«Desde hace unos tres años tengo [deseos] de quitarme la vida, ya que desde niño mi vida fue muy dura. Salí a trabajar de mi casa a los siete años. Ahí me trataban como si fuera un animal. A los diez años fui a otro lugar. Ahí quisieron abusar de mí. Entonces escapé de mi ciudad. Tuve que viajar en camión treinta y seis horas sin comer, con frío.… Luego me dediqué a robar, pero después de dos años pude superar ese vicio. Aún me acuerdo [de] todo mi pasado, y cada vez que me acuerdo, quiero quitarme la vida.…
»Prefiero estar aislado y solo, sin que nadie me diga nada. ¡Por favor, ayúdenme!»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimado amigo:
»Gracias por haber tenido la confianza de escribirnos. Sabemos que es probable que le haya costado trabajo contarnos su caso, pero nos alegra de que se haya animado a hacerlo. El hecho de que haya pedido ayuda es el primer paso para recuperarse de la manera desastrosa en que se le trató cuando era niño.
»Tenga la seguridad de que Dios no quiso que a usted se le tratara así. No fue esa su voluntad, ni le agradó en absoluto. Es más, cuando su Hijo Jesucristo anduvo en esta tierra, solía emplear como ejemplo a un niño, y dijo que a cualquiera que hiciera tropezar a un pequeño, más le valdría que lo arrojaran a lo profundo del mar para que se ahogara.1 Con eso Jesús daba a entender que el hacerles daño a los niños es un pecado que Dios castigará con la mayor severidad.
»El plan de Dios es que cada niño tenga una madre y un padre amorosos que lo cuiden, lo críen y lo amen. Sin embargo, los padres de usted no siguieron ese plan de Dios para la vida de ellos.... Así que lo trataron como no debiera jamás tratarse a un niño. Sus problemas pasados y presentes son la consecuencia natural de los pecados que cometieron sus padres.
»¿Es justo que usted sufra por los pecados de ellos? ¡No, de ninguna manera! Pero la vida no es justa. Siempre que las personas puedan tomar sus propias decisiones, escogerán mal con frecuencia, y sus decisiones tarde o temprano harán que otros sufran....
»Usted no puede cambiar su pasado, pero sí puede cambiar su futuro. No puede escapar de lo que ya ha sufrido, pero sí puede comenzar una nueva vida. En primer lugar, acepte el hecho de que Dios lo ama y tiene un plan maravilloso para usted. Luego pídale que le perdone sus pecados y que lo acompañe todos los días por el resto de su vida. Cuando hable con Él en oración, sentirá que Él lo estrecha entre sus tiernos brazos, y sentirá también su amor profundo.
»Le sugerimos que consulte a un médico y le hable de sus pensamientos acerca del suicidio. Es probable que usted necesite algún medicamento que lo ayude a regular cualquier desequilibrio químico que pudiera haber en su cuerpo.
»Le deseamos lo mejor,
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