Los niños imitan lo bueno y lo malo que escuchan y ven. La influencia que se recibe en el hogar es la primera y la más importante.
Los adultos no pueden evadir la responsabilidad que tienen cuando los hijos comienzan a crecer. Una vez empiezan a expandir su mundo social, se van enriqueciendo o contaminando con diferentes comentarios y acciones.
En el colegio, con los amigos, diferentes integrantes de la familia y la televisión pueden influir negativamente en el desarrollo de los pequeños, pero esto no dejará de ocurrir ya que siempre estarán expuestos a diversas personas y conductas.
Lo que hay que lograr es hablar con ellos adecuadamente hasta que puedan entender que decir malas palabras no está bien.
Es conveniente que los padres comprendan que las malas palabras que mencionan los pequeños, pueden causar sorpresa e impresión y justamente son estas sensaciones las que otorgan poder a los niños.
La primera impresión es castigarlos o regañarlos y en el peor de los casos, felicitarlos o reírse por lo que acaban de escuchar, pero lo más acertado es que lejos de asombrarse, los padres tienen que hablar lo más tranquilamente posible con los hijos hasta que comprendan que lo que mencionan es inadecuado.
Cómo lograr que los niños dejen de decir malas palabras:
Hay que lograr que la mención de los vocablos inapropiados no se transforme en un hábito ya que si esto ocurre serán mucho más complejos de erradicar.
El ejemplo es fundamental. Si en la casa no se dicen malas palabras será más difícil que el niño las diga.
Las escuchará fuera de su entorno primario, pero esto no será motivo para que el niño las vaya mencionando por ahí o se acostumbre a disiparlas por todos lados.
Si por algún motivo, los padres o adultos que estén ante la presencia del niño dicen una palabra desacertada, lo más conveniente es que pidan disculpas.
Si el pequeño ya es algo mayor y repite constantemente alguna palabra en particular, lo mejor es explicarle el significado para que entiendan lo que están diciendo y ya no la vuelvan a mencionar.
Hay que enseñarle al niño a decir lo mismo, pero con otras palabras. Buscar sinónimos que expresen lo mismo. Todo esto debe poder llevarse a cabo con calma y de la mejor manera posible.
Si se exageran las reacciones y se le da mucha importancia a la situación, el niño tendrá el poder y quedará disminuida la autoridad de los padres.
Si el pequeño dice malas palabras en público, lo mejor es esperar a estar a solas con él para poder explicarle que está mal su manera de expresarse.
Hay que hacerle ver que hay otros modos de comunicarse y que son mucho más favorables tanto para él como para la gente que lo está escuchando.
Si aún así el niño sigue repitiendo vocablos inadecuados, es probable que haya que comenzar a establecer ciertas reglas.
Cada vez que reitere una mala palabra hay que explicarle que se le retirará un beneficio: dejarlo sin televisión, prohibirle el uso del ordenador o impedirle salir a jugar con los amigos. Seguramente, poco a poco el pequeño irá entendiendo y adaptándose a los buenos hábitos.
Es conveniente que esta mala costumbre se pueda erradicar lo antes posible, ya que si los niños se hacen mayores y siguen ampliando el repertorio de palabras inapropiadas, será mucho más difícil poder revertir este comportamiento.
Algunas de las causas por las cuales un niño puede llegar a decir malas palabras:
Para ser aceptados en un grupo
Para llamar la atención
Para expresar frustración y enojo
Para sentir que tienen poder
Para demostrar que son grandes o más grandes de lo que parecen
Porque creen que es una conducta adecuada al ver que sus comentarios son festejados y no corregidos.
Estar atento ante estas señales es importante para establecer si hay algo de fondo que pueda estar perturbando la tranquilidad del niño.
El desahogarse mediante la exteriorización de este mal hábito puede ser una manera de reflejar algún inconveniente en particular que es mejor intentar descifrar lo antes posible.
Si las malas palabras son esporádicas, seguramente dejen de producirse antes de tiempo. Lo fundamental es no darles demasiada importancia para no crear una falsa seguridad en los más pequeños.
A medida que se va transformando la conducta del niño, hay que estimularlo y felicitarlo. Es importante que el pequeño pueda saber lo que está bien y lo que está mal y que se le haga un cumplido cuando se comporta adecuadamente.
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