CINCO MUERTES YA SON DEMASIADAS
Súbitamente, en medio de la noche, el bebé dejó de respirar. No tenía ninguna enfermedad. No había ingerido ningún veneno. No había monóxido de carbono en la habitación. Simplemente, cesó de respirar. El diagnóstico fue: Síndrome de Súbita Muerte Infantil. Nadie sabe su causa.
Lo peor del caso es que el mal no cesó con la primera criatura. Uno tras otro murieron, con el mismo diagnóstico, cinco bebés de Waneta Hoyt, que tenía cuarenta y siete años de edad cuando murió el quinto. Bebé que le nacía, bebé que moría antes de cumplir los tres meses.
Que muera del síndrome un bebé en una familia, podrá pasar. Pero que mueran cinco en una sola familia, ya son demasiados. Así que la policía comenzó a investigar.
Resultó otro caso revelador de lo compleja que es el alma humana. Waneta era una buena mujer, según decían todos. Buena esposa, buena vecina, buena parienta y fiel asistente a su iglesia. Hasta adoptó a un niño que ya estaba en la secundaria.
Sin embargo, apremiada por los interrogatorios, confesó haber matado a sus hijitos. El primero sí había muerto del síndrome, pero ella misma había sofocado a los otros. A uno de ellos lo había apretado con el pecho. ¿Y por qué los mató? Porque recibió tantas condolencias por el primero que se aficionó a las conmiseraciones, y quiso seguir recibiéndolas. ¡Complejidades enigmáticas del alma, impulsos tenebrosos que yacen en lo más recóndito del ser humano!
Sin tener que hacer psicología barata, en la raza humana hay un solo síndrome. Es el de la culpa. Para Waneta, las condolencias mitigaban su culpa.
De ese complejo de culpa devienen todos los males físicos y psiquiátricos de la humanidad. Es un complejo que empezó con Adán y Eva. Después de haber infringido el mandamiento de Dios, trataron de ocultarse en la maraña y cubrir su desnudez con hojas de higuera.
No obstante, nada ni nadie puede quitarnos ese complejo de culpa. En el transcurso de los siglos el hombre ha inventado de todo para librarse de él. Ha inventado sistemas filosóficos, ha buscado religiones, y hasta ha querido hacerse ateo. Pero no hay caso. No ha podido quitarse de encima ese complejo.
Es que sólo Jesucristo puede quitar la culpa del alma humana. Sólo Él puede limpiarnos del complejo de culpa y todos sus derivados. Cristo cargó en la cruz la culpa de toda la raza humana. Él pagó el precio de nuestra liberación. Él nos redimió. Sólo Cristo limpia el alma dejándola pura.
sábado, 27 de marzo de 2010
jueves, 25 de marzo de 2010
«SU HIJA LA MANIPULA CON SUS AMENAZAS»
«Tengo una hija de doce años con un comportamiento difícil. Como yo trabajo y ella se debe quedar sola en la casa, me preocupa que esté entrando niños a la casa sin mi autorización. La han visto besándose con un niño que no conozco, y en la Internet está viendo cosas indebidas.
»Cuando me pongo a hablar con ella al respecto, se pone a gritar y dice que por qué nació y que se quiere matar. He tomado muchas [medidas correctivas] al respecto, y ninguna me ha funcionado. No se qué hacer...»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
»... Algunas jovencitas de doce años tienen suficiente madurez como para tomar decisiones responsables, por lo que se les puede dejar solas en casa durante breves lapsos de dos horas o menos. Es evidente que su hija no es una de ellas. Las señales de advertencia le están anunciando ¡Peligro! en grandes letras rojas.... Le instamos a que busque supervisión en seguida para su hija después del día escolar, cueste lo que cueste....
»Usted ha descrito cómo su hija la manipula con sus amenazas. Usted necesita entablar una conversación apacible con ella (posiblemente en un restaurante donde ella no comience a gritarle), y decirle a ella que sus amenazas de suicidio son un asunto muy serio que usted no seguirá pasando por alto. La próxima vez (sin excepción alguna) en que ella diga que se quiere matar, usted va a hacer una cita con un consejero profesional o terapeuta, ya sea en la escuela o en una clínica psiquiátrica, a fin de que se determine si ella está en peligro de hacerse daño....
»Haga una lista del comportamiento que usted espera y de las consecuencias de no obedecer las reglas, y entréguesela a su hija. Para el mal uso de la computadora, quítele el teclado. Para las veces en que se niegue a hacer lo que se le exige, establezca consecuencias drásticas tales como el quitar la puerta de su cuarto de modo que no tenga nada de privacidad. Quítele ropa o pertenencias favoritas y el privilegio de usar el teléfono, y limite sus actividades sociales. El factor más importante de este plan es que no debe establecer ninguna consecuencia que usted no esté dispuesta a hacer cumplir de inmediato. No permita que ella tenga una segunda oportunidad de infringir las reglas. Ella debe ver que cada vez que desobedece una regla, la consecuencia será inmediata.
»No se sorprenda de que ella reaccione con violencia. Dirá cosas hirientes y la mortificará durante meses y tal vez años. Pero si usted es constante con las consecuencias, siempre llevándolas a cabo de inmediato, a la larga ella aprenderá que podrá recibir más de lo que desea si obedece las reglas. El sabio Salomón enseñó: “Quien se burla de la instrucción tendrá su merecido; quien respeta el mandamiento tendrá su recompensa.”1 A la postre su hija descubrirá que el obedecer las reglas tiene su recompensa. Mientras tanto, usted debe aprender a hacer caso omiso de sus amenazas (salvo la del suicidio) y a no permitir que lo que ella le diga la afecte emocionalmente....
»¡Para criar bien a los hijos hay que ser fuerte!
1 pedro 13:13
»Cuando me pongo a hablar con ella al respecto, se pone a gritar y dice que por qué nació y que se quiere matar. He tomado muchas [medidas correctivas] al respecto, y ninguna me ha funcionado. No se qué hacer...»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
»... Algunas jovencitas de doce años tienen suficiente madurez como para tomar decisiones responsables, por lo que se les puede dejar solas en casa durante breves lapsos de dos horas o menos. Es evidente que su hija no es una de ellas. Las señales de advertencia le están anunciando ¡Peligro! en grandes letras rojas.... Le instamos a que busque supervisión en seguida para su hija después del día escolar, cueste lo que cueste....
»Usted ha descrito cómo su hija la manipula con sus amenazas. Usted necesita entablar una conversación apacible con ella (posiblemente en un restaurante donde ella no comience a gritarle), y decirle a ella que sus amenazas de suicidio son un asunto muy serio que usted no seguirá pasando por alto. La próxima vez (sin excepción alguna) en que ella diga que se quiere matar, usted va a hacer una cita con un consejero profesional o terapeuta, ya sea en la escuela o en una clínica psiquiátrica, a fin de que se determine si ella está en peligro de hacerse daño....
»Haga una lista del comportamiento que usted espera y de las consecuencias de no obedecer las reglas, y entréguesela a su hija. Para el mal uso de la computadora, quítele el teclado. Para las veces en que se niegue a hacer lo que se le exige, establezca consecuencias drásticas tales como el quitar la puerta de su cuarto de modo que no tenga nada de privacidad. Quítele ropa o pertenencias favoritas y el privilegio de usar el teléfono, y limite sus actividades sociales. El factor más importante de este plan es que no debe establecer ninguna consecuencia que usted no esté dispuesta a hacer cumplir de inmediato. No permita que ella tenga una segunda oportunidad de infringir las reglas. Ella debe ver que cada vez que desobedece una regla, la consecuencia será inmediata.
»No se sorprenda de que ella reaccione con violencia. Dirá cosas hirientes y la mortificará durante meses y tal vez años. Pero si usted es constante con las consecuencias, siempre llevándolas a cabo de inmediato, a la larga ella aprenderá que podrá recibir más de lo que desea si obedece las reglas. El sabio Salomón enseñó: “Quien se burla de la instrucción tendrá su merecido; quien respeta el mandamiento tendrá su recompensa.”1 A la postre su hija descubrirá que el obedecer las reglas tiene su recompensa. Mientras tanto, usted debe aprender a hacer caso omiso de sus amenazas (salvo la del suicidio) y a no permitir que lo que ella le diga la afecte emocionalmente....
»¡Para criar bien a los hijos hay que ser fuerte!
1 pedro 13:13
viernes, 19 de marzo de 2010
INFIDELIDAD POR ALCOHOLISMO
«Tengo ocho años de estar casada, y mi esposo es alcohólico.... Hace un tiempo me refugié en la Internet y conocí a un hombre de mi misma edad. Me enamoré de él como nunca (al menos eso creía). Él se aprovechó del amor que yo sentía por él, llegando al punto de pedirme dinero, a lo cual yo accedí en muchas ocasiones. Pero hace un par de meses él se enamoró de una chica, y nuestro romance terminó.
»En el lapso de mi romance con él, mi esposo se puso en rehabilitación, y ya no bebe. Me duele mucho ver hacia atrás y saber lo que hice.... No hay un solo día que no me arrepienta de lo que hice.... No sé si dejar a mi esposo, porque la conciencia me lo pide a gritos.»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
»... No hay duda de que la vida conyugal con un alcohólico es sumamente difícil. Comprendemos que usted estaba desesperada por la grave situación en que se encontraba, y que sólo buscaba un poco de alivio. Sin embargo, como ahora sabe, entrar en una relación con otro hombre no era la solución. Con eso no hizo más que agravar la situación.
»El primer paso que debe dar para tener una conciencia tranquila es reconocer su pecado ante Dios. El apóstol Juan escribió: “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.”1 Cuando usted le confiese sus pecados a Dios, Él no solamente la perdonará, sino que también le dará una conciencia limpia. Esto se debe a que su Hijo Jesucristo murió en la cruz a fin de llevar el castigo suyo para que usted no tuviera que llevarlo. Así que el castigo que usted merece ya lo sufrió Cristo. Y como su pecado ya ha sido perdonado y pagado, puede estar tranquila.
»Sin embargo, usted también se siente culpable por lo que le hizo a su esposo. Así que para ser libre de esa culpa, debe confesárselo. Es posible que él reconozca que su propia conducta como alcohólico constituya una razón para pedirle a usted perdón a su vez. Tal vez los dos puedan perdonarse mutuamente y seguir viviendo juntos como esposos. Por otra parte, es posible que él no la perdone y que opte más bien por disolver su matrimonio.
»Lamentablemente la infidelidad hace que se pierda la confianza entre dos personas. De modo que, aunque él desee perdonarla, usted tendrá que volver a ganarse su confianza.... Cuanto más franca y sincera sea con él, más rápido aprenderá él que puede volver a confiar en usted.
»Ya sea que siga o no siga en pie su matrimonio, la animamos a que se esfuerce por cultivar una relación personal con Dios a diario. Mediante la oración y la lectura de la Biblia, usted puede adquirir la fortaleza emocional que actualmente le falta. Puede hallar propósito para su vida, y hallar a un Amigo que siempre la acompañará.
»¡Dé los pasos necesarios para tener una conciencia tranquila hoy mismo!
1.1Jn 1:9
»En el lapso de mi romance con él, mi esposo se puso en rehabilitación, y ya no bebe. Me duele mucho ver hacia atrás y saber lo que hice.... No hay un solo día que no me arrepienta de lo que hice.... No sé si dejar a mi esposo, porque la conciencia me lo pide a gritos.»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
»... No hay duda de que la vida conyugal con un alcohólico es sumamente difícil. Comprendemos que usted estaba desesperada por la grave situación en que se encontraba, y que sólo buscaba un poco de alivio. Sin embargo, como ahora sabe, entrar en una relación con otro hombre no era la solución. Con eso no hizo más que agravar la situación.
»El primer paso que debe dar para tener una conciencia tranquila es reconocer su pecado ante Dios. El apóstol Juan escribió: “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.”1 Cuando usted le confiese sus pecados a Dios, Él no solamente la perdonará, sino que también le dará una conciencia limpia. Esto se debe a que su Hijo Jesucristo murió en la cruz a fin de llevar el castigo suyo para que usted no tuviera que llevarlo. Así que el castigo que usted merece ya lo sufrió Cristo. Y como su pecado ya ha sido perdonado y pagado, puede estar tranquila.
»Sin embargo, usted también se siente culpable por lo que le hizo a su esposo. Así que para ser libre de esa culpa, debe confesárselo. Es posible que él reconozca que su propia conducta como alcohólico constituya una razón para pedirle a usted perdón a su vez. Tal vez los dos puedan perdonarse mutuamente y seguir viviendo juntos como esposos. Por otra parte, es posible que él no la perdone y que opte más bien por disolver su matrimonio.
»Lamentablemente la infidelidad hace que se pierda la confianza entre dos personas. De modo que, aunque él desee perdonarla, usted tendrá que volver a ganarse su confianza.... Cuanto más franca y sincera sea con él, más rápido aprenderá él que puede volver a confiar en usted.
»Ya sea que siga o no siga en pie su matrimonio, la animamos a que se esfuerce por cultivar una relación personal con Dios a diario. Mediante la oración y la lectura de la Biblia, usted puede adquirir la fortaleza emocional que actualmente le falta. Puede hallar propósito para su vida, y hallar a un Amigo que siempre la acompañará.
»¡Dé los pasos necesarios para tener una conciencia tranquila hoy mismo!
1.1Jn 1:9
miércoles, 17 de marzo de 2010
BRILLAR POR SU AUSENCIA
Era la noche del 19 de noviembre de 1850. En la distinguida capital de España se inauguraba el impresionante Teatro Real. Todos los ciudadanos de Madrid hubieran deseado estar presente, pero ese privilegio estaba reservado únicamente para las personas más afortunadas de la sociedad española. Era de esperarse que no faltara ninguno de los invitados. Por lo tanto, hubiera sido mucho esperar que no se notara la ausencia de una duquesa, cuyo palco fue el único que apareció vacío. ¡Con decir que se juzgó que su ausencia en tan brillante velada fue más notoria y objeto de más comentarios que lo hubiera sido su presencia! De ahí que haya sido incorporada al idioma español la frase paradójica «brillar por su ausencia».
Lo cierto es que no fue aquella inauguración la que dio origen a la frase, sino que se remonta a los siglos primero y segundo, durante los cuales vivió el historiador latino Tácito. Éste, en el libro III de sus Anales, relata el funeral de Junia, que era la viuda de Casio y la hermana de Bruto. Conste que éstos eran dos de los asesinos de Julio César. En aquellos tiempos los romanos acostumbraban en los funerales colocar ante la urna los retratos de los parientes del difunto. ¡Con razón comenta Tácito que las efigies de los conspiradores Casio y Bruto eran las que más «brillaban por su ausencia»!1
En esas dos ocasiones, así como en la mayoría de los casos en que sucede en la actualidad, el «brillar por la ausencia» no es nada del otro mundo, es decir, no tiene repercusiones trascendentales. Pero nos conviene notar que nos espera una ocasión futura en la que sería no sólo trascendental sino trágico que no hiciéramos acto de presencia. Esa ocasión es el día en que Jesucristo recompense a cada uno según lo bueno que haya hecho.2 De no estar presentes ese día, «brillaríamos por nuestra ausencia» debido a que quedaría vacía la hermosa vivienda que el Hijo de Dios ha ido a prepararnos en el hogar de nuestro Padre celestial.3
Si bien es cierto que nosotros no hemos hecho ni podemos hacer nada para merecerlo,4 es innegable que Cristo hizo una vez y para siempre todo lo necesario para asegurar que tengamos una dirección permamente en el más allá.5 De modo que sería de veras trágico que no lo reconociéramos a Él como el único camino de entrada6 a la Nueva Jerusalén, que es la ciudad donde ha diseñado nuestro futuro hogar.7 ¿Por qué no reconocemos a Cristo como el Arquitecto de nuestro porvenir? Hoy mismo podemos comenzar a vivir de tal manera que, a diferencia de aquella duquesa española, no vaya a considerarse que nuestra ausencia de tan brillante lugar reservado específicamente para nosotros fue más notoria que si nos hubiéramos presentado para el acto de posesión.
1Gregorio Doval, Del hecho al dicho (Madrid: Ediciones del Prado, 1995), p. 79.
22Co 5:6‑10
3Jn 14:1‑3; Heb 10:35‑36
4Ef 6:8‑9
5Heb 9:11—10:18
6Jn 14:6
7Ap 21:1‑27
Lo cierto es que no fue aquella inauguración la que dio origen a la frase, sino que se remonta a los siglos primero y segundo, durante los cuales vivió el historiador latino Tácito. Éste, en el libro III de sus Anales, relata el funeral de Junia, que era la viuda de Casio y la hermana de Bruto. Conste que éstos eran dos de los asesinos de Julio César. En aquellos tiempos los romanos acostumbraban en los funerales colocar ante la urna los retratos de los parientes del difunto. ¡Con razón comenta Tácito que las efigies de los conspiradores Casio y Bruto eran las que más «brillaban por su ausencia»!1
En esas dos ocasiones, así como en la mayoría de los casos en que sucede en la actualidad, el «brillar por la ausencia» no es nada del otro mundo, es decir, no tiene repercusiones trascendentales. Pero nos conviene notar que nos espera una ocasión futura en la que sería no sólo trascendental sino trágico que no hiciéramos acto de presencia. Esa ocasión es el día en que Jesucristo recompense a cada uno según lo bueno que haya hecho.2 De no estar presentes ese día, «brillaríamos por nuestra ausencia» debido a que quedaría vacía la hermosa vivienda que el Hijo de Dios ha ido a prepararnos en el hogar de nuestro Padre celestial.3
Si bien es cierto que nosotros no hemos hecho ni podemos hacer nada para merecerlo,4 es innegable que Cristo hizo una vez y para siempre todo lo necesario para asegurar que tengamos una dirección permamente en el más allá.5 De modo que sería de veras trágico que no lo reconociéramos a Él como el único camino de entrada6 a la Nueva Jerusalén, que es la ciudad donde ha diseñado nuestro futuro hogar.7 ¿Por qué no reconocemos a Cristo como el Arquitecto de nuestro porvenir? Hoy mismo podemos comenzar a vivir de tal manera que, a diferencia de aquella duquesa española, no vaya a considerarse que nuestra ausencia de tan brillante lugar reservado específicamente para nosotros fue más notoria que si nos hubiéramos presentado para el acto de posesión.
1Gregorio Doval, Del hecho al dicho (Madrid: Ediciones del Prado, 1995), p. 79.
22Co 5:6‑10
3Jn 14:1‑3; Heb 10:35‑36
4Ef 6:8‑9
5Heb 9:11—10:18
6Jn 14:6
7Ap 21:1‑27
martes, 16 de marzo de 2010
«VIVIENDO EN UN CHIQUERO»
Todo el día era un concierto de gruñidos, chillidos y chapoteos en el barro. El ambiente era malsano, el aire estaba emponzoñado, y los alrededores, grises y malolientes. No se podía esperar nada mejor de lo que era un enorme chiquero, con docenas de puercos semisumergidos en el fango.
Una niña hermosa de siete años de edad estaba allí. La habían atado a un poste con una cuerda. Apenas le daban mala comida, y la tenían medio desnuda a la intemperie. Todo esto ocurría en el caserío El Canito de Maracaibo, Venezuela. Sólo la oportuna intervención de una religiosa que vio a la niña en ese lugar la salvó de una horrible muerte segura.
«Viviendo en un chiquero» eran los titulares de los diarios de Maracaibo que daban la noticia. A la niña la había dejado su madre en manos de unos campesinos mientras iba a la ciudad a internarse en el hospital. La madre no volvió a reclamarla, y los campesinos obligaron a la niña a vivir entre los cerdos.
Puede decirse que fue un caso de ignorancia, de insensibilidad, favorecida por la escasa cultura; un caso de violenta necesidad, engendrada por la pobreza. O quizá fuera un sórdido acto de desquite. Pero la trágica realidad era que a una niña de siete años la obligaron a vivir en un chiquero.
Los chiqueros del campo y los de las grandes ciudades abundan en nuestros tiempos. Los chiqueros campesinos, cuando están a campo abierto y en medio de un paisaje agreste y rural, son hasta bonitos, si sabemos mirarlos con ojos de artista, de poeta o de filósofo. Pero los chiqueros de las ciudades no tienen nada de bonitos.
Pensemos, por ejemplo, en las cantinas, donde hombres y mujeres pasan las horas bebiendo. ¿Tienen éstos algo de bonito? Pensemos, así mismo, en los garitos y en las casas de juego, donde otros tantos pasan horas enteras quemando su dinero y empobreciéndose material y moralmente. ¿Acaso tienen algo de bonito?
Aunque pudiera parecer demasiado sarcástico o mordaz, o que tuviéramos la intención de denigrar o de insultar a alguien, debemos decir las cosas con franqueza: las casas de juego, las cantinas, los lenocinios y lugares por el estilo son poco menos que chiqueros de las ciudades, aunque en ellos haya música, luces, perfumes y personas elegantemente vestidas.
¿Quién puede sacarnos de tales sitios? Uno solo: Jesucristo. Él puede, y quiere, hacerlo hoy mismo.
Una niña hermosa de siete años de edad estaba allí. La habían atado a un poste con una cuerda. Apenas le daban mala comida, y la tenían medio desnuda a la intemperie. Todo esto ocurría en el caserío El Canito de Maracaibo, Venezuela. Sólo la oportuna intervención de una religiosa que vio a la niña en ese lugar la salvó de una horrible muerte segura.
«Viviendo en un chiquero» eran los titulares de los diarios de Maracaibo que daban la noticia. A la niña la había dejado su madre en manos de unos campesinos mientras iba a la ciudad a internarse en el hospital. La madre no volvió a reclamarla, y los campesinos obligaron a la niña a vivir entre los cerdos.
Puede decirse que fue un caso de ignorancia, de insensibilidad, favorecida por la escasa cultura; un caso de violenta necesidad, engendrada por la pobreza. O quizá fuera un sórdido acto de desquite. Pero la trágica realidad era que a una niña de siete años la obligaron a vivir en un chiquero.
Los chiqueros del campo y los de las grandes ciudades abundan en nuestros tiempos. Los chiqueros campesinos, cuando están a campo abierto y en medio de un paisaje agreste y rural, son hasta bonitos, si sabemos mirarlos con ojos de artista, de poeta o de filósofo. Pero los chiqueros de las ciudades no tienen nada de bonitos.
Pensemos, por ejemplo, en las cantinas, donde hombres y mujeres pasan las horas bebiendo. ¿Tienen éstos algo de bonito? Pensemos, así mismo, en los garitos y en las casas de juego, donde otros tantos pasan horas enteras quemando su dinero y empobreciéndose material y moralmente. ¿Acaso tienen algo de bonito?
Aunque pudiera parecer demasiado sarcástico o mordaz, o que tuviéramos la intención de denigrar o de insultar a alguien, debemos decir las cosas con franqueza: las casas de juego, las cantinas, los lenocinios y lugares por el estilo son poco menos que chiqueros de las ciudades, aunque en ellos haya música, luces, perfumes y personas elegantemente vestidas.
¿Quién puede sacarnos de tales sitios? Uno solo: Jesucristo. Él puede, y quiere, hacerlo hoy mismo.
viernes, 12 de marzo de 2010
Centroamérica, la región más violenta del mundo
El reporte señala que los delitos más recurrentes son los cometidos contra la propiedad, además que es el narcotráfico la criminalidad organizada y las Maras o pandillas los principales actores de los delitos contra la vida, la integridad y el patrimonio. “Abrir espacios a la seguridad ciudadana y el desarrollo humano"
Sólo en El Salvador, según cifras oficiales, 12 personas son asesinadas a diario en diferentes circunstancias. En ese contexto la Iglesia Católica ha pedido, en reiteradas ocasiones, el desarme de la sociedad, además de planes de seguridad que eviten la fuerza y la violación a los derechos humanos de la ciudadanía.
Recientemente el Ministerio de la Defensa salvadoreño propuso, públicamente, restricciones a la libertad de circulación, registro de viviendas sin orden judicial y otras medidas para frenar la violencia en los municipios más peligrosos de este país centroamericano.
El Informe de Naciones Unidas, el cual ha sido presentado en dos ocasiones en El Salvador; también destaca que hay otro tipo de delitos silenciosos que son los cometidos contra las mujeres y la corrupción que se apodera a pequeña y gran escala del patrimonio colectivo.
El extenso documento apunta que la violencia tiene su respuesta en los desajustes sociales, agravados por la globalización.
Recientemente Peter Brune, un experto en seguridad, sugirió a las iglesias impulsar una teología de la seguridad humana, con énfasis en la incidencia en la industria de las armas.
Según la prensa local, en El Salvador el costo de la violencia sobrepasa el millón de dólares mensuales: las empresas optan por un ejército de seguridad privada, mucho mayor en números al de la propia Policía Nacional Civil; la población refuerza la infraestructura hogareña e invierte en sistemas de seguridad; además, la violencia transgrede a la población económicamente activa que, en ocasiones, representa la principal fuente de economía familiar.
Sólo en El Salvador, según cifras oficiales, 12 personas son asesinadas a diario en diferentes circunstancias. En ese contexto la Iglesia Católica ha pedido, en reiteradas ocasiones, el desarme de la sociedad, además de planes de seguridad que eviten la fuerza y la violación a los derechos humanos de la ciudadanía.
Recientemente el Ministerio de la Defensa salvadoreño propuso, públicamente, restricciones a la libertad de circulación, registro de viviendas sin orden judicial y otras medidas para frenar la violencia en los municipios más peligrosos de este país centroamericano.
El Informe de Naciones Unidas, el cual ha sido presentado en dos ocasiones en El Salvador; también destaca que hay otro tipo de delitos silenciosos que son los cometidos contra las mujeres y la corrupción que se apodera a pequeña y gran escala del patrimonio colectivo.
El extenso documento apunta que la violencia tiene su respuesta en los desajustes sociales, agravados por la globalización.
Recientemente Peter Brune, un experto en seguridad, sugirió a las iglesias impulsar una teología de la seguridad humana, con énfasis en la incidencia en la industria de las armas.
Según la prensa local, en El Salvador el costo de la violencia sobrepasa el millón de dólares mensuales: las empresas optan por un ejército de seguridad privada, mucho mayor en números al de la propia Policía Nacional Civil; la población refuerza la infraestructura hogareña e invierte en sistemas de seguridad; además, la violencia transgrede a la población económicamente activa que, en ocasiones, representa la principal fuente de economía familiar.
martes, 2 de marzo de 2010
CINCO MIL MUCHACHAS PARA UN SOLO HOMBRE
No fue una sola muchacha. Fueron cinco mil. Cinco mil muchachas que lo obsesionaron, que le robaron el sueño, que lo lanzaron en una carrera loca. Algunas eran rubias; otras eran morenas; otras, trigueñas; otras, pelirrojas. Unas vestían a la moderna; otras a la antigua.
¿Quiénes eran estas cinco mil muchachas? Eran muñecas, de las llamadas «Barbie», tesoro preciado de Glen Offield. Su afición era coleccionarlas. Pero Scott Sloggett las codició y las robó, después de lo cual incendió la casa de Glen Offield. Luego, horrorizado de su propio hecho, se suicidó tomando una sobredosis de drogas.
Hay hombres que pierden la cabeza por una sola mujer, así como los hay que la pierden por muchas mujeres. Este hombre perdió la suya por una colección de cinco mil muñecas, una colección valorada en más de medio millón de dólares.
La historia bíblica y secular está llena de amantes célebres: Sansón y Dalila, David y Betsabé, Antonio y Cleopatra, Romeo y Julieta, Don Quijote y Dulcinea. Todas estas parejas son ejemplo del amor humano, de ese amor del hombre y de la mujer que se entregan intensamente al ser amado. Por ese amor dan hasta la vida. Porque al fin de cuentas, el amor es la fuerza más potente del mundo.
Ahora bien, el «amor» que Scott Sloggett tenía por las muñecas de Glen Offield no era más que codicia, pues buscaba beneficio monetario. Él quería hacerse rico con una colección que era única. Pero si bien Scott sólo buscaba aumentar sus bienes materiales, muchas son las personas que se abandonan a la lujuria buscando el efímero y voluble placer sensual.
Por entregarse al deseo de la carne abandonan esposa, hijos, respeto, conciencia y hasta el alma, no queriendo reconocer que la lascivia es una apetencia que mata. A Scott Sloggett lo abatió la avaricia. Al adúltero lo consume su lujuria.
Grande ha sido el amor de los famosos amantes de la historia. Todos ellos le dejaron una valiosa lección a la humanidad: que el amor pasional que se manifiesta en la intimidad fuera del matrimonio —amor que se sale de los linderos establecidos por Dios— produce caos en el individuo, en la familia y en toda la sociedad.
Pidámosle a Dios sobriedad. Los que tenemos a Cristo en el corazón y obedecemos sus mandamientos, vivimos en paz. Tenemos, además, la absoluta seguridad de vida eterna. Obedecer a Dios es hallar serenidad. Sus leyes no son penosas, y quienes las obedecemos experimentamos perfecta armonía. Cristo desea ser nuestro Salvador.
¿Quiénes eran estas cinco mil muchachas? Eran muñecas, de las llamadas «Barbie», tesoro preciado de Glen Offield. Su afición era coleccionarlas. Pero Scott Sloggett las codició y las robó, después de lo cual incendió la casa de Glen Offield. Luego, horrorizado de su propio hecho, se suicidó tomando una sobredosis de drogas.
Hay hombres que pierden la cabeza por una sola mujer, así como los hay que la pierden por muchas mujeres. Este hombre perdió la suya por una colección de cinco mil muñecas, una colección valorada en más de medio millón de dólares.
La historia bíblica y secular está llena de amantes célebres: Sansón y Dalila, David y Betsabé, Antonio y Cleopatra, Romeo y Julieta, Don Quijote y Dulcinea. Todas estas parejas son ejemplo del amor humano, de ese amor del hombre y de la mujer que se entregan intensamente al ser amado. Por ese amor dan hasta la vida. Porque al fin de cuentas, el amor es la fuerza más potente del mundo.
Ahora bien, el «amor» que Scott Sloggett tenía por las muñecas de Glen Offield no era más que codicia, pues buscaba beneficio monetario. Él quería hacerse rico con una colección que era única. Pero si bien Scott sólo buscaba aumentar sus bienes materiales, muchas son las personas que se abandonan a la lujuria buscando el efímero y voluble placer sensual.
Por entregarse al deseo de la carne abandonan esposa, hijos, respeto, conciencia y hasta el alma, no queriendo reconocer que la lascivia es una apetencia que mata. A Scott Sloggett lo abatió la avaricia. Al adúltero lo consume su lujuria.
Grande ha sido el amor de los famosos amantes de la historia. Todos ellos le dejaron una valiosa lección a la humanidad: que el amor pasional que se manifiesta en la intimidad fuera del matrimonio —amor que se sale de los linderos establecidos por Dios— produce caos en el individuo, en la familia y en toda la sociedad.
Pidámosle a Dios sobriedad. Los que tenemos a Cristo en el corazón y obedecemos sus mandamientos, vivimos en paz. Tenemos, además, la absoluta seguridad de vida eterna. Obedecer a Dios es hallar serenidad. Sus leyes no son penosas, y quienes las obedecemos experimentamos perfecta armonía. Cristo desea ser nuestro Salvador.
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