Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta... y tú te enseñorearás de él.
Génesis 4:7
Dios nos alerta que cuando nos airamos, el pecado se convierte en una amenaza. En otras palabras, la ira es como un animal salvaje, listo para atacar a su presa indefensa.
La ira nos puede dominar y aún más, intentar aniquilar lo que está provocando nuestra ira – “... más el espíritu deprimido, quién lo levanta?” (Proverbios 18:14)
¿Cuántos de nosotros ya hemos lastimado a otros porque no supimos controlar nuestra ira y nuestra lengua? El Señor nos advierte: “No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque el enojo reposa en el seno de los necios”. (Eclesiastés 7:9). Cuando estamos dominados por la ira, nos sentimos poderosos, pero en lo íntimo sabemos que solamente escondemos nuestra debilidad.
Vivimos una época de mucho nerviosismo. Vemos gente nerviosa en el tránsito de las grandes ciudades. Las personas dicen palabras groseras e hirientes cuando están enojadas.
EL Dios eterno nos pregunta hoy: ¿Por qué estás enojado? (Génesis 4:6). Dios nos hace esa pregunta, para llevarnos a la raíz del problema. Él quiere sanar las heridas que otros nos causaron. Podemos confiar que Él pondrá límites al pecado que toca a nuestra puerta.
Piensa
Cuando nos provocan a ira, es bueno preguntarnos: “¿Porqué es que estoy tan enojado?”
Ora
Señor, ayúdanos a dominar nuestra ira. Danos paciencia, autocontrol y sabiduría, para saber convivir con los demás, de tal manera que no les causemos sufrimiento o destrucción. En nombre de Jesús. Amén.
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