«Cuando tenía siete años, un hombre malvado me ofreció dinero para que yo tuviera relaciones [sexuales] con él. En esa época, no tenía una idea clara de lo que estaba haciendo.... Pasó varias veces hasta que un día mi padre se dio cuenta y trató de matar a esa persona, y no volví jamás a tener esta práctica con nadie.
»Hoy en día soy ya un hombre de treinta y tres años, casado, con dos hermosos hijos; pero todavía no he podido hablar con nadie de esta situación. Cada vez que me acuerdo de esto, quisiera hacer retroceder el tiempo; pienso en mí con repugnancia, y quisiera que esto nunca hubiera pasado. Mi mayor miedo es que algún día mis hijos y mi esposa lleguen a enterarse de esto que pasó conmigo, y tengo un cuidado extremo con mis hijos para que esto nunca pase con ellos.»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimado amigo:
»Una de las razones de que escogiéramos su caso como el “Caso de la semana” es que sabemos que usted no es el único que está guardando un secreto como este.... Al igual que usted, muchos han guardado ese secreto durante muchos años, pues la vergüenza que sienten les ha impedido contárselo a alguien....
»A veces nos sentimos culpables debido a información errónea o a pensamientos irracionales... sin tener culpa alguna. Es absurdo pensar que un niño pudiera ser responsable por lo que un adulto lo induce a que haga....
»Si un adulto le dice a un niño de tres años que recoja un florero de cristal muy pesado y que lo lleve al otro extremo de la habitación, ¿de quién será la culpa cuando el florero se le caiga al niño y se rompa? El plan de Dios es que los niños nazcan y se desarrollen en un ambiente de familia precisamente porque todo niño necesita tiempo para crecer y desarrollarse, no sólo física sino también mentalmente, antes que pueda ser responsable de sus hechos. A todo adulto le corresponde proteger de actividades peligrosas a los niños hasta que tengan la madurez necesaria para protegerse por sí solos....
»El apóstol Pablo nos mostró en el primer siglo que él comprendía el desarrollo paulatino intelectual de los niños, al escribir: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño.”1 Usted, amigo, razonaba como niño durante ese horrible episodio de su vida. Ahora que es adulto, ha dejado atrás las cosas de niño. Ya es hora de que también deje atrás esos absurdos sentimientos de culpabilidad que lo han atormentado durante tanto tiempo.
»Lo que usted más teme es que alguien llegue a descubrir su secreto. Sin embargo, nosotros estamos convencidos de que ese secreto lo está dominando precisamente porque usted lo está guardando con tanta tenacidad. Una vez que usted reconozca que no tuvo la culpa de lo que ocurrió, le recomendamos que le revele el secreto a su esposa. Ella puede ayudarlo a recordarse a sí mismo que usted no tuvo la culpa. Y una vez que usted le haya contado el secreto a alguien, ese secreto no volverá a dominarlo.
»Con afecto fraternal,
1 1Co 13:11
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