las nalgas del niño pequeño, y sólo debe dolerle uno o dos segundos y nunca dejarle una marca. Nosotros creemos que la mano es el mejor instrumento de castigo debido a que uno puede sentir la fuerza con que está dando la palmada....
»Hay tres razones por las que creemos que usted se equivocó al castigar a su hija con un látigo. En primer lugar, ella es muy grande para que se le castigue físicamente. En segundo lugar, usar un látigo no es la manera aceptable de castigar a un niño. Y por último, el castigo le dejó marcas en el cuerpo, lo que quiere decir que usted empleó demasiada fuerza. Le recomendamos que le diga a su hija que lo siente mucho, y que le explique por qué estaba usted tan alterada. Además, haga una lista de consecuencias apropiadas para la edad que tiene ella y explíquele que se valdrá de esas consecuencias para castigar cualquier desobediencia futura.
»¡El ser padre o madre no es nada fácil!.
Cuando sea necesario castigar a un hijo, es mejor pensar, antes de propinar un castigo.Ore a Dios y pídale que lo oriente, que el Espíritu Santo le revele la forma de actuar; acérquese a su hijo y converse con él,juntos oren y pidan dirección a Dios.Recuerde que un día él será padre o madre, y así actuará.
»Mi pregunta es: ¿Hasta qué edad debo corregir a mi hija físicamente? ¿Dice algo sobre esto la Biblia?»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
»Sus preguntas son de interés para muchos padres de familia. La Biblia sí menciona la disciplina física de los hijos varias veces en el libro de los Proverbios. Sin embargo, no dice nada específico en cuanto a la edad apropiada ni a los métodos apropiados para ejercerla....
»Como padres que somos de cinco hijos, nosotros llegamos a la conclusión de que el darle una palmada en la mano a un niño pequeño era un modo eficaz de evitar que tocara una estufa caliente o un tomacorriente. La mayoría de los niños menores de tres años de vez en cuando necesitan que se les dé una palmadita en la mano o en las nalgas para evitar que corran peligro. Sin embargo, tan pronto como nuestros hijos llegaron a la edad en que podían comprender las consecuencias, cambiamos nuestros métodos. De ahí en adelante empleamos alternativas a la disciplina física porque estábamos convencidos de que esas alternativas eran más eficaces.
»Cuando se le aplica la disciplina física a un niño pequeño, es sumamente importante que no se haga con enojo. Muchos padres hacen caso omiso de la desobediencia hasta que el niño hace que se enojen. Entonces la emprenden a golpes contra los hijos, pegándoles en los brazos, en las piernas y hasta en el rostro. Eso nunca es aceptable. El castigo físico apropiado sólo debe aplicarse en la mano o en las nalgas del niño pequeño, y sólo debe dolerle uno o dos segundos y nunca dejarle una marca. Nosotros creemos que la mano es el mejor instrumento de castigo debido a que uno puede sentir la fuerza con que está dando la palmada....
»Hay tres razones por las que creemos que usted se equivocó al castigar a su hija con un látigo. En primer lugar, ella es muy grande para que se le castigue físicamente. En segundo lugar, usar un látigo no es la manera aceptable de castigar a un niño. Y por último, el castigo le dejó marcas en el cuerpo, lo que quiere decir que usted empleó demasiada fuerza. Le recomendamos que le diga a su hija que lo siente mucho, y que le explique por qué estaba usted tan alterada. Además, haga una lista de consecuencias apropiadas para la edad que tiene ella y explíquele que se valdrá de esas consecuencias para castigar cualquier desobediencia futura.
»¡El ser padre o madre no es nada fácil!.
Cuando sea necesario castigar a un hijo, es mejor pensar, antes de propinar un castigo.Ore a Dios y pídale que lo oriente, que el Espíritu Santo le revele la forma de actuar; acérquese a su hijo y converse con él,juntos oren y pidan dirección a Dios.Recuerde que un día él será padre o madre, y así actuará.
miércoles, 14 de julio de 2010
DOBLE ABANDONO
«Quédate aquí —dijo la mujer aparentando afecto—. Aquí vas a estar bien. Verás correr a los perritos y te vas a entretener.» Luego puso una bolsa con pañales a su lado y una nota escrita que decía: «Me llamo John King; padezco la enfermedad de Alzheimer», y desapareció, abandonando al anciano en una pista de carreras de perros.
La que abandonó al anciano era Sue Gifford, mujer de cuarenta y un años de edad. El anciano abandonado era su propio padre, de ochenta y dos años, víctima de Alzheimer. Para librarse de la carga que significa esa enfermedad, la hija lo llevó a una pista de carreras de perros y lo abandonó en su silla de ruedas. El juez la condenó a seis años de prisión.
Este caso, que apareció en uno de los periódicos de Estados Unidos, conmovió a toda la comunidad. Se sabe que la enfermedad de Alzheimer es dolorosa. Deja a la persona totalmente inhabilitada. Ya no puede valerse por sí misma. Es un caso patético del ser humano que ha perdido lo mejor que tiene: la chispa de la inteligencia. Esa es la condición de la víctima de Alzheimer. Es una muerte en vida.
No obstante, hay una ley universal que descansa sobre el ser humano: «Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios» (Éxodo 20:12). Es el quinto mandamiento del decálogo de Moisés. Abandonar a los padres ancianos por cualquier causa que sea, y especialmente si es sólo por quitarnos de encima el estorbo que ellos nos resultan, es el colmo de la ingratitud y el desprecio.
En muchos lugares hay establecimientos excelentes que se especializan en prestar la atención debida a los ancianos. Y muchos hijos, con sabiduría y cariño, internan allí a sus progenitores inhabilitados. Pero no los abandonan. Los visitan. Y los hijos se toman el tiempo de estar con ellos, mostrando preocupación y ternura.
Sin embargo, cuando los hijos no tienen la facilidad de internar a sus padres en lugares como esos, tienen que ponerse en juego otros recursos. En tales casos hace falta un amor muy especial y un cariño único.
El mandamiento de honrar a nuestros padres viene de Dios. También vienen de Dios, para quien los desee, la inspiración, la paciencia y la determinación de proceder conforme a los eternos y justos mandamientos divinos. Honremos a nuestro padre y a nuestra madre. Algún día seremos nosotros los que recibamos esa honra.
La que abandonó al anciano era Sue Gifford, mujer de cuarenta y un años de edad. El anciano abandonado era su propio padre, de ochenta y dos años, víctima de Alzheimer. Para librarse de la carga que significa esa enfermedad, la hija lo llevó a una pista de carreras de perros y lo abandonó en su silla de ruedas. El juez la condenó a seis años de prisión.
Este caso, que apareció en uno de los periódicos de Estados Unidos, conmovió a toda la comunidad. Se sabe que la enfermedad de Alzheimer es dolorosa. Deja a la persona totalmente inhabilitada. Ya no puede valerse por sí misma. Es un caso patético del ser humano que ha perdido lo mejor que tiene: la chispa de la inteligencia. Esa es la condición de la víctima de Alzheimer. Es una muerte en vida.
No obstante, hay una ley universal que descansa sobre el ser humano: «Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios» (Éxodo 20:12). Es el quinto mandamiento del decálogo de Moisés. Abandonar a los padres ancianos por cualquier causa que sea, y especialmente si es sólo por quitarnos de encima el estorbo que ellos nos resultan, es el colmo de la ingratitud y el desprecio.
En muchos lugares hay establecimientos excelentes que se especializan en prestar la atención debida a los ancianos. Y muchos hijos, con sabiduría y cariño, internan allí a sus progenitores inhabilitados. Pero no los abandonan. Los visitan. Y los hijos se toman el tiempo de estar con ellos, mostrando preocupación y ternura.
Sin embargo, cuando los hijos no tienen la facilidad de internar a sus padres en lugares como esos, tienen que ponerse en juego otros recursos. En tales casos hace falta un amor muy especial y un cariño único.
El mandamiento de honrar a nuestros padres viene de Dios. También vienen de Dios, para quien los desee, la inspiración, la paciencia y la determinación de proceder conforme a los eternos y justos mandamientos divinos. Honremos a nuestro padre y a nuestra madre. Algún día seremos nosotros los que recibamos esa honra.
sábado, 10 de julio de 2010
JUSTOS POR PECADORES
Alto, buen mozo, de treinta y un años de edad, cayó sin embargo en una profunda depresión. A pesar de ejercer una buena profesión —la de taxidermista— en Génova, Italia, había sido incapaz de conquistar a una señorita.
Esto llevó a Francesco Grandi a caer en la vorágine de la depresión suicida. Al llegar una noche a su apartamento, abrió la llave del gas. Cuando juzgó que ya había suficiente gas en la habitación, encendió un fósforo. Instantáneamente se produjo una tremenda explosión.
Milagrosamente, Francesco quedó vivo, con sólo un brazo fracturado, pero cuatro jóvenes, que dormían en el apartamento de al lado, murieron. «Otra vez —comentó Mario Valucci, investigador de la policía— justos pagaron por pecadores.»
Esta se ha convertido en una frase proverbial: «Pagar justos por pecadores.» Es una frase que al parecer está respaldada por muchos hechos de la vida. Y no es sólo en los tribunales de justicia que se absuelva a pecadores y se castigue a inocentes, sino que en la vida diaria parece ocurrir lo mismo.
Un hombre borracho sale a escape con su auto por la carretera. Por el alcohol que tiene en el cerebro, pierde el control del vehículo y se estrella contra un autobús escolar. El conductor del auto sale ileso, pero en el autobús hay muchos heridos, y doce niños pierden la vida. Inocentes pagan por un culpable.
Un padre de familia abandona a su esposa y a sus seis hijos, y se da a una vida de juergas, francachelas y correrías con otras mujeres. Su pobre esposa se enferma y muere de la desilusión, y los seis niños engrosan las filas de los huérfanos. Uno solo ha pecado, pero siete inocentes sufren las consecuencias.
Un joven de sólo veintidós años de edad se entrega a las drogas. Su vicio demanda una enorme cantidad de dinero. Trastornado, se arma de un rifle automático, entra en un restaurante popular, y mata a veintidós personas. Ninguna de ellas era culpable de aquel vicio; todas eran inocentes. Y sin embargo trescientas personas —parientes y amigos de las víctimas— se sumen en el dolor por la culpa de uno solo.
Estos casos, recogidos de recientes crónicas policiales, nos llevan a preguntarnos: ¿Acaso siempre tienen que pagar los justos por los pecadores? La respuesta es: «No.» Lo que ocurre es que nuestra vida es muy corta para ver el punto final. El Juez eterno y justo no permitirá que la justicia divina quede burlada.
Mientras tanto, sometámonos al señorío de Cristo. Él nos será fiel. Él sabe castigar al culpable y recompensar al inocente.
Esto llevó a Francesco Grandi a caer en la vorágine de la depresión suicida. Al llegar una noche a su apartamento, abrió la llave del gas. Cuando juzgó que ya había suficiente gas en la habitación, encendió un fósforo. Instantáneamente se produjo una tremenda explosión.
Milagrosamente, Francesco quedó vivo, con sólo un brazo fracturado, pero cuatro jóvenes, que dormían en el apartamento de al lado, murieron. «Otra vez —comentó Mario Valucci, investigador de la policía— justos pagaron por pecadores.»
Esta se ha convertido en una frase proverbial: «Pagar justos por pecadores.» Es una frase que al parecer está respaldada por muchos hechos de la vida. Y no es sólo en los tribunales de justicia que se absuelva a pecadores y se castigue a inocentes, sino que en la vida diaria parece ocurrir lo mismo.
Un hombre borracho sale a escape con su auto por la carretera. Por el alcohol que tiene en el cerebro, pierde el control del vehículo y se estrella contra un autobús escolar. El conductor del auto sale ileso, pero en el autobús hay muchos heridos, y doce niños pierden la vida. Inocentes pagan por un culpable.
Un padre de familia abandona a su esposa y a sus seis hijos, y se da a una vida de juergas, francachelas y correrías con otras mujeres. Su pobre esposa se enferma y muere de la desilusión, y los seis niños engrosan las filas de los huérfanos. Uno solo ha pecado, pero siete inocentes sufren las consecuencias.
Un joven de sólo veintidós años de edad se entrega a las drogas. Su vicio demanda una enorme cantidad de dinero. Trastornado, se arma de un rifle automático, entra en un restaurante popular, y mata a veintidós personas. Ninguna de ellas era culpable de aquel vicio; todas eran inocentes. Y sin embargo trescientas personas —parientes y amigos de las víctimas— se sumen en el dolor por la culpa de uno solo.
Estos casos, recogidos de recientes crónicas policiales, nos llevan a preguntarnos: ¿Acaso siempre tienen que pagar los justos por los pecadores? La respuesta es: «No.» Lo que ocurre es que nuestra vida es muy corta para ver el punto final. El Juez eterno y justo no permitirá que la justicia divina quede burlada.
Mientras tanto, sometámonos al señorío de Cristo. Él nos será fiel. Él sabe castigar al culpable y recompensar al inocente.
viernes, 9 de julio de 2010
«MI ESPOSA... ME DESPRECIA... Y ME FINGE AMOR»
«He tomado la determinación de suicidarme porque siento que he perdido todo. Tengo treinta años de casado. Trabajé mucho y fui un déspota con mi esposa, pero nunca fui un irresponsable. Logré educar a mis cinco hijos....
»No teníamos ni dos años de casados [cuando] descubrí que mi esposa me [fue infiel] con su jefe de trabajo.... La perdoné, pero ahora ella me desprecia, y siento que me finge amor.... Que Dios me perdone, pero sólo muerto pienso que dejaré de sufrir...»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimado amigo:
»Usted sabe que el suicidio no es la solución, y por eso decidió contarnos su caso. El suicidio deja un estigma y causa una herida emocional en todos los miembros de la familia del suicida. Estamos seguros de que usted no quiere hacerles eso a sus hijos después de tanto esfuerzo que hizo por educarlos. Ni quiere privar a sus nietos de un abuelo que los ama y que tiene mucho que aportar a la vida de cada uno de ellos.
»Nosotros no somos médicos, pero nos parece que sus palabras revelan que es probable que usted esté sufriendo de una depresión clínica. Este tipo de depresión puede deberse a un desequilibrio químico en su cuerpo que normalmente requiere medicamentos y consejería para mejorarse. Le instamos a que consulte a un médico y le diga cómo se siente. No deje de decirle que ha considerado el suicidio....
»Comprendemos que tiene problemas conyugales difíciles, pero la causa de su desesperanza es la depresión. Lo animamos a que lea el libro de Eclesiastés en la Biblia. Se basa en la vida de un rey en Jerusalén, identificado como “el Maestro”, que parece haber sufrido la misma desesperanza que siente usted. Él dice: “¿Qué gana el hombre con todos sus esfuerzos y con tanto preocuparse y afanarse bajo el sol? Todos sus días están plagados de sufrimientos y tareas frustrantes, y ni siquiera de noche descansa su mente. ¡Y también esto es absurdo!”1 Pero antes del fin del libro, el Maestro reconoce que una relación con Dios es la solución para encontrar la esperanza que necesita para seguir viviendo. Es Dios quien puede darle sentido a la vida y darnos fuerzas para afrontar las luchas de hoy y de mañana.
»La depresión oculta los aspectos positivos de su vida y resalta los negativos. Usted puede contrarrestar esa fuerza destructiva al hacer una lista de todas las cosas por las que está agradecido y al leerla varias veces al día. Comience la lista anotando los beneficios esenciales de que disfruta, tales como alimentos, vivienda y protección. Muchos en este mundo carecen hasta de esas necesidades básicas. Incluya en la lista el hecho de que usted puede leer y escribir y hasta tiene una ventana al mundo por Internet. Y no olvide anotar en la lista la bendición de tener cinco hijos saludables.
»Le deseamos lo mejor,y que Dios lo bendiga.Amén
1Ec 2:22-23
»No teníamos ni dos años de casados [cuando] descubrí que mi esposa me [fue infiel] con su jefe de trabajo.... La perdoné, pero ahora ella me desprecia, y siento que me finge amor.... Que Dios me perdone, pero sólo muerto pienso que dejaré de sufrir...»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimado amigo:
»Usted sabe que el suicidio no es la solución, y por eso decidió contarnos su caso. El suicidio deja un estigma y causa una herida emocional en todos los miembros de la familia del suicida. Estamos seguros de que usted no quiere hacerles eso a sus hijos después de tanto esfuerzo que hizo por educarlos. Ni quiere privar a sus nietos de un abuelo que los ama y que tiene mucho que aportar a la vida de cada uno de ellos.
»Nosotros no somos médicos, pero nos parece que sus palabras revelan que es probable que usted esté sufriendo de una depresión clínica. Este tipo de depresión puede deberse a un desequilibrio químico en su cuerpo que normalmente requiere medicamentos y consejería para mejorarse. Le instamos a que consulte a un médico y le diga cómo se siente. No deje de decirle que ha considerado el suicidio....
»Comprendemos que tiene problemas conyugales difíciles, pero la causa de su desesperanza es la depresión. Lo animamos a que lea el libro de Eclesiastés en la Biblia. Se basa en la vida de un rey en Jerusalén, identificado como “el Maestro”, que parece haber sufrido la misma desesperanza que siente usted. Él dice: “¿Qué gana el hombre con todos sus esfuerzos y con tanto preocuparse y afanarse bajo el sol? Todos sus días están plagados de sufrimientos y tareas frustrantes, y ni siquiera de noche descansa su mente. ¡Y también esto es absurdo!”1 Pero antes del fin del libro, el Maestro reconoce que una relación con Dios es la solución para encontrar la esperanza que necesita para seguir viviendo. Es Dios quien puede darle sentido a la vida y darnos fuerzas para afrontar las luchas de hoy y de mañana.
»La depresión oculta los aspectos positivos de su vida y resalta los negativos. Usted puede contrarrestar esa fuerza destructiva al hacer una lista de todas las cosas por las que está agradecido y al leerla varias veces al día. Comience la lista anotando los beneficios esenciales de que disfruta, tales como alimentos, vivienda y protección. Muchos en este mundo carecen hasta de esas necesidades básicas. Incluya en la lista el hecho de que usted puede leer y escribir y hasta tiene una ventana al mundo por Internet. Y no olvide anotar en la lista la bendición de tener cinco hijos saludables.
»Le deseamos lo mejor,y que Dios lo bendiga.Amén
1Ec 2:22-23
viernes, 2 de julio de 2010
«EL PROVECHO DE LA AGONÍA»
La tragedia ocurrió de noche en una de las capitales más grandes del mundo. Joseph Hawkins, de veintiún años de edad, se encontraba en el patio de su casa cuando lo mataron a tiros desde un auto que pasó velozmente. Se suponía que el joven había tenido vinculación con alguna pandilla de muchachos de la comunidad, aunque esto no pudo comprobarse. Fue un gran dolor para toda la familia.
La madre de Joseph, Loma Hawkins, quien no se amilanó ante su muerte, lanzó un programa de televisión que tituló «El provecho de la agonía», en el que invitó a todas las madres que habían pasado por una experiencia similar a venir a exponer ante las cámaras su sentir. El proyecto comenzó a tomar auge.
No obstante, dos años después la tragedia golpeó por segunda vez el hogar de Loma. Un segundo hijo, Geraldo, de diecisiete años de edad, fue asesinado en idéntica forma. El dolor para Loma fue casi insoportable. Pero al preguntarle si seguiría con el programa, ella respondió con énfasis: «Sí, y ahora con doble razón.»
He aquí una madre doliente y sufrida, pero noble, valiente y determinada, que tomó su desgracia como algo inevitable, y dándole vuelta al dolor, lo usó para lanzar un proyecto que tenía el fin de cambiar el destino de su comunidad. En la zona donde ella vivía, ese tipo de homicidios ocurrían a diario. El esfuerzo de esta mujer contribuyó a cambiar la situación.
El comentario de ella fue: «Espero abrir camino, poco a poco, en la conciencia de todo adolescente que, por tener un auto potente y un arma de fuego en la mano, se cree con derecho a matar al que se le ocurra.»
Ante desgracias como ésta, la reacción del doliente toma uno de dos cursos: o sume a la persona destrozada en una profunda depresión de la cual no encuentra, ni desea encontrar, salida, o reacciona como lo hizo Loma Hawkins, quien ante el terrible dolor de ver a su hijo muerto a balazos, alzó la vista al cielo y dijo: «Señor, ayúdame a encontrarle algún provecho a esta tragedia.»
Ella no sólo se permitió hallar consuelo y fortaleza, sino que actuó inmediatamente en auxilio de otros. Y en su dolor, usó su agonía para lanzar un proyecto con el fin de cambiar a su comunidad.
En medio de la desesperación, podemos pedirle a Dios gracia para llenar primero nuestro propio corazón con amor y perdón, y luego para ayudar a otros que tienen aflicciones afines. Él es más grande que toda tragedia, y puede cambiar en provecho lo que es desastre. Dios sólo espera que acudamos a Él.
La madre de Joseph, Loma Hawkins, quien no se amilanó ante su muerte, lanzó un programa de televisión que tituló «El provecho de la agonía», en el que invitó a todas las madres que habían pasado por una experiencia similar a venir a exponer ante las cámaras su sentir. El proyecto comenzó a tomar auge.
No obstante, dos años después la tragedia golpeó por segunda vez el hogar de Loma. Un segundo hijo, Geraldo, de diecisiete años de edad, fue asesinado en idéntica forma. El dolor para Loma fue casi insoportable. Pero al preguntarle si seguiría con el programa, ella respondió con énfasis: «Sí, y ahora con doble razón.»
He aquí una madre doliente y sufrida, pero noble, valiente y determinada, que tomó su desgracia como algo inevitable, y dándole vuelta al dolor, lo usó para lanzar un proyecto que tenía el fin de cambiar el destino de su comunidad. En la zona donde ella vivía, ese tipo de homicidios ocurrían a diario. El esfuerzo de esta mujer contribuyó a cambiar la situación.
El comentario de ella fue: «Espero abrir camino, poco a poco, en la conciencia de todo adolescente que, por tener un auto potente y un arma de fuego en la mano, se cree con derecho a matar al que se le ocurra.»
Ante desgracias como ésta, la reacción del doliente toma uno de dos cursos: o sume a la persona destrozada en una profunda depresión de la cual no encuentra, ni desea encontrar, salida, o reacciona como lo hizo Loma Hawkins, quien ante el terrible dolor de ver a su hijo muerto a balazos, alzó la vista al cielo y dijo: «Señor, ayúdame a encontrarle algún provecho a esta tragedia.»
Ella no sólo se permitió hallar consuelo y fortaleza, sino que actuó inmediatamente en auxilio de otros. Y en su dolor, usó su agonía para lanzar un proyecto con el fin de cambiar a su comunidad.
En medio de la desesperación, podemos pedirle a Dios gracia para llenar primero nuestro propio corazón con amor y perdón, y luego para ayudar a otros que tienen aflicciones afines. Él es más grande que toda tragedia, y puede cambiar en provecho lo que es desastre. Dios sólo espera que acudamos a Él.
lunes, 28 de junio de 2010
UN SALUDO DE UN HERMANO-ES UNA BENDICIÓN
Quiero hacerte un especial saludo en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo, bastante notoria tu ausencia en la iglesia pero
comprensible.
Espero que de acuerdo a las noticias tu esposa siga mejorando.
Recuerda este texto:
Salmo 20
1 Jehová te oiga en el día de conflicto;
El nombre del Dios de Jacob te defienda.
2 Te envíe ayuda desde el santuario,
Y desde Sion te sostenga.
3 Haga memoria de todas tus ofrendas,
Y acepte tu holocausto. Selah
4 Te dé conforme al deseo de tu corazón,
Y cumpla todo tu consejo.
5 Nosotros nos alegraremos en tu salvación,
Y alzaremos pendón en el nombre de nuestro Dios;
Conceda Jehová todas tus peticiones.
6 Ahora conozco que Jehová salva a su ungido;
Lo oirá desde sus santos cielos
Con la potencia salvadora de su diestra.
7 Estos confían en carros, y aquéllos en caballos;
Mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria.
8 Ellos flaquean y caen,
Mas nosotros nos levantamos, y estamos en pie.
9 Salva, Jehová;
Que el Rey nos oiga en el día que lo invoquemos.
Espera en Dios y mucho animo,
CARLOS ARISTIZABAL
Jesucristo, bastante notoria tu ausencia en la iglesia pero
comprensible.
Espero que de acuerdo a las noticias tu esposa siga mejorando.
Recuerda este texto:
Salmo 20
1 Jehová te oiga en el día de conflicto;
El nombre del Dios de Jacob te defienda.
2 Te envíe ayuda desde el santuario,
Y desde Sion te sostenga.
3 Haga memoria de todas tus ofrendas,
Y acepte tu holocausto. Selah
4 Te dé conforme al deseo de tu corazón,
Y cumpla todo tu consejo.
5 Nosotros nos alegraremos en tu salvación,
Y alzaremos pendón en el nombre de nuestro Dios;
Conceda Jehová todas tus peticiones.
6 Ahora conozco que Jehová salva a su ungido;
Lo oirá desde sus santos cielos
Con la potencia salvadora de su diestra.
7 Estos confían en carros, y aquéllos en caballos;
Mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria.
8 Ellos flaquean y caen,
Mas nosotros nos levantamos, y estamos en pie.
9 Salva, Jehová;
Que el Rey nos oiga en el día que lo invoquemos.
Espera en Dios y mucho animo,
CARLOS ARISTIZABAL
martes, 22 de junio de 2010
LA MUERTE DE UNO SOLO BASTA
Parecía una escena bíblica, de los tiempos de hierro de la edad patriarcal, pero no lo era. El padre levantó el cuchillo de carnicero, de afilada hoja, y tomó a su hijo. La madre había corrido al patio despavorida, pidiendo auxilio.
El padre, creyendo cumplir la voluntad de Dios, pasó la hoja del cuchillo por la garganta del hijo, y le seccionó las carótidas. «Tienes que morir, hijo mío, por los pecados del mundo», había dicho con espantosa determinación.
La escena no era de los tiempos de Abraham sino en Randallstown, Maryland, Estados Unidos. Stephen Johnson, un hombre de veintiocho años, semitrastornado, sin duda, había sacrificado a su hijo Steve de sólo catorce meses de edad.
Gente fanática y trastornada hay mucha en este mundo. Stephen Johnson, que estaba bajo tratamiento psiquiátrico, era uno de ellos. Llevado por sus propias imaginaciones, y quizá por el uso de drogas, llegó a creer que él era Dios, y su pequeño hijo, Jesucristo. Y por eso cometió el crimen.
Así ha pasado durante todos los siglos en que ha existido el cristianismo en este mundo. Gente fanática, gente que se deja llevar de sus ideas, sus impresiones y sus sueños y visiones más que de la Biblia, ha caído en excesos, desatinos y locuras.
No es necesario que nadie más muera por los pecados del mundo. Sólo Jesucristo, Dios hecho hombre, podía morir en rescate por todos los pecadores. Cristo murió una sola vez, y su sacrificio es irrepetible. Con una sola vez que muriera, ha bastado para expiar los pecados de toda la humanidad de todos los tiempos.
El apóstol Pedro lo dice con toda claridad en su primera carta universal: «Porque Cristo murió por los pecados una vez por todas, el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes a Dios» (1 Pedro 3:18). También en la epístola a los Hebreos está escrito: «Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos» (Hebreos 9:28).
Nadie debe morir por los pecados de nadie. Cristo ya lo ha hecho por todos, de una vez y para siempre. ¿Qué debemos hacer nosotros? Simplemente aceptar la validez eterna de ese sacrificio único y perfecto, y reconciliarnos con Dios, dándole gracias por Jesucristo. Él murió una sola vez, y una sola vez resucitó, por nosotros. Por eso ahora no tenemos que hacer más que aceptarlo.
El padre, creyendo cumplir la voluntad de Dios, pasó la hoja del cuchillo por la garganta del hijo, y le seccionó las carótidas. «Tienes que morir, hijo mío, por los pecados del mundo», había dicho con espantosa determinación.
La escena no era de los tiempos de Abraham sino en Randallstown, Maryland, Estados Unidos. Stephen Johnson, un hombre de veintiocho años, semitrastornado, sin duda, había sacrificado a su hijo Steve de sólo catorce meses de edad.
Gente fanática y trastornada hay mucha en este mundo. Stephen Johnson, que estaba bajo tratamiento psiquiátrico, era uno de ellos. Llevado por sus propias imaginaciones, y quizá por el uso de drogas, llegó a creer que él era Dios, y su pequeño hijo, Jesucristo. Y por eso cometió el crimen.
Así ha pasado durante todos los siglos en que ha existido el cristianismo en este mundo. Gente fanática, gente que se deja llevar de sus ideas, sus impresiones y sus sueños y visiones más que de la Biblia, ha caído en excesos, desatinos y locuras.
No es necesario que nadie más muera por los pecados del mundo. Sólo Jesucristo, Dios hecho hombre, podía morir en rescate por todos los pecadores. Cristo murió una sola vez, y su sacrificio es irrepetible. Con una sola vez que muriera, ha bastado para expiar los pecados de toda la humanidad de todos los tiempos.
El apóstol Pedro lo dice con toda claridad en su primera carta universal: «Porque Cristo murió por los pecados una vez por todas, el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes a Dios» (1 Pedro 3:18). También en la epístola a los Hebreos está escrito: «Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos» (Hebreos 9:28).
Nadie debe morir por los pecados de nadie. Cristo ya lo ha hecho por todos, de una vez y para siempre. ¿Qué debemos hacer nosotros? Simplemente aceptar la validez eterna de ese sacrificio único y perfecto, y reconciliarnos con Dios, dándole gracias por Jesucristo. Él murió una sola vez, y una sola vez resucitó, por nosotros. Por eso ahora no tenemos que hacer más que aceptarlo.
miércoles, 16 de junio de 2010
«BODAS DE PLATA Y DE LUTO»
Eran unas bodas de plata. Veinticinco años de dichosa vida matrimonial. Un cuarto de siglo de vivir juntos, de vivir unidos, de vivir ligados por estrechos vínculos de amor, de compañerismo, de fidelidad.
Neil y Brenda Janson, de Hayes, Inglaterra, quisieron celebrar sus bodas de plata en la misma capilla donde se habían casado veinticinco años antes, frente al mismo clérigo con los mismos testigos. Pero cuando Neil, el esposo, repitió las palabras del clérigo y renovó así sus votos de amor eterno, sucedió algo que desconcertó a todos. En ese momento sufrió un paro cardíaco que puso fin a sus días. Murió agarrando la mano de su esposa. Los amigos y parientes llamaron a la celebración: «bodas de plata y de luto».
Uno se pregunta: ¿Por qué tiene que morir un hombre todavía joven, precisamente en el día en que celebra sus veinticinco años de casado? Veinticinco años de matrimonio, vividos en amor, fidelidad y compañerismo son una tremenda bendición, y terminar ahí la vida, habiendo gozado de un matrimonio feliz, es un fracaso en el sentido de que es tanto un suceso funesto como un resultado adverso.
Sin embargo, mil veces más fracaso que un paro cardíaco es la destrucción de un hogar, tenga el tiempo que tenga. Consideramos que hubo injusticia divina porque un matrimonio que se llevaba bien, en el que no había peleas y reinaba la paz, se encontró con una súbita separación forzada.
No obstante, eso no es fracaso. Fracaso es no considerar lo sagrado de los votos. Fracaso es no tener paciencia en el matrimonio. Fracaso es ser irreverente y descortés con su pareja. Fracaso es cortar la comunicación y cerrar la puerta del corazón. Fracaso es ser infiel, es engañar al cónyuge, es cometer adulterio y así menospreciar los votos de honor y fidelidad mutuos. Eso es fracaso.
La calidad de nuestra vida no la determinan los años. La felicidad, la paz, el éxito en el matrimonio son el resultado de entrega mutua, de sometimiento recíproco, de sacrificio, de amor. Estas son virtudes que no responden a una emoción pasajera sino a una decisión: la de considerar sagrados nuestros votos y de amar de todo corazón a la persona que Dios nos ha dado hasta que la muerte nos separe.
Con Cristo en nuestra vida y en nuestro matrimonio podemos tener ese premio. Hagamos de Él nuestro dueño y Señor. Él le dará a nuestro matrimonio no sólo largos años de permanencia sino fuertes sentimientos de amor.
Neil y Brenda Janson, de Hayes, Inglaterra, quisieron celebrar sus bodas de plata en la misma capilla donde se habían casado veinticinco años antes, frente al mismo clérigo con los mismos testigos. Pero cuando Neil, el esposo, repitió las palabras del clérigo y renovó así sus votos de amor eterno, sucedió algo que desconcertó a todos. En ese momento sufrió un paro cardíaco que puso fin a sus días. Murió agarrando la mano de su esposa. Los amigos y parientes llamaron a la celebración: «bodas de plata y de luto».
Uno se pregunta: ¿Por qué tiene que morir un hombre todavía joven, precisamente en el día en que celebra sus veinticinco años de casado? Veinticinco años de matrimonio, vividos en amor, fidelidad y compañerismo son una tremenda bendición, y terminar ahí la vida, habiendo gozado de un matrimonio feliz, es un fracaso en el sentido de que es tanto un suceso funesto como un resultado adverso.
Sin embargo, mil veces más fracaso que un paro cardíaco es la destrucción de un hogar, tenga el tiempo que tenga. Consideramos que hubo injusticia divina porque un matrimonio que se llevaba bien, en el que no había peleas y reinaba la paz, se encontró con una súbita separación forzada.
No obstante, eso no es fracaso. Fracaso es no considerar lo sagrado de los votos. Fracaso es no tener paciencia en el matrimonio. Fracaso es ser irreverente y descortés con su pareja. Fracaso es cortar la comunicación y cerrar la puerta del corazón. Fracaso es ser infiel, es engañar al cónyuge, es cometer adulterio y así menospreciar los votos de honor y fidelidad mutuos. Eso es fracaso.
La calidad de nuestra vida no la determinan los años. La felicidad, la paz, el éxito en el matrimonio son el resultado de entrega mutua, de sometimiento recíproco, de sacrificio, de amor. Estas son virtudes que no responden a una emoción pasajera sino a una decisión: la de considerar sagrados nuestros votos y de amar de todo corazón a la persona que Dios nos ha dado hasta que la muerte nos separe.
Con Cristo en nuestra vida y en nuestro matrimonio podemos tener ese premio. Hagamos de Él nuestro dueño y Señor. Él le dará a nuestro matrimonio no sólo largos años de permanencia sino fuertes sentimientos de amor.
domingo, 13 de junio de 2010
«EJEMPLO DE FIDELIDAD»
Durante cinco años y medio estuvo haciendo lo mismo. Cada vez que llegaba el tren a la estación, iba a esperar a los pasajeros. No necesitaba leer los horarios. No le importaba ni el calor tórrido del verano ni el frío gélido del invierno. Cuatro veces al día, con cada tren que llegaba, ya fuera del norte o del sur, iba y esperaba pacientemente en el andén. Era un perro, un perro pastor alemán.
Tiempo atrás se habían llevado, en tren, el cadáver de su amo, y desde entonces Shep, que era el nombre del perro, había ido a esperarlo a la estación a ver si volvía. Viejo ya, un día calculó mal sus pasos y lo arrolló un tren. Esto ocurrió en un pequeño pueblo de Canadá en 1942. Muchos años después, el pueblo aún celebraba al perro pastor alemán, Shep. Lo llamaban «ejemplo de fidelidad.»
La fidelidad no sólo es una gran virtud, sino que es además indispensable para el desenvolvimiento correcto de la vida diaria.
Supongamos que el reloj despertador no nos es fiel, y en vez de llamarnos a las seis de la mañana nos deja dormir hasta las nueve, y perdemos un importante negocio. ¿Qué si la pastilla de aspirina, el gran remedio universal, no nos es fiel, y en vez de quitarnos el dolor de cabeza nos provoca fuerte hemorragia gástrica? ¿O qué si nuestro banquero no nos es fiel, y de repente desaparece con todo el dinero que tenemos en el banco?
Desgracias indecibles ocurren cuando hay falta de fidelidad. Un ejemplo clásico se da cuando el marido le es infiel a la esposa, o cuando la esposa le es infiel al marido. Todo el hogar se hunde en la desgracia. Los dolores más grandes del corazón los provoca la infidelidad conyugal. Lo cierto es que la sociedad entera depende de que haya fidelidad en todo.
¿Y qué de lo espiritual? ¿Qué sería de este mundo si el hombre no le fuera fiel a su Dios? La respuesta es muy evidente. La desgracia de familias destruidas, de esposos y esposas infieles, de hijos abandonados y de vidas deshechas es prueba suficiente de lo que es este mundo cuando el hombre no le es fiel a su Dios.
Sin embargo, la Biblia nos dice acerca de Dios que «si somos infieles, él sigue siendo fiel, ya que no puede negarse a sí mismo» (2 Timoteo 2:13). Cristo es fiel aun cuando nosotros no lo somos. En Él podemos encontrar un seguro y fiel Salvador, Uno que no falla, que no engaña, que no desilusiona y que no fracasa. Él es el Salvador que todos necesitamos en estos tiempos de cruda infidelidad.
Tiempo atrás se habían llevado, en tren, el cadáver de su amo, y desde entonces Shep, que era el nombre del perro, había ido a esperarlo a la estación a ver si volvía. Viejo ya, un día calculó mal sus pasos y lo arrolló un tren. Esto ocurrió en un pequeño pueblo de Canadá en 1942. Muchos años después, el pueblo aún celebraba al perro pastor alemán, Shep. Lo llamaban «ejemplo de fidelidad.»
La fidelidad no sólo es una gran virtud, sino que es además indispensable para el desenvolvimiento correcto de la vida diaria.
Supongamos que el reloj despertador no nos es fiel, y en vez de llamarnos a las seis de la mañana nos deja dormir hasta las nueve, y perdemos un importante negocio. ¿Qué si la pastilla de aspirina, el gran remedio universal, no nos es fiel, y en vez de quitarnos el dolor de cabeza nos provoca fuerte hemorragia gástrica? ¿O qué si nuestro banquero no nos es fiel, y de repente desaparece con todo el dinero que tenemos en el banco?
Desgracias indecibles ocurren cuando hay falta de fidelidad. Un ejemplo clásico se da cuando el marido le es infiel a la esposa, o cuando la esposa le es infiel al marido. Todo el hogar se hunde en la desgracia. Los dolores más grandes del corazón los provoca la infidelidad conyugal. Lo cierto es que la sociedad entera depende de que haya fidelidad en todo.
¿Y qué de lo espiritual? ¿Qué sería de este mundo si el hombre no le fuera fiel a su Dios? La respuesta es muy evidente. La desgracia de familias destruidas, de esposos y esposas infieles, de hijos abandonados y de vidas deshechas es prueba suficiente de lo que es este mundo cuando el hombre no le es fiel a su Dios.
Sin embargo, la Biblia nos dice acerca de Dios que «si somos infieles, él sigue siendo fiel, ya que no puede negarse a sí mismo» (2 Timoteo 2:13). Cristo es fiel aun cuando nosotros no lo somos. En Él podemos encontrar un seguro y fiel Salvador, Uno que no falla, que no engaña, que no desilusiona y que no fracasa. Él es el Salvador que todos necesitamos en estos tiempos de cruda infidelidad.
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