“Escritura”, como se emplea en 2Timoteo 3:16, se refiere principalmente a los escritos del Antiguo Testamento (3:15). Sin embargo, hay indicios de que cuando Pablo escribió 2 Timoteo ya algunos de los escritos del Nuevo Testamento se consideraban como Escrituras inspiradas y autorizadas.
En la actualidad, la Escritura se refiere a los escritos autorizados del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, es decir, “La Biblia”. Son el mensaje original de Dios para la humanidad y el único testimonio infalible de la actividad salvadora de Dios para las personas.
Pablo afirma que toda la Escritura es “inspirada por Dios” (del griego teopneustos, de dos vocablos griegos: teos, que significa Dios y pneo, que siginifica respirar). La Escritura es la propia vida y Palabra de Dios. Desde las palabras mismas de los manuscritos originales, la Biblia es absolutamente veraz, digna de confianza e infalible. Eso es cierto no sólo cuando trata de la salvación, los valores éticos y la moralidad, sino también en todos los temas que trata, incluso la historia y el cosmos.
Los escritores del Antiguo Testamento estaban conscientes de que lo que le decían al pueblo y lo que escribían era la Palabra de Dios para ellos (Deuteronomio 18:18; 2Samuel 23:2). Vez tras vez, los profetas iniciaban sus advertencias indicando que eran “palabra de Jehová”.
Jesucristo también enseñó que la Escritura es la Palabra inspirada de Dios incluso en los detalles más insignificantes (Mateo 5:18). Afirmó que todo lo que dijo lo recibió del Padre y es verdadero (Juan 5:18, 30-31; 7:16; 8:26). Además de eso se refirió a la revelación que vendría de parte del Espíritu Santo por medio de los apóstoles (Juan 16:13).
Por lo tanto, negar la total inspiración de las Sagradas Escrituras es poner a un lado el testimonio fundamental de Jesucristo (Mateo 5:18; 15:3-6; Lucas 16:7; 25:25-27), al Espíritu Santo (Juan 15:26; 16:13; 1Corintios 2:12-13; 1Timoteo.1) y a los apóstoles (2Timoteo 3:16; 2Pedro 1:20-21). Además, limitar o descartar su infalibilidad es menoscabar su autoridad divina.
En su obra de inspiración por su Espíritu, Dios, sin cambiar la personalidad de los escritores, los dirigió de manera que escribieran sin error (2Timoteo 3:16; 2Pedro 1:20-21).
La Palabra inspirada de Dios es la expresión de la sabiduría y el carácter de Dios, y por eso puede dar sabiduría y vida espiritual mediante la fe en Cristo (Mateo 4:4; Juan 6:63; 2Timoteo 3:15; 1Pedro 2:2).
La Biblia es el testimonio verídico e infalible de Dios de su actividad salvadora por la humanidad en Jesucristo. Por eso la Escritura es incomparable, concluida para siempre y de especial obligatoriedad. No hay palabras humanas ni declaraciones de instituciones religiosas que igualen su autoridad.
Todos los comentarios, las doctrinas, las interpretaciones, las explicaciones y las tradiciones deben juzgarse y legitimarse mediante las palabras y el mensaje de las Escrituras (Deuteronomio 13:3).
La Palabra de Dios se debe recibir, creer y obedecer como la autoridad última de todas las cosas relacionadas con la vida y la piedad (Mateo 5:17-19; Juan 14:21; 15:10). Debe usarse en la iglesia como la autoridad definitiva en todos los asuntos para enseñar, redargüir, corregir e instruir en justicia (2Timoteo 3:16-17). Nadie puede someterse al señorío de Cristo sin someterse a Dios y a su Palabra como la máxima autoridad (Juan 8:31-32, 37).
Se puede entender la Biblia sólo cuando se está en buena relación con el Espíritu Santo, Él es quien abre el entendimiento para comprender su significado y da el testimonio interior de su autoridad.
Se debe usar la Palabra inspirada de Dios para vencer el poder del pecado, a Satanás y al mundo en la vida (Mateo 4:4; Efesios 6:12, 17; Santiago 1:21).
Todos los miembros de la iglesia consideran las Escrituras como la única verdad de Dios para un mundo perdido y agonizante, deben amarlas, atesorarlas y protegerlas. Hay que proteger sus doctrinas manteniéndose fiel a sus enseñanzas, proclamando su Mensaje salvador, confiándola a personas dignas de confianza y defendiéndola de todos los que desfiguran o tratan de destruir sus verdades eternas (Filipenses 1:16; 2Timoteo 1:13-14). Nadie tiene la autoridad de agregar algo a las Escrituras ni tampoco de quitar algo (Apocalipsis 22:19).
Por último, se debe observar que la inspiración infalible se aplica sólo a la escritura original de los libros bíblicos. Por eso, cuando se encuentre en las Escrituras algo que parezca erróneo, en vez de suponer que el escritor cometió un error, vale recordar que hay tres posibilidades al respecto: a) las copias que existen del manuscrito original tal vez no sean del todo precisas; b) la traducción actual de los textos bíblicos hebreos o griegos pudiera ser defectuosa; o c) La comprensión o interpretación del texto bíblico pudiera ser deficiente o incorrecta.
lunes, 23 de noviembre de 2009
LO QUE TODO CABALLERO DEBE TENER
Todos los miembros de la iglesia consideran las Escrituras como la única verdad de Dios para un mundo perdido y agonizante, deben amarlas, atesorarlas y protegerlas...
EL AMOR
Entre todas las cosas que se han escrito sobre el tema, encontramos la mas excelente y sublime definición que jamás podrá ser igualada, simplemente porque fue inspirada por Dios mismo...
LA PREEMINENCIA DEL AMOR
Mucho se ha escrito y hablado sobre el amor; los mas inspirados profetas lo han tomado como base para desarrollar sus versos.
El enamorado habla de el como si fuera algo sublime y que nunca pasará; el amor en este tiempo pareciera ser una cosa cotidiana y que cobra mas y mas fuerza, o por lo menos así lo quieren hacer ver algunos.
Pero la realidad es que el amor que predica el hombre, es un amor vano, ilusorio, poco prometedor; se trata de un amor que no satisface las verdaderas necesidades humanas.
Entre todas las cosas que se han escrito sobre el tema, encontramos la mas excelente y sublime definición que jamás podrá ser igualada, simplemente porque fue inspirada por Dios mismo; si, se encuentra en la Biblia, Dios, siendo amor, dejó para el hombre el dato mas preciso de lo que significa el amor, y lo encontramos allí en 1 Corintios 13:1-7 que dice: “Si yo hablase en lenguas humanas y angélica, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer….”
Vemos en la Biblia que el amor es mas profundo de lo que simplemente un enamorado en medio de su emoción dice a su pareja, el amor trasciende todos los prejuicios, los beneficios propios; es mayor que cualquier otra cosa que el hombre desee tener.
Una de las grandes causas de la condición actual del hombre es que no se cuente con ese verdadero amor, el que Dios da. Aunque se habla mucho de amor, cada vez encontramos un mundo más y más egoísta, ensimismado, celoso solo de lo suyo propio; cada vez importa menos lo de los demás.
Pero Dios nos ha mostrado la mas sublime enseñanza de qué y cómo debe ser el amor, y está en este pasaje que hemos leído, pero no solo se quedó ahí, ya lo había demostrado al enviar a su Hijo a morir en Calvario, lo relata San Juan 3:16, un texto quizá conocido por muchos, dice “Porque de tal manera AMO Dios al mundo que…”
Él entrego lo que mas amaba por usted y por mí, esa fue la más perfecta demostración de lo que es el amor y de cómo debe manifestarse, y no quiero decir que debe usted enviar a la muerte sus hijos ni nada por el estilo, me refiero a que el amor muchas veces implica en desprendernos de lo que mas queremos o nos gusta, implica que en ocasiones debemos dejar de ser el centro de nuestro mundo y darle paso a los otros en nuestra vida y abrirnos paso en la suya; esto solo se consigue con amor.
Dios, después de haber hecho su sublime demostración, ahora solo demanda del hombre que entienda que un amor mayor no podrá encontrar, y que sólo hay una forma en la cual el hombre puede retribuir, si cabe la expresión, ese amor al Señor: Entregándole su corazón.
Permita hoy que Dios entre en su corazón y le haga sentir lo mas maravilloso de la vida, EL AMOR; no piense en religiones, ni en sectas, ni en doctrinas de hombres, piense en su necesidad, en lo que ha estado buscando hace ya tanto tiempo y no ha podido encontrar, piense en que Dios es la perfecta respuesta y solución a sus problemas, esos que nadie conoce pero que cada día son su perturbación; Dios los conoce y quiere darle descanso.
Isaías 26:3 dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”.
LA PREEMINENCIA DEL AMOR
Mucho se ha escrito y hablado sobre el amor; los mas inspirados profetas lo han tomado como base para desarrollar sus versos.
El enamorado habla de el como si fuera algo sublime y que nunca pasará; el amor en este tiempo pareciera ser una cosa cotidiana y que cobra mas y mas fuerza, o por lo menos así lo quieren hacer ver algunos.
Pero la realidad es que el amor que predica el hombre, es un amor vano, ilusorio, poco prometedor; se trata de un amor que no satisface las verdaderas necesidades humanas.
Entre todas las cosas que se han escrito sobre el tema, encontramos la mas excelente y sublime definición que jamás podrá ser igualada, simplemente porque fue inspirada por Dios mismo; si, se encuentra en la Biblia, Dios, siendo amor, dejó para el hombre el dato mas preciso de lo que significa el amor, y lo encontramos allí en 1 Corintios 13:1-7 que dice: “Si yo hablase en lenguas humanas y angélica, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer….”
Vemos en la Biblia que el amor es mas profundo de lo que simplemente un enamorado en medio de su emoción dice a su pareja, el amor trasciende todos los prejuicios, los beneficios propios; es mayor que cualquier otra cosa que el hombre desee tener.
Una de las grandes causas de la condición actual del hombre es que no se cuente con ese verdadero amor, el que Dios da. Aunque se habla mucho de amor, cada vez encontramos un mundo más y más egoísta, ensimismado, celoso solo de lo suyo propio; cada vez importa menos lo de los demás.
Pero Dios nos ha mostrado la mas sublime enseñanza de qué y cómo debe ser el amor, y está en este pasaje que hemos leído, pero no solo se quedó ahí, ya lo había demostrado al enviar a su Hijo a morir en Calvario, lo relata San Juan 3:16, un texto quizá conocido por muchos, dice “Porque de tal manera AMO Dios al mundo que…”
Él entrego lo que mas amaba por usted y por mí, esa fue la más perfecta demostración de lo que es el amor y de cómo debe manifestarse, y no quiero decir que debe usted enviar a la muerte sus hijos ni nada por el estilo, me refiero a que el amor muchas veces implica en desprendernos de lo que mas queremos o nos gusta, implica que en ocasiones debemos dejar de ser el centro de nuestro mundo y darle paso a los otros en nuestra vida y abrirnos paso en la suya; esto solo se consigue con amor.
Dios, después de haber hecho su sublime demostración, ahora solo demanda del hombre que entienda que un amor mayor no podrá encontrar, y que sólo hay una forma en la cual el hombre puede retribuir, si cabe la expresión, ese amor al Señor: Entregándole su corazón.
Permita hoy que Dios entre en su corazón y le haga sentir lo mas maravilloso de la vida, EL AMOR; no piense en religiones, ni en sectas, ni en doctrinas de hombres, piense en su necesidad, en lo que ha estado buscando hace ya tanto tiempo y no ha podido encontrar, piense en que Dios es la perfecta respuesta y solución a sus problemas, esos que nadie conoce pero que cada día son su perturbación; Dios los conoce y quiere darle descanso.
Isaías 26:3 dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”.
Aplicación
La mayoría de los alumnos en la clase de adultos tienen un papel qué desempeñar en el hogar. Puede ser un hijo que cuida de un padre anciano; puede ser un padre y una madre que están criando a sus hijos en el temor Dios; puede ser un padre o una madre que vive solo criando a sus hijos para que sirvan al Señor; puede ser una pareja anciana que tienen hijos que tienen sus propias familias. En cada caso, Cristo desea que exista armonía entre sus miembros. Las tensiones en una relación -entre padre e hijo, entre cónyuges, entre hermanos- pueden causar que otras amistades y relaciones se desintegren.
Tener paz con Dios es el primer requisito para cada individuo en el hogar. Cuando la dedicación espiritual de un miembro empieza a menguar, pronto habrá conflictos. Cada miembro debe guardar su relación personal con Cristo y a la vez permitir que el Espíritu Santo cultive en él el fruto del Espíritu. El amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza... todo este fruto es esencial para que uno se lleve bien con los demás.
Sin excepción, no existe un hogar donde no haya conflictos y tensiones. Aún somos humanos y sujetos a los fracasos. Pero el Espíritu está presente para ayudar a los miembros del hogar que desean tener esa armonía sobrenatural.
¿Es correcto usar este pasaje de esta manera?: ¿Existen circunstancias en que Dios se complace del divorcio? ¿Qué puede hacer la Iglesia para combatir la actitud irresponsable que el mundo tiene hacia el matrimonio? ¿Qué papel desempeña el marido en un matrimonio cristiano?: ¿Cuáles son los principios fundamentales de las relaciones entre cristianos?.
Tener paz con Dios es el primer requisito para cada individuo en el hogar. Cuando la dedicación espiritual de un miembro empieza a menguar, pronto habrá conflictos. Cada miembro debe guardar su relación personal con Cristo y a la vez permitir que el Espíritu Santo cultive en él el fruto del Espíritu. El amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza... todo este fruto es esencial para que uno se lleve bien con los demás.
Sin excepción, no existe un hogar donde no haya conflictos y tensiones. Aún somos humanos y sujetos a los fracasos. Pero el Espíritu está presente para ayudar a los miembros del hogar que desean tener esa armonía sobrenatural.
¿Es correcto usar este pasaje de esta manera?: ¿Existen circunstancias en que Dios se complace del divorcio? ¿Qué puede hacer la Iglesia para combatir la actitud irresponsable que el mundo tiene hacia el matrimonio? ¿Qué papel desempeña el marido en un matrimonio cristiano?: ¿Cuáles son los principios fundamentales de las relaciones entre cristianos?.
III. Relaciones entre padres e hijos Efesios 6:1-4
A. Obedecer y Honrar
La instrucción de obedecer a los padres por lo general se aplica a los niños más pequeños. Pero ¿qué de los hijos ya crecidos? La obediencia es el concepto más apropiado para los hijos más pequeños. La honra es el concepto más apropiado para los hijos crecidos.
Vemos ambos términos en Efesios 6:1,2. El concepto de la honra incluye obedecer cuando la obediencia se pide en forma correcta. Puede ser difícil para un niño pequeño entender el concepto de honrar; a él le resultará más fácil comprender la obediencia. Aprender a obedecer es el primer paso hacia el principio de honrar a los padres.
La referencia de Pablo acerca de los Diez Mandamientos (Éxodo 20) muestra que fue Dios quien estableció la autoridad de los padres. Como Pablo les recordó a los efesios en el versículo 3, el mandamiento de obedecer va junto con la promesa de las bendiciones de la obediencia. Si uno aprende y obedece el mandamiento de honrar al padre y a la madre, tendrá relaciones correctas en el hogar y en la sociedad. Obedecer la autoridad de los padres prepara a los hijos para obedecer otras formas de autoridad, ya sean terrenales o divinas.
B. Velando por las almas de los niños
No todos los adultos son padres, pero cada adulto debe preocuparse de esta generación de niños que pronto serán los líderes morales y espirituales de nuestra sociedad.
Se dice con frecuencia que los padres deben pasar tiempo con sus hijos, pero a la vez, uno debe, como padre, estar atento a lo que sus hijos dicen. Cuando los hijos reciben corrección y disciplina de sus padres, este es un momento en que los padres les prestan atención. Pero si este es el único tiempo en que los padres les prestan atención a sus hijos, es probable que los hijos identifiquen este tiempo con sus padres como un tiempo de disciplina y corrección. En tales casos carecerán de la atención positiva que es tan esencial para el desarrollo completo.
Efesios 6:4 da un resumen de verdades que sirven para criar una familia. La primera parte del versículo, en términos generales, les dice a los padres que no exijan demasiado de sus hijos. Los niños son sensibles y tiernos de espíritu. Los padres deben tratarlos con consideración, sin esperar que respondan como si fueran adultos.
Esto no es una apelación a que los padres no disciplinen a sus hijos o de que tomen la posición de "no tocarlos". La segunda parte de Efesios 6:4 exige pasos muy positivos y activos para influenciar a los hijos para Dios. Es una tarea que dura todos los años de la niñez de los hijos, y que abarca cada aspecto de la interacción entre padres e hijos.
La instrucción de obedecer a los padres por lo general se aplica a los niños más pequeños. Pero ¿qué de los hijos ya crecidos? La obediencia es el concepto más apropiado para los hijos más pequeños. La honra es el concepto más apropiado para los hijos crecidos.
Vemos ambos términos en Efesios 6:1,2. El concepto de la honra incluye obedecer cuando la obediencia se pide en forma correcta. Puede ser difícil para un niño pequeño entender el concepto de honrar; a él le resultará más fácil comprender la obediencia. Aprender a obedecer es el primer paso hacia el principio de honrar a los padres.
La referencia de Pablo acerca de los Diez Mandamientos (Éxodo 20) muestra que fue Dios quien estableció la autoridad de los padres. Como Pablo les recordó a los efesios en el versículo 3, el mandamiento de obedecer va junto con la promesa de las bendiciones de la obediencia. Si uno aprende y obedece el mandamiento de honrar al padre y a la madre, tendrá relaciones correctas en el hogar y en la sociedad. Obedecer la autoridad de los padres prepara a los hijos para obedecer otras formas de autoridad, ya sean terrenales o divinas.
B. Velando por las almas de los niños
No todos los adultos son padres, pero cada adulto debe preocuparse de esta generación de niños que pronto serán los líderes morales y espirituales de nuestra sociedad.
Se dice con frecuencia que los padres deben pasar tiempo con sus hijos, pero a la vez, uno debe, como padre, estar atento a lo que sus hijos dicen. Cuando los hijos reciben corrección y disciplina de sus padres, este es un momento en que los padres les prestan atención. Pero si este es el único tiempo en que los padres les prestan atención a sus hijos, es probable que los hijos identifiquen este tiempo con sus padres como un tiempo de disciplina y corrección. En tales casos carecerán de la atención positiva que es tan esencial para el desarrollo completo.
Efesios 6:4 da un resumen de verdades que sirven para criar una familia. La primera parte del versículo, en términos generales, les dice a los padres que no exijan demasiado de sus hijos. Los niños son sensibles y tiernos de espíritu. Los padres deben tratarlos con consideración, sin esperar que respondan como si fueran adultos.
Esto no es una apelación a que los padres no disciplinen a sus hijos o de que tomen la posición de "no tocarlos". La segunda parte de Efesios 6:4 exige pasos muy positivos y activos para influenciar a los hijos para Dios. Es una tarea que dura todos los años de la niñez de los hijos, y que abarca cada aspecto de la interacción entre padres e hijos.
II. La santidad del matrimonio 1 Corintios 7:10-16
A. Una institución santa y de por vida
El matrimonio no es sólo para tener compañerismo, para disfrutar del placer físico, o para la procreación de los hijos. El matrimonio es una institución divinamente ordenada en que "dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne" (Génesis 2:24). "Una sola carne" implica una relación o comunión en que el cuerpo sirve como vínculo físico en la unión total.
El matrimonio es una relación exclusiva entre el hombre y la mujer: física, emocional, intelectual y espiritual. Tal relación no es posible con más de una persona a la vez. El matrimonio tiene la finalidad de durar mientras ambos cónyuges vivan.
La promiscuidad no refleja la dedicación total de un matrimonio, y por lo tanto, se denuncia como pecado, ya sea el pecado de fornicación o adulterio. La unión conyugal simboliza la unión de Cristo a la Iglesia, así como la relación entre Cristo y la Iglesia es el ejemplo para un matrimonio ideal.
Pregunta:
Un matrimonio cristiano requiere una dedicación total. Los votos tomados en una ceremonia matrimonial cristiana, "hasta que la muerte nos separe", tienen un sentido de permanencia. Las Escrituras, en las palabras de Jesús, están de acuerdo: "Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre" (Marcos 10:9).
El mundo ha adoptado normas diferentes para el matrimonio. El mundo dice: "La dedicación total del uno hacia el otro está bien, pero no es necesaria. Si uno desea vivir con un cónyuge por toda su vida, está bien; pero ¿qué hay de malo en divorciarse y casarse con otro u otra si es lo que quiere?" Lamentablemente, muy a menudo las normas del mundo llegan a ser las normas adoptadas por la iglesia.
Pregunta
Podemos discutir mucho de si las Escrituras le permiten al cristiano divorciarse. Pero uno siempre debe recordar que el divorcio en sí nunca ha agradado a Dios. Pueden existir situaciones (tales como las que Cristo menciona) en que un creyente resulte víctima del pecado de su cónyuge, que luego terminan en divorcio. Pero la Biblia siempre .ve esto como una tragedia. Lo cierto es que Dios estableció el matrimonio para ser una unión permanente. Pablo nunca vacila en su presentación del matrimonio cuando se trata de la importancia de preservar esa unión.
B. Aun con -un cónyuge incrédulo
La mente humana puede buscar toda forma de justificación para el divorcio. Podría parecer que una de las mejores justificaciones desde un punto de vista bíblico podría ser: "No es un cónyuge cristiano." Después de todo, la Palabra de Dios dice: "No os unáis en yugo desigual con los incrédulos" (2 Corintios 6:14).
Pregunta:
La verdad que se presenta aquí se relaciona con la decisión de casarse o no con una persona inconversa. En 1 Corintios 7:10-16 vemos que una vez que se establece el matrimonio, no se encuentra nada en la Biblia para apoyar la decisión de terminar con ese matrimonio.
El matrimonio es tan sagrado ante los ojos de Dios, y las consecuencias sociales del divorcio tan devastadoras, que Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, exhortó a los creyentes a esforzarse para mantener el matrimonio intacto. La esposa o el marido de un cónyuge inconverso debe vivir en completa armonía con ese cónyuge. Como se expresa en el versículo 16, seguir en unión con esa persona puede resultar en la salvación de la misma.
Si la Biblia muestra tanto interés en que permanezca esa relación con un cónyuge inconverso, es obvio que el mensaje será aun más fuerte para una pareja en que los dos son cristianos. Deben trabajar con la misma diligencia en cuanto al entendimiento y la reconciliación. Además, en un matrimonio cristiano, ambos cónyuges pueden acudir al Señor y recibir su ayuda.
Lo que dice Pablo de permanecer con un cónyuge inconverso también se aplica a los cónyuges cristianos que observan entre sí actitudes o acciones que no son cristianas. El esposo no siempre es tan cariñoso y la esposa no siempre tan sumisa como las Escrituras instruyen. Y por supuesto, cada cónyuge puede tener actitudes no cristianas en muchas otras áreas. Dios espera que las parejas sigan procurando la armonía en el matrimonio. A medida que los esposos y las esposas sometan sus vidas y matrimonios a Dios, se puede restaurar esa armonía.
El matrimonio no es sólo para tener compañerismo, para disfrutar del placer físico, o para la procreación de los hijos. El matrimonio es una institución divinamente ordenada en que "dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne" (Génesis 2:24). "Una sola carne" implica una relación o comunión en que el cuerpo sirve como vínculo físico en la unión total.
El matrimonio es una relación exclusiva entre el hombre y la mujer: física, emocional, intelectual y espiritual. Tal relación no es posible con más de una persona a la vez. El matrimonio tiene la finalidad de durar mientras ambos cónyuges vivan.
La promiscuidad no refleja la dedicación total de un matrimonio, y por lo tanto, se denuncia como pecado, ya sea el pecado de fornicación o adulterio. La unión conyugal simboliza la unión de Cristo a la Iglesia, así como la relación entre Cristo y la Iglesia es el ejemplo para un matrimonio ideal.
Pregunta:
Un matrimonio cristiano requiere una dedicación total. Los votos tomados en una ceremonia matrimonial cristiana, "hasta que la muerte nos separe", tienen un sentido de permanencia. Las Escrituras, en las palabras de Jesús, están de acuerdo: "Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre" (Marcos 10:9).
El mundo ha adoptado normas diferentes para el matrimonio. El mundo dice: "La dedicación total del uno hacia el otro está bien, pero no es necesaria. Si uno desea vivir con un cónyuge por toda su vida, está bien; pero ¿qué hay de malo en divorciarse y casarse con otro u otra si es lo que quiere?" Lamentablemente, muy a menudo las normas del mundo llegan a ser las normas adoptadas por la iglesia.
Pregunta
Podemos discutir mucho de si las Escrituras le permiten al cristiano divorciarse. Pero uno siempre debe recordar que el divorcio en sí nunca ha agradado a Dios. Pueden existir situaciones (tales como las que Cristo menciona) en que un creyente resulte víctima del pecado de su cónyuge, que luego terminan en divorcio. Pero la Biblia siempre .ve esto como una tragedia. Lo cierto es que Dios estableció el matrimonio para ser una unión permanente. Pablo nunca vacila en su presentación del matrimonio cuando se trata de la importancia de preservar esa unión.
B. Aun con -un cónyuge incrédulo
La mente humana puede buscar toda forma de justificación para el divorcio. Podría parecer que una de las mejores justificaciones desde un punto de vista bíblico podría ser: "No es un cónyuge cristiano." Después de todo, la Palabra de Dios dice: "No os unáis en yugo desigual con los incrédulos" (2 Corintios 6:14).
Pregunta:
La verdad que se presenta aquí se relaciona con la decisión de casarse o no con una persona inconversa. En 1 Corintios 7:10-16 vemos que una vez que se establece el matrimonio, no se encuentra nada en la Biblia para apoyar la decisión de terminar con ese matrimonio.
El matrimonio es tan sagrado ante los ojos de Dios, y las consecuencias sociales del divorcio tan devastadoras, que Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, exhortó a los creyentes a esforzarse para mantener el matrimonio intacto. La esposa o el marido de un cónyuge inconverso debe vivir en completa armonía con ese cónyuge. Como se expresa en el versículo 16, seguir en unión con esa persona puede resultar en la salvación de la misma.
Si la Biblia muestra tanto interés en que permanezca esa relación con un cónyuge inconverso, es obvio que el mensaje será aun más fuerte para una pareja en que los dos son cristianos. Deben trabajar con la misma diligencia en cuanto al entendimiento y la reconciliación. Además, en un matrimonio cristiano, ambos cónyuges pueden acudir al Señor y recibir su ayuda.
Lo que dice Pablo de permanecer con un cónyuge inconverso también se aplica a los cónyuges cristianos que observan entre sí actitudes o acciones que no son cristianas. El esposo no siempre es tan cariñoso y la esposa no siempre tan sumisa como las Escrituras instruyen. Y por supuesto, cada cónyuge puede tener actitudes no cristianas en muchas otras áreas. Dios espera que las parejas sigan procurando la armonía en el matrimonio. A medida que los esposos y las esposas sometan sus vidas y matrimonios a Dios, se puede restaurar esa armonía.
I. La relación entre esposo y esposa Efesios 5:21-25, 28,29
A. La sumisión: un mandamiento
Pregunta
La humildad y sumisión deben ser la base para toda relación entre miembros del Cuerpo de Cristo. Los conflictos y la desintegración de la familia vienen cuando uno, ya sea hombre o mujer, no sabe cómo someterse a otros. El creyente que está lleno del Espíritu busca la posición más humilde (servir a otros) mas bien que la más elevada (ser servido).
Lamentablemente, partes de este pasaje en Efesios se han usado para justificar actitudes y conductas que no son cristianas. Exigirle a la esposa o a cualquier hermano en Cristo a que se someta como dicen las Escrituras no es una actitud cristiana o bíblica. Cristo nos anima a someternos unos a otros, amándonos y dándonos por otros así como El se dio por la Iglesia.
Algunas personas ponen un punto después de "El marido es cabeza de la mujer" sin leer lo que sigue. Pero el modelo para la sumisión de la esposa es tan importante como el mandato:'"así como Cristo es cabeza de la iglesia" (v. 23). Cristo no es dictador o tirano. El esposo que busca demostrar el amor y la compasión de Cristo también es el líder de su familia; no amenazará los sentimientos que su esposa tenga de su propia autosuficiencia.
"Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo" (v. 24). La Iglesia está compuesta de miembros imperfectos. Sin embargo, cada verdadero creyente de la iglesia, sean cuáles sean sus faltas, sinceramente desea estar sujeto a Cristo. El espíritu está dispuesto, pero muchas veces la carne es débil (Mateo 26:41). El Espíritu Santo ayuda al creyente a reconocer y obedecer el señorío de Cristo. El también puede ayudar a una esposa a reconocer y responder al santo liderazgo de su esposo.
B. El amor: un mandamiento
Pregunta:
Los maridos deben amar a sus mujeres, "así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella (v. 25). Los versículos 28 y 29 recalcan la unión que trae el matrimonio. Ya que un hombre y una mujer llegan a ser una sola carne en un sentido espiritual y real, el marido debe cuidar de las necesidades de su esposa como si fueran las de él. Sus planes, deseos y preocupaciones deben ser una influencia importante en las decisiones que toma el marido.
Cristo mostró su amor por la iglesia al morir por ella. El sufrió y murió por nosotros por su gran amor. Como resultado, El se compadece de nuestras enfermedades y sufrimientos. El tiene un oído sensible que escucha y responde con compasión a nuestras súplicas de ayuda. En cambio, El pide de nosotros una disposición de sumisión.
Ese es el ejemplo que el marido debe desempeñar en un matrimonio cristiano. Sin embargo, hay una diferencia importante. Cristo es perfecto, en sabiduría, conocimiento y entendimiento. El mejor esposo reconoce sus debilidades al mismo tiempo que reconoce las, responsabilidades de liderazgo que Dios le ha dado.
Cuando sea posible, las decisiones en el hogar deben hacerse en conjunto, con ambos compañeros de acuerdo (para el bien del otro) con un plan de acción. En la vida de cada pareja hay momentos en que suceden desacuerdos. Cuando la pareja no puede llegar a un acuerdo con respecto a una decisión, Dios ha ordenado que el marido sea el que tome la decisión y que la esposa se someta al honrar y respetar esa decisión.
Pregunta
La humildad y sumisión deben ser la base para toda relación entre miembros del Cuerpo de Cristo. Los conflictos y la desintegración de la familia vienen cuando uno, ya sea hombre o mujer, no sabe cómo someterse a otros. El creyente que está lleno del Espíritu busca la posición más humilde (servir a otros) mas bien que la más elevada (ser servido).
Lamentablemente, partes de este pasaje en Efesios se han usado para justificar actitudes y conductas que no son cristianas. Exigirle a la esposa o a cualquier hermano en Cristo a que se someta como dicen las Escrituras no es una actitud cristiana o bíblica. Cristo nos anima a someternos unos a otros, amándonos y dándonos por otros así como El se dio por la Iglesia.
Algunas personas ponen un punto después de "El marido es cabeza de la mujer" sin leer lo que sigue. Pero el modelo para la sumisión de la esposa es tan importante como el mandato:'"así como Cristo es cabeza de la iglesia" (v. 23). Cristo no es dictador o tirano. El esposo que busca demostrar el amor y la compasión de Cristo también es el líder de su familia; no amenazará los sentimientos que su esposa tenga de su propia autosuficiencia.
"Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo" (v. 24). La Iglesia está compuesta de miembros imperfectos. Sin embargo, cada verdadero creyente de la iglesia, sean cuáles sean sus faltas, sinceramente desea estar sujeto a Cristo. El espíritu está dispuesto, pero muchas veces la carne es débil (Mateo 26:41). El Espíritu Santo ayuda al creyente a reconocer y obedecer el señorío de Cristo. El también puede ayudar a una esposa a reconocer y responder al santo liderazgo de su esposo.
B. El amor: un mandamiento
Pregunta:
Los maridos deben amar a sus mujeres, "así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella (v. 25). Los versículos 28 y 29 recalcan la unión que trae el matrimonio. Ya que un hombre y una mujer llegan a ser una sola carne en un sentido espiritual y real, el marido debe cuidar de las necesidades de su esposa como si fueran las de él. Sus planes, deseos y preocupaciones deben ser una influencia importante en las decisiones que toma el marido.
Cristo mostró su amor por la iglesia al morir por ella. El sufrió y murió por nosotros por su gran amor. Como resultado, El se compadece de nuestras enfermedades y sufrimientos. El tiene un oído sensible que escucha y responde con compasión a nuestras súplicas de ayuda. En cambio, El pide de nosotros una disposición de sumisión.
Ese es el ejemplo que el marido debe desempeñar en un matrimonio cristiano. Sin embargo, hay una diferencia importante. Cristo es perfecto, en sabiduría, conocimiento y entendimiento. El mejor esposo reconoce sus debilidades al mismo tiempo que reconoce las, responsabilidades de liderazgo que Dios le ha dado.
Cuando sea posible, las decisiones en el hogar deben hacerse en conjunto, con ambos compañeros de acuerdo (para el bien del otro) con un plan de acción. En la vida de cada pareja hay momentos en que suceden desacuerdos. Cuando la pareja no puede llegar a un acuerdo con respecto a una decisión, Dios ha ordenado que el marido sea el que tome la decisión y que la esposa se someta al honrar y respetar esa decisión.
Introducción
Más que nunca, la Iglesia debe preocuparse por el estado del hogar. Cada año millones de parejas prometen amarse, en las buenas o en las malas. Pero sólo en los EE.UU. la mitad de tales matrimonios terminarán en el divorcio. Al creyente le gustarla creer que esa mitad que termina en divorcio es representante de las parejas que no asisten a ninguna iglesia, y creer que la otra mitad que triunfa sobre ese desastre y ataque satánico son cristianos. Pero lamentablemente no es así. Hay discordia en los hogares cristianos, discordia que muy a menudo termina en el divorcio. En las palabras del apóstol Santiago: "No debe ser así." El hogar cristiano debe ser un ejemplo al mundo de cómo el amor de Cristo puede desarrollarse en nuestra vida.
EL HOGAR CRISTIANO
La humildad y sumisión deben ser la base para toda relación entre miembros del Cuerpo de Cristo. Los conflictos y la desintegración de la familia vienen cuando uno, ya sea hombre o mujer, no sabe cómo someterse a otros. El creyente que está lleno del Espíritu busca la posición más humilde ...
sábado, 21 de noviembre de 2009
LA METAMORFOSIS DE CORTÉS FERRUSQUILLA
Primero salió corriendo por las calles, dando furiosos ladridos. Tenía la boca espumosa y los ojos inyectados en sangre. Corrió en cuatro patas lanzando mordiscos a diestra y siniestra, sembrando espanto por toda la colonia.
Encontró en su camino a la niña Priscila Cortés, a la que mordió hasta sacarle sangre. Un agente de policía que quiso apresarlo resultó con el uniforme destrozado por uñas y dientes. Por fin, el enfurecido ser fue reducido por tres fuertes agentes.
Sin embargo, no era un can. Era Enrique Cortés Ferrusquilla, de treinta y tres años, habitante de la colonia Prado Churubusco de la ciudad de México. Una tremenda borrachera había producido en él una verdadera metamorfosis, convirtiéndolo poco menos que en un can atacado de hidrofobia.
¡Qué metamorfosis produce en los seres humanos el vicio del alcohol! Los diarios que comentaban la noticia decían que Cortés Ferrusquilla se convirtió, por el líquido de fuego metido en su sistema, no en una enorme cucaracha, como en la famosa Metamorfosis de Franz Kafka, sino en un perro, que salió en cuatro patas espantando a los tranquilos habitantes de la colonia, con «la boca espumosa y el ojo fatal», como dice Rubén Darío del lobo de Gubbia.
El alcohol se está constituyendo de nuevo en el azote de la sociedad. Su peligro está sobrepasando, si es posible, al de las drogas. Hoy no se concibe ninguna fiesta, ninguna celebración, homenaje o festejo sin que haya copas de licor circulando entre los concurrentes, y efectuando, con su ominoso poder, diversas metamorfosis.
No todos los que beben licor necesariamente van a hacer lo mismo que el embriagado de este caso. Pero siempre, lenta e inexorablemente, el alcohol comenzará a efectuar una metamorfosis en la mente y la conciencia del adicto a él.
No hace falta agregar argumentos médicos para darle más peso a este argumento. El poder destructivo del alcohol lo conoce el propio alcohólico mejor que nadie.
Sin embargo, hay una manera de librarse del alcoholismo. Hay una manera de volver a la sobriedad y al dominio propio, y a conservar bien el equilibrio, no sólo físico sino mental, moral y espiritual. Se logra mediante el poder del evangelio de Jesucristo. Porque Cristo, el Señor viviente y triunfante, tiene poder de sobra para regenerar, cambiar y ennoblecer a todo ser humano.
Encontró en su camino a la niña Priscila Cortés, a la que mordió hasta sacarle sangre. Un agente de policía que quiso apresarlo resultó con el uniforme destrozado por uñas y dientes. Por fin, el enfurecido ser fue reducido por tres fuertes agentes.
Sin embargo, no era un can. Era Enrique Cortés Ferrusquilla, de treinta y tres años, habitante de la colonia Prado Churubusco de la ciudad de México. Una tremenda borrachera había producido en él una verdadera metamorfosis, convirtiéndolo poco menos que en un can atacado de hidrofobia.
¡Qué metamorfosis produce en los seres humanos el vicio del alcohol! Los diarios que comentaban la noticia decían que Cortés Ferrusquilla se convirtió, por el líquido de fuego metido en su sistema, no en una enorme cucaracha, como en la famosa Metamorfosis de Franz Kafka, sino en un perro, que salió en cuatro patas espantando a los tranquilos habitantes de la colonia, con «la boca espumosa y el ojo fatal», como dice Rubén Darío del lobo de Gubbia.
El alcohol se está constituyendo de nuevo en el azote de la sociedad. Su peligro está sobrepasando, si es posible, al de las drogas. Hoy no se concibe ninguna fiesta, ninguna celebración, homenaje o festejo sin que haya copas de licor circulando entre los concurrentes, y efectuando, con su ominoso poder, diversas metamorfosis.
No todos los que beben licor necesariamente van a hacer lo mismo que el embriagado de este caso. Pero siempre, lenta e inexorablemente, el alcohol comenzará a efectuar una metamorfosis en la mente y la conciencia del adicto a él.
No hace falta agregar argumentos médicos para darle más peso a este argumento. El poder destructivo del alcohol lo conoce el propio alcohólico mejor que nadie.
Sin embargo, hay una manera de librarse del alcoholismo. Hay una manera de volver a la sobriedad y al dominio propio, y a conservar bien el equilibrio, no sólo físico sino mental, moral y espiritual. Se logra mediante el poder del evangelio de Jesucristo. Porque Cristo, el Señor viviente y triunfante, tiene poder de sobra para regenerar, cambiar y ennoblecer a todo ser humano.
jueves, 19 de noviembre de 2009
«¿HASTA DÓNDE DEBO LLEGAR POR AMOR A MI FAMILIA?»
«Un día mi esposa, después de seis años de matrimonio, me llamó aparte y me dijo que se quería separar. Dijo que quería su parte de las propiedades. Todo como me lo pidió se lo di. No le importó que al llevarse la mitad de los negocios, yo iba a la ruina. Igual se los entregué.
»Con el tiempo, todo lo perdió... Yo entonces le pedí que volviera a casa. Sé bien que no me quiere. Ella me lo dijo muchas veces. Pero ahora mi hijo es feliz otra vez.
»¿Vale la pena mantener el hogar cuando sólo yo tengo amor en mi corazón? ¿Hasta dónde debo llegar por amor a mi familia...?»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimado amigo:
»Lo felicitamos por ser un hombre con entereza de carácter, más interesado en el bienestar de su hijo que en el suyo. Ese es un rasgo excepcional en estos tiempos en que vivimos. De veras es encomiable que usted esté dispuesto a sacrificar su propia felicidad a fin de que su hijo pueda crecer feliz....
»¿Se ha portado mal su esposa? ¡Claro que sí! De ninguna manera justificamos lo que ella ha hecho. ¿Ha sido esta una terrible experiencia para usted? Sin lugar a dudas. Pero usted ha reconocido sabiamente que su hijo no debe tener que sufrir a causa de los errores de la mamá.
»El carácter que usted ha mostrado al estar dispuesto a perdonar una y otra vez es como el de nuestro Padre celestial. De hecho, hay una historia que forma parte de la Biblia porque Dios quiso enseñarnos lo mucho que está dispuesto a perdonarnos y a darnos otra oportunidad cuando lo hemos herido repetidamente. Es la historia de Oseas, que se casó con una mujer que lo abandonó a él y a sus tres hijos una y otra vez, y hasta le fue infiel. Pero Dios le dijo a Oseas que volviera a mostrarle amor a su esposa,1 y Oseas lo hizo, quizá porque Dios se lo dijo, y quizá porque sabía que era lo mejor para sus hijos.
»Muchos afirman que aman a Dios. Le piden favores y claman a Él cuando están en apuros, pero nunca han sentido devoción por Él. Nunca lo han amado tanto como para que sea parte importante de su vida diaria. Por el contrario, se aprovechan de Él para satisfacer sus propias necesidades, tal como su esposa está haciendo con usted. Y con todo Dios sigue dispuesto a amarlos y a tener una relación personal con ellos. Él les perdonará los pecados cuando se lo pidan, gracias al sacrificio de su Hijo Jesucristo en la cruz.
»Tal vez su esposa no le haya pedido a usted perdón. Y tal vez ella no haya reconocido siquiera que se ha portado mal. Pero cuando usted sigue amándola y mostrándole cariño, le está dando un ejemplo piadoso a su hijo. Y de aquí a que él sea adulto, es posible que esa mujer que es esposa suya y madre de él haya cambiado su actitud y su comportamiento como resultado del amor que usted le ha mostrado.
»¡Le deseamos que sea feliz!
»Linda y Carlos Rey.»
El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, se puede leer si se pulsa el enlace que dice: «Caso 45» dentro del enlace en www.conciencia.net que dice: «Caso de la semana».
1Os 3:1
»Con el tiempo, todo lo perdió... Yo entonces le pedí que volviera a casa. Sé bien que no me quiere. Ella me lo dijo muchas veces. Pero ahora mi hijo es feliz otra vez.
»¿Vale la pena mantener el hogar cuando sólo yo tengo amor en mi corazón? ¿Hasta dónde debo llegar por amor a mi familia...?»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimado amigo:
»Lo felicitamos por ser un hombre con entereza de carácter, más interesado en el bienestar de su hijo que en el suyo. Ese es un rasgo excepcional en estos tiempos en que vivimos. De veras es encomiable que usted esté dispuesto a sacrificar su propia felicidad a fin de que su hijo pueda crecer feliz....
»¿Se ha portado mal su esposa? ¡Claro que sí! De ninguna manera justificamos lo que ella ha hecho. ¿Ha sido esta una terrible experiencia para usted? Sin lugar a dudas. Pero usted ha reconocido sabiamente que su hijo no debe tener que sufrir a causa de los errores de la mamá.
»El carácter que usted ha mostrado al estar dispuesto a perdonar una y otra vez es como el de nuestro Padre celestial. De hecho, hay una historia que forma parte de la Biblia porque Dios quiso enseñarnos lo mucho que está dispuesto a perdonarnos y a darnos otra oportunidad cuando lo hemos herido repetidamente. Es la historia de Oseas, que se casó con una mujer que lo abandonó a él y a sus tres hijos una y otra vez, y hasta le fue infiel. Pero Dios le dijo a Oseas que volviera a mostrarle amor a su esposa,1 y Oseas lo hizo, quizá porque Dios se lo dijo, y quizá porque sabía que era lo mejor para sus hijos.
»Muchos afirman que aman a Dios. Le piden favores y claman a Él cuando están en apuros, pero nunca han sentido devoción por Él. Nunca lo han amado tanto como para que sea parte importante de su vida diaria. Por el contrario, se aprovechan de Él para satisfacer sus propias necesidades, tal como su esposa está haciendo con usted. Y con todo Dios sigue dispuesto a amarlos y a tener una relación personal con ellos. Él les perdonará los pecados cuando se lo pidan, gracias al sacrificio de su Hijo Jesucristo en la cruz.
»Tal vez su esposa no le haya pedido a usted perdón. Y tal vez ella no haya reconocido siquiera que se ha portado mal. Pero cuando usted sigue amándola y mostrándole cariño, le está dando un ejemplo piadoso a su hijo. Y de aquí a que él sea adulto, es posible que esa mujer que es esposa suya y madre de él haya cambiado su actitud y su comportamiento como resultado del amor que usted le ha mostrado.
»¡Le deseamos que sea feliz!
»Linda y Carlos Rey.»
El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, se puede leer si se pulsa el enlace que dice: «Caso 45» dentro del enlace en www.conciencia.net que dice: «Caso de la semana».
1Os 3:1
miércoles, 18 de noviembre de 2009
UNA SIMPLE LEY FÍSICA
Era la fiesta de los Enamorados en Londres. Se celebraba un alegre baile juvenil en un edificio de dos pisos. La noticia de la fiesta se difundió. Los jóvenes fueron llegando en parejas, en grupos de cuatro, de seis, de ocho, de diez. Cuando ya había más de doscientos jóvenes bailando rock, el piso cedió.
Se debió a una simple ley física. Un piso hecho para soportar a cincuenta personas no puede soportar a doscientas. El piso se rompió y los jóvenes cayeron en medio de una espantosa confusión. Dos muertos y sesenta heridos fue el saldo del trágico final de la fiesta.
Hay leyes físicas que no se pueden violar sin pagar las consecuencias. Si se ponen los dedos en el metal caliente, se sentirá la quemadura. Si se toca un cable eléctrico, se sentirá la descarga. Si se deslizan los dedos por el filo del cuchillo, correrá la sangre.
El universo tiene infinidad de leyes físicas que son así porque así las formuló el Creador. No se pueden violar sin sufrir algún percance. Y también el universo, y especialmente la humanidad, poseen una gran cantidad de leyes morales, igualmente firmes, igualmente valiosas, que tampoco se pueden violar con impunidad.
Consideremos el caso de Londres. El piso del edificio no cedió debido a que los jóvenes bailaban música rock, ni porque bebían cerveza, ni porque algunos fumaban marihuana ni porque algunas jóvenes parejas se entregaban a excesivas muestras de cariño. Cedió porque se le puso encima demasiado peso, y nada más; es decir, por una simple ley física.
Así mismo, si sobre una esposa sufrida o un esposo demasiado ingenuo, el otro cónyuge empieza a poner demasiado peso de infidelidad, tarde que temprano habrá un quiebre, una ruptura, un desastre. Es una simple ley moral.
Muchas esposas ceden por el peso de demasiadas burlas del marido, y se rompen como estante de vidrio que deja caer estrepitosamente la excesiva carga de copas que se le ha puesto encima. Y quedan igualmente hechas añicos.
No se puede cargar un puente con demasiada carga ni poner demasiado peso en la bodega de un barco o de un avión. Todo tiene un límite. Pasado ese límite, hay peligro de muerte.
Tampoco se puede cargar el corazón de un ser humano con demasiada pena. Y menos cuando ese corazón es el de la esposa o del esposo. Pidámosle hoy a Cristo sabiduría, comprensión y poder. Él nos ayudará.
Se debió a una simple ley física. Un piso hecho para soportar a cincuenta personas no puede soportar a doscientas. El piso se rompió y los jóvenes cayeron en medio de una espantosa confusión. Dos muertos y sesenta heridos fue el saldo del trágico final de la fiesta.
Hay leyes físicas que no se pueden violar sin pagar las consecuencias. Si se ponen los dedos en el metal caliente, se sentirá la quemadura. Si se toca un cable eléctrico, se sentirá la descarga. Si se deslizan los dedos por el filo del cuchillo, correrá la sangre.
El universo tiene infinidad de leyes físicas que son así porque así las formuló el Creador. No se pueden violar sin sufrir algún percance. Y también el universo, y especialmente la humanidad, poseen una gran cantidad de leyes morales, igualmente firmes, igualmente valiosas, que tampoco se pueden violar con impunidad.
Consideremos el caso de Londres. El piso del edificio no cedió debido a que los jóvenes bailaban música rock, ni porque bebían cerveza, ni porque algunos fumaban marihuana ni porque algunas jóvenes parejas se entregaban a excesivas muestras de cariño. Cedió porque se le puso encima demasiado peso, y nada más; es decir, por una simple ley física.
Así mismo, si sobre una esposa sufrida o un esposo demasiado ingenuo, el otro cónyuge empieza a poner demasiado peso de infidelidad, tarde que temprano habrá un quiebre, una ruptura, un desastre. Es una simple ley moral.
Muchas esposas ceden por el peso de demasiadas burlas del marido, y se rompen como estante de vidrio que deja caer estrepitosamente la excesiva carga de copas que se le ha puesto encima. Y quedan igualmente hechas añicos.
No se puede cargar un puente con demasiada carga ni poner demasiado peso en la bodega de un barco o de un avión. Todo tiene un límite. Pasado ese límite, hay peligro de muerte.
Tampoco se puede cargar el corazón de un ser humano con demasiada pena. Y menos cuando ese corazón es el de la esposa o del esposo. Pidámosle hoy a Cristo sabiduría, comprensión y poder. Él nos ayudará.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
«NINGUNA RAZÓN PARA VIVIR»
El joven matrimonio estaba celebrando el Día del Padre, en junio de 1984. Vivían llenos de felicidad. Después de muchos años de espera, la joven señora había, por fin, tenido un hijo, un precioso varón, llamado Josué, que ahora tenía dos años y medio.
En un descuido de los padres, el niño cayó a la piscina de natación y se ahogó. Para Diana y George Mendenall, los jóvenes padres, el golpe fue espantoso. Cayeron en una depresión profunda, y diez días después, no pudiendo soportar la pena, se suicidaron juntos en la sala de la casa.
«Ninguna razón para seguir viviendo», explicaba la lacónica nota que dejaron escrita.
Es cierto que un golpe tal como recibieron esos jóvenes esposos residentes en California es sumamente fuerte. Y es cierto que por años habían pedido a Dios un hijito y que, al fin, el ruego se les había concedido.
Es cierto también que uno llega a querer un hijo con tanta fuerza y corazón que hace un ídolo de él. Y es cierto que la muerte trágica de un pequeño hermoso y amado, por un accidente que pudo haberse evitado fácilmente, es demoledora y destructiva. Todo eso es cierto.
Pero también es cierto que hay motivos más altos y más sublimes en la vida por los que merece ser vivida. Cuando se pierde el sentido de la vida por haberse muerto el objeto más grande del amor y del interés, es porque no se ha adquirido todavía el sentido verdadero que tiene.
¿Para qué fue creado el hombre, y cuál es el objetivo primordial de la existencia humana? Conocer, amar y servir a Dios. Así de sencillo y claro es el verdadero sentido de la vida humana: conocer, amar y servir a Dios.
Cuando se pierde de vista ese objetivo, o cuando se hace a un lado por intereses menores, es natural que no se le halle sentido a la vida cuando esos intereses menores se destruyen, y al parecer nada queda entre las manos.
Más vale que reconozcamos que Cristo es el supremo objetivo de la vida, pues creer en Cristo, amar a Cristo y servir a Cristo es la función suprema del ser humano. Cuando llegamos a ese punto, entonces, sólo entonces, descubrimos el sonoro motivo de la vida.
En un descuido de los padres, el niño cayó a la piscina de natación y se ahogó. Para Diana y George Mendenall, los jóvenes padres, el golpe fue espantoso. Cayeron en una depresión profunda, y diez días después, no pudiendo soportar la pena, se suicidaron juntos en la sala de la casa.
«Ninguna razón para seguir viviendo», explicaba la lacónica nota que dejaron escrita.
Es cierto que un golpe tal como recibieron esos jóvenes esposos residentes en California es sumamente fuerte. Y es cierto que por años habían pedido a Dios un hijito y que, al fin, el ruego se les había concedido.
Es cierto también que uno llega a querer un hijo con tanta fuerza y corazón que hace un ídolo de él. Y es cierto que la muerte trágica de un pequeño hermoso y amado, por un accidente que pudo haberse evitado fácilmente, es demoledora y destructiva. Todo eso es cierto.
Pero también es cierto que hay motivos más altos y más sublimes en la vida por los que merece ser vivida. Cuando se pierde el sentido de la vida por haberse muerto el objeto más grande del amor y del interés, es porque no se ha adquirido todavía el sentido verdadero que tiene.
¿Para qué fue creado el hombre, y cuál es el objetivo primordial de la existencia humana? Conocer, amar y servir a Dios. Así de sencillo y claro es el verdadero sentido de la vida humana: conocer, amar y servir a Dios.
Cuando se pierde de vista ese objetivo, o cuando se hace a un lado por intereses menores, es natural que no se le halle sentido a la vida cuando esos intereses menores se destruyen, y al parecer nada queda entre las manos.
Más vale que reconozcamos que Cristo es el supremo objetivo de la vida, pues creer en Cristo, amar a Cristo y servir a Cristo es la función suprema del ser humano. Cuando llegamos a ese punto, entonces, sólo entonces, descubrimos el sonoro motivo de la vida.
martes, 10 de noviembre de 2009
LA FURIA
El día se presentaba caluroso y húmedo en Miami, Florida. Era uno de esos días en que la temperatura y la humedad ejercen sobre el ánimo de las personas una influencia nociva. Bob Moore, propietario de una ferretería, estaba atendiendo a sus clientes, tratando de no sudar demasiado.
De pronto se abrió la puerta y entró un hombre. Tenía la mirada extraviada, el rostro congestionado, la camisa abierta y, lo más terrible, un arma automática en la mano. Abrió fuego contra el público, y mató a seis personas.
Después huyó. Montó en una bicicleta y siguió disparando su arma, hiriendo a otras tres personas. Al pasar un semáforo en rojo, lo atropelló un automóvil, y el hombre murió allí mismo, todavía empuñando el arma. «Furia» fue la única palabra que emplearon los diarios para dar la noticia del caso.
He aquí un verdadero caso de furia insana, de furia violenta, destructiva. Furia homicida, furia infernal, furia volcánica, furia que no se aplaca sino hasta después de haber provocado todo el daño posible.
¿Qué es la furia? «La ira es una locura breve», afirmaban los antiguos griegos. «La furia es un estallido nervioso que ocurre cuando se ha soportado mucho tiempo una situación ofensiva, humillante o atemorizante», definen los psicólogos.
La Biblia atribuye la ira y la furia a la acción del diablo, pero también al corazón que no se somete a Dios. Y la furia sólo de vez en cuando toma esas dimensiones trágicas del suceso de Miami. A veces la furia es silenciosa, pero mata el compañerismo y nubla el goce de las relaciones humanas.
Tenemos, por ejemplo, el enojo severo y profundo que suele producirse entre marido y mujer. Quizá nunca llegue a estallar en furia, pero destruye igualmente la armonía y la felicidad. Porque cuando hay enojo, no hay palabras, no hay sonrisas, no hay felicidad.
La Biblia dice: «Refrena tu enojo, abandona la ira; no te irrites, pues esto conduce al mal. Porque los impíos serán exterminados, pero los que esperan en el Señor heredarán la tierra» (Salmos 37:8-9).
Nada mejor, para verse libre de esta breve locura destructiva, que entregar el corazón y la voluntad a Cristo. Porque sólo Él tiene paz, calma y justicia abundantes para darnos.
De pronto se abrió la puerta y entró un hombre. Tenía la mirada extraviada, el rostro congestionado, la camisa abierta y, lo más terrible, un arma automática en la mano. Abrió fuego contra el público, y mató a seis personas.
Después huyó. Montó en una bicicleta y siguió disparando su arma, hiriendo a otras tres personas. Al pasar un semáforo en rojo, lo atropelló un automóvil, y el hombre murió allí mismo, todavía empuñando el arma. «Furia» fue la única palabra que emplearon los diarios para dar la noticia del caso.
He aquí un verdadero caso de furia insana, de furia violenta, destructiva. Furia homicida, furia infernal, furia volcánica, furia que no se aplaca sino hasta después de haber provocado todo el daño posible.
¿Qué es la furia? «La ira es una locura breve», afirmaban los antiguos griegos. «La furia es un estallido nervioso que ocurre cuando se ha soportado mucho tiempo una situación ofensiva, humillante o atemorizante», definen los psicólogos.
La Biblia atribuye la ira y la furia a la acción del diablo, pero también al corazón que no se somete a Dios. Y la furia sólo de vez en cuando toma esas dimensiones trágicas del suceso de Miami. A veces la furia es silenciosa, pero mata el compañerismo y nubla el goce de las relaciones humanas.
Tenemos, por ejemplo, el enojo severo y profundo que suele producirse entre marido y mujer. Quizá nunca llegue a estallar en furia, pero destruye igualmente la armonía y la felicidad. Porque cuando hay enojo, no hay palabras, no hay sonrisas, no hay felicidad.
La Biblia dice: «Refrena tu enojo, abandona la ira; no te irrites, pues esto conduce al mal. Porque los impíos serán exterminados, pero los que esperan en el Señor heredarán la tierra» (Salmos 37:8-9).
Nada mejor, para verse libre de esta breve locura destructiva, que entregar el corazón y la voluntad a Cristo. Porque sólo Él tiene paz, calma y justicia abundantes para darnos.
lunes, 9 de noviembre de 2009
SIETE TIROS CERTEROS
Fueron siete disparos. Siete disparos de pistola automática Browning. Todos dieron en la cabeza de sus víctimas, y todas ellas murieron casi instantáneamente. Cuando Candice Day, de treinta y dos años de edad, llegó a su casa, sólo vio cuerpos muertos y sangre por todos lados.
James Day, su marido, en un rapto de ira, de violencia, de furia insensata, había dado muerte a los seis hijos del matrimonio, y después se había suicidado. Siete tiros certeros habían acabado con casi toda su numerosa familia.
He aquí otra de las tragedias familiares que suelen ensangrentar la página roja de los diarios, adictos a las noticias truculentas. El matrimonio que formaban James y Candice Day, en Evansville, Indiana, Estados Unidos, no era mejor ni peor que la mayoría de los matrimonios que vivían por ahí.
Llevaban una buena vida en lo económico. Sus hijos eran buenos y no les ponían muchos problemas. El matrimonio se llevaba apreciablemente bien. Sólo de vez en cuando discutían un poco, después de lo cual él salía y se emborrachaba.
El día de la tragedia eso fue lo que ocurrió: una discusión. Una típica reyerta entre marido y mujer, y el marido, enojado, salió a beber. Esta vez la dosis de todas las cosas fue un poco mayor que de costumbre. Y de ahí, la tragedia.
La ira y la violencia son como ciertos huracanes. Cobran intensidad a medida que giran. El que se acostumbra a enojarse se enojará cada vez más. Y sin darse cuenta, acumulará en su interior ira concentrada que un día estallará un poco más fuerte que de costumbre.
¿Cómo luchar contra la ira? ¿Cómo mantener sujeto y embridado este potro del alma? Hay que saber educarse a sí mismo en la tolerancia, el juicio y la paciencia. Sobre todo, hay que saber buscar siempre en Cristo esa maravillosa dosis de calma, paz y paciencia que nos pone a cubierto de tempestades familiares.
«La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo» (Juan 14:27), dijo Jesucristo. Esas palabras son el mejor testamento, la mejor herencia, que pueden recibir los que desean cambiar de vida y vivir en paz, en calma y en sobriedad, y tener perfecta y tranquila felicidad. Sólo con Cristo, y en Cristo, es posible lograrlo.
James Day, su marido, en un rapto de ira, de violencia, de furia insensata, había dado muerte a los seis hijos del matrimonio, y después se había suicidado. Siete tiros certeros habían acabado con casi toda su numerosa familia.
He aquí otra de las tragedias familiares que suelen ensangrentar la página roja de los diarios, adictos a las noticias truculentas. El matrimonio que formaban James y Candice Day, en Evansville, Indiana, Estados Unidos, no era mejor ni peor que la mayoría de los matrimonios que vivían por ahí.
Llevaban una buena vida en lo económico. Sus hijos eran buenos y no les ponían muchos problemas. El matrimonio se llevaba apreciablemente bien. Sólo de vez en cuando discutían un poco, después de lo cual él salía y se emborrachaba.
El día de la tragedia eso fue lo que ocurrió: una discusión. Una típica reyerta entre marido y mujer, y el marido, enojado, salió a beber. Esta vez la dosis de todas las cosas fue un poco mayor que de costumbre. Y de ahí, la tragedia.
La ira y la violencia son como ciertos huracanes. Cobran intensidad a medida que giran. El que se acostumbra a enojarse se enojará cada vez más. Y sin darse cuenta, acumulará en su interior ira concentrada que un día estallará un poco más fuerte que de costumbre.
¿Cómo luchar contra la ira? ¿Cómo mantener sujeto y embridado este potro del alma? Hay que saber educarse a sí mismo en la tolerancia, el juicio y la paciencia. Sobre todo, hay que saber buscar siempre en Cristo esa maravillosa dosis de calma, paz y paciencia que nos pone a cubierto de tempestades familiares.
«La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo» (Juan 14:27), dijo Jesucristo. Esas palabras son el mejor testamento, la mejor herencia, que pueden recibir los que desean cambiar de vida y vivir en paz, en calma y en sobriedad, y tener perfecta y tranquila felicidad. Sólo con Cristo, y en Cristo, es posible lograrlo.
viernes, 6 de noviembre de 2009
CORAZÓN DE NIÑO NEGRO EN NIÑO BLANCO
John Nathan Ford, niño negro del barrio de Harlem, Nueva York, salió a jugar al balcón. Con sólo cuatro años de edad, este niño que tenía el mismo apellido de una de las familias más ricas de los Estados Unidos y de un ex presidente, no se daba cuenta de las diferencias de color, de la ínfima escala social de su familia ni de su tremenda pobreza. Quizá por un mareo o debilidad o descuido, John Nathan se cayó del balcón, desde un sexto piso.
La madre, Dorothy Ford, hizo donación del pequeño corazón de su hijo para que fuera implantado en el pecho de James Preston Lovette, niño blanco y rico, también de cuatro años de edad.
El niño negro, muerto en medio de la miseria, seguiría viviendo, aunque no fuera más que su solo corazón, dentro de un niño blanco, rico y afortunado.
¡Cuántas reflexiones podemos sacar de esta patética noticia! La primera es que no importa de qué color es la piel del individuo —ya sea negra, blanca, amarilla, cobriza o aceitunada—, los corazones siempre son rojos.
La verdad es que debajo de un par de milímetros de piel, todos los seres humanos nos parecemos. Todos tenemos la misma composición molecular y química. Todos tenemos la misma temperatura vital. Todos tenemos los mismos rasgos psicológicos. Todos tenemos las mismas necesidades físicas y las mismas reacciones morales y sentimentales.
La segunda reflexión es: ¿Qué pensará el niño blanco cuando más adelante sepa que lleva en su pecho el corazón de un negro? ¿Se sentirá humillado, menoscabado, acomplejado, deprimido? ¿O será que ese corazón negro que le ayuda a vivir le dará una visión de amor y comprensión universal?
Sea cual sea su reacción cuando conozca el caso, el hecho innegable es que un niño negro tuvo que morir para que él pudiera seguir viviendo. Y sea racista o no sea racista, el hecho permanecerá inalterable: un corazón de negro seguirá bombeando sangre de blanco.
Jesucristo, con piel de judío, murió en una cruz. Su costado fue traspasado por nosotros, y la sangre que bombeaba su corazón, sangre judía, fue derramada íntegramente para redimir a toda la humanidad, de cualquier color, cualquier raza, cualquier nacionalidad y cualquier religión.
La madre, Dorothy Ford, hizo donación del pequeño corazón de su hijo para que fuera implantado en el pecho de James Preston Lovette, niño blanco y rico, también de cuatro años de edad.
El niño negro, muerto en medio de la miseria, seguiría viviendo, aunque no fuera más que su solo corazón, dentro de un niño blanco, rico y afortunado.
¡Cuántas reflexiones podemos sacar de esta patética noticia! La primera es que no importa de qué color es la piel del individuo —ya sea negra, blanca, amarilla, cobriza o aceitunada—, los corazones siempre son rojos.
La verdad es que debajo de un par de milímetros de piel, todos los seres humanos nos parecemos. Todos tenemos la misma composición molecular y química. Todos tenemos la misma temperatura vital. Todos tenemos los mismos rasgos psicológicos. Todos tenemos las mismas necesidades físicas y las mismas reacciones morales y sentimentales.
La segunda reflexión es: ¿Qué pensará el niño blanco cuando más adelante sepa que lleva en su pecho el corazón de un negro? ¿Se sentirá humillado, menoscabado, acomplejado, deprimido? ¿O será que ese corazón negro que le ayuda a vivir le dará una visión de amor y comprensión universal?
Sea cual sea su reacción cuando conozca el caso, el hecho innegable es que un niño negro tuvo que morir para que él pudiera seguir viviendo. Y sea racista o no sea racista, el hecho permanecerá inalterable: un corazón de negro seguirá bombeando sangre de blanco.
Jesucristo, con piel de judío, murió en una cruz. Su costado fue traspasado por nosotros, y la sangre que bombeaba su corazón, sangre judía, fue derramada íntegramente para redimir a toda la humanidad, de cualquier color, cualquier raza, cualquier nacionalidad y cualquier religión.
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