lunes, 31 de enero de 2011

UNA MORBOSIDAD INTOLERABLE

Eran dieciséis páginas de fotos. Dieciséis páginas de fotografías en blanco y negro y en color, que horrorizaban a algunos, deleitaban a otros y repugnaban a los más. Fotografías de un crimen que sacudió a Francia y el mundo en 1981.
Un joven estudiante japonés, residente en París, había matado y descuartizado a su novia Renee Hartevelt, también estudiante. ¡Y hasta había comido partes del cuerpo de aquella joven holandesa! La revista Photo, que se editaba en París, había reproducido esas fotos secretas en una tirada de 243.000 ejemplares.
Un juez de la ciudad ordenó la confiscación de todos los ejemplares de la revista, y condenó «la atroz morbosidad de la gente que se deleita en tales fotografías».
Fue buena y moralizante la medida del juez. En nombre de la libertad de prensa se está poniendo ante los ojos del público, especialmente ante niños y adolescentes, escenas y relatos que nada tienen de científico, ni edificante ni moralizante.
Y ciertos comerciantes aprovechados y desaprensivos, conscientes de que siempre hay público para tal clase de publicaciones, las imprimen por millares. Así lo sucio y lo denigrante entra en los hogares y contamina la mente de niños y niñas.
No estamos abogando por la supresión de la libertad de prensa, ni estamos pidiendo que se publique una lista de libros y revistas reprobables. Es mejor la libertad de prensa, con todos sus riesgos, que la eliminación total de ella.
A quienes apelamos es a los padres y a las madres. Porque somos nosotros quienes debemos velar por la salud moral y espiritual de nuestros hijos. Así como somos celosos en la calidad de los alimentos que les damos a nuestros hijos, y por nada del mundo les daríamos comida rancia, o tóxica o contaminada, también deberíamos velar por el alimento espiritual que ellos toman.
Que la morbosidad, la obscenidad, la pornografía y la indecencia se la traguen los editores y publicadores de semejante basura, ¡pero no nuestros hijos! Lo que más necesitamos es un movimiento hogareño y familiar que le ponga un dique y un filtro a toda esa literatura.
Si necesitamos inspiración, exhortación, y base moral para tal movimiento, busquémoslas en Cristo. Sólo Él da la fuerza moral suficiente para luchar contra toda forma de corrupción y degradación. Sólo Cristo salva, purifica y mantiene puros al hombre, a la familia y al hogar.

sábado, 29 de enero de 2011

¡DIOS QUIERE QUE SU FAMILIA TENGA EXITO!

Dios quiere que su familia tenga éxito y prospere, y Él le ha dado el plano para que la felicidad de su familia sea posible. La Biblia contiene principios sólidos como la roca sobre los cuales usted puede construir una familia fuerte.

LOS CIMIENTOS DE UNA FAMILIA

Note el cimiento que Dios puso para la familia. En la creación, Dios formó a Eva de una de las costillas de Adán, para que sea su ayuda y su complemento. Luego Dios ofició la primera ceremonia matrimonial y bendijo la unión de por vida de un hombre y una mujer.

Génesis 2:18 dice: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.” Y así lo hizo, pronunció los primeros votos matrimoniales: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24).

Sépalo en forma precisa y clara: ¡Dios es el arquitecto del hogar! Si su familia va a enfrentar las tormentas que vendrán, debe anclarse firmemente a la Palabra de Dios y sus promesas y mandatos para su hogar.

Me gusta el Salmo 127:1 que dice: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican.” Construir un hogar es un asunto muy complicado que requiere mucho más que ingenio y sabiduría humanos para lograrlo. Usted necesita un plan divino y un Constructor divino para construir un hogar cristiano feliz, fructífero y próspero. El Constructor y ese plan son Jesucristo y su Palabra.

LA FLEXIBILIDAD DE UNA FAMILIA



¿Sabía que el largo del gran Puente “Golden Gate”, en San Francisco, California, oscila como veinte pies o seis metros? Las dos torres de ese puente están sólidamente ancladas; sin embargo ese puente suspendido se puede mover un poco y mantener su fortaleza.

¡Qué hermoso cuadro de un hogar cristiano feliz y saludable! Su familia necesita alguna flexibilidad, espacio para moverse. No estoy hablando de no tener reglas. Estoy hablando de la familia que ríe y se divierte junta: un hogar en donde sus integrantes no “hacen montañas de un grano de arena”, y en donde una palabra de perdón está siempre a flor de labios.

Primera Corintios 13:4-8 tiene mucho que decir que se aplica al amor que necesitamos mostrar en nuestras familias:

“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.”

¿Desea un matrimonio feliz? ¿Quiere tener una familia exitosa? Entonces aprendan a amarse los unos a los otros, a ser generosos dadores de gracia. Elimine algo del estrés de usted mismo, de su cónyuge y de sus hijos. Haga de su hogar un lugar de amor y de alegría.

EL FRUTO DE LA FAMILIA

Hay tres verdades muy importantes en el Salmo127 acerca de la felicidad que traen los hijos al hogar. Primero, los hijos son deseados. Salmo 127:3 dice: “He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre.”

Segundo, los hijos son manejables. Salmo 127:4: “Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud.” Y cuando son criados, nutridos y amonestados por el Señor, esos hijos son confiables. Salmo 127:5: “Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta.”

Los hijos no son una carga, sino una bendición. Feliz es el hogar donde los niños son bienvenidos y amados, como si diéramos la bienvenida y amáramos al Señor Jesucristo mismo. Mateo 18:5 dice: “Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a Mí me recibe.”

Debemos empezar hoy mismo a recuperar nuestras familias. De otra manera el mundo llegará a ser el padre de nuestros hijos. Usted puede empezar hoy con estos principios. Y oro para que su familia tenga éxito y para que la Palabra de Dios traiga avivamiento y una renovada entrega de usted y los suyos.

SU ÚLTIMO MENSAJE ANTES DEL SUICIDIO

—Estoy sumamente deprimido —dijo Ricardo Leiva a sus compañeros de trabajo—. Estoy tan deprimido que ni siquiera siento dolor.

Y puso el brazo sobre la llama abierta de una cocina de gas.

Al mediodía pidió permiso en el trabajo para ir a su casa. Como no regresó en la tarde, el jefe lo llamó por teléfono.

Este es Ricardo Leiva —contestó una voz doliente y apagada.

Pero era una grabadora.

—He decidido acabar con mi vida —siguió diciendo el mensaje grabado—. La vida me ha consumido. He tomado catorce pastillas en los últimos cuarenta minutos. Si eso falla, usaré mi pistola 45.

Cuando la policía abrió la puerta de su casa, Ricardo estaba muerto. Pero su teléfono seguía contestando:

—Este es Ricardo Leiva...

He aquí otro que se suma a lo que ha llegado a ser una interminable lista de suicidas.

Ricardo Leiva era un ingeniero electrónico que llevaba cinco años trabajando en la misma empresa. Vivía bien. Tenía pocos amigos, es cierto, pero en su trabajo se llevaba bien con todos. De pronto entró en una profunda depresión, y no encontró más recurso que catorce pastillas somníferas y el tiro de una pistola.

¿Qué lo llevó a esa extrema resolución? Conjeturas hay muchas, pero hay una sola causa básica, que siempre es la misma. Esa causa básica es la falta de fe. No es la falta de religión. Lo cierto es que los suicidas suelen tener religión. Suelen ir mucho a la iglesia. Muchos, incluso, le piden perdón a Dios por lo que van a hacer. En sus notas de suicidio dicen con frecuencia: «¡Que Dios me perdone!»

Religión tienen. Lo que no tienen es fe, fe verdadera y comunión constante y viva con Cristo, fuente de vida espiritual. Por eso viven propensos a las depresiones y a las desilusiones de la vida.

Todo el que está siendo invadido por alguna depresión y por la tentación de quitarse la vida, sepa que hay un Dios que lo ama profundamente. Él lo trajo a este mundo para vida, no para muerte. La fe viva en Cristo, en su omnipotencia, en su amor, le traerá la paz que disipará esa depresión. Apártese ahora mismo en algún lugar donde pueda estar solo, y en la forma más sencilla posible, dígale a Dios en tantas palabras: «Te necesito, Señor. Ayúdame, por favor. Yo me someto a tu voluntad. Entra a mi corazón y tráeme tu paz.»

Si hablamos así con Dios, Él corresponderá a nuestro clamor. Hagámoslo ahora mismo. No esperemos. Pidamos con fe y seguridad al Creador de todo lo que existe. Él vendrá en nuestro auxilio, y la depresión se alejará de nosotros.

jueves, 27 de enero de 2011

«ME SIENTO ATRAPADO» AUXILIO

«Desde hace cuatro años me casé con una joven... de manera rápida.... Comenzaron... [los] problemas de incomprensión, y con irregularidad insinuaba con quitarse la vida. Al ser una persona que tiene pocos familiares, y ellos son tan indiferentes, siempre traté de comprenderla y aceptarla. Pero nunca supe por qué [manifestaba] ese comportamiento....

»Ahora tenemos una bebé de dos años, y el problema sigue y no se qué hacer. [Ella] es una persona que no se valora. Me siento atrapado. No sé si dejarla y perder a mi bebé y sentirme culpable por cualquier cosa que pueda ocurrir.... Me estoy volviendo loco: ¡ayúdenme!»

Este es el consejo que le dimos:

«Estimado amigo:

»Lo felicitamos por comprender y aceptar a su esposa. El hecho de que ella amenace con suicidarse prueba que tiene graves problemas emocionales....

»Cualquiera que amenace con suicidarse necesita un tratamiento médico. Sólo un profesional está capacitado para saber si corre peligro la vida de su esposa. Le recomendamos que haga esa cita con el médico usted mismo y que la acompañe tanto la primera vez como a las consultas posteriores.

»También nos preocupa el estado de su hija de dos años. A los niños no se les debe exponer a ese extremo de inestabilidad emocional que usted ha descrito. Así que le recomendamos que consulte al médico acerca de eso.

»No creemos que usted deba dejar a su esposa. En los votos que hizo cuando se casó con ella, usted prometió amarla en enfermedad y en salud, y es obvio que ella no está emocionalmente saludable....

»Además, usted tiene también como padre la responsabilidad del bienestar de su hija, y no debiera jamás considerar el dejarla en un ambiente con una madre inestable. No comprendemos cómo es que hay padres que son capaces de abandonar a esos hijos a quienes dicen amar. Usted empleó la expresión “perder a mi bebé”. ¡El dejar a una criatura no es lo mismo que perderla! Más bien, ¡el dejar a su hija, cualquiera que sea la razón, es lo mismo que tomar la decisión de abandonarla!

»Usted dice que se siente atrapado. Eso implica que usted cree que no tiene opciones. En realidad, hay muchos pasos positivos que puede dar para mejorar su propia vida así como la de su hija. El médico al que consulte puede recomendarle a un consejero profesional que podrá a su vez ayudarles a usted y a su esposa a afrontar los problemas emocionales de los que ella padece.

»¡Estamos de acuerdo en que usted necesita ayuda! ¿Sabía que puede recibir las fuerzas que necesita para afrontar cada día por medio de una relación personal con Dios? Al hablar con Él mediante la oración, Él calmará su corazón.... Le recomendamos que busque a un grupo de personas que también tengan una relación personal con Dios, y comience a reunirse con ellas para estudiar la Biblia. Esos pasos positivos le darán mucha de la ayuda que necesita para seguir adelante.

»Concéntrese cada día en dar los pasos recomendados,

sábado, 22 de enero de 2011

EL R.C.V.A.PARA EL MATRIMONIO

Llovía a torrentes. La ciudad de Las Vegas, Nevada, en Estados Unidos, ciudad a la que por su vida nocturna la llaman «sin noche», se veía turbia y deslucida. Hacía un frío invernal, y el agua helada corría desenfrenada.

En uno de esos torrentes cayó con su auto Murray Brown, joven de veintiséis años de edad. Lo sacaron semiahogado, casi sin pulso, casi sin presión arterial, y con una temperatura de apenas veintisiete grados centígrados. El joven se moría de hipotermia.

El doctor Larry Gentilello le colocó una máquina de su invención llamada R.C.V.A., que significa «Recalentamiento Continuo Venoso Arterial». Con ese aparato le recalentó la sangre, y el joven quedó fuera de peligro.

El aparato consiste de una tubería de aluminio sumergida en agua caliente. Se hace pasar la sangre de la víctima por la tubería, y poco a poco se va calentando hasta recuperar su temperatura normal. Una vez que la sangre llega a la debida temperatura, el enfermo se recupera de una manera asombrosa.

Como si esa hipotermia no bastara, hay en la actualidad otra hipotermia que, como enfermedad crónica, ha invadido todas las esferas sociales de nuestro mundo. Es la hipotermia matrimonial, que ocurre cuando el amor, el cariño y la atención personal se han enfriado en un matrimonio.

¿Habrá alguna máquina parecida a la invención del doctor Larry Gentilello que pueda aplicarse a los matrimonios? Son prácticamente incontables los matrimonios cuyo amor se ha enfriado, casi al punto de congelación. Necesitamos una máquina descongeladora que caliente de nuevo la sangre, el cuerpo y el alma, y que resucite esos matrimonios.

La buena noticia es que esa máquina ya se ha inventado. Muchos la hemos visto funcionar infinidad de veces, arreglando parejas, recomponiendo hogares, pacificando matrimonios. Se llama «el Evangelio de Cristo», y es el sistema divino que pone calor donde antes había hielo, vitaliza todas las funciones del alma, reanima el amor muerto y devuelve la vida y la felicidad a cuantos los quieren.

Ese bendito Evangelio sana las enfermedades del alma. Ya lleva dos mil años de estar reconciliando al hombre con Dios, y por consiguiente, con su cónyuge, sus hijos y sus semejantes.

¿Está nuestro matrimonio en proceso de congelación? Cristo puede devolvernos ese maravilloso calor de la vida sana y buena. Lo único que tenemos que hacer es someternos a su señorío. La unión con Cristo produce la unión matrimonial. Sólo hace falta que le demos la oportunidad de recalentar nuestro matrimonio, y lo hará.

jueves, 20 de enero de 2011

ALAS ROTAS Y SUEÑOS FRUSTRADOS

A los catorce años de edad Anita Briones tenía la cabeza llena de sueños. Era bella, alegre, talentosa, y tenía una gran disposición para el arte. Le habían hecho pruebas ya de fotografía y actuación, y había salido bien. Podía soñar con una carrera como artista. Pero una noche salió a la calle para asistir a una fiesta. Esa fue su última salida. Una banda de adolescentes capitaneada por Rubén Guerrero de dieciocho años de edad, sin saber ni a quién apuntaban, la mató.

El primer tiro le dio en un brazo, y luego seis más en el cuerpo. Las expresiones tristes y confundidas de la madre fueron: «Estos jóvenes matan por el solo gusto de matar. No tienen ni preocupación, ni conciencia ni corazón. Mataron a mi hija por nada.»

Hay pandillas de adolescentes que salen en sus autos, armados de pistolas. Si no encuentran una pandilla rival en la cual descargar sus armas, eligen a la primera persona que ven y la matan, sin el menor remordimiento de conciencia.

Para algunos jóvenes de nuestro tiempo, matar a una persona tiene menos importancia que matar un perro. Derramar sangre humana y verla regada por el suelo les produce menos preocupación que derramar Coca Cola en la mesa de la pizzería.

¿Cómo es posible que exista esa despreocupación inhumana en algunos de nuestros adolescentes? ¿A qué se deben las pandillas y la violencia homicida? Todo el mundo habla y da sus opiniones, pero el mal continúa, y como que no hay solución.

Los jóvenes que se sienten arrastrados por este modo de vida necesitan reconocer que vivimos en un mundo compuesto no sólo de acciones sino también de consecuencias. Cada acción siempre tiene su consecuencia, y no hay quien pueda eludir esa ley universal.

Cada acción nuestra es un ladrillo que va construyendo el edificio que es nuestra vida. Somos hoy el conjunto de todas las semillas que en el pasado hemos sembrado. Y mañana seremos el conjunto de todas las semillas que estamos sembrando hoy. Esa es la ley eterna e inexorable de la cosecha.

Ahora bien, a fin de evitar esas acciones que producen consecuencias tan desastrosas, los padres de hijos pequeños necesitan, por su parte, darles el ejemplo de rectitud y moralidad que en el mañana hará de ellos personas dignas y honorables. Todo padre desea eso para sus hijos. Pero esa formación comienza hoy, no mañana.

Ya seamos padres o hijos, nunca perdamos la fe en Dios. Él no es un ser muerto. Él vive y siempre corresponde al clamor de sus hijos. Si se nos ha de perder algo, determinemos que no será nuestra fe.

martes, 18 de enero de 2011

UN SOLO CORAZÓN PARA LOS DOS:EL MATRIMONIO

Los síntomas eran claros e inequívocos, y los médicos no se hicieron ilusiones. El cuerpo de Donna Ashlock, de diecisiete años, empezaba a rechazar el corazón de Félix Garza, de quince, implantado en ella tres años antes. A la muchacha la llevaron al hospital y la pusieron en cuidados intensivos. Pero la naturaleza respondió negativamente, y Donna murió el 7 de marzo de 1989. Durante tres años ella había vivido con el corazón de Félix. Dos personas, dos seres, dos vidas jóvenes: un solo corazón.

He aquí el ideal de todo noviazgo, de todo matrimonio. Dos vidas, dos personas, dos voluntades, pero un solo corazón. Un solo corazón para tener los mismos sentimientos, sufrir las mismas penas, gozar las mismas alegrías.

Félix murió de un aneurisma cerebral. Presintiendo su muerte, había donado su corazón a Donna, que lo necesitaba. Donna tenía catorce años, y vivió tres años con el corazón de Félix.

¿Qué hace que un matrimonio sea estable y duradero? El amor. ¿Cómo se fundamenta el buen amor? Cuando ambos corazones, el de él y el de ella, laten al unísono. ¿Cómo hacer que ambos corazones latan juntos? Ese es el gran secreto de un matrimonio duradero, estable y feliz. ¿Cómo se logra eso? La palabra clave es «compromiso». Esos votos que uno y otro se hacen ante el clérigo, los testigos y Dios, tienen que ser más que sonidos y articulaciones. Tienen que estar fundamentados en un compromiso, una lealtad, una unión de por vida. No puede haber siquiera la posibilidad de separación o divorcio. El compromiso es la clave. Él jura lealtad y amor eterno a ella, y ella jura lealtad y amor eterno a él.

Creemos que todo matrimonio comienza con esos ideales, pero algo pasa: enfriamiento, hastío, disgusto y, a partir de ahí, peleas e infidelidades, y al final el divorcio.

¿Qué ha ocurrido en los matrimonios fracasados? Para responder a eso hay que apelar a lo espiritual. El salmista dijo: «Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles» (Salmo 127:1). Es que los cónyuges hicieron caso omiso del gran edificador de hogares.

Si Dios no es el centro de nuestra vida y de nuestro hogar, fracasará nuestra familia. Cristo está a la puerta de nuestro matrimonio y nos pide que le permitamos entrar. Abrámosle hoy la puerta de nuestro corazón y de nuestro matrimonio.

lunes, 17 de enero de 2011

La vida espiritual de los hijos...

Nuestros hijos necesitan conocer la Biblia. Deben alimentarse de ella a diario así como se alimentan físicamente, mediante la lectura personal y familiar. De lo contrario, llegan a ser endebles espiritualmente.

Así mismo, nuestros hijos necesitan ejercitarse en la oración. Ésta también forma parte de nuestra dieta espiritual cotidiana. Al igual que la lectura de la Biblia, debe practicarse tanto en privado como en familia.

Por último, nuestros hijos se fortalecen espiritualmente y se mantienen fuertes si combinamos el estudio de la Palabra de Dios con la oración. A esto algunos lo llaman un tiempo devocional, y otros, el altar familiar. Durante estos tiempos espirituales, de ser posible todos los días, la familia entera se reúne unos minutos para leer y comentar un pasaje de la Biblia, seguido de oración en conjunto. No debemos preocuparnos tanto por que estas reuniones sean largas como por ir creando una tradición espiritual en nuestro hogar. Es más, tal vez sea mejor que las abreviemos, no sea que arriesguemos innecesariamente la continuidad de la tradición.

Recordemos que fue Dios quien estableció la magna institución que conocemos como la familia. Si no lo hemos hecho, entreguémosle nuestra vida y nuestro hogar a Él para que nos ayude a contrarrestar la desintegración familiar que está plagando todas las sociedades del mundo. Cristo no sólo quiere ser el Señor y Salvador de nuestra vida, sino que desea posesionarse como Señor y Salvador de nuestra familia y de nuestro hogar (Hechos 16:31). Basta con que le pidamos que lo haga para que suceda, y así reine en nuestro hogar en pro de una familia íntegra.

Cómo fortalecer los vínculos familiares y mantenerlos fuertes...

El primer vínculo familiar que debemos fortalecer es horizontal: el del matri-monio. De él depende toda la familia. Debemos, pues, acercarnos a nuestro cónyuge, manifestándole amor y comprensión. El esposo debe amar y cuidar a su esposa, y la esposa debe aceptar al esposo como cabeza del hogar (Efesios 5:33; Colosenses 3:18-19). La armonía conyugal es algo que obtenemos con esfuerzo. Viene cuando determinamos hacer a un lado el egoísmo.

El segundo vínculo que hay que fortalecer es vertical: el de los hijos. Tenemos que aprender a mostrarles amor y a imponerles disciplina de una manera equilibrada. Nuestros hijos necesitan saber que no los amamos por lo que hacen sino porque son nuestros hijos. Y necesitan aprender que hay que respetar ciertas leyes, y que mamá y papá tienen la responsabilidad de imponer la disciplina, por amor y con amor, cuando lo consideran necesario.

El tercer y último vínculo que nos urge fortalecer por ser el más importante es vertical al igual que el segundo. Se trata del vínculo espiritual, el que establece que en nuestro hogar Dios ocupa el primer lugar. Si fortalecemos este vínculo, nos ayuda a mantener fuertes los otros dos. En cambio, si lo descuidamos, corremos el riesgo de que se debiliten.

El maltrato físico y verbal en el matrimonio y con los hijos..

Otro de los factores lamentables que conducen a la desintegración familiar es el maltrato físico o verbal del cónyuge o de los hijos. El que maltrata a su cónyuge se maltrata a sí mismo (Efesios 5:28,29), y el que maltrata a sus hijos maltrata a la herencia que Dios le ha dado. «Los hijos son una herencia del SEÑOR, los frutos del vientre son una recompensa» (Salmo 127:3). Si vamos a seguir a Cristo, es imprescindible que dejemos de maltratarnos y que nos amemos más bien, tal y como Él nos amó a nosotros. Él se dejó maltratar para que dejáramos de maltratarnos unos a otros, y entregó su vida para que entregáramos la nuestra, hasta la muerte, por amor (1 Juan 4:7-11).

Es sumamente importante que la familia que padece de tal abuso busque ayuda antes de que suceda una desgracia, incluso la desintegración del hogar. Tanto las personas maltratadas como los agresores sufren a raíz de la violencia perpetrada, y por lo tanto necesitan buscar ayuda como familia. Sin embargo, cuando el agresor no está dispuesto a buscar la ayuda que necesita, el cónyuge y los hijos deben alejarse de él para estar libres del peligro. Es, desde luego, mucho más factible recibir la ayuda apropiada si uno vive en un lugar que tiene recursos dedicados a prestarla. Sin embargo, el que no tenga a su alcance ayuda profesional puede acudir a una iglesia en busca de ayuda. Dios está en todo lugar; si clamamos a Él, podemos tener la seguridad de que Él vendrá en nuestro auxilio de alguna forma u otra (Salmo 46:1). El Juez de toda la tierra nunca es partidario de la injusticia, tal como el abuso o maltrato de cualquier ser humano creado a su imagen y semejanza (Génesis 1:26,27; 9:6; 18:25; 2 Crónicas 19:7).

La falta de respeto y de comunicación entre padres e hijos...

Uno de los problemas más grandes en la familia de hoy es la falta de respeto y de comunicación que son elementos básicos en cualquier relación exitosa. San Pablo nos aconseja: «Hijos, obedezcan en el Señor a sus padres, porque esto es justo. "Honra a tu padre y a tu madre —que es el primer mandamiento con promesa— para que te vaya bien y disfrutes de una larga vida en la tierra." Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor» (Efesios 6:1-4).

En realidad, tanto los padres como los hijos tienen responsabilidades y deberes que deben cumplir para lograr una buena relación y por lo tanto un ambiente agradable en el hogar. Desde luego, la responsabilidad de los padres es mucho más grande cuando los hijos son pequeños. Pero la responsabilidad de los hijos aumenta a medida que se desa-rrollan física, intelectual y emocionalmente. Si bien es cierto que la adolescencia presenta un gran reto tanto para los hijos como para los padres, las siguientes normas podrían ayudar a mejorar esa relación tan especial e importante para todos los involucrados:

* Respete. El respeto, que no se demanda sino que se gana, necesita ser mutuo. Los hijos respetarán a los padres que les muestren respeto. Obedecer es reconocer la autoridad. La obediencia conduce directamente al amor y al respeto. A los padres que deseen mejorar la relación que tienen con sus hijos, en vez de señalar constantemente sus errores, faltas e ineptitudes, les conviene estudiar sus dones, talentos, habilidades e intereses a fin de ayudarles a realizar sus sueños.
* Escuche. El elemento clave de la buena comunicación es saber escuchar y así ganarse el privilegio de ser escuchado. No es simplemente oír lo que la otra persona dice, sino prestar atención con el deseo de comprenderla.
* Diga siempre la verdad, pero con amor, para que sea edificante y no destructiva. Así inspirará confianza que no puede faltar en una buena relación.
* Reconozca cuando ha cometido un error, una falta o una ofensa, y pida perdón.
* Cuando se trate de buscar un acercamiento, no espere a que la otra persona tome la iniciativa; tómela usted más bien. Lo más probable es que la otra persona no sólo esté esperando sino deseando de todo corazón que usted la busque.

Debido a que el sacrificarnos por los demás no está en nuestra naturaleza, las relaciones humanas se nos hacen difíciles, sobre todo en el hogar. Sin embargo, Dios nos ofrece una respuesta por medio de su Hijo Jesucristo. Él puede y quiere traer la sanidad que nuestra vida y nuestro hogar tanto necesitan. ¡Cristo es la respuesta!

.

La desintegración de la Familia

La causa mayor de la desintegración social en el mundo es la desintegración de la familia. Lamentablemente se ha hecho más énfasis en el problema y en los culpables que en hallar la respuesta y ayudar a restaurar los hogares quebrantados. Sin embargo, aunque no lo parezca, hay esperanza. La respuesta la tiene Dios nuestro Creador. Como buen Creador que es, Él se encargó de que se produjera un libro en el que incluiría el equivalente a un manual de mantenimiento del ser humano. Ese libro es la Biblia. Dios se empeñó en que ese Manual estuviera al alcance de todos para que cada uno de nosotros, fuera cual fuera nuestra condición en la vida, pudiera acudir a él y encontrar allí la solución. Al consultar el consejo divino sobre la familia —esa institución sagrada que Dios mismo estableció y a la que le da tanta importancia en la Biblia— encontramos algunos factores clave que están causando la desintegración familiar.

¿ Cómo evitar el adulterio ?

Nadie está exento de la tentación de cometer adulterio. Dos de las justificaciones o excusas más grandes del cónyuge infiel son que ama a otra persona y no puede controlar sus impulsos. Sin embargo, sabemos que la realidad es otra, puesto que hay muchos que han permanecido fieles a su cónyuge, durante muchos años, hasta la muerte. Hay dos cosas que necesitamos comprender para no caer en la trampa del adulterio:

1. El amor es una decisión, un compromiso que cumplimos, y no un simple sentimiento. Por lo tanto, podemos controlarlo con la ayuda de Dios. No confundamos el amor con la atracción física. De hacerlo así, el enemigo de nuestra alma usará el tal amor para tentarnos. En lugar de entregarnos a una atracción fatal con otra persona, huyamos de ella y mantengámonos alejados.

2. No es biológicamente imposible tener una sola mujer o un solo hombre, ni se requieren poderes sobrenaturales para serle fiel al cónyuge. De ser así, las Sagradas Escrituras no nos exhortarían a tal fidelidad. Lo cierto es que Dios nuestro Creador, que nos conoce a fondo, sabe que la fidelidad conyugal no sólo es posible sino mil veces preferible. Fue Él quien dispuso que cada uno le fuéramos fiel a nuestro cónyuge, porque sabía que nos conviene. Por algo dice la Biblia: «Tengan todos en alta estima el matrimonio y la fidelidad conyugal, porque Dios juzgará a los adúlteros y a todos los que cometen inmoralidades sexuales» (Hebreos 13:4). Para evitar ese juicio, sólo hace falta determinar que, con la ayuda de Dios, no vamos a violar nuestro voto sagrado.

El adulterio y el divorcio

Hay varios factores que llevan a la separación y al divorcio de los matrimonios, y por consiguiente a la desintegración del núcleo familiar. Uno de los más determinantes es el adulterio, es decir, la infidelidad conyugal. En el libro del profeta Malaquías, Dios nos revela que Él odia el divorcio: «Yo aborrezco el divorcio —dice el SEÑOR, Dios de Israel» (2:16). De ahí que deteste tanto el adulterio, que con frecuencia lleva al divorcio. «¿No saben que los malvados no heredarán el reino de Dios? ¡No se dejen engañar! Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni los pervertidos sexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios» (1 Corintios 6:9-10). El adulterio debilita el vínculo matrimonial que Dios estableció; el divorcio lo rompe. A fin de comprender mejor lo que Dios espera de nosotros, vamos a considerar el adulterio y el divorcio en términos de mandamiento, símbolo y voto.

1. El mandamiento: «No cometas adulterio» (Éxodo 20:14). De este mandamiento, que bajo la ley de Moisés tenía graves consecuencias si llegaba a quebrantarse, se hacía caso omiso como si hubiera sido borrado de entre los diez que debían regir la moral del pueblo de Dios. Por eso Cristo, durante su ministerio terrenal, abordó el tema y dejó bien claro que Dios no había cambiado de parecer. Al contrario, Cristo consideró el adulterio como un pecado tan grave que concedió que era la única base aceptable ante Dios para el divorcio (Mateo 19:8-9).

2. El símbolo: la relación entre Cristo y su iglesia (Efesios 5:32). En su Carta a los Efesios el apóstol Pablo nos da a entender que el matrimonio encierra un significado espiritual muy importante, pues es símbolo de la relación entre Cristo y su iglesia. Por lo tanto, cometer adulterio es deshonrar ese símbolo sagrado.

3. El voto: «hasta que la muerte nos separe» (Marcos 10:2-9). «Cumple tus votos —nos exhorta el Maestro de Eclesiastés—. Vale más no hacer votos que hacerlos y no cumplirlos» (5:4,5). Toda persona que comete adulterio no sólo deshonra el símbolo divino sino que también falta a ese voto sagrado que hizo ante Dios y los hombres el día de su boda.

El amor y el matrimonio

El primer vínculo familiar que debemos fortalecer es horizontal: el del matrimonio. De él depende toda la familia. Debemos, pues, acercarnos a nuestro cónyuge, manifestándole amor y comprensión. El esposo debe amar y cuidar a su esposa, y la esposa debe aceptar al esposo como cabeza del hogar. «En todo caso, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo, y que la esposa respete a su esposo» (Efesios 5:33). La armonía conyugal viene cuando determinamos hacer a un lado el egoísmo. Es algo que obtenemos con esfuerzo.

Pero a veces, aunque nos hemos esforzado por tener un buen matrimonio, algo pasa. Perdemos el primer amor que sentimos cuando nos casamos. ¿Qué podrá inyectar nueva vida en las venas de un matrimonio raquítico? ¿Qué puede una pareja introducirle a su matrimonio que le devuelva el calor que una vez tuvo?
Para empezar, deben traer a la memoria aquel día mágico en que como novios se pronun-ciaron esas palabras sagradas de unión eterna. Allí no hubo hipocresía. No hubo falsedad. Se dijeron que se amarían para siempre porque se querían de todo corazón. En ese momento encantador el tiempo se detuvo y dos corazones se convirtieron en uno. ¿Cómo se les iba a ocurrir que podría venir el día en que ese amor se enfriaría?

Pero algo pasó. La ilusión se deshizo, y se apagó la chispa. ¿Qué hacer?
Juntos deben decidir que, pase lo que pase, su matrimonio no va a destruirse. El amor es el producto de una determinación, no de un sentimiento, y cuando los dos determinan que la separación no es, ni nunca será, una opción, esa determinación le dará a su matrimonio nueva esperanza.

Uno de los peores males que padecemos en la actualidad es la idea de que el amor es algo que se siente nada más. A eso se debe que haya tantas separaciones y tantos divorcios. Cuando los casados dejan de «sentir» el amor de novios, suele suceder una de dos cosas: o se convencen de que ya se acabó su relación conyugal, o se valen de ese vacío emocional para justificar una relación extramatrimonial en la que sí vuelven a sentir ese amor excitante de antes. ¿Y qué es exactamente lo que sienten? La pasión sensual, que en demasiados casos no tiene relación alguna con el amor genuino.

¿Qué es, entonces, el verdadero amor? Es algo que se practica, como el deporte. Es algo que se ensaya, como la guitarra. Es algo que se mantiene, como el estado físico. Y es algo que se cultiva, como un jardín. ¿Por qué? Porque vale la pena. «Si … me falta el amor —afirma San Pablo—no soy nada.» En cambio, si tengo amor, tengo algo que se reproduce, pues «el amor jamás se extingue» (1 Corintios 13:2,8).

La pareja debe invertir tiempo en su matrimonio y no dejarlo al azar. ¡Pero que sea tiempo bien invertido! Eso incluye gozarse juntos, disfrutar de sanas diversiones juntos, pasar noches juntos con el televisor apagado, y compartir confidencias juntos.

Finalmente, deben perseguir las mismas metas espirituales: leer la Biblia juntos, orar juntos, ir a la iglesia juntos y buscar a Dios juntos. De lo contrario, estarán divididos. «Y si una familia está dividida contra sí misma —asegura Jesucristo—, esa familia no puede mantenerse en pie» (Marcos 3:25). Pero si, como familia espiritual, buscan «primeramente el reino de Dios y su justicia» (Mateo 6:33), Dios se encargará de bendecir su unión tanto en lo material como en lo espiritual.

Para los que se encuentran al borde del fracaso conyugal, es importante que comprendan que nunca es demasiado tarde para empuñar las riendas de su matrimonio a fin de salvarlo. Si le piden a Dios que los ayude, Él lo hará. Después de todo, Dios es el que diseñó el matrimonio, y siempre está dispuesto a repararlo. Pero es imprescindible que lo pongan en sus manos y le permitan hacerlo. Porque si no están dispuestos a cooperar con Él, poniendo de su parte para restablecer la armonía en su matrimonio, es probable que tengan que afrontar las siguientes consecuencias naturales.

viernes, 7 de enero de 2011

«PIENSO QUE ALGÚN DÍA... ME QUEDARÉ SOLA»

«Hace tres años conocí al papá de mi hijo. Éste, al darse cuenta de que estaba embarazada, se desatendió de toda obligación económica.... Mis padres me perdonaron, y yo... me quedé a vivir en mi casa con mi hijo, y decidí en mi corazón dedicarme sólo a Dios, a la familia y a mi bebé.

»Pero... he tenido un sentimiento como de nostalgia por no haber podido casarme y tener mi propia familia.... Pienso que algún día mi hijo crecerá y se casará, y mis padres se [morirán] y yo me quedaré sola. No quiero dejarme dominar por ese sentimiento, ya que me podría llevar a [tomar] decisiones erróneas.»

Este es el consejo que le dimos:

«Estimada amiga:

»¡La felicitamos por dedicarse a Dios, a su familia y a su hijo! Tiene usted una madurez envidiable al comprender lo que más le conviene con relación a su futuro y al futuro de su hijo.

»Cada semana recibimos cartas de jovencitas que han quedado embarazadas antes de casarse. Nos escriben porque sus casos son difíciles y tristes. ¡Pero usted es diferente! Sus padres han sido comprensivos y le han brindado un ambiente sano donde vivir. Y usted tuvo la madurez necesaria como para saber que no debía casarse con un hombre que no le convenía simplemente porque estuviera embarazada. Usted valoró la vida de su hijo y se ha ocupado de su bienestar. Es usted un buen ejemplo de lo que es saber lo que más importa y de tomar decisiones sabias.

»Usted nos ha consultado porque ha sido víctima de una emoción muy común. Se trata de la ansiedad. Ésta hace que uno se preocupe, no por los verdaderos problemas de hoy o de mañana, sino por los problemas de aquí a unos veinte años.

»Jesucristo trata sobre el problema de la ansiedad en el Sermón del Monte, en el que nos recuerda que las aves no se preocupan por lo que han de comer y que las flores no se preocupan por lo que han de vestir. Luego nos da a conocer el siguiente principio que debiera regir nuestra vida: “Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas.”1 Con eso Cristo se refiere al reino de Dios y a la justicia de Dios. Nos asegura que, cuando le damos la prioridad en nuestra vida, Dios promete encargarse de todo lo demás que necesitemos.

»¿Qué significa darle a Dios la prioridad en su vida? En primer lugar, debe saber cuál es la voluntad de Dios para usted. Al leer la Biblia, descubrirá los principios de Dios y sus prioridades. Al hablar con Él en oración, Dios le dará la sabiduría que necesita para tomar decisiones acertadas todos los días. Así que no tendrá que preocuparse por lo que sucederá mañana, o la semana que viene, o el año entrante. Más bien se ocupará en agradar a Dios cada día. Él sabe que usted desea tener un esposo y tener su propia familia, y se encargará de que los tenga en el momento oportuno. ¡Puede confiar en Dios! Él la ama, y quiere lo mejor para usted.

»Permita que Dios se haga cargo de su futuro,
1 Mt 6:33

jueves, 6 de enero de 2011

«ESE AMOR... POR LO HEREDADO»

por Carlos Rey

«María Teresa de León tiene... piel color canela, ojos negros, grandes y expresivos, [y] cabello oscuro que a veces brilla a la luz del horno de leña en su lugar de trabajo. Pero lo que más resalta de María Teresa son sus manos, delicadas pero fuertes a la vez... manos que conocen el trabajo....

«... [La] panadería [de su padre], la San Antonio, [está] localizada en una de las empedradas calles que se pierden bajo la sombra del Volcán de Agua, en la antigua capital colonial de Guatemala. El padre de María Teresa... veía a sus clientes como sus amigos, como su familia. Todos los que visitaban la San Antonio lo hacían tanto por las delicias que salían de su horno como por el placer de saludar a su dueño..., [quien] perfeccionó el sensual arte de hacer —de un puñado de harina, un poco de azúcar, canela, huevos y agua— los panes más sabrosos de la ciudad.

»Formaba una montaña de harina sobre una vieja mesa de trabajo de madera. Con un viejo guacal redondo, formaba una poza perfecta en medio de la harina, donde ponía una montaña más pequeña de azúcar y de canela. Cuidadosamente quebraba cuatro huevos y los derramaba sobre la harina, y poco a poco agregaba agua hasta que se formara [una masa gruesa y amarillenta]. Con sus manos formaba la masa para convertirla en los molletes, las champurradas, los obispos, las tortas de huevo, [es decir,] todos aquellos bocadillos que durante generaciones han agraciado las paneras en las mesas de incontables casas antigüeñas.

»Su hija, desde pequeña, ayudaba en la tarea de hacer el pan como lo hizo él mismo con su madre. Aprendió a trabajar el pan para ser la heredera de la tradición familiar, la que haría que continuara una labor que comenzó casi un siglo atrás.

»[Él] murió hace varios años. Ahora es su María Teresa quien todas las mañanas evoca el recuerdo del panadero original, cuando, con sus manos, mezcla la harina que viene del trigo que da la vida misma, para formar la masa que al calor de un horno de leña se convierte en pan.

»[María Teresa] dice que amasar el pan es tan sabroso como comérselo..... Con sus manos, todas las mañanas,... hace que perdure el legado que recibió de [su padre]. Al convertir la harina en pan, lo hace con el cariño... de alguien enamorado.

»Ese amor... por lo heredado es el principal ingrediente del pan que todas las mañanas amasa en la Panadería San Antonio de la Antigua Guatemala.»1

Así concluye el reportero de origen guatemalteco Harris Whitbeck este capítulo de la obra ilustrada con bellas fotografías titulada Guatemala inédita. Quiera Dios que, al igual que María Teresa, los que hemos disfrutado de la gran bendición de tener padres apasionados por enseñarnos lo mejor de lo que aprendieron ellos mismos de sus padres, determinemos cada mañana mostrar ese mismo amor, legándoselo así a nuestros propios hijos. O de no haber disfrutado de la bendición de tener tales padres, quiera Dios que determinemos serlos nosotros mismos.
1 Harris Whitbeck, «Edificar con trigo», Guatemala inédita (Bogotá, D.C.: Villegas Editores, 2006, pp. 292‑93.

sábado, 1 de enero de 2011

«MI MAMÁ... ESPERA QUE NUNCA BUSQUEMOS [A MI PAPÁ]»

«Mis padres se divorciaron pocos meses antes de que yo naciera. Él se fue a vivir a otra ciudad. Yo ahora tengo veintidós años, y a él lo he visto en contadas ocasiones.... Mi mamá nunca nos habló mal de él, pero sí nos ha dicho que ella espera que nunca lo busquemos, porque él fue el que nos abandonó....

»Pero han pasado muchas cosas. El año pasado falleció mi único tío, y pensé que mi papá se podía morir y que nunca más hablaría con él. Por eso hice las paces con él, y ahora estamos en contacto por correo electrónico, y me siento bien. Por otro lado está mi mamá (que no sabe). Por ella me siento muy mal. Siento que la estoy traicionando, que no valoro todo lo que nos ha dado. No sé qué hacer.»

Este es el consejo que le dimos:

«Estimada amiga:

»Lamentamos que usted haya tenido que criarse sin su papá. Es trágico que los problemas entre su mamá y su papá dieran como resultado que él perdiera contacto con usted, a pesar de lo mucho que usted deseaba y necesitaba tenerlo a él en su vida. Esperamos que otros hombres le presten atención a este caso y decidan hacer lo necesario para formar parte de la vida de sus hijos.

»A los padres divorciados les resulta muy difícil poner a un lado sus propios sentimientos y hacer lo que les conviene a sus hijos. Con frecuencia las madres que tienen la custodia legal se interponen entre sus hijos y el padre de ellos por razones emocionales, tales como el enojo o el resentimiento, o por desacuerdos en cuestiones económicas. Los papás se ausentan voluntariamente porque piensan que no tienen lo suficiente para sostener económicamente a sus hijos, o porque es demasiado difícil comunicarse con la mamá. Cualesquiera que sean las razones, y quienquiera que tenga la culpa, son los hijos quienes más sufren....

»Dios se aseguró de que fuera biológicamente necesaria la participación tanto de un hombre como de una mujer para procrear hijos. El plan de Dios para la familia es que haya un padre y una madre, ya que eso es lo que más les conviene a los hijos. Muchos expertos creen que cuando, por cualquier razón, deja de estar presente uno de los dos padres, resultan graves consecuencias emocionales para los hijos.

»No tiene nada de malo ni de raro que usted tenga el deseo de cultivar una relación personal con su papá, a pesar de lo que siente su mamá. Ella no puede comprender el que usted tenga una necesidad emocional de una relación con él....

»[Sin embargo,] no debe usted mentirle a su mamá acerca de la relación que cultive con su papá. Aunque estaría ocultando la verdad a fin de proteger los sentimientos de ella, las mentiras no hacen más que complicar las cosas. Si ella se lo pregunta, esté preparada para responderle que con eso usted está llenando un vacío dentro de sí. De modo que no se trata de darle a su papá lo que él merece, sino de recibir lo que usted merece.

»Le deseamos lo mejor,